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Épica y sentidos de Homero en «Primero sueño» de Sor Juana Inés de la Cruz

Pablo Martín Ruiz

Introducción: Primero sueño y tradición

Una de las características formales más notorias de Primero sueño es el modo en que integra tradiciones literarias diversas, el hecho de que puede reclamar su pertenencia a múltiples linajes literarios previos con los que da forma a su propia trama. Por la preocupación epistemológica que lo anima, Primero sueño pertenece a la tradición del poema filosófico, con antecedentes en los filósofos presocráticos y consolidada por Lucrecio y su De rerum natura. Por su escenario y su esquema narrativo, pertenece a la tradición del viaje iniciático de revelación, el viaje de anábasis de numerosos antecedentes inaugurados por el Sueño de Escipión de Cicerón y continuados por diversas obras medievales de las tradiciones neoplatónica y hermética. Por su retórica y sus recursos formales y de estilo, pertenece a la tradición del barroco español, especialmente a la inaugurada por las Soledades de Góngora. Estos aspectos y relaciones del poema han sido abundantemente estudiados y analizados en trabajos que forman parte del canon crítico sobre Primero sueño1.

Poco se ha dicho, sin embargo, de la relación que el poema establece con otra de las grandes tradiciones literarias de Occidente: la épica. Se trata de una tradición a la que Primero sueño alude de diversas maneras y a la que no se le ha prestado suficiente atención. El propósito de este ensayo es analizar la presencia de la tradición épica y de Homero en Primero sueño y señalar algunos de los modos en que lo épico está relacionado por un lado con la forma y la estructura del poema, y por otro lado con sus núcleos significativos más relevantes. Este propósito va acompañado de la tesis suplementaria de que el análisis de ese componente épico permite plantear las líneas principales de una lectura ética del poema.

Presencia de la épica

Para mayor claridad de lo que sigue, convendrá tener presente el esquema narrativo de Primero sueño, que puede resumirse en unas pocas líneas. Al caer la noche, liberada de las ataduras del cuerpo dormido, el alma emprende un viaje hacia las alturas en busca del conocimiento y la comprensión del universo. Este esfuerzo por alcanzar el conocimiento consta de dos intentos sucesivos. El primero consiste en tratar de comprender la totalidad mediante un único acto de intuición. Las fuerzas del alma resultan insuficientes para concretar este esfuerzo y el alma se retira derrotada. El segundo intento consiste en un método progresivo de clasificación y organización sistemática del todo en categorías. Cuando el alma está todavía tratando de organizar la realidad de esta manera, abrumada por la magnitud de los obstáculos que deber sortear, llega el amanecer y el alma se ve obligada a volver al cuerpo que despierta2. En ese momento termina el poema.

Pasemos entonces a considerar la presencia del elemento épico. La señal más directa de la conexión del poema con la tradición épica es la presencia de Homero. Homero es el único poeta mencionado en el poema y Sor Juana alude tanto a la Ilíada como a la Odisea cuando se refiere, en dos versos consecutivos, a las acciones de sus respectivos héroes: las proezas de Aquiles (v. 385) y las sutilezas de Ulises (v. 386). Veamos el largo pasaje que incluye esas alusiones cuando el alma, desde lo alto de su vuelo, contempla las pirámides de Egipto como parte de su primer intento de alcanzar la comprensión del mundo:

éstas, que glorias ya sean gitanas,

o elaciones profanas,
380

bárbaros jeroglíficos de ciego

error, según el griego

ciego también, dulcísimo poeta

-si ya, por las que escribe

Aquileyas proezas
385

o marciales de Ulises sutilezas,

la unión no lo recibe

de los historiadores, o lo acepta

(cuando entre su catálogo lo cuente)

que gloria más que número le aumente-,
390

de cuya dulce serie numerosa

fuera más fácil cosa

al temido Tonante

el rayo fulminante

quitar, o la pesada
395

a Alcides clava herrada,

que un hemistiquio solo

de los que le dictó propicio Apolo:

según de Homero, digo, la sentencia,

las pirámides fueron materiales
400

tipos solos, señales exteriores

de las que, dimensiones interiores,

especies son del alma intencionales:

que como sube en piramidal punta

al cielo la ambiciosa llama ardiente,
405

así la humana mente

su figura trasunta,

y a la Causa Primera siempre aspira.



