Precursores en la sombra: los otros modelos
poéticos de «El sueño», de Sor Juana
Inés de la Cruz
Rocío Olivares Zorrilla
Al cabo de medio
siglo de crecimiento continuo, en México como en el mundo,
de la crítica dedicada a la obra de Sor Juana Inés de
la Cruz, particularmente al poema llamado Primero
sueño o simplemente El sueño, ha
llegado el momento de detenerse un poco a considerar los diversos
cursos que filólogos y ensayistas han ido marcando a partir,
sobre todo, de la edición de los tres primeros tomos de las
obras completas de Sor Juana por Alfonso Méndez Plancarte,
entre 1951 y 1955. A esto se ha dedicado recientemente, por
ejemplo, Alberto Pérez-Amador Adam, quien ya ha publicado
una bibliografía de la más reciente crítica
sorjuanista1
y cuyo análisis de las investigaciones más relevantes
de las dos últimas décadas del siglo XX y principios
del XXI. Una línea de particular interés, sin
embargo, es la que parte de los comentarios filológicos que
Georgina Sabat de Rivers comenzara a publicar en 1969, 1974 y 1976,
hasta salir a luz, en 1977, su exhaustivo y sesudo estudio titulado
El «Sueño» de Sor Juana Inés de la
Cruz: tradiciones literarias y originalidad2.
Este libro y la edición anotada de Méndez Plancarte
son dos fuentes básicas de consulta sobre los antecedentes
poéticos del Primero sueño.
Desafortunadamente, carecemos de una nueva edición de la
obra de Sabat de Rivers, lo que ha complicado mucho el fomentar la
continuación de los estudios de carácter
filológico sobre las fuentes poéticas de Sor Juana,
particularmente las de su espléndida silva sobre el
sueño. En las bibliotecas de la Ciudad de México, por
ejemplo, sólo hallo un ejemplar en El Colegio de
México, el cual estuvo durante más de una
década, por razones desconocidas, fuera del alcance de los
estudiantes e investigadores y, al fin, ha regresado con una
restauración en fotocopias de la segunda y última
parte del libro. De tal suerte, no ha sido posible seguir con orden
ni concierto un cúmulo de anotaciones con que la gran
sorjuanista complementa las anotaciones de Méndez Plancarte.
Es así que la edición de las Obras completas
que éste publicara en el Fondo de Cultura Económica
se ha vuelto la piedra de toque, en un sentido casi mágico,
para todos los que emprenden el estudio de los paradigmas de Sor
Juana. Con esto quiero decir que son muy pocos los que se han
atrevido a sondear más allá que estos dos
filólogos el sustrato estrictamente poético del
Primero sueño. Hoy quisiera retomar el hilo de los
antecedentes poéticos de Sor Juana.
Sabido es de todos
que fue el estudio de Eunice Joiner Gates3
una aportación fundamental sobre el gongorismo en el
Primero sueño. Tras ella, Méndez Plancarte
desplegó su erudición colocando la obra de Sor Juana
en el contexto poético del Siglo de Oro, es decir,
más allá de Góngora. Entre sus anotaciones
sobresale la mención de la silva El sueño,
de Francisco de Quevedo4,
la cual Méndez Plancarte refiere al modelo de
Estacio5,
y de él señala las metáforas del ladrón
y del amante dormidos también presentes en el poema de Sor
Juana. Por su parte, Emilio Carilla6
observará asimismo el influjo de la silva quevediana,
sólo que él conecta ambas, la de Sor Juana y la de
Quevedo, al modelo de Herrera, la canción «Suave Sueño, tú, que en tardo
vuelo...». Más tarde Sabat de Rivers citará
a sus precedentes y añadirá un comentario sobre los
oxímoros de Herrera «tardo
vuelo» y «alas
perezosas» que Sor Juana retoma. A esta
observación habría que añadir que Sor Juana
convierte estas dos metáforas herrerianas en una verdadera
construcción armónica a lo largo de 55 versos, en los
cuales marca el tempo de todo el poema, el festina lente que mueve al
intelecto y el trayecto todo del alma en su sueño. Es decir,
Sor Juana convierte las metáforas de Herrera en presupuestos
metafísico-temporales del Primero sueño.
