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Relación del suceso de la jornada que Francisco Vázquez hizo en el descubrimiento de Cíbola

Año de 15311

Llegado el campo al valle de Culiacán a causa de la ruin esperanza que de Cíbola se tenía, y de los bastimentos ser pocos en el camino, por dicho de Melchor Díaz que a la sazón volvió de verlo, Francisco Vázquez devidió e partió el campo, el cual tomó ochenta de a caballo e veinte cinco peones, y cierta parte de la artillería, e partió de Culiacán dejando con la demás gente a don Tristán de Arellano e mandado partiese. Veinte días después de llegado que fuese al valle de los Corazones, esperase allí su carta, que sería después de llegado a Cíbola e visto lo que era, e ansí lo hizo. Este valle de los Corazones está ciento cincuenta leguas del valle de Culiacán e otras tantas de Cíbola.

Todo este camino hasta cincuenta leguas antes de Cíbola, es doblado, aunque en algunas partes está apartado del camino; la población es toda una suerte de gente, porque las casas son todas de petates, e alguna entre ellas, de azoteas bajas. Tienen maíz todos, aunque no mucho, y en algunas partes muy poco; tienen melones e frísoles; lo mejor de todo lo poblado es un valle que llaman de Señora, que es diez leguas más adelante de los Corazones, a donde después se pobló una villa. Tienen entre estos algún algodón; de lo que más se visten es de cueros de venados.

Francisco Vázquez pasó por todo esto a causa destar las cementeras pequeñas; no hubo maíz en todo el camino, sino fue deste valle de Señora que sacaron un poco, e con lo que sacó de Culiacán que se cargó para ochenta días; a los setenta y tres llegamos a Cíbola aunque con harto trabajo e pérdida de muchos caballos e muerte de algunos indios, e dobláronse cuando la vimos, aunque hallamos maíz harto. Todo este camino hallamos los naturales de paz.

El día que llegamos al primer pueblo, nos salieron de guerra parte dellos, e los demás quedaban en el pueblo fortalecidos, con los cuales no se pudo acabar aunque se procuró harto la paz, por lo cual fue forzoso rompellos e muertos algunos dellos. Los demás luego se retragieron al pueblo, el cual se cercó luego e se acometió a entrar, e a causa del mucho daño que nos hacían de las azoteas nos fue forzado retraernos, y de fuera se les comenzó hacer daño con la artillería y arcabuces, y aquella tarde se dieron. Francisco Vázquez salió mal tratado de algunas piedras, y aun tengo por cierto, quedaría allí si no fuera por el maestre de campo don Garci-López de Cárdenas que le socorrió. Luego que los indios se dieron, desampararon el pueblo y se fueron a los otros pueblos, e como nos dejaron las casas, aposentámonos en ellas.

El padre fray Marcos había entendido o dio a entender que el circuito e comarca en que están siete pueblos, era un sólo pueblo que llamaba él, Cíbola, e toda esta poblazón e comarca se llama Cíbola. Los pueblos son de a trescientas e doscientas, e de a cien cincuenta casas; algunos están las casas de los pueblos todas juntas, aunque en algunos pueblos están partidos en dos o tres barrios; pero por la mayor parte son juntos y dentro sus patios, y en ellos sus estufas de invierno, e fuera de los pueblos, las tienen de verano. Las casas son de dos e tres altos, las paredes de piedra e lodo, y algunas de tapias. Los pueblos por muchas partes son casa muro para indios; son demasiados de buenas casas, mayormente para estos que son bestiales e no tienen otra policía sino en las casas.

La comida que tienen es mucho maíz, e frísoles, e melones, e algunas gallinas de las de México; y éstas las tienen más para la pluma que para comer, porque hacen della pellones, a causa que no tienen ningún algodón; e se visten de mantas de Henegrien e de cueros de venados, e algunos de vaca.