En estos versos aparecen mencionados los dos héroes de los poemas homéricos, dentro de un pasaje que gira en torno a Homero. ¿Cómo entender esas referencias a los orígenes de la tradición épica en el primer momento culminante del poema? ¿En qué consiste el diálogo que Primero sueño establece con ellos? Con respecto a los héroes, propongo un sentido doble para esas referencias. Por un lado, los dos héroes pueden verse como figuras de cada uno de los dos intentos del alma por alcanzar conocimiento. El guerrero Aquiles (caracterizado por sus «proezas») representa el primer intento, el de alcanzar el objetivo mediante un único movimiento de pura fuerza, mientras que el ingenioso Odiseo (caracterizado por sus «sutilezas») anuncia el segundo, cuyo objetivo es la organización progresiva y razonada del universo. De este modo, el alma que protagoniza el poema resulta de algún modo transformada, a través de esta doble identificación, en una suerte de héroe épico.

Por otro lado, los dos poemas homéricos corresponden a las dos metáforas básicas que estructuran Primero sueño: el viaje y el combate. A partir del esquema narrativo del poema se hace evidente la presencia del viaje, pero no menos evidente es la importancia del combate3. El tono está dado desde el comienzo, con la sombra surgida de la tierra declarando la guerra al cielo. De ahí en más, casi todo en el poema participa en algún enfrentamiento: la noche contra el día, el alma contra la realidad, el sueño contra el cuerpo, el águila contra el sol, los ojos contra los rayos luminosos, los volcanes contra el cielo, la luz contra la oscuridad. El poema termina simétricamente, con la guerra cíclica entre los ejércitos de la aurora que llega triunfante y de la noche que se retira derrotada, en un largo pasaje de ostensible clima bélico. Es decir que el poema entero puede verse como atravesado por la matriz épica de los dos poemas homéricos: Primero sueño es una evidente Odisea, la del viaje del alma que busca conocer, enmarcada y recorrida por el ámbito de la Ilíada, el del enfrentamiento y el combate.

El hecho de que Homero es el único poeta mencionado en el poema, y que las dos obras que se le atribuyen son explícitamente aludidas, sugiere que Sor Juana está señalando a la tradición épica occidental, y la homérica en particular, como un linaje posible de su poema. Pero además hace de esta tradición un recurso que lo dota de unidad, a través de la fusión de ambos poemas y de las tareas de sus héroes. Tal vez haya que notar que inmediatamente después de la mención de Aquiles y de Ulises, Sor Juana comienza el verso siguiente con las palabras «la unión». Si bien aquello a lo que se refiere este verso es la unión de los historiadores (en el sentido de su gremio, su asociación), la ambigüedad de esa palabra permite leer también una alusión a la unión de los dos héroes en la figura del alma, y junto con ella la de los dos poemas homéricos en la propia textura del poema.

Veamos ahora el otro aspecto de la presencia de Homero en este pasaje de Primero sueño: la relación que Sor Juana establece entre Homero y los historiadores, es decir, entre poesía y verdad. Para esto es necesario primero prestar atención a la forma del poema.

Épica y hermenéutica: una alegoría de la lectura

Primero sueño resiste primeras lecturas. Quien lee por primera vez el poema tiende a fracasar, debido a la complejidad múltiple de los versos y a los obstáculos que presentan: hipérbaton extremado, referencias eruditas en alusiones parciales, léxico infrecuente o largas subordinadas dentro de otras subordinadas son algunas de las dificultades que se deben sortear. Es una dificultad que Sor Juana no repite en otros textos, como si en Primero sueño estuviera especialmente justificada y tuviera una finalidad4. Esta deliberada complejidad hace que el lector, como el alma en el poema, tenga que abandonar el primer intento para tratar de avanzar progresivamente, línea por línea, en su camino hacia la comprensión. Es solo cuando el lector vuelve al comienzo y organiza cuidadosamente las diversas partes que el poema comienza a revelarse (pero solo comienza; el lector nunca alcanzará una posición donde se sienta en posesión intelectual del poema, y Sor Juana parece jugar con eso también, para hacer que el paralelismo sea completo).

