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Nota informativa

(acerca de la Biblioteca Nacional)

Manuel González Prada



Portada



  —3→  

Lima, abril 30 de 1912.

Señor Director General de Instrucción:

Al poner en conocimiento de usted que he recibido la Biblioteca Nacional conforme al inventario hecho por los señores Teobaldo E. Corpancho y Carlos A. Romero, creo necesario agregar algunas informaciones, guiado por dos motivos: ilustrar al Supremo Gobierno sobre el estado de sus «tesoros bibliográficos» y ponerme a salvo de futuras responsabilidades.



SUMARIO

I. Contabilidad y libros especiales - II. Afirmaciones del ex Director - III. Distribución de los libros - IV. Encuadernación - V. Sellos y subsellos - VI. Anotaciones - VII. Nuevo edificio - VIII. Catalogación - IX. Desaseo, incuria y mal gusto - X. Desaparición de impresos y manuscritos - XI. Resumen.






ArribaAbajo- I -

Contabilidad y libros especiales1


No recibo apunte ni documento sobre la inversión de las partidas consignadas en el Presupuesto General para el fomento de la Biblioteca. Sin embargo, en la aplicación de los cincuenta soles mensuales para gastos de escritorio y policía noto alguna irregularidad.

Respecto a la inversión de las cuarentisiete libras tres soles treinticinco centavos mensuales para compra de libros encuadernación y gastos de alumbrado, nada quiero afirmar por la absoluta carencia de los datos indispensables. Los documentos deben existir en la Dirección General de Instrucción Pública o en el Tribunal Mayor de Cuentas. Aunque el Director no recibía ya el dinero de esa partida, la administraba   —4→   por medio de libramientos, y habría sido conveniente que hubiera llevado libros, siquiera un libro de caja.

Tampoco recibo dato alguno referente al costo y número anual de las encuadernaciones, ni el más ligero apunte sobre la entrada de las obras, para indicar su procedencia -compra, canje, regalo, recuperación, etc.

Para evitar confusiones perjudiciales al Fisco y precaver los inconvenientes de una administración indocumentada, he abierto ya tres libros:

Uno de caja, llevado por el conservador don Percy Gibson;

Otro de entradas de libros y folletos, a cargo del conservador don Carlos A. Romero;

Otro de entrada de revistas, almanaques y obras en vía de publicación por entregas, llevado por el conservador don Jorge Lorente.

Sucesivamente, según la necesidad, iré abriendo los demás libros indispensables en toda biblioteca bien organizada.




ArribaAbajo- II -

Afirmaciones del ex Director


Mi antecesor afirma en su Memoria de 1911:

«Sin edificio apropiado no hay Biblioteca digna de tal nombre ni catalogación posible, sino un hacinamiento de libros.

Durante años de años he venido llamando la atención de Gobierno y Parlamento sobre la necesidad de construir edificio apropiado para Biblioteca Nacional, pues en el que hoy existe no hay espacio para contener más libros».

Y repite en nota al Director General de Instrucción, el 8 de marzo último:

«En mis memorias anuales he dado cuenta de la imposibilidad de formar catálogo, a pesar de haberlo ensayado en los volúmenes del salón América. La estantería no admite ya más volúmenes, siendo imposible por la falta de espacio, dar colocación concertada a las obras. Desde ha más de quince años vengo, sin éxito, solicitando de Gobierno y Parlamento la construcción de edificio apropiado para biblioteca. Sólo cuando este exista, será posible atender a la factura de catálogo que demanda un gran personal de empleados muy competentes y decorosamente pagados».

Según las afirmaciones de mi antecesor, recibo, pues, un hacinamiento de libros, en una estantería sin capacidad de   —5→   contener más obras, hallándome en la imposibilidad de hacer la catalogación, si no se construye nuevo edificio.

Del estado en que se hallan las partes del hacinamiento juzgará usted por las líneas siguientes.




ArribaAbajo- III -

Distribución de los libros


Exclusivamente, hay «Salón América» y «Salón Europa» como si no hubiera autores en Asia, en África ni en Oceanía. En el América abundan las obras de europeos, en el Europa no faltan las de americanos. La sección Perú contiene libros de relación muy remota con nuestro país: suele bastar que un autor consagre unas cuantas líneas al Tahuantisuyo para quedar instalado en anaquel de autores nacionales. Habrían tenido derecho de peruanización Lachatre por su Diccionario y Reclus por su Geografía.

La distribución por materias no responde a método alguno con sus estantes Milicia y Marina, Ciencias Naturales, Física y Química, Variedades, Cervantofilia, Lenguas, Política, etc.

Los 103 sin rótulo representan algo como la inclusa de las obras sin estado civil o la fosa común de los libros sin epitafio. Los estantes Legislación o Historia albergan tratados de Filosofía, de Religión o de Estadística. En Cervantofilia caben la Historia de la orden de San Jerónimo por fray José de Sigüenza y la Gran Conquista de Ultramar que mandó escribir el Rey don Alfonso el Sabio.

