Rilke y Kierkegaard

Ricardo Gullón

El reciente «Rilke» de Otto Friedrich Bollnow figura entre los mejores libros dedicados al poeta alemán. Aclara la influencia decisiva que ejercieron sobre éste las obras de Kierkegaard, a quien reputaba uno de los más grandes escritores de todos los tiempos. Existe una carta de 1915 en que declara su admiración en términos exaltados: «Nunca lo he leído bastante. No es posible hojearlo al pasar; leerlo es habitar en él, y él es un pathos, una voz y un paisaje solitario, una llamada infinita lanzada al corazón, una orden, un trueno y una paz parecida a la de las flores».

La poesía de Rilke está impregnada por el sentimiento de la angustia, y si es cierto que la descubrió en la vida misma y no en los libros, al comprobar la fatalidad de los esfuerzos humanos para alcanzar las riquezas que al parecer le están destinadas, al advertir que la existencia es frustración y fracaso, también es verdad que su descubrimiento se vio no ya corroborado sino puesto a plena luz, iluminado en sus repliegues, explicado y hasta justificado por la lectura de Kierkegaard. «Los Cuadernos de Malle Lauzids Brigge» son probablemente la obra rilkeana en donde las vivencias del poeta resultan más contrastadas, destacadas, por el pensamiento del filósofo danés.