Introducción a «Aves sin nido», de Clorinda Matto de Turner
Benito Varela Jácome
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La literatura indianista se va liberando de elementos pintorescos, de funciones sentimentales, de la actitud paternalista de la corriente romántica, para convertirse en testimonio, en alegato reivindicador. Perú es uno de los centros de cambio de perspectiva. Las campañas ideológicas de defensa del indio de Manuel González Prada y la angustiosa crisis económica generada de la adversa guerra del Pacífico crean un nuevo clima que en la literatura se refleja en la explotación de la realidad presente. La evocación histórica, el distanciamiento, son sustituidos por el análisis directo de la conflictividad socioeconómica contemporánea. La primera novela significativa, abiertamente testimonial, es Aves sin nido, publicada en 1889.
Varios factores sociales y culturales influyen en la narrativa de Clorinda Matto de Turner (1854-1909). En su provincia natal de Calca conoce desde niña las condiciones conflictivas de —2→ existencia del mundo rural. Se forma culturalmente en Cuzco. En 1871 se casa con el comerciante inglés José Turner y se reintegra al mundo campesino, en la alejada ciudad de Tinta, provincia de Canchis, lugar de la dramática sublevación de Túpac Amaru en 1780. Su preocupación literaria tiene una primera manifestación en la actividad periodística, como colaboradora y fundadora de publicaciones como el semanario femenino de ciencias y artes El Recreo y El Perú Ilustrado. La lectura entusiasta de Ricardo Palma influye decisivamente en sus Tradiciones cuzqueñas, publicadas en dos volúmenes en 1884 y 1886. El costumbrismo, los recuerdos familiares, los bocetos biográficos, los artículos recogidos en Hojas sueltas, son superados por su producción novelística, representada por Aves sin nido, Índole (1891) y Herencia (1893).
En el proceso de objetivización de la autora peruana su segunda novela, Índole, intensifica la realidad con procedimientos naturalistas; en la conflictividad entre los estamentos socioeconómicos opuestos se sirve de la «fisiología comparada»; plantea las condiciones de servidumbre de los pongos (criados domésticos), y desarrolla una violenta crítica anticlerical, centrada en el privilegio y los abusos del cura don Isidro Peña. Por otra parte, Herencia continúa uno de los núcleos narrativos de Aves sin nido, al retornar el protagonismo de los Marín y contar el matrimonio de la mestiza Margarita. La ambientación en Lima nos separa de la explotación político-social provinciana, pero, en cambio, se analizan los procesos de labilidad social y la política del parlamentarismo y los representantes del pueblo. Además, la postura de la escritora se aproxima al naturalismo, al convertirse en «un observador fisiológico».
El año 1889 es una fecha clave para la narrativa
realista peruana. Mercedes Cabello de Carbonera incorpora
a sus novelas procedimientos de Tolstoi y Zola para su aguda
crítica de la clase alta limeña y de los prohombres
políticos en Blanca Solar y Las consecuencias, publicadas
en el mismo año que Aves sin nido. Para su novela,
Clorinda Matto de Turner aprovecha sus experiencias del mundo
rural del departamento de Cuzco. Con una perspectiva omnisciente
reconstruye un escenario y dinamiza la acción de un
grupo de personajes extraídos de dos opuestos medios
étnicos y socioeconómicos. La vieja fórmula
de enfoque especular, propugnada por Stendhal -le roman c'est
un miroir qui se promène sur une grande route- orienta
los propósitos manifestados por la autora en el proemio:
«La novela tiene que ser la fotografía que estereotipe
los vicios y las virtudes de un pueblo»
; testifica, además,
la exactitud de los cuadros, tomados del «natural, presentando
al lector la copia para que él juzgue y falle»
. Por
otro lado, tiene conciencia de la situación de los
indígenas, porque ha observado directamente sus costumbres
y su situación de injusticia.
La novelista parte de unas realidades observadas y de la situación política proyectada sobre el ámbito provinciano. Pero en la exploración de contextos se mezclan elementos costumbristas, enfoques realistas, quedan huellas románticas y funciones folletinescas que contrastan radicalmente con ciertos alardes biológicos del naturalismo. El código descriptivo del espacio pertenece a un realismo moderado, con escaso detallismo: en el montaje urbano entran sólo elementos básicos que nos trasmiten significados socioeconómicos: está representada la perspectiva vertical; en cambio, las pampas y huertos que rodean Killac se contemplan en perspectiva horizontal: incluso en la ascensión a la abrupta geografía de los Andes, la verticalidad queda atenuada por connotaciones generalizadoras. En el mismo capítulo (XXV, 2.ª p.), la visión del ferrocarril se desobjetiviza con imágenes enfáticas, gastadas. Sin embargo, la perspectiva externa del narrador omnisciente nos ofrece focalizaciones detallistas de algunos agentes del relato Y dinamiza sus movimientos en concretos marcos espaciales.