En Religión se hallan Toutes les Oeuvres Charitables de Philibert Guibert. Como la caridad entra en el número de las virtudes teologales, se incluyó al libro en la nómina de los religiosos, no viendo en él una obra de Medicina, donde se enseña el modo de propinar sangrías, embalsamar cadáveres, etc. En Botánica figura el Planctus Indorum; en Medicina el De Procuranda Indorum Salute. Habiendo traducido planctus por plantas y salute por salud, se creyó al primero un tratado de Botánica, al segundo un libro de Higiene.

A un bibliotecario nacional se le puede eximir de saber alemán, inglés, italiano, francés y latín: mas a nadie se le perdona traducir una lengua con los sonidos iguales o semejantes del idioma castellano. No hay derecho de interpretar Un de plus por «Uno de más», Le Petit Chose por «La pequeña cosa», roman por «romance» ni conservation du bois por «conservación del bosque», cuando lo primero significa «Uno más»; lo segundo, «Fulanito»; lo tercero, «novela»; y lo cuarto, «conservación de la   —6→   madera». Tales errores nada tienen de raro: hubo hombre que traducía Oratiis Opera ad Usum Delphini por «Oraciones para uso de los delfines», y que al ver The life of Ciceron junto a The life of Nelson, prorrumpía con toda la arrogancia de la omnisciencia: «Este Life es un autor inglés muy fecundo».

En el mismo anaquel, infolios y hasta implanos alternan con inoctavos y treintidosavos. Grandes formatos, que deberían ocuparlos sitios inferiores, llenan los intermedios o los superiores. En los estantes con doble hilera, la segunda permanece invisible por no haberse tomado la precaución de poner atrás los libros grandes y delante los pequeños, dando lugar a leer el título de los primeros.

Tal clasificación ha permitido que en la Vitrina de Manuscritos y Curiosidades Bibliográficas figure entre el Kempis y las Poesías de León XIII, La Chézonomie ou l’Art de Chier empastado con los Perfumes de Barcelona, Coprógenas y otros cuadernitos de la misma índole, todos reunidos, anotados y obsequiados por mi antecesor.




ArribaAbajo- IV -

Encuadernación


Al encuadernar los libros no se ha pensado en las condiciones especiales de cada uno, olvidando que los muy solicitados del público necesitan una pasta común pero duradera y fuerte, mientras los raros y pocos leídos la exigen lujosa pero también fuerte y duradera. Tampoco se ha tenido presente el clima ni el buen consejo de los bibliófilos: «Abstenerse de empastar con tela de ninguna clase los libros destinados a bibliotecas de regiones intertropicales».

Incunables y elzevires han sido despojados de su pergamino -de su cachet bibliográfico- para recibir medias pastas o coberturas de género, que ya claman por una renovación, sin embargo del poco uso. Consecuencia inevitable, dados los materiales o ingredientes de la encuadernación: badana mal curtida, género de ínfima calidad, pita sin consistencia, cartón fofo y quebradizo, papel de cometa engrudo infecto... Se buscó la baratura, que pudo redundar en provecho de alguien mas no del Tesoro público.

Se ve cosas inverosímiles, como pastas desiguales en tomos de la misma obra, tapas adheridas al volumen con sólo un papel ordinario y -colmo de la inverosimilitud- pergaminos empapelados. La misérrima vestidura de obras antiguas y valiosas contrasta con el buen exterior de algunos noveluchos pornográficos, pertenecientes a la Biblioteca Verde, estos y sus   —7→   congéneres parecen los hijos predilectos de la Biblioteca Nacional.

Folletos con libros, impresos con manuscritos, se entreveran bajo la misma pasta, aunque heterogéneos y de formato diferente (8 mayor con 32:). Tres volúmenes de pequeña magnitud, con trescientas y más páginas cada uno, suelen formar un solo bloque, bárbaramente puntillado o cosido a punzón, guardando apenas un vestigio de márgenes interiores. El título del lomo no corresponde siempre al contenido y hasta encierra un enigma lingüístico. Resucítese y congréguese a todos los Champollion y a todos los Burnouf para descifrar Les Encouragemens de la Penesse. Un volumen lleva por título del lomo: Nuevo Testamento de la lengua india; y dice en nota de la falsa portada: «Nuevo Testamento en lengua de la India». Lo primero hace pensar que la lengua de la India (¿antes de morir?) había celebrado un codicilo, cuando menos; lo segundo nada sugiere, dado que en ese país hablan muchas lenguas y muchos dialectos. Mas el libro está en ruso, no encierra todo el Nuevo Testamento sino los cuatro Evangelios; y ha sido publicado en Leipzig, por el célebre editor Carlos Tauchnitz, el año 1850. Tomar por escritura india la escritura en que negrean caracteres helénicos o, hablando exactamente, cirílicos, parecería invención maliciosa de algún malqueriente, si no se leyera lo impreso en el lomo ni lo escrito en la falsa portada.

