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Las ideas románticas de Rizal: historia, identidad y nación

Mónica Fuertes-Arboix




«Bedecke deinen Himmel, Zeus,
Mit Wolkendunst
Und übe, dem Knaben gleich,
Der Disteln köpft,
An Eichen dich und Bergeshöhn;
Mußt mir meine Erde Doch lassen stehn
Und meine Hütte, die du nicht gebaut,
Und meinen Herd,
Um dessen Glut
Du mich beneidest».


«Prometheus», J. W. Goethe, 17741                






En noviembre de 2011 y coincidiendo con el 150 aniversario de su nacimiento, la Biblioteca Nacional de España acogió la exposición «Entre España y Filipinas, José Rizal, escritor». En el ciclo de conferencias que se realizaron durante este evento se habló de José Rizal como héroe de Filipinas, su vida, su tiempo, y su imagen en el marco literario español y filipino. Se destacó el papel del escritor como héroe de Filipinas, poeta y autor de dos novelas de gran trascendencia, por lo menos en su país, ya que la crítica literaria española decimonónica nunca reconoció la labor de José Rizal como escritor, o para el caso, de ningún escritor filipino que escribiera en español.

En febrero de 1887 aparece la primera novela de José Rizal, Noli me tangere. Esta obra fue censurada en Filipinas por instigar la independencia de España, y desprestigiada en España por considerarse una amenaza política. En ningún momento se valoró la novela como una obra literaria de reconocimiento. Las críticas que recibió

«[...] estaban contaminadas por una perspectiva colonialista eurocéntrica, con una evidente ausencia de rigor en su análisis. A lo largo del siglo pasado, e incluso en la actualidad, estas reacciones y críticas primeras han seguido pesando en todos los estudios sobre su narrativa [...] Esta repetición ha servido para que más de un siglo después de su publicación, todavía se plantee el análisis literario de las novelas de Rizal a partir de la formulación de preguntas semejantes a las que se hacían en el siglo XIX, sin tener en cuenta que los presupuestos a partir de los cuales estas preguntas se hicieron responden a una posición colonialista cargada de paternalismo hacia la literatura filipina».


(Álvarez Tardío, 140)                


Básicamente el objetivo de la crítica era «descalificar la producción literaria y ensayística de la intelectualidad filipina» (Álvarez Tardío, 134), con el agravante de que a las obras de escritores filipinos se les añadía un componente ofensivo.

Creemos que la dificultad con la que se enfrenta la obra narrativa de Rizal y que entorpece el análisis literario y cultural que merece reside en el fuerte enfoque político que la crítica tanto filipina, que ensalzó la figura del autor, como la española, que la desprestigió, le ha dado. Esto limita su interpretación y minimiza el arte narrativo de Rizal que no hay que desmerecer2. Al valorar la obra literaria se tenían sólo en cuenta las siguientes consideraciones,

«[...] en primer lugar, se consideraba que un nativo filipino no podía alcanzar la maestría necesaria como para producir una obra literaria de mérito en lengua española: además, cualquier texto que se escribiera en español era susceptible de interpretarse como un desafío a la hegemonía cultural de un privilegiado grupo social, el de los nativos de España. Si un filipino era capaz de escribir y producir en español esto implicaba que había realizado un proceso de apropiación de la lengua que le iba a permitir transformarla en vehículo de sus propios anhelos y deseos. El temor a esta conquista cultural de la lengua subyacía en la política de los representantes del gobierno colonial español»3(Álvarez Tardío, 135-136).


Desde el punto de vista literario se puede considerar el argumento del Noli me tangere como el propio de un drama romántico. Rizal basa su historia en acontecimientos de su tiempo pero en verdad, a no ser porque en unos pocos capítulos se mencionan acontecimientos contemporáneos al autor4, parecería que nos encontráramos ante el estreno de una drama romántico histórico.