Los ritos e sacrificios que tienen son algunos ídolos; pero a lo que más usan es a la agua, a la cual ofrecen unos palillos pintados, e plumas, e polvos amarillos de flores, y esto es lo más ordinario en las fuentes. También ofrecen algunas turquesas, que las tienen, aunque ruines.

Desde el valle de Culiacán hasta Cíbola, se corren dos derrotas las doscientas e cuarenta leguas, que es hasta treinta e cuatro grados e medio al Norte, e desde allí a Cíbola, al Nordeste, la cual está en treinta y siete grados escasos.

Tomado lengua de los naturales de Cíbola de lo de adelante, dijieron que al Poniente había poblado. Francisco Vázquez envió luego a don Pedro de Tobar a verlo, el cual halló otros siete pueblos, que se llama la provincia de Tuzán; está treinta e cinco leguas al Poniente. Los pueblos son algún tanto mayores que los de Cíbola, y en los demás, en comida y en todo son de una manera, salvo que estos cogen algodón. Entre tanto que don Pedro de Tobar fue a ver esto, Francisco Vázquez despachó mensajeros al Visorrey, con relación de lo hasta allí sucedido, y envió a mandar con ellos mismos de camino a don Tristán, que como dicho tengo estaba en los Corazones, que fuese a Cíbola e dejase poblada una villa en el valle de Señora, el cual lo hizo, y en ella dejó ochenta de a caballo, todos los de a un caballo e gente más flaca, y con ellos a Melchor Díaz, por capitán e alcalde mayor, porque ansí le había proveído Francisco Vázquez; e le mandó que desde allí, con la meitad de la gente, fuesen a descobrir al Poniente, e ansí lo hizo, e anduvo ciento cincuenta leguas, hasta el río en que entró Hernando de Alarcón por la mar, el cual llamó de Buenaguía. La población e gente que hay en este camino es casi como la de los Corazones, salvo el río e su comarca, que es gente más bien dispuesta, e tienen más maíz, aunque las casas en que viven son chozas o como zahúrdas, casi debajo de la tierra; la cobija es de paja e sin policía ninguna. Este río, diz que es grande. Llegaron a él treinta leguas de la costa, las cuales y otras tantas más arriba había sobido Alarcón con las barcas, dos meses antes que ellos llegasen. Este río corre allí de Norte-Sur. Melchor Díaz pasó cinco o seis jornadas al Poniente, de donde se volvió a causa de no hallar agua ni yerba, sino muchos meganos de arena, e a la vuelta, que volvía en el río e su comarca, tuvo cierta guerra, porque al pasar del río se quisieron aprovechar dellos. Desta vuelta murió Melchor Díaz por un desastre, que se mató él mismo, tirando una lanza a un perro.

Vuelto don Pedro de Tobar, e dada relación de aquellos pueblos, luego despachó a don García López de Cárdenas, maestre de campo, por el mesmo camino que había venido don Pedro, e que pasase de aquella provincia de Tuzán, al Poniente, e para ida e vuelta de la jornada e descobrimiento, le señaló ochenta días de término de ida e vuelta, el cual fue echado adelante de Tuzán con guías de los naturales que decían que había adelante, poblado, aunque lejos, andadas cincuenta leguas de Tuzán al Poniente, e ochenta de Cíbola, halló una barranca de un río que fue imposible por una parte ni otra hallarle bajada para caballo, ni aun para pie, sino por una parte muy trabajosa, por donde tenía casi dos leguas de bajada. Estaba la barranca tan acantillada de peñas, que apenas podían ver el río, el cual, aunque es, según dicen, tanto o mucho mayor que el de Sevilla, de arriba aparescía un arroyo; por manera que aunque con harta diligencia se buscó pasada, e por muchas partes no se halla, en la cual estuvieron hartos días con mucha necesidad de agua, que no la hallaban, e la del río no se podían aprovechar della aunque la vían; e a esta causa le fue forzado a don García López volverse a donde hallaron; este río venía del Nordeste e volvía al Sur Sudueste, por manera que sin falta ninguna es aquella donde llegó Melchor Díaz.