Clásicos griegos y latinos, sórdidamente arropados, sufren una relegación y presentan seguros indicios de sentenciados a morir entre el polvo, la humedad y la polilla. Nisard vaga disperso, como escondiéndose, a manera de pobre vergonzante. Colecciones homogéneas y especiales, como la dirigida por Gustave Le Bon, están involucradas en volúmenes de índole muy diferente. Las mimadísimas Variedades de España forman un tótum revolutis donde el uno por ciento de bueno y regular se amalgama con el noventinueve de mediocre y malo. Se vislumbra que al enviar tan imponderable surtido, los libreros españoles habían tomado el pulso a la Biblioteca Nacional.

En los Papeles del Virreinato, confusamente mezclados, figuran impresos y manuscritos sin relación alguna con el Perú ni con los Virreyes. Los Papeles Varios constituyen un maremágnum y piden nuevo arreglo en nueva encuadernación. En los estuches o cartones de Paz Soldán, así como en la Miscelánea de Coronel Zegarra, reina un caos de asuntos y fechas,   —8→   caos no proveniente de ambos coleccionadores que fueron bibliófilos entendidos y ordenados. A más, por una casualidad muy extraña, obras de Moral o de Sociología forman cuerpo con librillos pornográficos. Así, el Cómo tiran las mujeres por Athos anda englobado con Los Nihilistas por Tourgueneff. Lectores pulcros y timoratos han sufrido algunas sorpresas. El menos hipócrita, el más cínico, no ríe de semejante celada libresca.




ArribaAbajo- V -

Sellos y subsellos


Habría sido muy conveniente que en el Reglamento de la Biblioteca Nacional se hubiera prohibido al director estampar sellos personales en los libros y escribir tanto en antiportadas y colofones como en portadas y márgenes. Con esa prohibición y algunas limitaciones a las facultades del Director, recordaremos siempre -mis sucesores y yo- que un establecimiento público no es un bien personal ni una vinculación.

Los sellos, señaladamente los consagrados a perpetuar el nombre de mi antecesor, han sido prodigados con una fecundidad obsesionante: los hay azules, morados, lilas, rojos, róseos, verde, negros, etc.; los hay angulares, paralelos, romboidales, elípticos, circulares, etc. En los paralelos, RICARDO PALMA sirve de línea superior, y BIBLIOTECARIO de inferior; cuando no sucede que BIBLIOTECARIO ocupe la superior y RICARDO PALMA la inferior. En los angulares, unas veces RICARDO PALMA figura la vertical, y otras veces otorga el puesto a BIBLIOTECARIO para reservarse la horizontal. Hay un sellito de dos circunferencias concéntricas: algo simboliza; mas no logro discernir si representa un sol disparando chispas o la rueda catalina de algún reloj. No falta uno del reino vegetal: una frondosa palmera sin dátiles, con RICARDO PALMA en el tronco y PERSEVERANCIA en las raíces. Aunque sin vulgarizarse mucho, rojea por ahí un gran sello circular de orden superhumano: un ángel con apéndices femeninos, sosteniendo en ambas manos un infolio donde se lee CIVILIZACIÓN y desplegando las alas entre BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ y POST NUBILA FOEBUS. Prudentemente se le economiza en los libros, usándole más como brevete en el papel de oficio.

Portadas y colofones, de indiscutible mérito, resultan maculados por sellos borrosos y repetidos, no escaseando los modernos   —9→   sobre los antiguos ni los de un año sobre los del año anterior. Darwinismo gráfico. Hermosos grabados presentan sellos multicolores en la ropa, en las manos y hasta en la cara de las figuras: no escapan ni las xilografías. Todo bibliófilo sentirá indignación y pena al ver un sellito lila y pastoso en la hermosa portada del Leonis XIII Pont Max Carmina; dos iguales en la de Crónica del Rey Don Juan, Valencia 1779; tres sellos diferentes en la del monumental Lucano editado por P. Didot, París MCCXCV; cuatro en el colofón de la Crónica del Condestable de Portugal Don Nunalurez Pereyra, Lisboa 1623; así como en la Crónica del Cid, impresa el año 1590; cinco en un Pomponio Mela de 1522. Algunas obras han sufrido la imposición de siete sellos en la misma página, tuviera o no tuviera grabados: ejemplo un Flavio Josefo de 1611. Se diría que niños, locos, bárbaros o personas mal intencionadas hubieran manejado los sellos.

Algo más: como en el Establecimiento funcionaban director y subdirector, en los libros imperaban sellos y «subsellos». Distribuidos con la parsimonia y el tino de los sellos, los «subsellos» indican de modo anfibológico la procedencia -Librería Sanz, Librería Zegarra, Lima 1898, Librería de Francisco García Calderón- dando margen a que los lectores de mañana vean libreros en García Calderón, en Zegarra y en Sanz. Hermosas ediciones, que por muchos años habían permanecido incólumes en manos de los antiguos dueños, sufrieron estigmas indelebles al sólo atravesar la Dirección de la Biblioteca.