La trama de Noli me tangere es, a grandes trazos, la siguiente. El joven y apuesto Crisóstomo Ibarra vuelve a su país después de pasar siete años en Europa estudiando y ampliando sus conocimientos. En su honor, el capitán Tiago, ofrece un banquete donde tiene la oportunidad de reencontrarse con el amor de su vida y prometida María Clara. En la reunión coincide con el Padre Dámaso, un esquivo y desconfiado fraile franciscano crítico del vicio de la juventud de viajar a estudiar fuera del país. Desgraciadamente, Ibarra también descubre los pormenores de la muerte de su padre, al parecer causada por el malévolo Padre Dámaso. Pero Ibarra, con gran entereza y sentido común, aparta de su corazón la sed de venganza, para centrar sus esfuerzos en un gran bien común que ha de traer prosperidad y modernidad a su comunidad y, con el tiempo, a todo el país. Ibarra sueña en construir una escuela, para reformar la sociedad, y para que maduren proyectos que ayuden a modernizarla. Regresa al pueblo donde tiene su hacienda y en el cual se están ultimando los preparativos para celebrar la fiesta del Santo patrón de la localidad. Ibarra, para congeniar con las autoridades que finalmente deben decidir sobre el proyecto de la escuela, hace una comida, a la que también invita al Padre Dámaso. Este hace mofa de los jóvenes que han estudiado en Europa y expresa un desafortunado comentario que sugiere que todos ellos terminarán en la cárcel como sus padres. Ibarra, sin poder retener su cólera e indignación golpea al padre Dámaso y lo tumba, pero sin llegar a herirle de gravedad. Las consecuencias de este altercado son terribles y exageradas para Ibarra y la comunidad: su proyecto fracasa, él queda excomulgado y se le detiene, el padre Dámaso prohíbe la boda con María Clara y, aunque interviene el gobernador general en favor de Ibarra, este termina en la cárcel de la que consigue huir gracias a la ayuda de su amigo Elías. Elías, por otro lado, es un joven educado en una familia próspera pero que por culpa de una injusticia cometida en el pasado a su familia se convierte en un paria de la sociedad y vaga de pueblo en pueblo siguiendo su camino. Ve en Ibarra un líder a quien el pueblo puede seguir y así conseguir el deseado sueño de libertad. Ibarra y Elías quieren reformas pero mientras Ibarra confía en el Estado para llevarlas a término, Elías por las tiranías cometidas a su familia en el pasado, está convencido de que sólo mediante la fuerza y la revolución se conseguirá la justicia. El capitán Tiago se apresura a conseguir otro marido para María Clara, un apadrinado venido de España del padre Dámaso, Alfonso Linares «hijo de Don Carlicos y la Pepa». Elías se entera de que hay una conspiración tramada que inculpa a Ibarra, y corre a avisarle y ayudarle a deshacerse de cualquier documento que pueda comprometerle. En uno de los documentos lee el nombre de Pedro Eibarramendía, bisabuelo de Ibarra y culpable de las desgracias de la familia de Elías. Aún así, ayuda a escapar a Ibarra de la cárcel y muere para salvar su vida. La infeliz María Clara se niega a casarse con Alfonso y pide retirarse a vivir a un convento. Antes, pero, se despide de Ibarra, declarando que siempre le querrá y le confiesa que su padre es en realidad el padre Dámaso. Ibarra regresa en la segunda novela de Rizal, El filibusterismo, como Simoun, pero esta vez preparado para vengarse.

Descubrimos en el Noli me tangere dos temas característicos de una obra romántica: el de las pasiones ligadas al pasado de los personajes y la influencia de la iglesia en la vida política y social del país. Recordemos que muchas de los dramas románticos estrenados en España en la primera mitad del siglo XIX amenazan el status quo y fuerzan al público y a la crítica a considerar alternativas a la estructura social, tradicional y conservadora. Pero el objetivo de Rizal no es sólo presentar una trama romántica que cuestione la realidad política y social de Filipinas, sino que plantea la necesidad de cambios sociales en Filipinas con el objetivo de crear una nación y una identidad propias. La falta de cohesión social existente en el país junto con la aparición de una nueva élite de hacendados e industriales que quieren impulsar los cambios en Filipinas para forjar la nación, chocarán con la rancia y conservadora clase social dominante regida por la Iglesia y que no está dispuesta a ceder ni un ápice de espacio, social, político o cultural a los nuevos cambios que la juventud europeizante quiere introducir. Rizal muestra el choque entre estos dos mundos y con ese propósito construye su novela que expone, critica y evidencia una problemática social difícil de resolver.