Para decirlo de otra manera, hay una comunicación entre la forma y el contenido que es central en Primero sueño y en la concepción de su arquitectura. Propongo el siguiente principio compositivo: Primero sueño fue escrito de modo que el lector involuntariamente reproduzca con respecto al poema que intenta leer las acciones del alma con respecto al mundo que intenta conocer, de modo que se produzca un paralelismo entre lo que el poema narra y el acto de leerlo. Una vez observada esta característica formal, solo hay que dar un paso más para inferir que, en la medida en que el lector está reproduciendo los movimientos del alma, también ha sufrido una suerte de metamorfosis: primero actúa como un Aquiles que lucha por abrirse paso entre la opacidad del sentido del poema, y después avanza como un Ulises que recurre a sutilezas y astucias para eludir los múltiples obstáculos presentados a la comprensión.

Resumamos lo anterior: Primero sueño reclama su pertenencia a la tradición de la épica occidental al aludir directamente a la Ilíada y a la Odisea, incluyendo de manera explícita a su autor y a sus dos personajes principales. Por otra parte, puede verse a Primero sueño como el resultado de la unión de las dos epopeyas homéricas mediante la combinación de los motivos del viaje propio de la Odisea y del combate propio de la Ilíada, que estructuran el poema. Y a través del modo en que fue formalmente concebido, el poema obliga al lector a actuar de un modo análogo al alma del poema y lo transforma en una suerte de héroe épico, al tiempo que hace de la lectura del poema una renovada batalla verbal, una odisea hecha de palabras5. Pero hay un elemento más en relación a Homero y la tradición épica. Al señalar el rechazo de Homero por parte de los historiadores, Sor Juana ubica a Homero y a la poesía en un lugar desde el cual pueden desafiar el estatuto de la historia como depósito natural de la verdad.

Antes de considerar esta relación entre Homero y la historia, propongo considerar un sentido posible del más evidente de los aspectos formales de Primero sueño: el hecho de que se trata de un poema. Sor Juana podría haber optado por escribir su manifiesto escéptico no en verso sino en prosa, como hizo con otros de sus textos. Recordemos que los dos antecedentes concretos de sueños de revelación que Sor Juana seguramente conocía están escritos en prosa: El Sueño de Escipión, de Cicerón (el más antiguo y el origen de esta tradición), y el Iter extaticum, del jesuita alemán Atanasius Kircher (escrito unas tres décadas antes que su poema). Desde luego que existían antecedentes de poemas en los que la búsqueda de revelación está presente. Especialmente relevantes para Sor Juana son los casos de Dante y de San Juan de la Cruz. Pero la abundante presencia de obras en prosa que comparten la materia narrativa a la que Sor Juana recurre en Primero sueño nos permite recordar que la elección de la poesía como medio no es evidente. Y por lo tanto puede pensarse como significativa. De hecho, esta elección le permite a Sor Juana hacer del lenguaje un objeto de reflexión y hasta proponer una implícita crítica del lenguaje.

Veamos esto más detenidamente. Poesía y conocimiento han tenido, desde Platón y su expulsión de los poetas de la república ideal, una relación conflictiva en la historia cultural de Occidente. Se trata también de un combate, que se libra con el arma que ambos comparten y en la que ambos existen, que es el lenguaje. Primero sueño puede leerse como una respuesta a esta antigua oposición. El poema proclama el fracaso del lenguaje como herramienta para conocer (el discurso vacila, se retira cobarde, es incapaz de articularse en conceptos) al tiempo que expone un lenguaje poético refinado y pleno de virtuosismo. El lenguaje que dice la incapacidad de formular conocimiento lo hace exhibiendo esplendor retórico. En el contraste con el lenguaje filosófico que fracasa, el lenguaje poético adquiere una renovada vitalidad. Es decir que el poema declara los límites de la racionalidad del lenguaje y es al mismo tiempo una celebración del potencial estético del lenguaje6.

Es acá donde se completa la relevancia significativa de la presencia de Homero en el poema. Volvamos al pasaje citado en la sección anterior. Cuando Sor Juana señala la posibilidad de que los historiadores incluyan a Homero entre los suyos, y la gloria que esta inclusión les depararía, la razón que ofrece es fundamentalmente estética, nacida de la perfección de sus versos. Como harían los poetas románticos más de cien años después, Sor Juana presenta a la poesía como fuente posible de verdad y conocimiento, desafiando las pretensiones de la razón a través de la perfección estética. También juega con la leyenda de la ceguera de Homero, en un poema en el que las imágenes de la luz y la visión tienen un rol central como metáforas del conocimiento. Hay otro modo de adquirir conocimiento, parece sugerir Sor Juana, que el de los ojos de la razón, y este sería el de la luz interior del poeta.

