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«Me da miedo la condición humana»

Javier Cuervo





-¿Teme al Golfo Pérsico?

-Me da miedo de la condición humana. La verdadera historia humana la cuenta el arte, que habla de los deseos del hombre. La Historia cuenta los hechos concretos que mueven violentamente el mundo. La historia-historia es la historia de las posibilidades concretas, mientras que la verdadera historia pasa también por los sueños y deseos del hombre. Voto por Shakespeare, Cervantes, Garcilaso no por Saddam Hussein, que también existe, pero que no figura entre mis referencias humanas. Estoy angustiado, es como si se me viniera todo abajo. Arnold Toynbee escribió que éticamente no hemos avanzado nada desde los hititas hasta aquí. Me da miedo mi condición, «un compuesto de hombre y fiera», como dijo Calderón en La vida es sueño.



Daniel Moyano, escritor, nacido argentino en 1930, nacionalizado español en 1981, imparte un taller de poesía en Oviedo, adonde ha vuelto un año después de un curso de narrativa. Aquí espera acabar su última novela, Un sudaca en la corte, porque aquí la empezó. Natural de La Rioja (Argentina), estudió para músico, se hizo escritor y trabajó de periodista para tener un periódico. Cuando los golpes de Estado se hicieron peligrosos para su salud, salió de Argentina hacia España, el país de sus poetas y se nacionalizó dos veces: una sentimentalmente, en la manifestación contra el golpe de Estado de Tejero. Otra legalmente, haciendo papeleos delante del juez. Ha escrito Libro de navíos y borrascas, El oscuro y Tres golpes de timbal, entre otras obras. También es un «cuentacuentos» al que el auditorio y el ambiente calientan la boca.



-¿Cómo ve la situación argentina, entre golpes de Estado y golpistas en libertad?

-Estuve en Argentina parra el último golpe de Estado. Como periodista había cubierto muchos, pero lejos de Buenos Aires, que es el epicentro de estos terremotos incívicos. Los cubría por la radio, siguiendo las leales al gobierno y las partidarias de los golpistas, en lo que era una guerra de radios. Mi aparato era malo, así qué fui a comprar uno más grande. En la tienda pedí uno apto para golpes de Estado y me vendieron uno enorme. Esta vez vi el golpe en televisión. Sentí que mi país me recibía diciendo «así era, así sigo siendo». Fue un golpe de Valle-Inclán, el autor de la primera novela latinoamericana. Duró un día, una jornada que Menen pasó tomando mate, durmiendo una siesta y rindiendo a los carapintadas en calzoncillos y con los brazos en alto.

-¿Qué le parece Menen?

-Le conozco porque somos de la misma provincia. Quería verlo pero uno de sus ayudantes me dijo: «De parte de Carlitos que lo perdones, que no te puede recibir hoy porque tiene un golpe de Estado». Es muy contradictorio, muy querido en su provincia, pasó cinco años en la cárcel... No estoy de acuerdo con los indultos que ha concedido a los militares. Ahora tiene un gran porcentaje de la población en contra, pero ha estabilizado el dolar, lo que da estabilidad dentro de la pobreza. Tiene un estilo a Tirano Banderas, sin ser tirano, pone su «Jaguar» a 220 por hora, juega al fútbol. Ha dicho que indultaba a los militares en nombre de la reconciliación. Martín Fierro, el poema nacional, está lleno de sabiduría, pero tiene un verso que no sirve para Argentina. Dice: «Sepan que olvidar lo malo también es tener memoria». José Hernández no habría escrito esto de haber vivido hoy.

-¿Qué futuro ve a su país?

-Hablo del país de la memoria. Falto de allí hace 14 años y eso fabrica un país que ya no existe. No siento nostalgia, siento que he perdido un país. Llegué en 1976 a un país duro para cualquier exiliado, pero me sentí integrado no por hablar el mismo idioma, sino por mis lecturas.

-¿Se conoce España por sus poetas?

-Me formé admirando a los del 27. Neruda decía que los ríos de España son sus poetas. Me nacionalicé español cuando Tejero. Fui a la manifestación de Madrid. A mi lado, unas viejas que apenas podían caminar decían «democracia sí, dictadura, no». Yo era un niño cuando la guerra civil española, pero recuerdo que en mi casa se sufría por ella. En la manifestación tomó sentido para mí, todo un sentir español de no he de callar por más que con el dedo, no me podrán quitar el dolor y el sentir, Larra... todo vino a mi mente.

-También estaba sensibilizado por los «golpes».

-Como periodista, me tocó hablar con golpistas en los cuarteles, mientras cargaban gasolina o balas. Nací en 1930, cuando el primer golpe de Estado argentino. Estoy signado por los golpes. Casi nací ese día porque creyeron que mi madre, de miedo, se ponía de parto. Llevo los golpes intrauterinamente. Por eso he escrito El oscuro y El trino del diablo.

-¿Por qué dejó su país?

-A la vuelta de una viaje a Córdoba habían detenido y encarcelado a mis amigos escritores y periodistas. Supe que vendrían a por mí. Nunca olvidaré los ojos de mi hijo cuando entraron en casa, armados, vestidos con traje de faena, y me sacaron en pijama. Me metieron en una celda de castigo.