Así, las observaciones costumbristas detenidas y analíticas del mundo de Manila y los pueblos de alrededor, las fiestas, la música, las tradiciones, la comida, y sobre todo la naturaleza evocan los mejores cuadros de un Mesonero o un Larra y sirven para construir una identidad propia a la vez que la critican. Rizal en su afán de cimentar la nación filipina se da cuenta de que es imprescindible definir primero qué es la nación y en qué consiste la identidad filipina para poder mostrar a sus propios compatriotas la importancia de la unificación social y la libertad para construir un futuro propio de una nación moderna y desarrollada. No cuestiona que ese futuro tenga que desligarse del estado, es decir, de España, la madre patria, muy al contrario. Como afirma Ibarra, portavoz de esta nueva juventud reformadora, «¡yo me olvido de mí y olvido mis propios males ante la seguridad de Filipinas, ante los intereses de España! [...] Para conservar Filipinas, es menester que continúen como son los frailes, y en la unión con España está el bien de nuestro país» (Noli me tangere, 322). Lo que quiere señalar a los lectores tanto filipinos como españoles es que en Filipinas la unión con España se utiliza para justificar los abusos económicos, la opresión por parte de las órdenes religiosas y la tiranía del poder civil, y que los que infligen esos abusos no son los españoles de primera generación sino sus descendientes,

«[...] reconozco la deuda de gratitud de aquellos nobles corazones; sé que la España de entonces abundaba en héroes de todas clases así en lo religioso como en lo político, en lo civil y en lo militar. Pero porque los antepasados fueron virtuosos, ¿consentiríamos el abuso de sus degenerados descendientes? Porque se nos ha hecho un gran bien, ¿seríamos culpables por impedir que nos hagan un mal? El país no pide abolición, sólo pide reformas que exigen las nuevas circunstancias y las nuevas necesidades».


(Noli me tangere, 322)                


Señala también que la unión con España no implica que exista la igualdad entre filipinos y españoles, aunque desde principios del siglo XIX los filipinos fueran reconocidos iguales por España, ni tampoco que haya representación en las Cortes de diputados filipinos5. De hecho, Rizal quiere para Filipinas un sistema foral, «como el que en España tienen las provincias Vascongadas» (Retana, 420). Como apunta Emilio Retana, Rizal no era, pues, separatista.

Cuando Rizal muestra las injusticias está señalando la falta de una identidad filipina, el resultado del choque entre el mundo tradicional y el moderno en un ambiente enrarecido por los abusos, el racismo y el desprecio, y el autor es consciente de que sin una sociedad fuerte que estimule la educación y el cambio social, sin una nación, Filipinas está abocada al fracaso. Ni el reformador Ibarra, ni la rebeldía e independencia de Elías pueden funcionar porque no existe la subjetividad del filipino de pertenecer a una nación determinada. Rizal «trata de concebir la nación como una representación simbólica e imaginaria, como algo perteneciente, fundamentalmente, al mundo de la conciencia de los actores sociales [...]» (Pérez Vejo, 12). Es decir, en el caso de Filipinas no hay un consenso social entre la eficacia de las ideas y la realidad, y su capacidad para influir sobre el comportamiento de los individuos. (Pérez Vejo, 13). Si no se construye una identidad, no se puede construir una nación. Noli me tangere y de hecho también su segunda novela El filibusterismo ponen de manifiesto esta preocupación del autor. Rizal imagina una comunidad ideal pero no nos la enseña, sólo nos muestra lo que no debería ser Filipinas, y lo que no debería permitirse en la sociedad filipina. Pero al hacer esto es muy consciente de que está creando el mito fundacional de su patria, está, en palabras de José Álvarez Junco, dando lecciones morales, siendo vehículo portador de los valores que vertebran la comunidad, y desde el punto de vista político, está creando identidad. De hecho las novelas de Rizal son obligatorias para los estudiantes universitarios en Filipinas y ya «no se leen sólo por su contenido literario, sino, sobre todo como parte de una educación que busca la formación del carácter nacional y mostrar los valores de la ciudadanía» (Ambeth R. Ocampo en Elizalde Pérez Grueso, 81).

