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ArribaAbajo187. Medio ambiente

Ustedes saben que está contaminado el aire, las aguas, todo cuanto tocamos y vivimos. Y a pesar de esa naturaleza que la vamos corrompiendo cada vez más y la necesitamos, no nos damos cuenta que hay un compromiso con Dios: que esa naturaleza sea cuidada por el hombre. Talar un árbol, botar el agua cuando hay escasez de agua, no tener cuidado con las chimeneas de los buses, envenenando nuestro ambiente con esos humos mefíticos, no tener cuidado donde se queman las basuras, todo eso es parte de la alianza con Dios. Cuidemos, queridos hermanos salvadoreños, por un sentido de religiosidad también, que no se siga empobreciendo y muriendo nuestra naturaleza (Homilía 11 de marzo de 1979, VI p. 192).



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ArribaAbajo188. La corrupción

Podemos describir situaciones bien vergonzosas de hombres que debían darnos el ejemplo de honradez en el puesto de su gobierno, en sus negocios, en su dinero. ¿Y para qué aprovechan esos puestos, esas situaciones? Ya no se puede hacer nada por el bien común, se hace por el egoísmo. ¡Ah, si se revisaran muchas contabilidades! ¡Ah, si se pidiera cuenta de muchas obras públicas! No se ha respetado la ley de Dios por aquéllos que debían de ser el modelo, los legisladores, los que mandan. Y en el pueblo, naturalmente, al ejemplo de los de arriba cunde la duda, la incertidumbre y el afán también de aprovechar. Entonces, tenemos una nación corrupta de arriba hasta abajo, porque se han olvidado todos de la ley de Dios, nos hemos olvidado de la ley de Dios (Homilía 18 de marzo de 1979, VI p. 21l).



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ArribaAbajo189. No robarás

¡No robarás! Qué examen de conciencia podíamos hacer aquí, hermanos, cuando el robar como que se va haciendo ambiente. Y al que no roba se le llama tonto. Y al que hace un negocio o emprende una obra y no saca su mordida -a veces de millones-, no ha sabido aprovechar. ¡No robarás! Otra cosa sería el país si no se robara tanto. Quiero hacer justicia a muchas personas que tienen dinero y que son muy honradas, y se quejan de que se les echa a ellos la culpa en todo. Nos hacen mirar hacia otra parte para decir: no son las catorce familias las culpables solamente. Van multiplicándose ya esos apellidos; van saliendo ex-funcionarios bien provistos para su porvenir. Se van multiplicando propiedades, casas, negocios. ¿Será todo bien habido? ¡Bendito sea Dios! Pero, si en el f ondo está quejándose el séptimo mandamiento, no puede bendecir el Señor. ¡No robarás! Es la verdad, y lo que tienes lo has robado. Lo has robado al pueblo que perece en la miseria. Lo has robado. Hermanos, robar siempre será pecado (Homilía 18 de marzo de 1979, VI p. 215).



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ArribaAbajo190. Los no creyentes

Es Dios el que se vale de los hombres, aunque sean paganos, aunque no tengan fe cristiana. Esos hombres son instrumentos de Dios para salvar, para amar, para dar aliento, para dar esperanza (Homilía 25 de marzo de 1979, VI p. 228).



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ArribaAbajo191. Interioridad

Este es el mensaje de interioridad con que la palabra de Dios hoy nos invita a vivir una religión no de decálogos y de dogmas, un conjunto de teorías, sino unas opciones personales, íntimas, por encima de prácticas exteriores y de lugares y de cosas. No hagamos consistir la religión en esas exterioridades, sino en la sinceridad, en la búsqueda íntima de Dios, de donde brotarán como fruto el amor, la justicia, la sinceridad, la verdad. Y esto lo estamos viviendo todos los días, hermanos. Cuando tenemos amistad con una persona no nos pagamos de los aparatos externos, no nos fijamos tanto en los signos; ante todo apreciamos la sinceridad, la estimación, el amor. A esto va llegando la relación de Dios con la humanidad, una relación en la que si es cierto que habrá una jerarquía, unos aparatos exteriores, pero no va a ser eso lo substancial. De nada serviría toda la belleza de nuestros templos, toda la magnificencia de nuestros ritos, si no tuviéramos un corazón que le habla con amor, con amistad, al Señor (Homilía 1 de abril de 1979, VI p. 243).



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ArribaAbajo192. Dar la vida por los demás

A cada uno de nosotros nos está diciendo Cristo: si quieres que tu vida y tu misión fructifique como la mía, haz como yo: conviértete en grano que se deja sepultar, déjate matar, no tengas miedo. El que rehuye el sufrimiento se quedará solo. No hay gente más sola que los egoístas. Pero si por amor a los otros, das tu vida como yo la voy a dar por todos, cosecharás muchos frutos, tendrás las satisfacciones más hondas. No le tengas miedo a la muerte, a las amenazas. Contigo va el Señor. El que quiera salvar su alma, es decir, en frase bíblica, el que quiera estar bien, el que no quiera tener compromisos, el que no se quiere meter en líos, el que quiere estar al margen de una situación en que todos tenemos que comprometernos, ése perderá su vida. Qué cosa más horrorosa haber vivido bien cómodo, sin ningún sufrimiento, no metiéndose en problemas, bien tranquilo, bien instalado, bien relacionado políticamente,   —206→   económicamente, socialmente. Nada le hacía falta, todo lo tenía. ¿De qué sirve? Perderá su alma. Pero el que por amor a mí, se desinstale y acompañe al pueblo, y vaya en el sufrimiento del pobre, y se encarne y sienta suyo el dolor, el atropello, ése ganará su vida, porque mi Padre lo premiará (Homilía 1 de abril de 1979, VI p. 249).