Luego como Francisco Vázquez despachó a don García López a este descobrimiento, desde allí a cuatro días despachó a Hernando de Alvarado a descobrir la vía de Velante, el cual partió, y a treinta leguas de Cíbola halló un peñol e un pueblo encima, la cosa más fuerte que se ha visto en el mundo; el cual ellos llaman en su lengua Acuso, y el padre fray Marcos, le llamaba el reino de Hacús. Saliéronnos de paz, aunque bien pudieran excusarlo e quedarse en su peñol sin que les pudiéramos enojar; diéronnos mantas de algodón, cueros de venados e de vaca, e turquesas e gallinas, e la demás comida que tienen, que es lo que en Cíbola.

Veinte leguas al Levante deste peñol, hallamos un río que corre Norte Sur, bien poblado; habrá en todo él, chicos e grandes, setenta pueblos, pocos más o menos; la manera de ellos, como de los de Cíbola, salvo que son casi todos de tapias bien hechas; la comida ni más ni menos. Estos cogen algodón. Digo los que viven cerca del río, que los demás, no. Aquí había mucho maíz. No son gente que tienen tranguez. Está este poblado en cincuenta leguas de Norte Sur, en este río, e quince o veinte leguas apartado algunos pueblos de la una parte y a otra. Este río nasce en el cabo de la población al Norte de las aldas de aquellas sierras, a donde está un pueblo e diferente de los otros y grande; llámase Yuraba. Está poblado desta manera. Tiene diez e ocho barrios; cada uno tiene tanto sitio como dos solares, las casas muy juntas, son de cinco e seis altos, los tres de tapias, e dos e tres de tabique de madera, e van ensangostando arriba, e por fuera en los altos de la tapia salen en cada uno su corredorcillo, uno sobre otro, todos a la redonda, de madera. Estos en este pueblo por estar en las sierras no cogen algodón ni crían gallinas; sólo visten de cueros de venados e de vacas. Es el pueblo de más gente de toda aquella tierra; juzgábamos habría en él quince mil ánimas. De la otra manera de pueblos hay uno mayor que todos, muy fuerte, que se llama Cicuique; es de cuatro e cinco altos. Tiene ocho patios grandes, cada uno con su corredor, e hay en él buenas casas. Tampoco cogen algodón ni tienen gallinas, porque está apartado del río quince leguas al Levante, llegado a los llanos donde andan las vacas. Después de haber Alvarado hecho relación deste río a Francisco Vázquez, pasó adelante a estos llanos, e al prencipio dellos halló un río pequeño que corre al Sueste, e a cuatro jornadas halló las vacas que son la cosa más mostruosa de animales que se ha visto ni leído. Siguió este río cien leguas, hallando cada día más vacas, de las cuales nos aprovechábamos aunque a los prencipios, hasta que tovimos experencia con riesgo de caballos. Hay tanta cantidad que no sé a qué lo compare sino a pescados en la mar, porque ansí desta jornada, como en la que después todo el campo hizo yendo a Aguivira, hubo tantas, que muchas veces íbamos a pasar por medio dellas, e aunque quisiéramos ir por otro cabo, no podíamos, porque estaban los campos cubiertos dellas. Es la carne dellas tan buena como de la de Castilla y aun algunos decían que mejor.

Los toros son grandes e bravos, aunque no siguen mucho; pero tienen malos cuernos y un apretón danle bueno, arremetiendo bien; matáronnos algunos caballos e hirieron muchos; la mejor arma para aprovecharse dellos, hallamos que es arma en astada para arrojársela e arcabuz para cuando está parado.