También hay
algo más qué decir sobre la silva de Quevedo en la de
Sor Juana: la aparición del Sueño mismo, como
personaje sombrío. La particular importancia de la figura de
Harpócrates como aposición de la noche7
en el Primero sueño ya ha sido observada por
Méndez Plancarte. En el poema de Quevedo aparecerá el
sueño como una «sombra
negra»8
o personaje oscuro interpelado por el poeta, el cual Sor Juana
fusiona9
con el silencio de Harpócrates, haciendo de éste y el
Sueño una misma presencia nocturna al principio del poema.
El personaje mitológico del Sueño se describe
tradicionalmente adormecido en la parte más oscura de la
noche misma, es decir, en una oscura gruta, según Ovidio,
tal como lo anota el canario Pedro Álvarez de
Lugo10,
a fines del siglo XVII, al comentar el Primero
sueño de Sor Juana. Crítico contemporáneo
de la poeta mexicana, a Álvarez de Lugo lo podemos leer
ahora gracias a su rescate por Sánchez Robayna. Es
particularmente notable esta figura del Sueño porque se
trata una deidad presencial, in situ, un auténtico daimon en el
sentido clásico. Sor Juana lo hace presidir el letargo de
los animales diurnos, ocultos
Esos
peñascos sombríos aparecen también en la
invocación que hace Quevedo al personaje del Sueño, a
quien le dice no sólo que la noche «cayó» de las estrellas «blandamente», sino que sus
Aun el ruego de
Quevedo, «... tócame con el cuento
de tu vara...»13,
tiene paralelo con el «... nivel, en todo
poderoso...», o la «siempre
igual vara» con que el Sueño «gradúa» tanto al «cayado humilde» como al «cetro altivo»14.
Una fuente
hispánica del siglo XVI, anterior a Quevedo, es Francisco de
Aldana. Sabat de Rivers15
lo menciona como antecedente de la contemplación de Tierra y
Cielo como obra divina, tópico que luego poetizará
Fray Luis de León. No obstante, dichas menciones las limita
la filóloga, por el tema concreto, a la Epístola
a Cosme de Aldana, su hermano y a las Octavas sobre el
bien de la vida retirada. Si nos asomamos a su extenso poema
Parto de la Virgen, encontraremos diversas
metáforas geométricas que compartieron los poetas
místicos y contemplativos, así como el Primero
sueño. Veamos este ejemplo:
Ya he tenido la
ocasión de señalar la geometría mística
en la obra de Sor Juana18;
sobre este tema Manuel Morales Borrero19
tiene un estudio que hace acopio de abundantes ejemplos de poetas
del Siglo de Oro. La fuente filosófica de los
místicos y contemplativos de todo el Renacimiento es,
además de Platón, Plotino y el Pseudodionisio,
Nicolás de Cusa, aunque la metáfora del
círculo y el centro es de tan universal aparición que
las fuentes trascienden el ámbito del pensamiento cristiano
occidental. En este ensayo hago mención de este probable
modelo poético de la metáfora del centro y la
circunferencia de Sor Juana20,
sobre todo por su relación cercana con la noción de
la «Causa Primera», tal como
aparece en Francisco de Aldana.
Sobre Fray Luis de
León, sin embargo, hay mucho más que añadir.
Sabat de Rivers pone especial atención en mencionar diversos
fragmentos de las Odas21,
en especial la segunda dedicada A Felipe Ruiz, aunque
también la de La vida retirada y, desde luego, la
Oda a Francisco Salinas. El impulso del Fedro,
perceptible en todos estos poetas hispánicos, venía
indudablemente del Discurso sobre la dignidad del hombre,
de Pico de la Mirándola. De Fray Luis, pues, es el vuelo al
cielo como liberación, la contemplación de la verdad,
la luz resplandeciente en las alturas, la visión de la
totalidad de los tiempos y el modo como se ha creado el mundo,
«tan a nivel y
plomo»22,
así como la particularización del ser y el
comportamiento de las cosas terrestres y celestes y su sentido
oculto. El encadenamiento de todos estos motivos hace por
demás clara la presencia de la mencionada Oda a Felipe
Ruiz en el Primero sueño. Sin embargo, las
lecturas que Sor Juana pudo haber hecho de la poesía de Fray
Luis, probablemente de la edición que hiciera Quevedo de su
obra en 1631 (aunque también es posible que de otras
ediciones derivadas o incluso de antologías anteriores), no
pudo quedar exenta de las atribuciones falsas que proliferaron en
el siglo XVII. Como sucedió con la publicación de la
poesía de San Juan de la Cruz en 1618, muchos ávidos
lectores de las diversas órdenes religiosas recrearon
poéticamente sus lecturas, contribuyendo así a un
vasto y complejo trasfondo de poesía contemplativa y
mística del que Sor Juana, sin la menor duda, debió
nutrirse también, salvadas las influencias de los grandes
maestros. Es así como se explica el cúmulo de
paralelismos del Primero sueño con un largo poema
publicado por Justo de Sancha, en el Romancero y cancionero
sagrados. Colección de poesías cristianas, morales y
divinas (Madrid, BAE, 1855). Se trata del poema 906, escrito
en redondillas y del que Sancha anotó lo siguiente:
Del Padre Maestro
Fray Luis de León, del órden de San Agustín.