Sin pretender dar lecciones a mi antecesor (no las pide ni las necesita) creo muy oportuno insinuar que la superabundancia de selladuras o timbrados no evita la desaparición de los libros. Todos sabemos que fuera de la Biblioteca Nacional andan obras pertenecientes a ella. Ella misma ¿no posee libros ajenos, provistos de marcas y contramarcas? Se alza en sus anaqueles un Dion Cassius traducido por E. Gros y editado por Didot en 1845: lleva el sello BIBLIOTHEQUE DU SENAT, probablemente el Senado francés. Lo recientemente sucedido en nuestra Universidad prueba también lo fácil de extraer libros sellados, resellados y subsellados. En un acopio de diez a doce mil volúmenes, desaparecieron ochocientos, más o menos, inclusive ediciones completas de infolios como el Diccionario Enciclopédico de Montaner y Simón.

Algo más aun: a la pequeña neurosis, a la sellomanía, no bastaron impresos ni manuscritos. EL RICARDO PALMA   —10→   BIBLIOTECARIO nos persigue y nos obsesiona en las hojas de los estantes, en los anaqueles, en los muros, en las ventanas y acaso en los techos. El antiguo bibliotecario sirve de excepción al decir latino: «Nomina stultorum ubique scripta sunt».




ArribaAbajo- VI -

Anotaciones


Lo referente a sellos debe aplicarse a las anotaciones que convierten los libros en alegatos pro domo sua, en autobiografías encomiásticas y en padrones de ignominia para vivos y muertos. Con el trascurso de los años ¿qué se volvería la Biblioteca Nacional, si cada director se arrogara el derecho de multiplicar sellos personales y anotaciones caprichosas?

Escolios y apostillas hormiguean en los textos, así como anotaciones en antiportadas, portadas y colofones, sin la menor piedad a la nitidez de la impresión ni a la hermosura del grabado. Libros de gran mérito llevan enmendaduras, tarjaduras y borroneaduras. Tiras y hojas de papel (no muy blanco ni muy fino) van pegadas al verso de las portadas; correcciones nuevas sobre correcciones viejas o darwinismo de inexactitudes, como sucede con obras impresas en Leide por J. Maire; en Amsterdam, por E. I. Walkener. Gracias a los borrones de tintas y a las manchas de goma, el libro queda hecho una verdadera lástima, habiendo perdido toda su belleza y todo su mérito bibliográfico. Libreros y aficionados saben que las obras raras conservan su valor mientras no tienen manchas, picaduras, notas manuscritas ni márgenes muy roídos; de lo contrario, descienden a la condición de libros comunes u ordinarios. (Brunet)

Si las anotaciones a las obras de la Biblioteca Nacional contuvieran censuras de buena ley o datos para ilustrar y conducir al lector, se aminoraría en algo la falta: pero ¿qué encierran por lo general? enmiendas a los textos, juicios no muy benévolos, inexactitudes, falsedades, contradicciones, futesas, desfogues personales y hasta cacografías. Parecen comunicados de periódico, servidos en dosis homeopática.

Se perdona escribir «el Dante» por «Dante», «Buda» por «el Buda», «vireyes» por «virreyes», «alrrededor» por «alrededor», «Zorata» por «Sorata», «obceno» por «obsceno», etc.; copiar en este manuscrito una receta contra el reumatismo y en aquel un termífugo o específico para exterminar la polilla, hacer en los Papeles del General La Puerta una confesión general política, declarándose baltista, iglesista y pierolista; lanzar tiros a Valbuena y Groussac,   —11→   porque ahí se ejerce los inalienables derechos de represalia y de resollar por la herida; mas no se perdona corregir ni tarjar manuscritos, como pasa con los Anales del Cuzco desde 1600 hasta 1750 y con Antigüedades de esta Santa Iglesia Metropolitana de los Reyes por el Doctor don José Manuel Bermúdez; no se perdona censurar ruda y descortésmente a Rufino Blanco Fombona. Juan R. Jiménez, Francisco Mostajo y otros «vivos», quienes, probablemente, han inferido el único agravio de poseer talento; no se perdona denigrar, en los originales mismos, a «difuntos», como Manuel Castillo y Juan de Arona, Juan de Arona que por su erudición y su ingenio fue muy superior a muchos de cuantos hoy escribimos prosa y verso en el Perú.

Con el fin de hacer buenas mis palabras, inserto a continuación algunas de las mil anotaciones, dando excusas a usted y a todas las personas bien educadas por la incultura o grosería de las frases que me veo precisado a trascribir. La autenticidad no deja campo a la duda: anotaciones sin nombre completo, iniciales ni rúbrica, revelan su origen por la forma de letra, las individuales faltas de ortografía, las aberraciones bibliográficas, la emulación agresiva y la hipertrofia del yo. Si la letra no denunciara, el espíritu hablaría.

En la Doctrina christiana y catecismo para instrucción de los indios, impreso por Antonio Ricardo en Lima, el año 1584:

«Fué este el primer libro que se imprimió en Lima».



En el Tercero cathecismo, impreso por el mismo Ricardo en Lima, el año de 1585:

«Esta obra es de gran importancia bibliográfica, y puede considerarse como el primer libro impreso en Lima».



