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«Dónde estás con tus ojos celestes». La traducción, un problema dialectal y un capítulo de novela

Graciela Noemí Balegno





Para el siguiente trabajo es conveniente comenzar diciendo que resultó interesante tratar sobre la posibilidad de la traducción del capítulo número seis de la novela del escritor cordobés, Daniel Moyano (1930-1992), titulada Dónde estás con tus ojos celestes1, debido a las particularidades que presenta y que se precisarán a continuación.

En dicho capítulo, el escritor construye un diálogo entre Juan, el personaje de la novela y, la estatua de un guerrero que se encuentra situada en la Plaza del Cascorro en Madrid; la conversación se realiza en castellano pero recreando las diferentes variedades dialectales de los inmigrantes que recibió Argentina, además y, como no podía ser de otro modo, queda presente en la citada parodia la voz del gaucho. El protagonista de la historia al encontrarse con la estatua del héroe, por motivos que surgen de su propio razonamiento, siente que es el alma del general Pezuela que se ha metido en ella.

En el capítulo trabajado, el protagonista se formula planteos comparativos respecto de la figura de San Martín y de la figura de Pezuela, por supuesto elevando la figura del Padre de la Patria como hombre libertador contra un virrey del Perú perdedor de batallas y países; en cierta manera, para ponerlo como testimonio de la dominación de los conquistadores y de la lucha americana por conservar los dominios del continente.

El personaje comienza el diálogo con la estatua del héroe desde un castellano actual, «le digo que no comprende nada general» (pp. 78), luego pasa a ciertas formas del castellano antiguo «Mas heme aquí perdido en un parlar» (pp. 79), para terminar tomando la voz del gaucho «Del Bragao aparcero, dejuramente de un pueblito questaba a tiro de jusil del lugar ande usté perdía las batallas y juía al galope» (pp. 79).

Ahora bien, el planteo que surge al considerar la posible traducción de la obra se centra fundamentalmente en la preocupación por la forma en que se mantendrían las significaciones sugeridas desde la recreación de esas voces y, por lo tanto, no se viera truncado el acto comunicativo que debe llegar a los interlocutores o lectores con la intencionalidad tal y como lo quiso su autor. Es decir, si se tiene en cuenta que hay un criterio teórico de traducir un texto en forma global, la subjetividad o la connotación perseguida en la recreación de las voces, posiblemente se vería escindida, o bien, se dispersaría el efecto buscado tras el impacto comunicativo si no se lograra reflejar en la lengua de llegada ese valor social que el autor necesita plasmar como testimonio. ¿Cómo llevar el «autor al lector y de llevar al lector al autor»? (Schleidermacher en P. Ricoeur, pp. 25).

La ubicación contextual puede ser uno de los factores determinantes para resolver esta situación. La referencia sobre este particular se debe a que, el entorno, las circunstancias, el tiempo, hacen que se produzcan unos hechos y no otros. La situación de desarraigo solamente la conocen desde adentro quienes la han padecido, por ende, la cercanía con ciertos personajes o acontecimientos marcan definitivamente a los personajes, le dan su impronta, de igual manera como ocurre en la vida misma. El contexto del personaje de esta novela es la del recuerdo, las acciones ocurren una noche de llovizna, a la salida de un bar, en un país que el protagonista aún desconoce, Juan es portador de una enorme carga afectiva. Entonces pensar en la traducción de una situación emocional y contextual correspondiente al exilio no ocasionaría mayores inconvenientes al traductor, pues sólo debería explicarse con exactitud. Aquí podría aplicarse la traductología global.

El factor interesante para tener en cuenta es el punto de la traducción de las diferentes variedades lingüísticas, más precisamente la que atañe al idiolecto. Parafraseando a Coseriu, según dice que lo que se traduce es el texto y no lenguas, un texto de origen y un texto meta. En este caso habría que plantearse cómo puede conservar el efecto del texto de origen en ese traspaso intercultural del texto meta para no destruir y mantener sin alteraciones el sentido buscado por el autor. En este caso el traductor se vería en una prueba de fuego «l'épreuve» mencionando las palabras de Ricoeur (pp. 18).