-En el libro publicado por Juan Díaz Rengifo con el
título: Arte poética española,
impreso en Salamanca, 1592, en 4.°. -En otro libro publicado
por el padre fray Bautista Lisaca de Maza, del órden de San
Agustín, con el título: Los grados del amor de
Dios, en teórica y práctica, impreso en Huesca,
año de 1635, en 8.°, y en el Parnaso
español, tom. V, publicado
por don J. L. de Sedano,
impreso en Madrid, en 1771.23
Con el
título Estímulo del amor divino24,
el autor de este poema, no de la altura de Fray Luis, pero
ciertamente reflejo de ese trasfondo ascético y
contemplativo que siguió al momento más intenso de la
poesía mística española, va transitando por
una secuencia de motivos que aparecen todos ya sea en la obra
poética de Sor Juana, ya concretamente en el Primero
sueño. Así, partiendo de una serie de
metáforas alusivas a la geometría mística y su
esencia infinita25,
aparecen el imán del amor26;
el poeta como pintor de la luz divina27;
el simple borrón que el arte humano es de la
Divinidad28;
el coro glorioso que se ve reflejado en la frente divina como
Narciso29;
el vuelo del águila como la Ascensión30;
el silencio elocuente como la música celestial31;
nuevamente la geometría del círculo y el centro,
ahora referida al alpha y omega32,
y, finalmente, una larga serie de redondillas sobre el
entendimiento o centella del alma33.
Pertinentes al Primero sueño y dignos de citarse
son, por lo menos, los versos dedicados al águila y a la
centella. La primera es Cristo mismo en este caso, que como el
águila que aparece ascendiendo a la cima del monte/mente en
la silva de Sor Juana, vuelve la vista hacia abajo desde las
alturas:
Y sobre la
centella del alma o intelecto agente, que es protagonista del poema
sorjuanino, el Pseudoluis de León vuelve
platónicamente la excelencia de la creación a Dios
mismo:
La raigambre
contemplativa del Primero sueño exige todo un
proyecto de exploración de sus posibles fuentes
inspiradoras, las cuales no son sólo los grandes poetas del
Siglo de Oro, sino también otros poetas más modestos
a su sombra.
Sabat de Rivers ha
mencionado desde 1974 a Francisco de Trillo y Figueroa y sus
endechas reales Pintura de la noche desde un crepúsculo
a otro, como modelo del Primero sueño tanto
desde un punto de vista tópico como estructuralmente. El
hallazgo ha sido relevante, pero nadie parece haber continuado
estas identificaciones de Sor Juana con los poetas andaluces de su
tiempo, a no ser Antonio Alatorre, quien, hace un recuento de los
poetas que tuvieron influjo en el ánimo competitivo de la
poeta mexicana36.
Él ha marcado en México la línea más
filológica de los estudios sorjuaninos, la cual, repito, no
parece recibir muchos alientos de las orientaciones educativas y
culturales recientes. Otra línea que ha sido dominante hasta
hace poco (puesto que hoy podemos hablar de un cierto impasse de la
crítica, que generalmente repite lo de las décadas
pasadas), son los estudios biográficos y
político-culturales, más bien de carácter
tangencial en relación con la obra de Sor Juana y sujetos,
además, a las adecuadas y muchas veces demoradas
autentificaciones de los documentos hallados en diversos archivos.
Desde mi punto de vista es necesario fortalecer los estudios de las
fuentes y el contexto poético de Juana Inés de la
Cruz, lo que nos conduciría a colocarla en relación
con el grupo andaluz que creció bajo la influencia de
Góngora. Bastante menos culterano que Trillo y Figueroa,
Juan de Jáuregui es otro modelo de Sor Juana en los primeros
versos de la elegía que dedica A Don Pedro de Castro,
conde de Lemus y presidente de las Indias, en muerte de su hermano,
don Fernando de Castro, conde de Jéives37.
