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La caridad y la catástrofe de Andalucía

Concepción Gimeno de Flaquer





¡Hermosa es la Caridad! La Caridad es tolerancia, benevolencia, sacrificio, perdón, generosidad, abnegación, amor. La Caridad es la inmolación del individuo, la nulificación del yo, de ese yo, eterna manía de la humanidad; la Caridad es la negación del egoísmo, la Caridad es la base de la más pura, de la más lógica de las religiones, porque es el pedestal de nuestra religión. Gran sabiduría fue levantar el Cristianismo sobre los sólidos cimientos de la Caridad: el Cristianismo es la religión más humana, porque ha sabido prever todas las necesidades del hombre y satisfacerlas por medio de la Caridad. Es tan necesaria la Caridad a la virtud, que sin la Caridad la virtud es un nombre vano, según ha dicho uno de los padres de la Iglesia Católica.

No puede encontrarse definición más bella de la Caridad, que la que dio San Francisco de Sales.

Vedla: El hombre es la perfección del Universo, el espíritu la perfección del hombre, el amor la perfección del espíritu, y la Caridad la perfección del amor.



El primer impulso de Caridad lo tuvo Jesús en la Cruz al pedir dulcemente perdón para sus enemigos; la semilla de la Caridad brotó de los divinos labios, se esparció por el mundo y germinó en el corazón de la mujer. Las Hermanas de la Caridad existían antes que San Vicente de Paul, pero este santo las instituyó en hermandad en el año 1617. ¿Sabéis quién trabajó con San Vicente para reorganizar esa utilísima hermandad? Una mujer: Madame Legras; esta gran dama ayudó al Santo con su entusiasta celo e inteligente actividad, y por ella penetraron en París las Hermanas de la Caridad. La Caridad tuvo gran desarrollo en el corazón de la mujer, que es tabernáculo de todos los sentimientos dulces, y del corazón de la mujer pasó al del hombre, porque ella se la inspiró.

Todos los artistas están de acuerdo con tal afirmación, y por eso observaréis que la Caridad ha sido y es representada en forma femenina. Contemplad los cuadros de Rubens, Guido, Pablo Veronés, el Dominichino, Cambiaso, Perruzi, Blanchard, Mannozzi, Holbein, Cibot, Carrache y Andrea del Sarto. El notable cuadro de la Caridad, obra de este inspirado autor, se hizo para Francisco I y hoy existe en el Museo del Louvre.

¡Bendita sea la Caridad!

Al vivífico soplo de la Caridad se alzarán en Andalucía muros derribados, brillará la llama en los extinguidos hogares, se erigirán templos donde resonará la palabra de Dios, se abrirán hospitales para que los enfermos tengan mullido lecho, verá crecer el labrador doradas espigas, madurarán los frutos, riqueza del campesino, brotarán de la tierra de una manera mágica y prodigiosa, huertos, cármenes y vergeles. ¡Bendita sea la Caridad! Para ella no hay climas, ni mares ni distancias. La catástrofe de Andalucía ha tenido resonancia universal, y los pueblos que se hallaban separados de la antigua Betis por arraigadas preocupaciones, por distintos usos, leyes e idiomas, han formado lazo fraternal en nombre de la Caridad, y a los óbolos españoles se ha mezclado el óbolo francés, el inglés, el alemán y el mexicano. Los hijos del valiente Guatimotzín se han unido a los hijos del Cid para la reconstrucción de las provincias andaluzas, porque como los mexicanos aman mucho a su patria, han comprendido en toda su espantosa magnitud la horrible desgracia que pesa sobre los pobres andaluces que han sobrevivido a la hecatombe y que se encuentran sin un palmo de suelo firme en los patrios lares. Necesítase el trascurso de muchos siglos para debilitar los rencores que existen entre dos pueblos; las copiosas aguas de inmensos mares no los pueden apagar; hiere la desgracia a uno de ellos, vierte el otro una lágrima, y esa lágrima lo borra todo, porque es la lágrima de la Caridad, más poderosa para borrar rencores que las salobres ondas, los inmensos lagos, las sábanas de espuma, las montañas de nieve y las despeñadas cataratas.

La colonia española residente en México, que a justo título es denominada benéfica, espléndida y humanitaria, ha reunido en breves días diez mil pesos que el representante de España, Sr. Crespo, se apresuró a ofrecer al Rey. Actualmente están recolectando fondos los españoles para enviar mayor cantidad. Los españoles residentes en México se distinguen por la generosidad y el desprendimiento; todo dolor, toda desgracia, encuentra eco en sus tiernos corazones. Las casas de los españoles tienen sus puertas abiertas al desamparo, a la indigencia, a la orfandad y a la desgracia. Por eso la prosperidad protege a la colonia española.

¡Señoras mexicanas: ya que la Caridad es una de vuestras muchas virtudes, continuad ejerciéndola en favor de las víctimas de la catástrofe de Andalucía! Sabed, señoras mías, que en aquellas ciudades no brilla el sol, porque el polvo alzado de los escombros lo ha oscurecido; los terremotos han eclipsado el sol, el refulgente sol de Andalucía. Sabed, señoras mías, que las aves han perdido sus nidos, que ya no tienen cantos, que han suspendido su vuelo, que ya no se oyen gorjeos, que el céfiro no arrulla, que los arroyos han enmudecido porque no tienen murmurios, que no embalsaman el ambiente los nardos y los azahares, que los árboles se han desgajado, que los jardines son tumbas, las tumbas de las mujeres que han quedado sepultadas con las flores!

México, 24 de enero de 1885.





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