-¿Le torturaron?

-Físicamente, no, pero es una tortura estar encerrado durante dos semanas en un sitio donde no sabes si es día o noche y donde entra el capellán a decirte que tengas resignación. Luego me pusieron como cárcel la ciudad. Tuve que escapar porque un juez federal me dijo que vendrían a por mí, que la primera vez sólo había sido un aviso.

-¿Le detuvieron por su trabajo de periodista?

-Los militares decían que sabíamos muchas cosas pero nos las tragábamos. Yo sabía cuando entraban los guerrilleros, como todos los periodistas. Pero mi mujer preguntó una vez por qué me perseguían y le dijeron que por mi ideología. En mis libros El trino del diablo hablaba de los golpes de Estado y en El oscuro de un coronel que despreciaba a su padre porque tenía la tez morena. Esos libros fueron confiscados de las librerías de La Rioja y destruidos en el cuartel. Les molestaban. Amenazaron con volar una emisora donde radiaban cada día un capítulo de El trino del diablo. En mis cuentos y novelas los golpes de Estado no salen porque quiera que formen parte de mi estética o de mi estilo, sino porque forman parte de mi vida.

-¿Dónde formó su manera de ver el mundo?

-La vida me hizo así. Quedé huérfano con mi hermana desde muy chico. Me tuve que poner a trabajar, a leer, a estudiar música... viví intensamente y gané una sensibilidad social. Cuando tenía 16 años se acabó para Argentina la época de las mieses y las vacas gordas. Lo decía Bioy Casares recientemente en Madrid. Borges y Bioy escribieron fantasía porque se formaron en un país rico. Cuando a Bioy le preguntaron por qué nunca escribía de los problemas sociales de su país dijo que «no tenía sensibilidad social, sino individual». Es lógico en él. Pero mientras ese mundo se acababa, yo empezaba, estaba en el conservatorio, hacía los primeros poemas de amor que me pedían los compañeros para sus novias. Yo tengo las dos sensibilidades, la social y la individual. No he hecho realismo social, ni literatura de denuncia. He escrito sobre las circunstancias que me ha tocado vivir: me han corrido, estoy fuera y escribo. Es una constante de la literatura hispanoamericana, que ha sido escrita en el exilio desde el siglo XIX. Entonces se hacía en Montevideo, Francia, Chile. En este siglo, la han escrito fuera Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa y otros.

-¿Qué opina de Vargas?

-Me interesó al principio, con La ciudad y los perros y La casa verde. Es un excelente escritor profesional, pero mis gustos literarios son más minoritarios, menos masivos. No me interesan las historias, sino cómo se cuentan. Con su entrada en política sigue una tradición latinoamericana del siglo XIX. Tampoco participo de sus ideas de derechas, al lado de los bancos, de lo posible. Estaba del lado de un sistema ideológico que le hubiera llevado al poder si no se le cruza Fujimori,

-Usted es músico.

-José Luis Roca sostiene que los argentinos son una cosa y hacen otra. Mi primera formación fue musical. Me inició en ella mi abuelo materno, que tocaba el acordeón y la mandolina. Yo estudié violín en el conservatorio y de pronto empecé a escribir y hubo una lucha entre las dos vocaciones. En La Rioja toqué en un cuartero de cuerda y en una orquesta de cámara. Cuando vine a España eso acabó.

-También fue periodista.

-En La Rioja coincidimos un grupo de personas que huíamos de la gran ciudad. Era una población de 50000 habitantes. Necesitábamos un periódico y fundamos El independiente. Me hice periodista para tener un periódico. Cuando echó a andar lo dejé. Disolvieron la orquesta porque decían que hacíamos música subversiva. Los subversivos éramos nosotros, según decían, los tontos útiles de los comunistas. Nunca fui comunista ni milité en nada.

-¿Se le da bien Oviedo?

-Para mí es como vivir en Córdoba (Argentina) porque es una ciudad con dimensión humana. Conecto mejor con la gente de provincias que con la de las grandes ciudades. En mi casa, en Madrid, me dicen «por qué no te vas de una vez a Oviedo», porque empiezo a parecerme a mi abuelo, que siempre decía «En Brasil era mejor que aquí», pero con Oviedo. Tengo amigos y estoy leyendo en bable, que cuando trata lo agrario es bellísimo.

-¿Qué se puede enseñar en un taller literario?

-Se ayuda a evolucionar a gente predispuesta a escribir. No se enseña a escribir, pero sí a borrar camino y conocer la técnica. Pongo a disposición de los chicos mi experiencia narrativa y la de otros autores, que no está en los libros de texto. Les voy a enseñar métrica en inglés y castellano con un pentagrama. Haremos sonetos, porque practicar el verso libre no exime de conocer la métrica. Conozco mucha bibliografía norteamericana sobre creación literaria. Les hablaré de poetas que he estudiado, como Rilke y Allen Ginsberg, al que estoy traduciendo. Los hombres de la calle van más inocentemente a las palabras. Los universitarios conocen la literatura porque la han estudiado y la ven solemne.





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