Rizal utiliza las influencias literarias que apreció desde muy joven, entre ellas, Calderón, Cervantes, Larra, Schiller, Zola, Lope de Vega, Maquiavelo, Shakespeare... y todos ellos se sienten de alguna manera en sus novelas. Rizal fue también médico oftalmólogo, ensayista e historiador. Empezó a escribir poesías desde una edad muy temprana en las que hablaba de su amada patria. Escribió una zarzuela, y tradujo el Guillermo Tell de Schiller del alemán al español. Estudió en Madrid, Alemania y Francia. Afirma Emilio Retana que «después de Alemania acentuó su romanticismo, afirmó su propensión al libre pensamiento y aumentó la nostalgia que sintió desde el día que dejó su país» (Retana, 108). Y no hay nostalgia peor, creemos, que añorar una patria que no existe. Visitó Estados Unidos e Inglaterra, era poliglota y aprendía con facilidad cualquier tema que le apasionara. Era un erudito.

Escribe Rizal en uno de sus artículos, «En el Noli me tangere principié el bosquejo del estado actual de nuestra patria: el efecto que mi ensayo produjo, hízome comprender, antes de proseguir desenvolviendo ante vuestros ojos cuadros sucesivos, la necesidad de dar primero a conocer el pasado, a fin de poder juzgar mejor el presente y medir el camino corrido durante tres siglos» (Retana, 173 el subrayado es mío). Por ello hizo un estudio detallado de Los Sucesos de las Islas Filipinas por el Dr. Antonio de Morga (México, 1609) con el objetivo de «despertar conciencia de nuestro pasado, borrado de la memoria, y rectificar lo que se ha falseado y calumniado». Como muchos historiadores del siglo XIX buscó en el ayer para explicar el presente y proyectar el futuro de su nación. Afirma Pérez Vejo que, «el concepto de historia en el siglo XIX aparece indisolublemente ligado al desarrollo del movimiento romántico, a la idea que del pasado y de recuperación del mismo se hicieron los pensadores del Romanticismo»6 (Pérez Vejo, 186).

«Desenvolver ante vosotros cuadros sucesivos», y es que muchos de los capítulos del Noli me tangere son verdaderamente cuadros de escenas filipinas, o bien de la naturaleza o de fiestas y tradiciones, además de ser retratos de la sociedad actual. Estas descripciones que parecen ajenas a la trama principal son las que añaden, en algunas ocasiones, el matiz de humor e ironía a la trama, señalando desde una perspectiva diferente las irregularidades en la sociedad. Ejemplo de estas descripciones es la presentación de doña Victorina, ridícula y cursi que ejemplifica a la mujer filipina que quiere diferenciarse del resto de mujeres indias y mestizas a las que desprecia (¡siendo ella también mestiza!), imitando lo que imagina son las costumbres españolas. Se nos dice de ella que aunque, «hablaba mal el español, era más española que la Agustina de Zaragoza» (Noli me tangere, 275), y hace realidad su sueño de casarse con un español al que el orgullo y el prestigio de los españoles no le permitía trabajar. Aunque exageradamente, Rizal está mostrando la decadencia de la sociedad filipina: personajes pomposos y vagos que mantienen la corrompida estructura social del país. Doña Victorina y su marido, don Tiburcio, son ridículos por desproporcionados y exagerados en sus reacciones contra lo Filipino y lo indio y descubren así su carácter sin sustancia y artificial. Doña Victorina es esencialmente una cursi: «Se había vestido lo más elegantemente que podía, poniéndose sobre la bata de seda todas las cintas y flores, para imponer a los provincianos y hacerles ver cuántas distancias mediaba entre ellos y su sagrada persona, y dando el brazo a su marido cojo se pavoneó por las calles del pueblo, entre la estupefacción y la extrañeza de los habitantes» (Noli me tangere, 308). Esta es la identidad filipina que Rizal quisiera borrar de su país, y una manera de hacerlo es mostrarla tal y como es.