En el volumen doce de Manuscritos figura uno:

«El señor Gobernador de Montevideo y el Ilustre Ayuntamiento de dicha plaza, sobre que se les remitan caudales para sostener su defensa contra los insurgentes de Buenos Aires; o

es

freciendo abastecer este Reyno de azog».



Cualquiera vería que se trataba de azogues: pero en la lista de manuscritos, impresa en 1891, el ex Director pone o deja poner... «ofreciendo abastecer este reyno de lo preciso»; y en un índice colado al documento, escribe o deja escribir... «ofreciendo abastecer este reyno de arzobispos».

  —12→  

En un Propercio de MDCCXLIII:

«En todos los catálogos figura como elzevir...».



Parece que el último libro editado por los célebres tipógrafos holandeses salió a luz, si no precisamente en 1712, con mucha probabilidad antes de 1720. Entonces ¿quién salvo libreros impulsados por el hambre de encarecer la mercadería, llama elzevires a obras impresas en 1743? Simples imitaciones poseen la misma legitimidad que la Bibliotheque Orientale Elzévirienne de Leroux y las ediciones elzéviriennes de Lemerre. Hablar de elzevires cuando los impresores de tal apellido habían muerto y sus descendientes no ejercían la profesión de tipógrafos, vale tanto como llamar póstumos a los hijos de viuda, nacidos algunos años después de enterrado el esposo.

En un libro de Erasmo:

«Luis de Batavia estableció imprenta bajo la protección de los Elzevires y los libros que publicó se estiman por los bibliófilos como elzevires».



Portada de la obra:

DES. ERASMI/ ROTERODAMI/ DIALOGUS/ DE/ RECTA LATINI/ GRAECIQUE/ SERMONIS PRONUNTIATIONE/ LUGDUNI BATAVORUM/ EX OFFICINA JOHANNIS MAIRE C / Imagegn / Imagegn Imagegn XLIII.



El Lugduni Batavorum, tenido aquí por un imaginario Luis de Batavia, no es sino la ciudad holandesa, antiguamente nombrada Lugduni, hoy Leide o Leiden. Esto llaman tomar al Pireo por un hombre. Valdría la pena decirnos en virtud de qué profundas indagaciones lingüísticas o filológicas lugduni se ha vuelto sinónimo de Ludovico y se traduce ya por Luis. Entretanto, afirmar que Erasmo fue impreso por Lugdunum Batavorum, equivale a repetir que Byron o Lamartine acaban de ser editados por London de Inglaterra o por París de Francia.

«El batavurum» ha servido para desconcertar la ciencia bibliográfica del anotador. En ADMIRANDA/ RERUM/ ADMIRABILIUM; ENCOMIA/ NOVIOMAGI BATAVORUM/ EX TYPOGRAPHIA REINERI SMETTI Aº 1617 dice:

«Todos los libros impresos por la casa de Batavia son considerados como elzevires por los bibliófilos».



Existen casas o familias reales de Braganza, de Borbón, de Prusia, de Austria, etc.; pero nadie aseguraría que hubo casa impresora de Batavia. Si hablando elípticamente, se pensó   —13→   decir «casa elzevir de Batavia», no se ha precisado mucho: Leide y Amsterdam donde los Elzevires habían fundado tipografías, eran ciudades holandesas con sus respectivas casas. Mas el libro no salió de talleres elzevirianos, no vio la luz en Amsterdam ni en Leide. La portada anuncia muy claro la procedencia: EX TYPOGRAPHIA REINERI SMETTI NOVIO MAGI BATAVORUM. Noviomagi Batavorum (milagrosamente no traducido por Nuevo Mago de Batavia) es el antiguo Neomagus o Noviomagus, hoy Nymeguen o Nimegue.

Ante la enormidad del Lugduni Batavorum, degeneran en minucias el creer editada en el Vaticano y con anuencia de un papa el Monumens de la Vie privée des Douze César, 1786; el declarar autor de un libro a su dueño, como sucede con mosén Miguel Cayo a quien atribuye la paternidad de un manuscrito en latín, y el obsequiar libros o documentos regalados por otros, sirviendo de testimonio un parte de la batalla de Ayacucho, inserto en el manuscrito 33 y ofrecido a la Biblioteca Nacional, por don Armando de la Flor, en nombre de la Logia Sol de los Andes. A pesar de la «constancia» formada por de la Flor dice una nota:

«Obsequio este documento.

R. Palma».



Las henchidas de almibarado amor paternal no dejan de suceder a las culinarias de sabor criollo.

En los autógrafos de Ventura de la Vega:

«Obsequio á mi hija querida la Biblioteca de Lima este precioso volúmen». (sic)



En el 312:

«Este manuscrito es un puchero muy sabroso».



Al fin de un alegato contra el Virrey Amat por seducción de una mujer:

«En el juicio de residencia se desestimó esta acusación y la doncella continuó desdoncellable».



«Aparece de este documento que el Virrey Amat, era como libertino, muy capaz de fornicar á una lora por el pico».



