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La enseñanza de las lenguas modernas en Inglaterra


De dos años a esta parte, el método para enseñar las lenguas modernas en Inglaterra ha sufrido notables reformas: se ha reconocido gradualmente que el viejo método de gramática y traducción, muy bien adaptado y adecuado, si se quiere, para el estudio del latín y del griego, que sólo pueden ser leídos y escritos, no es necesariamente el mejor para el francés y el alemán, que requieren indispensablemente la fluidez en la palabra. Ahora se conviene, generalmente, en que el objeto de la enseñanza de una lengua viva no es que los discípulos puedan aprender a traducirla con facilidad al inglés, sino más bien que se aproximen hasta donde es posible al conocimiento nativo de dicha lengua.

El informe de la Universidad de Londres, respecto a la enseñanza de las lenguas modernas en las Escuelas Secundarias de la metrópoli británica, escrito por el profesor Rippmann y el doctor Edwards, y publicado por el Consejo del condado de Londres, muestra a las claras que queda todavía mucho por hacer en Inglaterra para llegar a la altura de Francia y de Alemania en la enseñanza de los idiomas. Los dos citados profesores insisten en ese informe en hacer notar que muchos maestros parecen haber descuidado el estudio de los recientes progresos en la teoría y en la práctica del aprendizaje moderno de las lenguas. Lamentan que las más extrañas combinaciones de viejos y mal asimilados métodos modernos, se consideran frecuentemente como procedimientos evolutivos y útiles, en tanto que los verdaderos adelantos pedagógicos son vistos con indiferencia. Por otra parte, el personal que forma el magisterio para esta enseñanza en que venimos ocupándonos, no puede, ser más deficiente. Pero los párrafos más interesantes del informe del profesor Rippmann y del doctor Edwards son aquellos en que ambos inspectores describen la pronunciación francesa y alemana en las escuelas que han visitado. Por lo que ve al francés, la pronunciación de los sonidos pu, peu y peur, rara vez se efectúa con corrección y menos aún se adquiere. No se hace ninguna diferencia entre vu y vous... y hay que notar que vu se pronuncia como vieu, es decir, como si en castellano dijésemos viu. Las vocales nasales se descuidan mucho; comme casi nunca difiere en la pronunciación inglesa de con, a menos que no sea para hacerlo rimar con «bun» o para dar (¡peor que peor!) el sonido ng a la sílaba con. Las consonantes no salen mejor libradas. Nada se hace para obtener la pronunciación correcta de sonidos tan difíciles como la n mouillée en agneau, por ejemplo, o la ele, de lui (que, entre paréntesis, se pronuncia en Inglaterra como louis). Nada hay, por lo demás, en el universo, tan deplorable como un inglés hablando francés.

Cuéntase que en cierta ocasión, a raíz de una gran discusión sobre la fonética del latín, el alto clero francés preguntó a la Sagrada Congregación de Ritos de Roma «cómo debía pronunciarse el latín».

-«De todos modos... menos a la francesa», dicen que respondió el Ilustrísimo Cuerpo.

Pues una respuesta análoga podría darse a los que preguntan en Londres cómo debe pronunciarse el francés:

-¡De todos modos... menos a la inglesa!

La pronunciación del alemán en Inglaterra no es menos peregrina, a juzgar por lo que dicen los repetidos Rippmann y Edwards en el Informe relacionado, y el doctor L. Savory, quien ha escrito tanto sobre la enseñanza de las lenguas vivas. Rara vez se insiste para que los alumnos «atrapen», perdonando ustedes la palabra en gracia de lo expresiva que es, los sonidos de la índole de ich y ach, que se pronuncian, merced a una lamentable complacencia, como isch, ik o ak. Las letras v, w, s y z no se pronuncian sino muy rara vez como f, v, z y ts, sino como la pronunciación que tiene en inglés. Von, por ejemplo, no se pronuncia casi nunca fon.

A pesar de estos defectos de método y de pronunciación, los inspectores antedichos reconocen que se ha hecho mucho por la enseñanza de las lenguas vivas en Inglaterra (en comparación con lo que antes se hacía) y que no está lejano el momento «en que el estudio serio de las lenguas modernas obtenga en las aulas inglesas el importante puesto que merece».