Vuelto Hernando de Alvarado destos llanos al río que se llama de Tiguex, halló al maestre de campo don Garci-López de Cárdenas, haciendo el aposento para todo el campo que venía allí, e luego vino, y aunque toda nuestra población había salido de paz a Hernando de Alvarado, venida toda la gente, parte dellos se alzaron, que fueron doce pueblos que estaban juntos, e una noche nos mataron cuarenta caballos e mulas que andaban sueltos al campo: hiciéronse fuertes en sus pueblos, dióseles luego guerra, y el primero fue don Garci-López, e le tomó e hizo justicia de muchos dellos; los demás visto esto, desampararon los pueblos, salvo dos, el uno el más fuerte de todos sobre el cual estuvo el campo dos meses; y aunque luego que les pusimos cerco les entramos un día e les tomamos un pedazo de azotea a causa de los muchos heridos que hubo, e de ser tan peligroso de sustentarnos, fue forzado desmamparalle, e aunque otra vez en el mismo tiempo tomamos a entralle, al fin no se pudo ganar todo, y a esta causa estuvo cercado todo este tiempo e los tomamos por sed, e duraron tanto a causa que les nevó dos veces ya que estaban para rendirse; al fin los tomamos e murieron muchos porque se salían de noche.

De unos indios que se hallaron en este pueblo de Acuique, tuvo Francisco Vázquez una relación que si fuera verdad, era la más rica cosa que se ha hallado en Indias. El indio que daba las nuevas e relación era de trescientas leguas deste río al Levante de un pueblo que llamaba Harall; daba tanta razón de lo que decía como si fuera verdad e lo hobiera visto, que bien parescía después ser el diablo el que hablaba en él. Francisco Vázquez e todos, le dábamos mucho crédito, aunque fue aconsejado de algunos caballeros, no moviese todo el campo, mas antes enviase un capitán a saber lo que era, e no quiso, sino llevarlo todo e aun enviar a don Pedro de Tobar, a los Corazones, por la mitad de la gente que estaba en aquella villa; e ansí partió con todo el campo, e andadas cien cincuenta leguas, las ciento a Levante, e las cincuenta al Sur, e faltando ya el indio en lo que había dicho que allí había población e maíz para pasar adelante, repreguntado a las otras dos guías cómo era aquello, el uno confesó que era mentira lo quel indio decía, salvo que había la provincia que se llamaba Quivira, e que había maíz e casas de paja; pero que eran muy lejos, porque nos habían traído por fuera de camino; visto esto y el poco bastimento que había, e Francisco Vázquez con acuerdo de los capitanes, se determinó pasar adelante con treinta de los mejores, e más bien proveídos, e que el campo volviese al río, y ansí se hizo a la sazón; dos días antes desto, había sucedido a don Garci-López, que cayó un caballo con él e se le desconcertó un brazo, de lo cual estuvo muy malo, y a esta causa volvió don Tristán de Arellano con el campo al río, en el cual camino pasaron harto trabajo a causa de no comer más de carne casi todos, e a muchos hacía daño; matábase el mundo de vacas e toros, que hubo días que entraban en el real sesenta y setenta reses, e cada día era menester de ir a caza; de lo cual e de no comer maíz en todo este tiempo, los caballos lo pasaban mal.

Partido Francisco Vázquez por aquellos llanos en busca de Quivira, más por la relación que en el río nos había dado que por el crédito que allí le dábamos a la guía, muchos días seguiéndonos por aguza, fue Dios servido, que a treinta jornadas hallamos el río de Quivira, que está treinta leguas antes de la población; al paso del valle hallamos gente que andaba a caza de los mesmos naturales de Quivira.

Lo que en Quivira hay es una gente muy bestial sin policía ninguna en las casas, ni en otra cosa, las cuales son de paja a manera de ranchos tarascos, en algunos pueblos juntas las casas, de a docientas casas, tienen maíz e frísoles e calabazas; no tienen algodón, ni gallinas, ni hacen pan que se cueza, sino debajo de la ceniza.

Entró Francisco Vázquez por este poblado, veinticinco leguas, a donde tomó relación de lo de adelante, e dicieron que se acababan los llanos, que por el río abajo había gente que no sembraba, que se mantenía de caza.