La herencia del romanticismo
se mantiene en ciertos poetismos descriptivos estereotipados,
así como en bastantes clisés sentimentales.
Las reacciones subjetivas de los agentes desolados,
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perseguidos
o enamorados expresan sus sentimientos y reacciones con sintagmas
altisonantes, tópicos expresivos, formas enfáticas,
perífrasis retóricas. Las reflexiones en voz
alta de Manuel (capítulo V, 2.ª), auto-confesión
de su amor por Margarita, fluyen en un ritmo entrecortado,
febril, bastante próximo a las autorreflexiones del
teatro y las novelas románticas. Los tópicos
románticos también se engarzan en la parte
narrativa, y, a veces, se manifiestan en proyecciones sentimentales
sobre la naturaleza, como en este ejemplo de regusto culto
por la mítica amorosa: «Manuel hizo un viaje de todo
punto feliz. Parecía que los dioses alados del Amor
y el Himeneo hubiesen soplado su aliento de ámbar
sobre los nevados y los pajonales que recorrió en
el ferrocarril...»
.
Hay varias secuencias de la novela que se transmutan en situaciones efectistas por los procedimientos lingüísticos seleccionados por la autora. Parece que prefiere la expresión de los sentimientos al análisis objetivo. Seguramente cree que la funcionalidad de la literatura es más efectiva si se mueve dentro de un campo de subjetividad. A veces, nos da la impresión de que la carga romántica la desborda y de que no ha tenido tiempo de encontrar la técnica realista adecuada para mover el complejo proceso agencial. A pesar de esas concesiones, nos encontramos ante un testimonio de la conflictividad étnico-social de la provincia peruana, como veremos a continuación.
Clorinda Matto, basada en sin experiencias de la tierra
natal cuzqueña, en los años de vecindad en
el pueblo alejado de Tinta, en los viajes por la cordillera
Oriental, en las vivencias de la impresionante geografía
andina, crea la fantápolis de Killac. En aquellos
años de localización de la novela, lo mismo
que hoy, en la población de las mesetas cuzqueñas
domina el amplio porcentaje de indios. Cada poblado era una
concentración de casas y chabolas; predominaban el
régimen de minifundio y las situaciones injustas de
servidumbre, frente a los latifundios de los «notables»
.
El Killac de la acción responde a ese modelo: en torno
a su plaza, «de trescientos catorce metros cuadrados»
, se
alza la iglesia, destacan las casas de los hacendados y notables
blancos, cubiertas de tejas rojas, en confusión con
las techumbres de paja, «con alares de palo sin labrar»
.
El pueblo, rodeado de huertos regados de acequias, bañado por el río, circundado de cultivadas pampas, tiene la apariencia de un lugar ameno, pacífico. Pero las fuertes diferencias socioeconómicas, el autoritarismo y los privilegios de los notables, con la debilidad económica y la indefensión de los indios y los mestizos, crean situaciones de abuso, de injusticia, generan la violencia interna que mueve toda la acción.
La escritora actúa en el cerco de la realidad (CR), representado por el mundo rural cuzqueño y sus contornos socioeconómicos y étnicos, reelabora un espacio literario, como síntesis del concreto, y selecciona unas franjas socioeconómicas y las dinamiza dentro del cerco narrativo (CN), y sobre el núcleo geosocial de Killac desarrolla el proceso agencial, que avanza en forma cronológica desde la entrada en escena (PP) hasta el desenlace (PF). Fuera queda la parcela de realidad factible de novelar, pero no novelada (-N), lo que en términos críticos se denomina contigüidad de la obra o adtexto:
Las últimas situaciones del
proceso agencial se desplazan a Lima. Pero la capital, como
modelo
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de civilización y bienestar, está presente
en las valoraciones de algunos protagonistas, desde los primeros
capítulos. En cierto sentido, la autora plantea dos
modelos de sociedad bipolarizados: barbarie- civilización,
aunque, en su pensamiento, esta concepción bipolar
está corregida en una posición próxima
al postulado de González Prada: «Donde se lee
barbarie humana tradúzcase hombre sin pellejo blanco»
.