En Alemania -dice el profesor Savory- ese momento» llegó ya hace tiempo, y el contraste entre el estado retrógrado en que se halla la enseñanza de las lengua vivas en Inglaterra y el adelanto de la misma en las escuelas superiores germanas, no puede menos que humillar nuestro orgullo nacional (our national pride).

Provisto de un permiso del Ministerio de Instrucción Pública de Alemania, el profesor Savory dedicó algunas semanas a estudiar la enseñanza de las lenguas modernas en los Gymnasien y en los Realschulen, y he aquí algunas de sus observaciones:

Las escuelas superiores de Prusia pueden dividirse en tres clases:

Primera. El viejo Gymnasien, en el cual la enseñanza corresponde más o menos a la enseñanza clásica en las escuelas públicas de Inglaterra, consistiendo en el latín y el griego, el alemán, ciencias y lengua inglesa en las provincias del Norte, y francesa en las provincias del Sur del reino, de acuerdo, como se ve, con la étnica y la geografía de la Europa limítrofe.

Segunda. El Real gimnasien, en que queda la enseñanza del latín, pero no la del griego, y en consecuencia so deja más tiempo a las ciencias y a las lenguas modernas.

Tercera. Oberrealschulen, en que están excluidos tanto el latín como el griego y en que los principales puntos de enseñanza son la historia y la literatura alemanas, el francés, el inglés, matemáticas, geografía y ciencias naturales.

El abiturienten o examen final de esto que pudiéramos llamar bachillerato, efectuado en las tres escuelas, da derecho a la admisión en las Universidades, aunque los estudiantes de medicina o de leyes están obligados a cursar latín y los candidatos para las sagradas órdenes deben cursar latín y griego antes de entrar al estudio de sus respectivas profesiones. Todas estas escuelas tienen nueve cielos, que corresponden a un curso de nuevo años. Los nombres de las clases, empezando de arriba para abajo, son: Ober y unter-Secunda, Ober, y unter-Tertia, cuarta, quinta y sexta.

Los alumnos entran a la edad de nueve años, y si son estudiosos y obtienen regularmente sus promociones al fin de cada año, pueden pasar su Reife-prufung o abiturienten-examen a la edad de diez y ocho años e ir entonces a la Universidad.

Aquellos que han pasado por los seis cielos inferiores obtienen el privilegio de servir solamente un año en el ejército en vez de dos en la infantería y tres en la caballería. La mayor parte de los alumnos abandona las aulas cuando ha pasado estos seis cursos, y así se ve que en innumerables villorrios de Prusia no existen los tres grados superiores. En este caso, las escuelas son llamadas Progimnasien, Realprogymnasien y Realschulen, respectivamente, para distinguirlas de las completas, que denominan Gymnasien, Realgymnasien y Oberrealschulen. Es, pues, necesario para un muchacho que ha cursado en una de estas escuelas más pequeñas y que desea completar su educación, pasar para los tres últimos años de su carrera a una población que posea una de las instituciones mayores, o sea de nueve años.

De los tres tipos de escuelas, la Real y Oberrealschulen son acaso las más interesantes en razón de su novedad.

La Oberrealschulen en Marburg, en la provincia de Hessen-Nassau, puede tomarse como el establecimiento típico de su clase. Situada en una ciudad de veinte mil habitantes, contiene 450 alumnos, casi todos salidos de la población o de sus alrededores. La pensión anual que la escuela reclama es 130 marcos, o sean 32 dollars 50 y debe ser pagada por todos, aun por los alumnos más pobres; pero si las autoridades están convencidas de que los padres de un muchacho no pueden afrontar los gastos, reducen la suma y aun la perdonan.

Como Marburg posee también un clásico para hombres y escuela superior para mujeres, no hay lago ninguno en el curso de nueve años y los alumnos pueden, por lo tanto, completar su instrucción preparatoria sin ir a otra parte.

