Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

81

«El exagerado centralismo de la Administración pública pone en manos del nuevo señor feudal armas mucho más poderosas que las que hicieron posibles las opresiones de los tiempos medievales...», resultando «un estado de violencia, de arbitrariedad y de opresión, conculcador de los más preciados derechos del ciudadano, que aflige a gran parte de los pueblos de la Península, envenena la vida local, llena de odios los corazones, y produce enorme malestar en todas partes» (El Español, cit., artículo Dos caciquismos, 21 de marzo de 1901). En su discurso de Sevilla, abril de 1900, el señor MORET dijo que el caciquismo es consecuencia de la centralización administrativa; que, no contando éste con la savia de la opinión, se sostiene manteniendo al caciquismo para que éste le dé el triunfo en las elecciones; que para extirparlo propuso en 1884 reformas, recordadas por Silvela y Sánchez de Toca en 1891, entre ellas la de que los Ayuntamientos y Diputaciones no sean recaudadores de la contribución ni reclutadores de quintas, y que la Administración de la Justicia municipal no dependa de la Administración central. Para desarraigar el caciquismo, añadió, es preciso también que los gobernadores y los concejales sean «los mejores», elegidos en la clase media, como sucede en Inglaterra, y que sean personas de responsabilidad y que tengan que perder. (De la reseña publicada por La Discusión, diario de Madrid, 29 de abril de 1900, y otros periódicos.)

 

82

Para reaccionar sobre una sociedad tan corrompida como la que pinta ZUGASTI (complicidad de las clases elevadas y de las personas que ocupan posición o jerarquía social), el señor Moret busca el remedio en una Administración de Justicia como la inglesa y en una Policía vigilante y honrada. (El bandolerismo, por J. ZUGASTI, Madrid, 1876, t. I, introducción, pág. XXXIX.) Por desgracia, eso no constituye un medio, o al menos un medio que se halle al alcance del legislador; es, en relación a éste, un fin, y reclama de él condiciones o medios más elementales, tales como el del número 1, y la represión tutelar de que va a tratarse. Desde el momento en que disfrutásemos una justicia así, tal como la inglesa, no teníamos problema, porque era señal que la sociedad se había transformado, que la oligarquía había desaparecido.

 

83

Merecen consignarse aquí algunas de las reflexiones que El Imparcial hacía no ha mucho a este propósito:

«Para proteger a los autores de esta vergonzosa desorganización, no suelen faltar hombres políticos, senadores y diputados influyentes, altos prestigios de la tribuna, que, no parando bien la atención en lo que hacen y con una evidente inconsciencia, pagan el servicio electoral con una impunidad destructora de las bases del derecho.

Suelen ir al Ministerio de la Gobernación los hombres políticos con una cartera más o menos repleta de reformas. Fáltales, por lo común, el verdadero concepto de sus obligaciones, el brío necesario para entrar en el medroso bosque donde pululan los conculcadores de la ley, para acabar con ellos. Sin embargo, esta campaña eclipsaría a todas las otras por su eficacia para mejorar el ambiente moral de España.

Un ministro de la Gobernación que tuviese por lema único de su programa el castigo de la inmoralidad, la lucha contra los amparadores de tales faltas, el saneamiento ético de la organización administrativa, obtendría de la opinión un apoyo tan fuerte, un auxilio tan entusiasta, como jamás lo ha alcanzado en nuestra patria político alguno» (El Imparcial, de Madrid, artículo «La obra esperada», 26 de enero de 1901).

 

84

Son de gran oportunidad en este punto las siguientes reflexiones de CALDERÓN (don Alfredo), en su artículo Mal de los males: «Echegaray tenía razón cuando decía que si todos fuéramos buenos, esto iría tan guapamente. Sólo que lo que él solicitaba era un milagro. La obra es difícil, trabajosa, lenta, secular. Unos pocos la han emprendido. A ella ha consagrado su vida entera un hombre superior, en cuyo grande espíritu parecen hermanadas la inteligencia del sabio de Stagira y la caridad del santo de Asís. D. Francisco Giner desdeña en absoluto, tal vez con alguna exageración, la labor oficial externa, para poner toda su confianza en la eficacia de la regeneración interior. Para él parece escrito aquello de que la letra mata y el espíritu vivifica. Mas esta redención de las almas, una por una, es de infinita lentitud. ¿Podremos esperar? ¿No llegará tarde el remedio? Una justicia externa coactiva, pero santa y reparadora, que bajara de las alturas como purísimo manantial propio para saciar la sed tradicional que de ella siente nuestro pueblo, nos daría acaso fuerzas para aguardar los efectos de la individual redención. Mucho bien podrían hacer así unos pocos, posesionados del poder. Pero ¿no es acaso el pretenderlo una petición de principio?» (De La Unión Nacional, diario de Pontevedra, 26 de julio de 1900).

