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1.      Senectus enim, venerabilis est non diuturna, neque annorum numero computata.

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     Aetas senectutis vita immaculata.

ECCL., cap. XIV, v. 8.

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2.      Dispuso también que los restos mortales del señor D. Félix José de Reinoso se condujesen a Sevilla, para ser enterrados en la Iglesia de su Universidad, en el mismo túmulo que los del Sr. Lista, y próximos a los de Arias Montano, Arguijo y otros claros varones. Porque es de advertir, que aquel bellísimo templo es a la vez un Museo y un magnífico Panteón de los más ilustres hijos de aquella escuela.- Por cierto que encargado, por Real orden, de aquella piadosa comisión el que suscribe, aún no ha logrado llevarla a cabo.

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3.      Conviene consignar que él no ha comprendido esta Novela en el cuadro de esta colección póstuma que hoy sale a luz.

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4.      Así se hizo en efecto en el periódico La Concordia, que tuvo la honra de fundar y dirigir el que suscribe. El nombre del Sr. Pastor Díaz se citó constantemente el primero entre los de sus colaboradores, y en dicha Revista vieron la luz por primera vez diferentes fragmentos de la obra Italia y Roma: Roma sin el Papa, que en este tomo se contiene.

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5.      Hízose en efecto una ley, por la cual en votación unánime se asignaron 15,000 reales vellón de pensión anual a su señora madre y hermanas.

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6.      El Elba ha sido siempre Albis para los geógrafos españoles: hoy le daremos, sin embargo, aquel nombre, porque no se nos entendería. Pero protestamos contra el abuso, que además produce confusión con la isla de Elba, que es lo que tal vez ha dado margen al error. El Elba nace en una pequeña meseta llamada Elbwisse, de donde viene Albis, y que está situada hacia enmedio de la cadena sobre lo alto del Sckneekoppe, a 1584 metros de altura.

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7.      Podríamos hacer un libro más voluminoso que estas páginas con las citas de Dante que comprobaran nuestro aserto.- �Para qué? Véase toda la Divina Comedia; pero, sobre todo, el episodio de Sordello en el Purgatorio, y la aparición de Justiniano en el planeta Júpiter, en el Paraíso.

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8.      Reciente está en la memoria de todos la especie de conjuración de hace pocos años para sustituir el sombrero hongo o chambergo al de copa alta, que hace ya años se usa en todo el mundo civilizado. Los innovadores llevaban razón en combatir por fea la antigua y perseverante moda; tenía sin embargo ésta mas hondas raíces que lo que juzgaban muchos, y a pesar y con asombro de sus patronos, mató el ridículo la cruzada sombreril.- Ponemos esta nota no para los que hemos sido actores o espectadores de la contienda, sino porque sin esta breve explicación, que hoy acaso parezca superflua, dentro de pocos años, no se entendería la alusión que a este suceso hace el autor.

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9.      No citamos estos malos y vulgarísimos versos sino porque su mismo autor consideraba el reino Lombardo muy de otra manera que como las que él tiene por legitimidades consagradas de Clodoveo y Ataúlfo.

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10.      Escribíase esto casi en la época de la recepción en la Academia francesa del Rdo. Padre Lacordaire, cuya pérdida lloran hoy la Religión, la filosofía y tantos hombres, que a su palabra debimos ilustración, consuelo, fortificación en la fe, e inspiraciones de caridad y esperanza.

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11.      Nos dirán que estas ideas están muy vulgarizadas y repetidas.- Lo sabemos: insistimos, sin embargo en ellas, porque muchos de los que las desdeñan por triviales, obran y hablan en seguida como si no las supieran.

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12.      No se crea que incurrimos en la falta de ignorar que Avignon era feudo y señorío de los Papas. La dependencia, más o menos real o aparente, desde la elección de Clemente Y no se liga sólo con una residencia, que, fuera de Roma, parecerá siempre extranjera.

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13.      Nacido ya, sí, heredero del Reino de Castilla, pero no engendrado. El mismo año del nacimiento de Carlos V moría el Infante D. Miguel, hijo de la Reina de Portugal. Fernando el Católico podía aún tener sucesión para Aragón y Sicilia.

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14.      Exceptuamos la acción civilizadora de España y de Inglaterra en la América, debida en gran parte al espíritu religioso, y bastardeada también, cuando en el Norte prevaleció el materialismo sobre el espíritu puritano, y en las colonias españolas se olvidó el espíritu de los admirables códigos y ordenanzas de Felipe II y los santos ejemplos de fray Bartolomé de las Casas, y de los sabios civilizadores del Paraguay.

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15.      He aquí las palabras de la admirable oración escrita en 1866 por la Santidad de Pío IX:

     CIVITATEM Romæ circunda tu Domine, et Angeli sui custodiant muros ejus... Sed contere fortitudinem illorum, et disperge illos, ut agnoscant quia NON EST ALIUS QUI PUGNET PRO NOBIS NISI TU DEUS NOSTER.

     Rodea �oh Señor! la ciudad de Roma, y guarden tus Ángeles sus murallas. Destruye su fortaleza y dispérsalos, para que CONOZCAN QUE TÚ SÓLO, �DIOS NUESTRO! Y NINGÚN OTRO, ES EL QUE NOS DEFIENDE.

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16.      Véanse, entre otros muchos, los escritos de Gioberti, de Rosmini, de Azzeglio, de Manzoni, de los dos Balbos, y hasta del Conde de Maistre, que no es francés, como algunos piensan, sino saboyano y súbdito del Rey de Cerdeña: era eminente patriota, y nada austriaco, como lo revela su correspondencia particular publicada por su hijo el Conde Rodolfo, y más especialmente su correspondencia diplomática, publicada por el gabinete de Turín en tiempo del Conde de Cavour.

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17.      Desde el año 195 de nuestra era, la ciudad de Roma tuvo altares en Asia. Los de Esmirna, que según dice Tácito, se gloriaban de haberle erigido su primer templo, fueron imitados por los habitantes de Alabanda, en Casia, y después por casi todo el oriente. (AMAD. THIERRY: Introducción a la historia de la Galia bajo la administración romana.

     A este propósito debemos indicar a los lectores, que nos crean exagerados o parciales en lo que hemos dicho sobre la influencia de la Roma pontificia en la civilización, lean el libro que acabamos de citar, ameno y bellísimo por cierto, y verán cómo nos quedamos muy atrás de las apreciaciones y encomios de uno de los primeros historiadores críticos de nuestros días.

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18.      San Pablo. Epist. ad Romanos, cap. XVI.

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