Frente a la sociedad precaria, sometida, expoliada, Lima
representa la realidad ejemplar, culturizada, civilizada.
Por esto, de allí puede venir la regeneración.
La capital es una sugestión para el matrimonio Marín,
para las hermanas mestizas; pero su papel resulta hiperbólico
en la valoración del estudiante Manuel: «Viajar a
Lima es llegar a la antesala del cielo y ver de ahí
el trono de la Gloria y de la Fortuna. Dicen que nuestra
bella capital es la ciudad de las Hadas»
.
En el paralelo
entre el núcleo sociocultural campesino y Lima se
plantea el problema de la depresión educacional que
tanto preocupa a la narradora. La responsabilidad del Gobierno
central no parece ejecutar las soluciones, se inhibe de difundir
la instrucción en las zonas deprimidas. Por eso, el
proyecto educativo de la novelista se formula desde otra
perspectiva. La función potenciadora de la instrucción
será efectiva cuando los «mejores espíritus»
del campo puedan estudiar en la capital y retornen para participar
en el proceso renovador. Para Manuel, en Lima «se educa el
corazón y se instruye la inteligencia»
: el papel de
la juventud será decisivo, cuando se decida a viajar
a la ciudad para instruirse. Este proyecto educativo tiene
por objeto dotar a los campesinos de una moral renovada,
después de la asimilación de nuevos comportamientos
familiares. La formación, el cambio subjetivo de conciencia,
potenciarán su voluntad para emprender la renovación
de la comunidad, la transformación social, el cambio
económico. La marginación socioeconómica
sólo puede corregirse con cambios estructurales radicales.
También son portavoces de las ideas de la autora, sobre la beneficiosa función de la «instrucción popular», don Fernando y Lucía. El matrimonio Marín, introducido en la novela como representante de una clase media urbana, ilustrada, intelectual, defiende un proyecto ideológico basado en dos modelos: la moral católica, renovada, purificada, y el modelo cultural influido por las teorías positivistas y las ideas liberales.
Aves sin nido es, en primer lugar, un alegato étnico-social. Las múltiples comunidades de las pampas cuzqueñas pertenecen a la órbita del subdesarrollo, del inmovilismo: en su aislamiento del progreso se debaten entre la depresión educativa y la conflictividad étnica. La novelista plantea un programa de regeneración del indio que coincide con esta opinión, formulada en 1888, por el poeta y polemista peruano Manuel González Prada:
Estas fuerzas fácticas están actuando con una fuerza represiva en el espacio geosocial de Killac. La verdadera figura de picota es el cura, representado en el pasado por la degeneración de don Pedro de Miranda. Su sucesor en la doctrina de Killac, don Pascual Vargas, es, en el presente novelesco, un ejemplo de incontinencia y ejerce un poder omnímodo sobre los feligreses más débiles, en connivencia con el gobernador, don Sebastián Pancorbo, el juez, Hilarión Verdejo; el escribiente, Estéfano Benites, y otros «notables» del villorrio.
Dominado por la fuerza opresiva, los indios del pueblo no
cuentan con la garantía de una justicia que defienda
la propiedad y la familia, que proteja la producción
y el libre comercio. De la conservación de los privilegios
dolosos derivan otras fuerzas degradadoras del poblado mundo
andino. Clorinda Matto inicia la corriente indigenista que
tendrá una doble proyección significativa en
el siglo XX; se anticipa a la idea de José Carlos
Mariátegui: «La solución del problema
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del
indio tiene que ser una solución social»
. Pero el
problema social tiene difícil solución; se
oponen la pervivencia de la posición feudal de la
propiedad y la costumbre denigrante de las prestaciones de
servidumbre. Fuerzas internas y externas condicionan la marginación
del indio.