En la portada de unos autos seguidos contra doña Gertrudis Rico por habérsele encontrado con persona de extraño fuero en ilícita amistad, 1793:

  —14→  

«La muchacha Gertrudis según su declaración tenía 15 años, y ya era catedrática en fornicación».



En Malos amores de Felipe Sassone:

«En este joven escritor hallo buenas dotes literarias. Desgraciadamente, este ensayo de novela más parece escrito por un catedrático de pornografía que por un literato con nobles aspiraciones y propósitos saludables. Su librillo solo puede ser leído por viejos gastados y lujuriosos y por jóvenes parroquianos de burdel».

«Librejos como este no dan honra á las letras peruanas.

R. P.»



En la Suegra de Tarquino por Joaquín Belda, refiriéndose a Juan Pérez Zúñiga, autor del Seudo Prólogo:

«Un bellaco sinvergüenza que tiene el cinismo de recomendar esta lectura mal sana».



Persona veraz me asegura que en un catálogo chispean estas breves y jugosas exclamaciones arrancadas por el exagerado precio de las obras:

«¡Que la compre el nuncio!

¡Su madre!

¡Me meo!».



En Cartas americanas, políticas y morales de Manuel de Vidaurre, Filadelfia 1823:

«Las Cartas Americanas de Vidaurre son un fárrago de contradiciones El vacila entre declararse creyente ó libre pensador; entre republicano ó monarquista. Sus cartas á su amada lo exhiben á veces como un gran libertino y á veces como un romántico.

En lo único en que es lógico es en comprobar que fué un limeño de pantorrilla muy gruesa por su candidez en hablar siempre de su aristocrática cuna, y sostener que su nobleza navarra data de 30 años antes de Cristo. ¡Vaya un tetudo!

Treinta años ante de Cristo eran los navarros poco menos que senil salvajes.

R. P.».



En Fiebres de Fray Candil (Emilio Bobadilla), Madrid 1889:

  —15→  

Al pie de la dedicatoria:

«Un Bobadilla que escribe versos!!! Valientes boberías tiene que producir».



En la página 78:

«¡Tonto!»



En la 52:

«¡Fatuo!»



Y en la 50:

«Este poeta consume mucho alcaloide de cojudina».



En la portada misma del Opusculum Tractatus de Matrimonio, impreso en Toledo el año MDCLXIV:

«¿Has visto un bazín (sic, con z)...».



Me resisto a poner lo demás.

Y no obstante, el mismo anotador, confundiendo presidio con panóptico, escribe en La caída de la mujer por Augusto Martínez Olmedilla:

«Cuando se establezca un prisidio para los escritores groseros, irá el señor Olmedilla á ocupar una celda inmunda en ese panóptico».






ArribaAbajo- VII -

Nuevo edificio


No parece necesidad inaplazable la construcción de nuevo edificio. Hallándose el país en no muy holgadas condiciones económicas, siéndole difícil desembolsar la suma requerida para la edificación de una gran biblioteca, conviene aprovechar la existente, haciendo el mayor número de mejoras con el menor gasto posible.

Los muchos vacíos en estantes y armarios bajos del Salón Europa ofrecen lugar para dos o tres mil volúmenes, con sólo aumentar el número de anaqueles y hacer la colocación de libros, no por materias, sino por tallas. Dada la anchura de los salones, hay el recurso de las estanterías centrales. Recuperando la parte del ala derecha, indebidamente cedida a la Academia Concha; adquiriendo el ala izquierda en que funcionan el Antiguo Archivo de Hacienda y el Cuerpo de Ingenieros de Minas del Estado; proveyendo de estantes o de simples andamios la pieza situada frente a la Dirección; elevando el techo del bajísimo salón donde estuvo depositado aquel archivo; la Biblioteca Nacional tendría por algunos años sitio suficiente para ir recibiendo un buen caudal de libros. A venir   —16→   estrecha la planta baja, quedan los altos. A más, cabe la expropiación de la finca (no muy valiosa ni muy nueva) incrustada entre la Escuela Normal de Mujeres y la Biblioteca.

Un ensayo acaba de aprobar la no escasez, la sobra de sitio. Con la simple colocación por tallas, dejando unos dos centímetros de distancia entre la cabeza del libro y el anaquel inmediatamente superior, se ha conseguido ahorrar un 20% de espacio en la estantería central del Salón América, sin haber producido trastorno alguno en el servicio ni confundídose en una violenta y desordenada traslación de libros. Verificando igual operación en la estantería mural, se vaciaría muchos anaqueles, tal vez unos 40 ó 50, en solo la parte inferior. Según el inventario, la estantería baja del Salón América guarda 11672 volúmenes: ofrece, pues, sitio desahogado para unos 2000 más. Estos 2000, agregados a 2500 ó 3000 que pueden caber en el Salón Europa, hacen saber a 4500 ó 5000 los volúmenes de posible colocación en la Biblioteca, sin un gasto mayor de 400 soles.

¿Dónde la absoluta carencia de espacio y la necesidad inaplazable de construir nuevo edificio?