 

85

Uno de los cinco números en que he resumido el programa de la Liga Nacional de Productores, en mi conferencia del Círculo de la Unión Mercantil, fecha 3 de enero de 1900, dice como sigue: «4. Afianzar la libertad de los ciudadanos, extirpando el caciquismo, no con leyes, ordinariamente ineficaces, sino por acción personal del jefe del Gobierno: descentralizando la Administración de los municipios; abatiendo el poder feudal de los diputados y senadores de oficio, como de sus hechuras y de sus hacedores; teniendo a raya a su principal instrumento, los Tribunales, cuya organización urge transformar, y más aún que su organización, su espíritu, servil y despótico a un mismo tiempo.» (Reconstitución y europeización de España: programa para un partido nacional, Madrid, 1900, página 264)

Cf. mi carta a los labradores del meeting de Rioseco, en El Liberal, de Madrid (23 abril 1900), y El Norte de Castilla, de Valladolid (día 24), etc.: «5. Libertar al labrador de la plaga del cacique, del modo que se pueda: si no se puede por las buenas, por las malas; porque sin eso, todas las mejoras que acabo de indicar, y muchas otras que por falta de tiempo tengo que callar, serían o imposibles o ineficaces. Ahí tenéis porqué la acción de la Unión Nacional tiene que ser eminentemente libertadora, por no decir liberal. Esa es la gran revolución que en España está todavía por hacer»...

 

86

Su causa, sus armas, su partido.

 

87

La Constitución inglesa y la política del continente; Madrid, 1878, p. 137.

 

88

Todavía ha sido otra cosa, además de eso, el Parlamento: canal por donde se ha extravasado el jugo de la patria: ha legislado, sí, pero para sus miembros, contra el país. «Quien examine con alguna detención la tarea legislativa, muy pronto se apercibirá de la multitud de proyectos de ley que se presentan y son aprobados, y cuya utilidad se contrae a los intereses de una persona determinada. Hasta tal punto llegan las cosas en este particular, que es fácil estudiar la historia y estado actual del caciquismo en el plan general de las carreteras del Estado» (Álvaro FIGUEROA, conde de ROMANONES, Biología de los partidos políticos, cit., pág. 120). «Se legisla mucho pero sólo en materias que, por no interesar sino a una parte mínima del Parlamento, y tal vez a determinada persona, pasan sin discusión y totalmente desapercibidas» (PI Y MARGALL, El nuevo régimen, 23 de marzo de 1901).

 

89

SILVELA, Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, sesión de 3 de febrero de 1885; tomo V de la Legislatura, Madrid, 1885, pág. 2021-22, y El Imparcial, 18 ó 19 de febrero de 1885, artículo «Nuestro tiempo». El buen marqués del RISCAL, en 1880, discurría acerca del porvenir incierto de la raza española, cercada, lo mismo en la Península que en la América meridional y en México, «por razas de mayor empuje, que tomando posiciones, van estrechándola, hasta que la ahoguen», y decía: «Todavía es tiempo de acudir a la defensa: dentro de veinte años, al paso que marchan los acontecimientos en la época presente, la desproporción se habrá hecho irremediable: todo se habrá consumado.» Feudalismo y democracia, cit., páginas 14-15. Cf. ibíd., págs. 80-90. Véase también SANROMÁ, Discurso en la tercera conferencia abolicionista, Madrid, 1872, páginas 6 y 8; mi Política exterior y colonial de España (Estudios Jurídicos y Políticos, Madrid, 1884, cap. IV); y mi Discurso de recepción en la Academia de Ciencias Morales y Políticas, Madrid, 1901).

 

90

Léase los siguientes conceptos de La Época (20 abril 1901), reflejo de la preocupación universal: «A la indisciplina social que caracteriza la época presente en todos los pueblos del mundo se añaden entre nosotros tales muestras de decadencia, tantas y tan grandes imprevisiones en los que gobiernan o aspiran a gobernar, tal desconocimiento de la realidad en las alturas y tantas y tan graves torpezas en las llamadas clases directoras, que, si Dios no lo remedia, se llegará muy pronto a situaciones de extrema dificultad para la política interior, y acaso a peligros de mayor alcance para los más caros intereses de la nacionalidad española.»