La escritora, personificándose en la segunda persona de plural, resalta las tensiones clave de esta situación:
El cuadro sintomático se completa con la denuncia de Fernando Marín de la lacra de la subalimentación, factor degradador de la actividad cerebral de los indígenas. El testimonio está enfocado desde una postura cientificista de raíz naturalista:
En la exploración de la sociedad rural se producen algunas contradicciones; al margen de la situación de infradesarrollo y marginación, documentada por los estudios históricos y socioeconómicos, en las interrelaciones étnicas se introducen algunos hechos que resultan insólitos en el Perú de 1888. De todas formas, la dramática situación del indio, en opresión centrípeta, está condicionada por esta constelación de funciones negativas, degradadoras de la dignidad y la libertad humanas:
En esta posición centrípeta de marginación y explotación resaltan, por sus consecuencias dramáticas, dos imposiciones denigrantes: las prestaciones de servidumbre y la injusta ejecución del reparto antelado en el comercio de la lana. La prestación rotativa se transmite desde la organización del estado incaico al gobierno de la colonia, como ha estudiado el profesor John V. Murra. Algunos privilegios de injusticia consuetudinaria se han mantenido hasta nuestro tiempo. El etnólogo Hildebrando Castro Pozo, al estudiar la estructuración de las comunidades indígenas peruanas, confirma la persistencia del núcleo comunitario del ayllu; la existencia de la minga (trabajo especial colectivo), en el yanaconaje, o sistema de explotación servil bajo el disfraz del arriendo de parcelas por los gamonales, y la persistencia de la mita o trabajo obligatorio.
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Clorinda Matto se acredita
con su novela como escritora indiófila; tiene conciencia
de la polarización del mundo rural entre encastados
o dominadores e indios o dominados. Puede criticársele
la inclusión en Aves sin nido de perspectivas contrapuestas:
enfoque costumbrista, efectismo folletinesco que funciona
como anticlímax en varias secuencias dramáticas,
elementos naturalistas desconectados, representados por la
influencia del medio y la recurrencia a expresiones biológicas,
científicas. Pero para su denuncia sociopolítica
emplea datos objetivos. Testifica la vigencia de las «costumbres
de reparto, mitas, pongos y demás»
. Mientras los indios
ejercen oficios de criado, sirven como pongos en las casas
de los caciques, las indias tienen que saldar las deudas
de la familia con la mita en la casa parroquial. La denuncia
se dramatiza en la situación de Marcela, obligada
a la prestación denigrante, por el embargo de la cosecha
de patatas, como pago de los gastos del entierro de su suegra:
El pago de la deuda de la india, con la aportación
pecuniaria de Lucía, ofende a los caciques del pueblo,
porque estos pagos podrían desestabilizar su status
de poder y privilegio; para dar un escarmiento preparan el
asalto nocturno a la casa de los Marín. La situación
de dramática dependencia se intensifica con otras
injustas imposiciones. Cuando la nueva autoridad llega al
poblado descubre en «manos de los indígenas una respetable
cantidad de recibo y de una contribución personal
y forzosa, creada ad hoc por su señoría, titulada
"Derechos de instrucción popular"»
. Se añaden
los abusos de autoridad, la persecución, los encarcelamientos
injustificados, los delitos de sangre, los sobornos onerosos.
Desde un enfoque histórico-económico, Killac
es un ejemplo de «refeudalización», dentro de unas
estructuras de estancamiento precapitalista. No podemos olvidar
que el mundo andino peruano responde al modelo de «sociedad
casta-clase». Pero además, según los sociólogos,
las «castas» mantienen todo su poder en las zonas de menor
mestizaje. Indudablemente, en el poblado cuzqueño
los blancos son una minoría reducida que se sirve
de los mestizos para imponerse por la fuerza a los indios.
La novelista nos ofrece el testimonio más denunciable
en «la costumbre del reparto antelado que hacen los comerciantes
potentados, gentes de las más acomodadas del lugar»
,
para monopolizar a precios exiguos el comercio de la lana
de alpaca. Los cobradores obligan a los indios a recibir
préstamos, como pago anticipado de la compra de la
lana: cuando llega la época de esquilmar se presentan
acompañados de mestizos armados: pesan la mercancía
y consiguen, con una «romana especial con contrapesos de
piedra, cincuenta libras por veinticinco»
: además,
la tasan a precios ínfimos.