También dieron relación de otros dos pueblos grandes, que se llamaba el uno Tareque y el otro Arae, de casas de paja; los tareques y araes, parte del de paja, e lo de más de casas de cuero. Aquí se halló cobre, e decían que lo había adelante. Cabe este pueblo de Arae, según había dicho el indio, que había más, según las buenas señas que daba della. Aquí no hallamos señal ni nueva della. Francisco Vázquez se volvió desde aquí al río de Tiguex, a donde halló el campo. Volvimos por más derecho el camino, porque a la ida por el que fuimos andovimos trescientas e treinta leguas, e por el que volvimos no hay más de doscientas. Quivira está en cuarenta grados, y el río en treinta e seis. En estos llanos, que son como quien anda por el mar, por no haber camino sino de vacas, como por ser tan llano e sin una sierra ni mogote, era tan peligroso caminar ni apartarse del campo, que en perdiéndole de vista se quedaba perdido, e ansí se nos perdió un hombre, e otros; saliendo a caza andaban tres o cuatro días perdidos. En estos llanos e con estas vacas andaban dos maneras de gente; los unos se llamaban guerechos e otros teyas; son muy bien dispuestos e pintados, enemigos los unos de los otros.

No tienen otra granjería ni asiento más de cuidarse con las vacas, de las cuales matan todas las que quieren, e adoban los ceros, de que se visten e hacen tiendas, e comen la carne e aun algunas veces cruda, y aun también beben la sangre, cuando con sed. Las tiendas que hacen son como a manera de pabellones, y ármanlas sobre unas varas que para ello tienen hechas, y después van a atarse todas juntas arriba, y cuando van de una parte a otra, las llevan en unos perros que tienen, de los cuales tienen muchos y los cavan con las tiendas y palos y otras cosas, por ser la tierra tan llana que se aprovechan en esto, como digo, porque llevan los palos arrastrando. A los que estos más adoran es al sol; el cuero de las tiendas está adobado por entrambas partes y sin pelo, y estos de los cueros que le sobran de vaca y venado. Recatan algún maíz y mantas con los naturales del río.

Llegado Francisco Vázquez al río donde halló el campo, luego vino don Pedro de Tobar con la mitad de la gente de los Corazones, y don Garci-López de Cárdenas, se partió para México, que de más de estar muy malo de su brazo, tenía licencia del Visorrey a causa de la muerte de su hermano, con el cual venían diez o doce dolientes que había, y entre ellos, no hombres que pudiesen pelear; y llegó a la villa de los españoles y la halló quemada y muertos dos españoles e muchos indios y caballos, y a esta casa volvió al río, el cual se escapó dellos, con fray Ventura y buena diligencia; la causa deste desbarato fue e partido don Pedro y dejado allí cuarenta hombres, la mitad dellos hicieron motín y se huyeron, y acordándose los indios de los malos tratamientos que habían recebido, dieron una noche sobre ellos, y por su descuido y flojedad los desbarataron, y se vinieron huyendo a Culcacán. Francisco Vázquez en este tiempo corriendo un caballo, cayó y estuvo malo muchos días, y pasado el invierno se determinó de venirse, y aunque digan otra cosa él se vino, que tenía más gana que nada, y ansí venimos todos juntos hasta Culiacán, de donde cada uno fue por donde quiso, y Francisco Vázquez se vino aquí a México a dar cuenta al Virrey, el cual nada se holgó con su venida, aunque al prencipio desimulada, holgose de que se hubiesen quedado allá el padre fray Juan de Padilla, el cual fue a Quivira, y un español y un negro con él, y fray Luis, un lego muy santo. En este río tuvimos dos inviernos de muchos fríos y nieves e yelos grandes, tanto, que aquel río se heló una noche, y los estuvo y más de un mes, y pasaban por encima del yelo los caballos cargados. La causa destos pueblos, que están desta manera de población, se cree es los muchos fríos, aunque también es parte las guerras que unos con otros tienen, y es todo lo que se vio y tuvo noticia en toda aquella tierra, la cual es muy estéril de frutas y arboledas. Quivira es mejor tierra, de muchas sabanas, y no tan fría, aunque está más al Norte.