El profesor Savory refiere que obtuvo el permiso necesario para pasar una semana en el Oberrealschulen y asistir a todas las clases que le plugo.

Asistió de preferencia a las de francés e inglés en todos los cursos. El francés empieza a aprenderse desde el primer año y durante los cinco primarios años se le consagran seis horas por semana. En Untersecunda el número de horas se reduce a Cinco, y en los tres cursos finales, a cuatro. Los alumnos han aprendido, pues, el francés con tres años de anticipación, con respecto al inglés, la otra lengua extranjera que se comienza a aprender en Untertertia. En esta clase se le consagran cinco horas y cuatro horas por semana en las subsecuentes. Los nuevos métodos rigen en ambas lenguas, que son, casi exclusivamente, habladas. Los alumnos son cuidadosamente instruidos en la formación orgánica de los nuevos sonidos y aprenden a hablar y leer las lenguas extranjeras de la propia suerte que aprenden a hablar y leer su lengua nativa. Los profesores de francés y de inglés son especialistas avezados, que no sólo pronuncian estas lenguas muy bien, sino que saben la manera de que sus discípulos adquieran esta pronunciación. En inglés los sonidos difíciles, como th, r y u, han sido aprendidos perfectamente casi por cada discípulo. Yo tuve la fortuna, dice el informante ya citado, a quien he venido glosando, de dar a los alumnos en Untersecunda (varían éstos entro la edad de diez y seis y la de veintiún años) una conferencia sobre nuestras escuelas públicas. Los ensayos en inglés que escribieron ellos después prueban que entendieron todo lo que se había dicho. Considerando que en este curso había estudiado el inglés sólo dos años, su adelanto era notable. La lectura de Shakespeare en Obersecunda podría compararse muy favorablemente con la que hace en Inglaterra un muchacho de quinto año. Me invitaron a dar a las dos clases superiores una lectura sobre un asunto financiero, y la discusión en inglés que siguió hubiera ciertamente emulado muchas discusiones técnicas de Oxford o Cambridge.

He aquí algunos ensayos en inglés acerca de los siguientes asuntos (entre otros) escritos por los alumnos de los mencionados cursos durante el año pasado: «Historia del drama inglés desde los tiempos de Shakespeare hasta nuestros días». 'Elementos extranjeros en la lengua inglesa. -Macbeth'. -En qué razones funda Macaulay el deber que tiene el Estado de educar al pueblo».

Es cosa evidente que estos alumnos han adquirido las lenguas extranjeras de tal suerte que son capaces no sólo de expresarse -escribiendo o hablando- sino también de apreciar de una manera inteligente la vida y la literatura de Francia o Inglaterra y, por lo tanto, de obtener una cultura humanista no inferior a la que pueden proporcionar el latín y el griego. Este fin se tiene, por lo demás, siempre a la vista. No se pregona indebidamente la supremacía de lo real a expensas de lo ideal y las lenguas modernas se miran como algo esencial y no como simple adorno o mero procedimiento en la lucha por la vida. Los alumnos reciben una simpática iniciación en lo que constituye los modismos forasteros, así como en las modalidades diversas del pensamiento contemporáneo exteriorizado por el lenguaje, y apreciando asimismo el espíritu y el trabajo de todos los grandes pueblos se unen instintivamente a este espíritu y comulgan con el pensamiento europeo en todo lo que tiene de más comprensivo y excelente en su grande y evolutivo impulso hacia la civilización.

Por lo demás, en Londres, como dice muy bien el señor Savory, en Inglaterra mejor dicho, hay ya muchos hombres eminentes que reforman de fond en comble los métodos para la enseñanza de los idiomas. Llámanse estos hombres, para no citar más que los principales, Rippmann y Edwards, en Londres: Breul y von Gleyne, en Cambridge; Berton, en Oxford; Miss Birley, en Winchester, Andrews, en Bolton, y Brigstocke, en Berkhamstea.

Todos estos maestros enseñan que las lenguas modernas son capaces de convertirse en instrumentos eficientes de una educación liberal, y el movimiento educativo ha adquirido en este terreno un impulso notable, digno por todos conceptos de estímulo y de aprobación.