El testimonio dramático de la autora, intensificado con la confluencia de fuerzas expoliadoras y denigradoras, nos sirve para establecer un haz de tensiones que actúa, desde el cerco del poder opresivo de los caciques y sus ejecutores, sobre los indefensos indios:
—7→Lo sintomático de esta sociedad oprimida es su pasividad, su carencia de espíritu de rebeldía: es una comunidad sufriente, sin voluntad para liberarse. Pero esto no puede sorprendernos, porque casi medio siglo más tarde, el propio Mariátegui confirma la falta de conciencia social en el campesino peruano. Por eso no podemos olvidar el didactismo de la autora al proponer un proyecto civilizador. Incluso su convencional maniqueísmo de oposición «buenos-malos» bipolariza las ideas humanitarias, filantrópicas del matrimonio Marín y de Manuel, a las ejecuciones opresivas de los caciques. Podemos ejemplarizar estas dos funciones con las ópticas bipolares de Lucía y don Pascual:
a) Función humanitaria | b) Función de imposición | |
-óptica de Lucía- | -óptica del cura y notables- | |
deseo de justicia | vs. | deseo de sometimiento |
medios para obtenerla (convencimiento, dinero) | vs. | medios para lograrla (amenaza, violencia, coacción) |
deseo alcanzado | vs. | resultado no alcanzado |
La narratividad de Aves sin nido se apoya un en protagonismo colectivo, estructurado en varios procesos agenciales, movidos por las tensiones socioeconómicas, la conflictividad étnica y una historia amorosa de final infausto. Dos foráneos, el matrimonio Marín, por su paternalismo con los indios, atraen las iras de las autoridades del pueblo Y sufren el asalto a su casa, frustrado por la intervención de Manuel, pero que deja el balance trágico de la muerte de los esposos Yupangui. Nos encontramos ante un esquema de funciones desencadenantes:
—8→La violenta asonada de «castigo» genera un haz de funciones nucleares que moverán el resto de la acción. Marcela muere a consecuencia de las heridas, en la casa de los Marín, y éstos recogen a las huérfanas Margarita y Rosalía. Manuel descubre que su padre, el gobernador don Sebastián, intervino en la preparación del asalto. El juez y sus aliados inculpan y encarcelan al inocente campanero, el indio Isidro Champí, como presunto responsable de los hechos, y obligan a su mujer a entregar cuatro de sus vacas para sobornar a las autoridades.
Pero, sobre todo, entre las consecuencias del asalto resalta la conducta invertida de uno de sus responsables. El cura don Pascual presta los auxilios espirituales a la moribunda Marcela, y al conocer su secreto en confesión se arrepiente públicamente de su conducta desordenada y de sus expoliaciones. La novelista plantea el proceso transformador sobre tres funciones cardinales: la conciencia de culpabilidad, la grave fiebre tifoidea, y la muerte, al ser derribado por un caballo cuando está llegando a Lima. Se apoya este núcleo agencial en la casuística moral de la elección entre dos comportamientos opuestos, con el desenlace punitivo por haber delinquido contra el código religioso. Podemos diagramar así el planteamiento de la estructura paradigmática binaria:
La conflictividad multiaccional se completa con
una historia amorosa que surge como consecuencia de la muerte
violenta del matrimonio Yupangui, pero se convierte en un
juego de sentimientos idílicos. La viabilidad del
enamoramiento de Manuel y Margarita y la adopción
de las dos huérfanas mestizas por el matrimonio Marín
significa una superación del código clasista
de las barreras étnicas. Pero el proceso amoroso,
favorecido por la aprobación de los protectores, se
idealiza con clisés sentimentales, con el lirismo
desmesurado de las declaraciones y las autorreflexiones delirantes.
La felicidad del pueblo parece consumarse en el reencuentro
en el Cuzco, con la intención de Manuel de formalizar
el contrato, con la autorización de don Fernando.
Pero una fuerza ciega cambia el destino de los enamorados.
La confesión del estudiante de que no es hijo del
gobernador, sino del antiguo párroco don Pedro Miranda,
enlaza fatalmente con la revelación de Marcela, en
su lecho de muerte, a Lucía; tampoco Margarita es
hija del indio Juan. Son ilegítimos del mismo padre,
hermanos, «dos aves sin nido»
. La confluencia imprevista
de una prueba de prohibición amorosa transmuta las
promesas amorosas en desenlace fatal, precipita a la pareja
de agentes del proceso de felicidad al círculo de
la desdicha:
La crítica, invariablemente, califica este desenlace de folletinesco, de melodramático. Pero creemos que no está determinado por un simple destino ciego. Los desencadenantes del final invertido están en el interior de la misma sociedad depresiva explorada por la novelista, en la corrupción, en las imposiciones de servidumbre, en las prestaciones amorosas denigrantes.