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ArribaAbajo193. Civilización del amor

La civilización del amor no es un sentimentalismo, es la justicia y la verdad. Una civilización del amor que no exigiera la justicia a los hombres, no sería verdadera civilización, no marcaría las verdaderas relaciones de los hombres. Por eso, es una caricatura de amor cuando se quiere apañar con limosnas lo que ya se debe por justicia; apañar con apariencias de beneficencia cuando se está fallando en la justicia social. El verdadero amor comienza por exigir entre las relaciones de los que se aman, lo justo (Homilía 12 de abril de 1979, VI p. 276).



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ArribaAbajo194. Amor y verdad

Muchas veces se dicen palabras bonitas, se estrechan las manos y, quizás, hasta se den un beso, pero en el fondo no hay verdad. Por eso, una civilización donde se ha perdido la confianza del hombre a otro hombre, donde hay tanta mentira, donde no hay verdad, no hay fundamento de amor. No puede haber amor donde hay mentira. Falta en nuestro ambiente la verdad (Homilía 12 de abril de 1979, VI p. 276).



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ArribaAbajo195. Predicación profética

Llevar la capacidad de la verdad es sufrir el tormento interior que sufrían los profetas. Porque es mucho más fácil predicar la mentira, acomodarse a las situaciones para no perder ventajas, para tener siempre amistades halagadoras, para tener poder. ¡Qué tentación más horrible la de la Iglesia! Y sin embargo, ella, que ha recibido el Espíritu de la verdad, tiene que estar dispuesta a no traicionar la verdad; y si es necesario perder todos los privilegios, los perderá, pero dirá siempre la verdad (Homilía 22 de abril de 1979, VI p. 313).



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ArribaAbajo196. Predicación conflictos

Predicar la virtud ante el vicio, es provocar conflictos con el vicio. Predicar la justicia ante las injusticias y los atropellos, es provocar conflictos. El Evangelio que la Iglesia predica siempre provocará conflictos. Siempre que la Iglesia quiere ser coherente con su fundador, con el soplo del Espíritu que le dio el mensaje de llevar al mundo, o traiciona su fidelidad a ese Espíritu o pierde las ventajas del mundo pecador. Y es preferible quedarse con el Cristo que muere, pero que después resucita, a las ventajas de los perseguidores de Cristo, que por salvar su vida en este mundo, la perderán (Homilía 22 de abril de 1979, VI p. 314).



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ArribaAbajo197. No hay derecho para estar tristes

No hay derecho para estar tristes. Un cristiano no puede ser pesimista. Un cristiano siempre debe alentar en su corazón la plenitud de la alegría. Hagan la experiencia, hermanos, yo he tratado de hacerla muchas veces y en las horas más amargas de las situaciones, cuando más arrecia la calumnia y la persecución, unirme íntimamente a Cristo, el amigo, y sentir más dulzura que no la dan todas las alegrías de la tierra. La alegría de sentirse íntimo de Dios, aun cuando el hombre no lo comprenda a uno. Es la alegría más profunda que pueda haber en el corazón (Homilía 20 de mayo de 1979, VII p. 349).



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ArribaAbajo198. La voz de los que no tienen voz

En cualquier sistema o coyuntura política, la Iglesia no se identifica con ninguna opción política concreta, sino que apoya lo que en ella haya de justo, así como está dispuesta a denunciar siempre lo que tenga de injusto. No dejará de ser voz de los que no tienen voz mientras haya oprimidos, marginados de la participación en la gestación y en los beneficios del desarrollo del país (Homilía 20 de mayo de 1979, VI p. 357).



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ArribaAbajo199. El Dios de Jesucristo

Dios es el Dios de Jesucristo. El Dios de los cristianos no tiene que ser otro, es el Dios de Jesucristo, el del que se identificó con los pobres, el del que dio su vida por los demás, el Dios que mando a su Hijo Jesucristo a tomar una preferencia sin ambigüedades por los pobres. Sin despreciar a los otros, los llamó a todos al campo de los pobres para poderse hacer iguales a Él. Nadie está condenado en vida; sólo aquel que rechaza el llamamiento del Cristo pobre y humilde y prefiera más las idolatrías de su riqueza y de su poder (Homilía 27 de mayo de 1979, VI p. 365).