Mediante la técnica de la descripción detallada y el contraste rápido de escenas, Rizal nos muestra las injusticias sociales primero con la descripción de la riqueza y belleza de la extremadamente blanca María Clara en su cómoda habitación, para rápidamente contrastarla con la pobreza más sobrecogedora: «Cuatro desnudos y sucios muros encerraban un pequeño espacio; en uno de aquellos, allá arriba, había una reja; sobre el sucio y asqueroso suelo, una estera, y sobre la estera, un anciano agonizando» (Noli me tangere, 39).

Creemos que es este eclecticismo de técnicas, estilos e influencias literarias el que singulariza la obra de Rizal, y quizás el responsable de que la crítica no haya preponderado el análisis literario sobre el político e histórico, pues son más obvias y sugerentes las opiniones sobre la idea de nación, la independencia, el progreso y las reformas que expresan sus personajes.

Rizal es un creador y su novela adquiere una función mítica porque la trama del Noli me tangere funciona de cohesión social. Rizal escribe la historia que le falta a Filipinas mediante este relato, en que la complejidad de la realidad social filipina asume las características de los personajes. De no haber sido fusilado en diciembre de 1886, estamos convencidos de que también hubiera participado en la política del país, como así lo hicieran Larra o Modesto Lafuente en España. Literatura, historia y política son actividades propias de un espíritu inconformista que sacrifica su vida por el bienestar social, las reformas y la modernización del país. Rizal recoge las ideas de la ilustración, el poder de la razón y la tolerancia que ha de hacer libre al individuo (Ibarra, Nathan el sabio judío de Lessing), pero también aclama la fuerza creadora de los sentimientos apasionados, capaces de liberar al individuo de las estrictas normas sociales que le limitan (Elías, el Prometeo de Goethe).

Noli me tangere es quizás la historia de un fracaso. Miguel de Unamuno dijo de Rizal que era un eterno romántico, un idealista y que no fue toda su vida otra cosa que un soñador impenitente, un poeta, o un Quijote del pensamiento a quien le repugnaban las impurezas de la realidad (Helene Goujat, 110, en Elizalde Pérez Grueso). Exagera Unamuno, porque si es verdad que Rizal recoge las ideas románticas del siglo XIX europeo en su concepción de nación e identidad y su preocupación por crear una historia nacional filipina, también se dio cuenta del imposible trabajo que representaba la reforma de una sociedad que todavía estaba gobernada por la tradición y la superstición religiosa. Su romanticismo estriba en el deseo de generar un sentimiento nacional, de crear el mito fundacional de la patria filipina, con España a la cabeza. Noli me tangere no es más que el resultado del conflicto entre la proyección de un sueño y la realidad social, y el aparente fracaso en la ficción de su narrativa, es el triunfo de la realidad. Filipinas cuenta ya con un héroe y una narrativa que explica el cáncer social que hay que evitar.






Bibliografía

  • ELIZALDE PÉREZ GRUESO, M.ª Dolores y ÁLVAREZ TARDÍO, Beatriz (2011): Entre España y Filipinas: José Rizal, escritor, Madrid: AECID.
  • PÉREZ VEJO, Tomás (1999): Nación, identidad nacional y otros mitos nacionalistas. Oviedo: Ediciones Nobel.
  • RETANA, Wenceslao Emilio (2014): Vida y escritos del doctor José Rizal, Charleston: Nabu Press.
  • RIZAL, José (2014): Noli me tangere, Barcelona: Linkgua.


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