ArribaAbajo- VIII -

Catalogación


Las condiciones del actual no imposibilitan la facción de catálogos. Hoy mismo, con una previa distribución por tallas, sin causar interrupción alguna en la marcha del establecimiento, se podría comenzar la catalogación simple o de autores por el orden alfabético, la llamada de librero. Fichas o cédulas de catalogación, ordenadas en tapas o cartones de costura movible, suplirían al catálogo impreso, sirviendo de gran auxilio a los lectores y aligerando la tan pesada labor de los empleados. Este sistema, usado en la Biblioteca Nacional de París y en algunas otras, va sustituyendo a las fichas agujereadas de Pinçon y a las articuladas de Bonnange. No se debe pensar en las cajas-catálogos donde las fichas sueltas corren peligro de ser extraviadas o invertidas.

Acaso bastarían dos catalogadores, dos auxiliares y un mozo. El mozo para alcanzar los libros, limpiarles y volverles a colocar en los estantes. Los dos auxiliares para colar el número de orden al lomo del volumen, el ex libris al verso de tapa, en el ángulo superior izquierdo, y consignar en el Libro de Asiento un resumen o extracto de la ficha con sólo el nombre del autor, el título de la obra y el número de orden o colocación en los estantes. Los dos catalogadores sacarían   —17→   doble juego de fichas: uno para el uso de lectores y empleados, otro para el archivo del establecimiento. Aunque no llenaran sino el mínimum de 50 diarias, escribían 15000 en un año de 300 días útiles. Si con 15000 fichas se catalogan 40000 volúmenes (como lo afirma el bibliotecario L. Renard) la operación duraría unos 15 meses, con exclusión de manuscritos y folletos nacionales: exigen tiempo que no me atrevo a fijar.

El catálogo por materias o razonado (que pide más tiempo y ofrece más dificultades) se emprendería al terminar el de autores.

Juzgo conveniente insinuar que las dificultades de la catalogación no llegan al punto de convertirla en un nuevo trabajo de Hércules, únicamente realizable por extraordinarios genios bibliográficos. En Lima no faltan personas capaces de efectuarla siguiendo métodos muy sabidos, tan sabidos que sorprende ver cómo no fueron aprovechados en la Biblioteca Nacional durante los 28 años cuatro meses de restauración y marcha progresiva.




ArribaAbajo- IX -

Desaseo, incuria y mal gusto


Como usted lo sabe ya, el inventario se reduce a consignar las existencias en vestíbulo, dirección, depósito, sala de lectura y salones destinados a guardar les libros. Los altos nada mencionable contienen, salvo un teléfono, un chicago y una tina que parece de zinc, hallándose las habitaciones desmanteladas y en repugnante desaseo al extremo de no concebirse cómo personas civilizadas hayan podido vivir con tan poca observancia de la higiene. Las azoteas, encima de sala y salones, merecen llamarse basureros a domicilio en que no faltan papeles, trapos, detritus de cocina ni viejos colchones destripados.

La dejadez se palpa en todo el edificio, inclusive la sala de lectura donde no existe una sola escribanía, sino tinteros muy usados y sin tapa, en mesas salpicadas de tinta y con el paño hecho girones. No se busque un raspador, una tijera ni una cuchilla de tajar lápices. El valor de lo inventariado como útiles de escritorio se calculará, sabiendo que en la Dirección misma hay todo lo necesario para escribir una carta, menos sobre y papel. Y sin embargo, con la administración honrada de los 50 soles mensuales para gastos de escritorio y policía, se hubiera podido tratar decentemente al público y ofrecer algunas comodidades a los empleados.

Casi todas las chapas no funcionan bien o carecen de llaves,   —18→   sin excluirse la chapa de la verja interior. La Vitrina goza de una peculiaridad: lleva tres cerraduras, y raras veces logra quedar cerrada. Vidrio roto, vidrio no repuesto; así que el polvo de los techos y el hollín de las chimeneas vecinas se introducen por las farolas para venir a caer en estantes, libros y parquet. De los retretes no diré palabra.

Al desaseo y dejadez o incuria se agrega el mal gusto, mal gusto desde los charros coloretes de fachada y columnas (donde el naranja, el amarillo, el blanco y el negro se abigarran con el verde azul, el verde claro y el verde oscuro) hasta el kiosco puesto en el sitio más adecuado para malograr la perspectiva del más hermoso y amplio salón de la Biblioteca. Hablando de mal gusto, no se puede olvidar las efigies de los escritores nacionales ni la joya del establecimiento, un enorme vidrio conmemorativo donde sobra materia para regocijo de patriotas cursis y diversión de viajeros burlones.




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Desaparición de impresos y manuscritos


Aquí debería yo terminar, si no me viera compelido a descubrir un hecho de suma gravedad: al silenciarle, por consideraciones personales o por otras causas, contraería yo muy serias y muy desdorosas responsabilidades. Me refiero a la desaparición de manuscritos e impresos.