La fuente de la frase que Sor Juana le atribuye a Homero ha sido rastreada en vano. La atribución tiene todo el aspecto de ser deliberadamente falsa, lo que hace que «Homero» sea ya no el poeta sino un puro símbolo. Incapaz de la «vista» requerida para obtener conocimiento filosófico, está sin embargo en condiciones de producir verdad a través de la eficacia de su poesía. Agreguemos que Sor Juana ofrece no solo lo que probablemente sea el primer caso de un tratamiento simbólico en una obra literaria de la figura de Homero y sus poemas, sino también el más complejo y elaborado. Para encontrar un caso comparable habrá que esperar hasta comienzos del siglo XX, cuando James Joyce escribió el Ulises. Con todas las diferencias que hay entre sus obras y la distancia temporal y geográfica que hay entre ellos, Joyce y Sor Juana comparten sin embargo el siguiente rasgo: para ambos Homero es una presencia silenciosa entre las palabras, un organizador callado y secreto del mundo.

La frase que Sor Juana falsamente le atribuye es un modo indirecto de afirmar el valor de la poesía para formular algún tipo de verdad de orden simbólico. También es relevante que la frase se refiera a las pirámides, uno de los símbolos centrales de Primero sueño (recordemos que la primer palabra del poema es «piramidal») y que incluye entre sus posibilidades semánticas, explicitada en este mismo pasaje, la de aludir a la mente misma como complemento de la vista para alcanzar entendimiento7. Este último es el sentido que les da la supuesta frase de Homero hacia el final del pasaje citado: las pirámides como tipos del alma y de la mente humana. La poesía, de este modo, se transforma para Sor Juana en una herramienta de la batalla por el conocimiento, en un arma privilegiada de ese combate.

Épica, fracaso y dimensión ética

Hay un último aspecto de la relación entre Primero sueño y la épica que queda por analizar. En términos narrativos, hay dos momentos que pueden verse como culminantes en el poema. El primero es el que acabamos de ver y ocurre cuando el alma alcanza la altura máxima y trata de extender su mirada sobre la totalidad del universo. Cuando el alma fracasa, Sor Juana recurre a una figura mitológica para ilustrar este fracaso: Ícaro, cuyo intento de volar famosamente fracasa por acercarse demasiado al sol. Veamos ese pasaje:

Tanto no, del osado presupuesto,

revocó la intención, arrepentida,
445

la vista que intentó descomedida

en vano hacer alarde

contra objeto que excede en excelencia

las líneas visuales,

-contra el Sol, digo, cuerpo luminoso,
460

cuyos rayos castigo son fogoso,

que fuerzas desiguales

despreciando, castigan rayo a rayo

el confïado, antes atrevido

y ya llorado ensayo,
465

(necia experiencia que costosa tanto

fue, que Ícaro ya, su propio llanto

lo anegó enternecido)-


En este fragmento se hace evidente el modo en que el combate estructura el avance del alma. La osadía, el alarde, el castigo, las fuerzas desiguales, el atrevimiento, conforman un vocabulario con el que se construye la matriz épica mencionada.

El segundo momento ocurre cuando el alma está cerca de concluir que la comprensión del universo tal vez sea posible mediante el análisis metódico y la discriminación de lo que existe. El alma se siente abrumada ante la inmensidad de la tarea, convencida del fracaso inminente. La figura mitológica a la que ahora recurre Sor Juana es la de otro viajero del sol: Faetón. Recordemos que Faetón es el hijo de Apolo que intenta conducir el carro del sol, cae del cielo y muere. Notemos que su osadía (y lo mismo puede decirse de Ícaro) no tiene por finalidad la obtención de conocimiento. Podríamos preguntarnos por qué Sor Juana no recurrió a otros personajes mitológicos, como Prometeo u Orfeo, que protagonizaron desafíos de igual magnitud en cuanto a osadía y ambición pero con un objetivo más afín a Primero sueño: poseer el conocimiento que está en poder de los dioses, más allá del alcance humano. Por qué no ver en esa omisión un indicio de significación. Esa elección parece desviar el sentido del poema del componente epistemológico hacia un componente ético. Este elemento ético, representado por los vuelos fallidos de Ícaro y Faetón, propone la empresa imposible como aspiración, como forma del destino deseado.