En el ejemplo trabajado no está representada la diversidad de lenguas, pero sí, está representado el idiolecto, forma que caracterizaba el habla de los inmigrantes que llegaron a Argentina entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, voces que por muchos años fueron representantes exclusivas de los grupos sociales como así también de los oficios típicos que los identificaban, aglutinados en diversas zonas o barrios de la capital del país y de las distintas provincias. Así, entonces, nos encontramos con la voz del turco: «Que basa, no begue tan fuerte, no se base, paisano» (pp. 87); la voz del inmigrante italiano: «Eh, compá Buyola, eh, paisá, aspetate un poco. Toma esto chanchito, é para osté» (pp. 89). A la hora de presentar el habla de España prefiere hacerlo utilizando el romance o español antiguo: «Mas heme aquí perdido en un parlar que no es el propio, permitidme señor que me dirija a vos en la lengua fronteriza que usaron mis ancestros» (pp. 79). Como voces argentinas: «Y aura digamé, cuñao, en lengua de qué gauchos prefiere que le cuente mis cuitas pa poder entendernos después de tantos siglos» (pp. 79). Se agrega uno de los dialectos del litoral: «¿Qué tal chamigo chiquizuela, tan mentao en los libros? ¿Quién pá lo hizo juir de la batalla montando un rosilloque de tanto galopar p'alejarse 'e los criollos» (pp. 79). El autor vuelve a ponernos frente a la voz del gaucho de Bragado quien dice: «Del Bragao, aparcero, dejuramente de un pueblito q'uestaba a tiro de jusil del lugar ande usté perdía las batallas» (pp. 79). Por último, para finalizar no deja de lado al hombre del norte: «Soy del norte, cumpa... donde los changuitos ioran descalzos por esos cerros donde ia no crecen ni los iuios. No hay ni chancua» (pp. 80).

De esta manera continúan la confluencia de esas voces a lo largo del relato. El traductor, entonces, estaría frente a varios problemas al comenzar con su traducción. Uno de los problemas a tener en cuenta, es el de la contextualización, pues desde aquí se encamina el punto de partida fundamental, considerando como primordial no defraudar las intenciones del autor para lograr transmitir, en este caso, el sentimiento de la nostalgia evocada desde un país lejano y la tristeza implícita del exilio, ese país argentino poblado por inmigrantes «crisol de razas», como se dice comúnmente, ellos dejaron acuñada gran parte de su propia cultura y que perdura hasta nuestros días, principalmente en el interior. Desde una traducción global (referida anteriormente) que tuviera en cuenta estos aspectos no tendría por qué romperse el efecto creado originalmente por el autor.

El segundo inconveniente, y aquí está el punto que considero álgido para la traducción es el correspondiente a la forma que se utilizará para transmitir la voz recreada de los inmigrantes, personajes que en la novela se distinguen, tomando sólo «voz» desde la estatua, por sus idiolectos, corresponde a representantes de los grupos más numerosos que llegaron a Argentina y al impacto que produjeron en la sociedad o viceversa, entonces, cómo podría el traductor, sin falsear a la verdad llevar el autor al lector. En palabras de Walter Benjamin2 mantener la supervivencia de las obras.

Como una posible forma para solucionar esto, y digo posible, porque lo que se refiere al lenguaje y a la lengua es muy poco satisfactorio en cuanto a traducción se trata, voy a tomar los conceptos vertidos por Eugenio Coseriu en «Lo erróneo y lo acertado en la teoría de la traducción». Este autor distingue cuatro planteamientos (pp. 216) acerca de la traducción y los califica como equivocados. Ellos son:

  1. La problemática de la traducción y del traducir se aborda como problemática concerniente a las lenguas.
  2. Se exige a la traducción (o a la traducción «ideal», pero ya teóricamente «imposible»), a menos de modo implícito, que reproduzca con los medios de la lengua de llegada todo lo entendido «en» y «por» los textos originales, todo lo comunicado por estos textos; y como la traducción no puede hacerlo se la considera «imperfecta» por su misma naturaleza, aunque necesaria desde el punto de vista práctico.
  3. La traducción como técnica relacionada con las lenguas («transposición»), se equipara al traducir, es decir, a la actividad de los traductores. Esto lleva, entre otras cosas a la paradoja de que la traducción sería teóricamente imposible pero empíricamente constituiría una realidad.
  4. Se postula un optimum de invariación genérico y abstracto, válido para toda traducción.