Conforme a la Memoria presentada en 1911 por don Ricardo Palma, existían en la Biblioteca Nacional 45792 volúmenes de impresos y manuscritos, sin contar 809 obsequiados por los herederos del doctor don Francisco García Calderón, 318 por el general don Juan Martín Echenique y algunos más (no consta el número) por el profesor David Todd, de Norte América.

Volúmenes existentes en 1911:

Computados en la Memoria 45792
Obsequiados por los García Calderón 809
Obsequiados por el general Echenique 318
Obsequiados por el profesor Todd (?)
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46919
  —19→  

Volúmenes existentes hoy en los salones Europa y América, conforme al inventario de los señores Corpancho y Romero 45216
En vía de encuadernación, según testimonio de don M. Aduvire 150
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45366

RESUMEN
Existencia en 1911 46919
Existencia actual 45366
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Diferencia, sin contar los volúmenes del profesor Todd ni los ingresados desde el 16 de agosto de 1911 hasta el 11 de marzo del presente año 1553

Determinar qué obras han desaparecido entre los 1553 y más volúmenes, no sería posible dada la ausencia de catálogos completos y de simple lista de colocación numérica en los estantes; pero algo se deja traslucir.

Según la Memoria de 1890 a 1892, la Biblioteca poseía 36 incunables y 69 elzevires.

Generalmente se considera incunable a todo libro impreso hasta 1500, aunque algunos fijan el límite en 1520. Aun alargándole hasta 1525, sólo consta la existencia de unos 17; 8 del siglo XV, siendo el más antiguo un apolillado Decretorum Codex, impreso en Roma el año 1476; y 9 del siglo XVI, siendo los más recientes uno de 1522 y otro de 1523.

Incunables existentes en 1892 36
Existencia actual 17
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Diferencia 19

En la Vitrina, especie de sancta sanctorum reservado a las curiosidades bibliográficas (algunas justipreciadas en dos pesetas) hay 29 elzevires legítimos y 27 sin más legitimidad que el nombre puesto en el lomo.

  —20→  

Elzevires según la Memoria 69
Existencia actual, incluyendo los titulados así, aunque tipografiados por Maire, Wyndaerden, etc. 56
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Diferencia 13

Miscelánea de Coronel Zegarra, según la Memoria de 1905 256
Existencia actual 236
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Diferencia 20

Esta colección ha experimentado varias fluctuaciones o ascendencias y descendencias. Primitivamente constaba de 297 tomos a la rústica, reducidos a 241 volúmenes por el método de encuadernación mencionado ya.

Miscelánea, según la Memoria de 1898 241
Miscelánea, según la Memoria de 1905 256
Miscelánea, según la Memoria de 1911 236
Volúmenes de periódicos nacionales, según la Memoria de 1911 1439
Existencia actual 1323
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Diferencia 116

Volúmenes de Manuscritos, según la Memoria de 1911 449
Existencia actual, incluyendo 22 volúmenes de Documentos Diversos en que alternan impresos con Manuscritos y contando por volumen cada uno de los 35 estuches de Paz Soldán, como se cuentan en el catálogo de 1891 y también cada paquete de Saldamando 433
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Diferencia 16

Estuches de Paz Soldán, según el mismo catálogo 39
Existencia actual 35
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Diferencia 4

Se puede afirmar que entre los 1553 y más volúmenes han desaparecido:

19 de incunables.

13 de elzevires.

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20 de la Miscelánea Zegarra.

116 de periódicos nacionales, probablemente los más antiguos.

16 de manuscritos, entre ellos.

4 estuches de Paz Soldán.

Los títulos de nobleza de don Manuel Antonio Brochero, mareados con el N.º 138 (Manuscrito muy valioso por sus viñetas).

Los manuscritos (¿autógrafos?) que el general don Manuel de Mendiburu obsequió en 1884 a la Biblioteca Nacional. Aunque han sido publicados en 1902, habría convenido conservar los originales para cerciorarse de la fidelidad al texto.

No pocos legajos dan señales de mutilación grosera, y algunos estuches medio vacíos denuncian la agilidad de manos rapaces.




Arriba- XI -

Resumen


En resumen, Señor Director, si la Biblioteca Nacional patentiza buenas intenciones, labor y perseverancia, no revela mucha competencia bibliográfica, mucha exquisitez de gusto ni mucho amor al libro. Un bibliófilo no confunde ciudades con impresores, un refinado no se deleita en escatologías, un amateur no profana ni malogra impresiones artísticas.

Nuestros encarecidos y pregonados tesoros bibliográficos deberían permanecer ocultos a la mirada de viajeros ilustrados y de fino gusto. Pasearles los salones, abrirles la vitrina o kiosco para enseñarles libros de indiscutible mérito plagados de anotaciones erróneas y groseras, forrados en tela burda, llenos de parches, maculados de tinta, goma y kerosene o mutilados por la cuchilla del encuadernador, no es ofrecerles una sorpresa muy agradable ni presentarles una prueba muy revelante de la cultura nacional.

Con toda consideración a usted.

Manuel G. Prada.





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