Sor Juana se refirió a esta aspiración en otros dos poemas. En el soneto 149, hace una apología de aquel que no teme en su osadía, y el símbolo de comparación es Faetón. El vocabulario es similar al de Primero sueño y Sor Juana insiste en el atrevimiento y la osadía ante el peligro, ante lo que excede las propias capacidades. También en el Encomiástico poema a los años de la Excma. Sra. Condesa de Galve encontramos la misma exaltación de la meta imposible:

No lo imposible me excuse

de tan arduo, tan costoso

empeño, que en lo imposible

no se desaira lo corto.

En inaccesible blanco

no es el yerro vergonzoso

del tiro, si basta al triunfo

haber apuntado sólo.

Cegar por mirar al sol,

es gloria del animoso;

y es vanidad de la vista

la ceguedad de los ojos.


(vv. 25-36)



Enfrentarse al sol con la mirada, como en el pasaje de Primero sueño en el que aparece Ícaro, vuelve a ser símbolo de la aspiración desmedida pero que la misma desmesura torna virtuosa. Veamos con más detalle el pasaje de Primero sueño referido a Faetón, que va de los versos 781 a 810. Este pasaje puede dividirse en dos mitades: en la primera se presenta a Faetón (vv. 781-795) y en la segunda se reelabora el tema (vv. 796-810). Esta segunda parte, a su vez, se divide en otras dos, equivalentes en extensión y sentido, la segunda de las cuales es una insistencia, una repetición con variaciones de la primera (vv. 796-802 y 803-810, respectivamente). Los versos finales de cada subsección muestran esta reelaboración:

al ánimo arrogante

que, el vivir despreciando, determina

su nombre eternizar en su ruina.


Estos tres versos son repetidos con variaciones unos versos más adelante:

del ánimo ambicioso,

que...

las glorias deletrea

entre los caracteres del estrago.


El poema sigue todavía ciento sesenta y cinco versos más. Pero se trata de una larga coda de forma y simetría en la que el cuerpo vuelve a despertar y el sol a reinar, hasta el siguiente combate con la noche. El punto culminante del poema ocurrió bastante antes, en estos versos memorables y repetidos que doblemente exaltan la búsqueda del destino personal que consiste en la derrota con gloria de una aspiración desmedida. Faetón desafía a Apolo sin el objetivo de obtener ninguna recompensa más que la de su propia dignidad, para transformarse mediante ese acto, contra el cual será medido y valorado, en la encarnación final de la épica del fracaso. En aquel que vence, que solo puede vencer, en el acto mismo que lo destruye.

Señalemos también la dimensión autobiográfica presente en este ideal ético, que Primero sueño señala tanto en su materia narrativa como en su forma. Desde el punto de vista narrativo, el alma que protagoniza el poema puede identificarse con la de Sor Juana en la línea final «y yo despierta». Y aunque se trata de un detalle que suele olvidarse, también el título puede leerse como una frase en primera persona: «Primero (yo) sueño»8. Es evidente que la vida de Sor Juana estuvo en buena medida orientada por la búsqueda de conocimiento como aspiración central y declarada. Pero también la forma del poema adquiere sentido autobiográfico en relación al ideal ético de la empresa ambiciosa y osada. Me refiero a la relación que Sor Juana establece entre su poema y la poesía de Góngora, a la que implícitamente se compara y a la que alude en el título, que imita al de la Soledad primera9. También en este sentido se producen paralelismos. Del mismo modo que el alma en el poema se atreve a la osadía de intentar entender el cosmos, Sor Juana se atreve a la osadía de intentar escribir como Góngora10. Se puede agregar que dada la relación que Sor Juana establece entre la lectura y la materia narrativa de su poema, pareciera haber también un juicio crítico implícito: la oscuridad de la forma gongorina es gratuita y meramente ornamental, mientras que la oscuridad de Primero sueño está justificada y cobra sentido. El poema sobre la ambición pide ser ubicado junto al quizás máximo poema de la lengua española y se atreve a la osadía de la comparación.

El sueño como acto se funde con el sueño como deseo. Un deseo cuya intensidad puede llegar al punto de resultar en la propia destrucción. O tal vez Sor Juana lo formularía de esta manera: un deseo cuya intensidad debe llegar al punto de resultar en la propia destrucción. Como en los ilusorios viajes al sol de Faetón y de Ícaro, héroes plenos en la destrucción y el fracaso que los completa, el deseo, para alcanzar la condición de una vida plena, para ser cifra de un destino justificado, debe ser un deseo de imposible.