Como sucede con Trillo, el influjo en el Primero
sueño es sólo parcial, aunque este
último, por servir de modelo tanto al principio como al
final del poema, tenga el carácter de modelo estructural: la
sucesión de la noche y el día. La presencia de
Jáuregui, aparentemente nunca antes mencionada respecto a
Sor Juana, es más modesta, pero no menos significativa.
Sobresalen la noche cubriendo el bulto de la tierra, las exequias
de las sombras con sus luces celestes (parangón de la pira
funeraria), y el descanso de los miembros fatigados. Veamos:
Como en la noche
de la silva de Quevedo sobre El sueño, que cae de
las estrellas produciendo en la mente del lector la imagen de una
pirámide de sombra, esta noche de Jáuregui extiende
sus alas sobre el bulto del globo terráqueo. Seguidamente,
la imagen de la pira funeraria se equipara al carácter
«funesto» de la sombra nacida
de la Tierra en el Primero sueño. Las estrellas son
las luces o cirios colocados sobre la figura piramidal.
Jáuregui debió ser, asimismo, fuente del propio
Trillo y Figueroa, quien se refiere a lo funesto de las
sombras39,
pero ya no a la imagen de la pira funeraria, como en efecto hace
Sor Juana. Por otra parte, los miembros fatigados que han repartido
su día entre el ocio y el trabajo en el Primero
sueño, en Jáuregui se entregan al ocio
después de un día de amarguras. A partir de este
momento, el tema de Jáuregui será la
aparición, en el sueño de Don Pedro de Castro, del
fantasma de su hermano, don Fernando.
Finalmente, es
necesario mencionar a Pedro Soto de Rojas, cuya silva
Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para
pocos40
tiene múltiples contactos con la de Sor Juana. Más
aún, independientemente de las coincidencias tópicas,
sintácticas, léxicas y figurativas, hay que subrayar
el carácter emblemático de ambos poemas, y con esto
no sólo me refiero a la aparición casual de uno o dos
emblemas aislados, sino a la sistemática
incorporación de figuras emblemáticas, ya aludidas,
ya citadas de modo expreso por la sucesión de versos de
ambos poemas. En la silva de Soto y Rojas son, por ejemplo, el
dragón, el toisón de oro, las abejas, la fuente, y
muchas más. Las dos silvas pretenden, cada una, ser una
alegoría en la que hombre, Dios y naturaleza se vinculan
poética, imaginal y metafísicamente. Ya sea, pues,
una pirámide o un jardín edénico la
alegoría de los poemas, encontramos en Soto de Rojas las
siguientes menciones metafóricas y simbólicas que
recuerdan los temas de Sor Juana: las centellas y el círculo
del cosmos41;
las aves nocturnas42;
el combate fingido entre las moradas y el cielo, como entre la
sombra y las estrellas en el Primero
sueño43;
un modelo parcializado del mundo (en Sor Juana es tripartita, en
Soto de Rojas, de cuatro partes)44;
el emblema de la fuente45;
la esencia matemática del universo y, en fin, la
participación que el alma humana tiene de Dios46.
Las coincidencias léxicas, sintácticas y
trópicas son las propias del culteranismo compartido por
ambos poetas, con lo que el estilo del Primero
sueño proviene tanto de Góngora como de otros
culteranos, entre ellos particularmente Soto de Rojas. Sobre las
preocupaciones alegóricas y metafísicas compartidas,
basten como ejemplo estos dos fragmentos. El primero es sobre el
modelo cuatripartita del mundo:
Los paralelismos
entre Sor Juana y Soto de Rojas nos ponen en evidencia una
verdadera relación de parentesco, pero no sólo eso,
nos están dando diversas claves para la
interpretación del poema y nos abren explicaciones que
permanecían relegadas o aletargadas en las interpretaciones
del Primero sueño por parte de la crítica
sorjuanina. Ésta ha partido, fundamentalmente, de la
edición comentada de Méndez Plancarte y de las
Trampas de la fe, de Octavio Paz; brillantes e incluso
admirables han sido algunas valoraciones, pero siempre susceptibles
de complemento, de rectificación y de más amplios
horizontes. Las identidades poéticas son hilos más
sutiles que las políticas, pero tejen redes más
fuertes. Es por demás pertinente expresar el deseo de una
ampliación, en este sentido, de los estudios
sorjuaninos.
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