Si partimos de la traducción para dar referencia al contexto, como ya se dijo antes, no cabría más que dar la connotación necesaria y efectuar la traducción tomando las correspondencias que fueran necesarias, para Coseriu la traducción es semasiológica y onomasiológica3 para los textos. Ahora bien, para poder traducir las expresiones de las voces dialectales, habría que plantearse cómo podrían traducirse esos significados que designan hechos y estados de cosas. En el capítulo de esta novela nos encontramos frente al problema de que la lengua de partida nunca puede ser a misma que la de llegada, por lo tanto no caben las correspondencias en lo que voces dialectales se refiere, es decir que no podría hacerse una transposición, la realidad de la lengua de partida no puede ser identificada en la lengua de llegada. Aquí podría aplicarse la referencia que hace Coseriu respecto de lo dicho por Hjelmslev a la función de «connotación» y que sería mejor llamar «evocación», la función de evocar asociaciones (pp. 231), para el caso que aquí se presenta y según este autor trabajado sería imposible una traducción y sólo debería hacerse una adaptación4 tratando de buscar un dialecto en la lengua de llegada que pueda evocar lo mismo, para ello deberán coincidir en todo el idiolecto. El traductor debería buscar elementos que fueran comunes o reconocibles en la lengua de llegada. También y a pesar de esta posibilidad, quizás no se llegue a buen término por cuanto es muy difícil lograr que las designaciones sean las mismas tanto para una lengua como para la otra, no hay que olvidarse de las particularidades que posee el lenguaje y de las características que le son propias según el lugar, el momento histórico o las peculiaridades de los mismos hablantes. En estos casos y por ende para el texto elegido podría ser una solución apelar a aclaraciones o explicaciones dentro del texto o como notas al pie, otra posibilidad sería apelar a ejemplos parecidos en la lengua de llegada a modo de referencias de acercamiento.

En el transcurrir de estas consideraciones se llega al punto de tener en cuenta lo que Coseriu denomina distintos grados de invariaciones en cuanto a la fonética y a la grafía, en el ejemplo propuesto son herramientas efectivas de sentido del texto, por lo tanto no puede llegarse a pensar en un grado de invarianza mínima. Por todo lo dicho mediante los aportes teóricos ya se ha mostrado el uso de los ideolectos correspondientes y la invariación óptima sólo es posible en algunas partes del capítulo, es decir en las que no toca las voces de los representados.

Para concluir quisiera citar un párrafo de El hombre y su lenguaje en «Lo erróneo y lo acertado en la teoría de la traducción» (pp. 234), dice así:

El verdadero límite de lo racional no está dado pues, por el lado del lenguaje -por la diversidad de las lenguas como sistema de designación-, sino por la realidad empleada en los textos (incluyendo el lenguaje como «realidad»). Hay que insistir una vez más en este hecho fundamental: sólo por lo «dicho», sólo el lenguaje en su función semiótica en sentido estricto, puede ser traducido, mientras que no pueden traducirse «realidades extralingüísticas» que los textos presuponen, ni las realidades presentes en los textos mismos, en la medida en que funcionan, precisamente, como realidades.



Entonces a partir de lo expuesto a lo largo del trabajo puede decirse que siempre las traducciones tienen sus riesgos, en general se busca que la traducción sea lo más fiel posible a esa realidad presentada.

En la actualidad la comunicación y los actos comunicativos han adquirido posiciones relevantes y se ponen en el lugar que corresponde según la realidad de significación. Nada es menos conveniente para un autor y para el propósito de su obra que no se respete el contexto de representación. Entonces, es necesario repensar la obra y situarse en el pensamiento y esa realidad en particular; en nuestro caso, la importancia radica en el empleo de las voces dialectales como lazos fundamentales y muestra de los rasgos culturales que han incidido de manera trascendental en el pueblo y las huellas instauradas en la memoria de todo un país.

Se han presentado los pro y los contra de la posible traducción del capítulo VI de la novela Dónde estás con tus ojos celestes, es conveniente pensar que alguien que posea los conocimientos suficientes para realizar una traducción considerara interesante intentar la traducción de este capítulo para poner a prueba y constatar o no, los supuestos teóricos presentados.






Bibliografía

  • Benjamin, Walter, «La tarea del traductor», Diario de Poesía, Dossier Traducción, año III, 14 a 17.
  • Coseriu, Eugenio, El hombre y su lenguaje, Madrid, Gredos, 1985.
  • Moyano, Daniel, Dónde estás con tus ojos celestes, Buenos Aires, Gárgola, 2005.
  • Ricoeur, Paul, Sobre la traducción, Buenos Aires, Paidós, 2005.


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