Conclusión: épica y valores éticos en el reverso de la tradición

Como dijimos al comienzo, Sor Juana recurre a una serie de tradiciones en las que inscribe su poema y a partir de las cuales lo compone. Pero al mismo tiempo que usa esas tradiciones, las cuestiona y las invierte. Mientras los poemas filosóficos proclaman la posibilidad del conocimiento, Primero sueño sugiere su imposibilidad. Mientras los sueños de revelación culminan con una epifanía y un acceso a la verdad, Primero sueño termina con la frustración de esa expectativa. Mientras Góngora escribe con una oscuridad barroca que se agota en el gesto del estilo, Sor Juana la dota de sentido y la justifica.

Lo mismo puede decirse de su relación con la tradición épica. El combate y el viaje de Homero son exitosos: Aquiles derrota a los troyanos, Ulises regresa a Ítaca y a Penélope. Sor Juana combina los dos elementos que están en el origen de la épica, el viaje y el combate, y los encamina hacia el fracaso11. Y recurre además a dos figuras del mito que emprenden viajes hacia la nada que son también combates perdidos de antemano, y que tienen en el fracaso su destino inevitable.

Pero el movimiento en relación con la épica es en realidad doble. Sor Juana no solo invierte el destino del héroe épico llevándolo del éxito al fracaso, sino que además invierte la valoración de ese fracaso, que pasa de ser evitado a ser deseable. Sor Juana transforma el fracaso en un nuevo ideal paradójico del personaje épico. O mejor dicho, hace de ese fracaso un nuevo ideal que transforma a quien lo adopte en personaje épico en la medida en que se proponga un objetivo que exceda sus posibilidades. Las raigambres en la épica que hemos detallado, sumadas al lugar prominente que Sor Juana le asigna al personaje de Faetón en el clímax mismo del poema, permiten incluso sugerir que Primero sueño tal vez no sea primariamente un poema epistemológico, cuyo núcleo sería la imposibilidad de adquirir conocimiento, sino un poema ético, cuyo núcleo sería la justificación de la vida a través de la persecución obstinada de un objetivo imposible. Habría entonces formulada en el poema, a través de esta particular utilización de la tradición épica, una preceptiva ética basada en la exaltación de la voluntad. Por su relación con el objetivo inalcanzable, esa preceptiva puede verse condensada en las «sirtes tocando de imposibles» (vv. 828-9), fórmula que aparece en el momento preciso en que el alma debe interrumpir su vuelo ante la llegada del día. Se trata de una preceptiva clara en el ideal que expone y en su condición paradójica, en tanto exige que una de las condiciones del éxito sea el fracaso, en tanto presenta a la derrota como requisito para la posibilidad del triunfo.

La tradición de la ética y de los modelos de vida propuestos como ideales es también abundante, tanto en filosofía como en religión. Basta recordar a Sócrates, a los estoicos o a los epicúreos de la antigua Grecia, o a los ascetas y los mártires del cristianismo presentados por el afán catequizador de la iglesia en las vidas de santos y la legenda aurea. También en relación con esta tradición Sor Juana invierte y cuestiona los modelos. La osadía y la ambición del ideal que promueve son valores que repetidamente fueron juzgados de manera negativa y que fueron vinculados, especialmente en la ética cristiana, con las reprobables inclinaciones a la vanidad y la arrogancia.

La historia de la filosofía puede verse como la manifestación de dos vertientes principales: la que trata de dar cuenta de la realidad y conocer su naturaleza última, y la que se pregunta por la conducta y por el modo adecuado de conducir la vida. La metafísica y la ética. El componente filosófico de Primero sueño ha sido leído casi exclusivamente en función de la primera de esas vertientes, la que se pregunta por la realidad, vinculada con su aspecto epistemológico y con la búsqueda de conocimiento. Habría que destacar que igualmente presente está la otra vertiente, la que se pregunta cómo vivir, que hace de Primero sueño un poema ético y una indagación de la conducta. Y este componente ético del poema está directamente relacionado con el tratamiento y uso que Sor Juana hace de la épica.

Cabe preguntarse, para concluir esta lectura, hasta qué punto la vida de Sor Juana no puede verse a la luz del modelo ético que acabamos de bosquejar. Poner en correspondencia su poema y su vida hace que entren en diálogo y que parezcan confirmarse e interrogarse recíprocamente.

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