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ArribaAbajo200. Medio ambiente

Es espantoso oír que el aire se está corrompiendo, que no hay agua, que hay regiones en nuestra capital donde apenas llega por unos minutos y, a veces, nada; que los mantos de agua se están secando; que ya aquellos ríos pintorescos de nuestras montañas han desaparecido. La alianza de los hombres con Dios no se está cumpliendo porque el hombre es el Señor de la naturaleza y se está convirtiendo en un explotador de la naturaleza (Homilía 3 de junio de 1979, VI p. 375).



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ArribaAbajo201. Idolatría

¡Cuántos cristianos mejor no dijeran que son cristianos, porque no tienen fe! Tienen más fe en su dinero y en sus cosas que en el Dios que construyó las cosas y el dinero (Homilía 3 de junio de 1979, VI p. 378).

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ArribaAbajo202. El Dios de nuestro pueblo

Dios es el Dios de nuestro pueblo, el que va con nuestros signos, el que va con nuestras guerras y nuestras luchas, el que va con el pueblo en sus justas reivindicaciones. Este Dios maravilloso es el Dios que los cristianos hemos seguido adoptando. Este es el Dios de la revelación; no necesita grandes abstracciones ni filosofías de Atenas. No es un Dios de los filósofos. Es el Dios que decía Cristo: «Padre, te doy gracias porque has revelado estas cosas a los sencillos, a los humildes». ¡El Dios de los humildes! (Homilía 10 de junio de 1979, VI p. 389).



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ArribaAbajo203. El cristianismo no es un museo

Me da lástima pensar que hay gente que no evoluciona. Hay gente que dice: «Todo lo que ahora hace la Iglesia está malo porque no es como cuando nosotros lo hacíamos cuando éramos niños». Y recuerdan su colegio y quisieran un cristianismo estático como museo de conservación. No es para eso el cristianismo ni el evangelio. Es para ser fermento de actualidad y tiene que denunciar no los pecados de los tiempos de Moisés y de Egipto, ni de los tiempos de Cristo y de Pilatos y de Herodes y del imperio romano, son los pecados de hoy aquí en El Salvador los que les toca vivir, el marco histórico. Este germen de santidad y de unidad tenemos que vivirlo aquí en la tremenda realidad de nuestro pueblo concreto (Homilía 17 de junio de 1979, VI p. 403).



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ArribaAbajo204. El diálogo

Yo quisiera decirles que todo esto, ¿quién no lo ve?, son síntomas de una crisis y de una injusticia estructural en nuestro país. Las cosas no se pueden arreglar con represiones, con violencias. Es necesario profundizar en un diálogo que verdaderamente sea diálogo. No monólogo en defensa de un sólo modo de pensar, sino diálogo en el cual se va dispuesto a buscar la verdad y a deponer actitudes por más queridas que parezcan. Si no es así, no podremos salir de esas raíces de donde brotan tantas cosas desagradables (Homilía 17 de junio de 1979, VI p. 409).



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ArribaAbajo205. La verdad

Yo tengo fe, hermanos, que un día saldrán a la luz todas esas tinieblas, y que tantos desaparecidos y tantos asesinados, y tantos cadáveres sin identificar, y tantos secuestros que no se supo quién los hizo, tendrán que salir a la luz, y entonces tal vez nos quedemos atónitos sabiendo quiénes fueron sus autores (Homilía 16 de junio de 1979, VI p. 409).



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ArribaAbajo206. El pecado de la Iglesia

Es hora de reflexionar sobre el pecado de la Iglesia, que todos lo podemos cometer, y porque el que denuncia tiene que estar dispuesto a ser denunciado. Lo estoy diciendo con franqueza cristiana y evangélica a los cristianos, empezando por mí mismo, un análisis de nuestro comportamiento frente a las exigencias de una Iglesia que no puede volver atrás en su compromiso preferencial por el pobre (Homilía 21 de junio de 1979, VII p. 10).



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ArribaAbajo207. El gesto de Judas

También se prostituye la Misa dentro de nuestra Iglesia cuando se celebra por codicia, cuando hemos hecho de la Misa un comercio. Parece mentira que se multipliquen las Misas sólo por ganar dinero. Se parece al gesto de Judas vendiendo al Señor, y bien merecía que el Señor tomara nuevamente el látigo del templo para decir: «Mi casa es casa de oración y ustedes la han hecho cueva de ladrones» (Homilía 30 de junio de 1979, VII p. 35).



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ArribaAbajo208. Los mártires

Podemos presentar junto a la sangre de maestros, de obreros, de campesinos, la sangre de nuestros sacerdotes. Esto es comunión de amor. Sería triste que en una patria donde se está asesinando tan horrorosamente no contáramos entre las víctimas también a los sacerdotes. Son el testimonio de una Iglesia encarnada en los problemas del pueblo (Homilía 30 de junio de 1979, VII p. 37).



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ArribaAbajo209. El imperio del infierno

La muerte es signo de pecado, cuando la produce el pecado tan directamente como entre nosotros: la violencia, el asesinato, la tortura donde se quedan tantos muertos, el machetear y tirar al mar, todo eso es el imperio del infierno. Son del diablo los que hacen la muerte. La experimentan los que le pertenecen al diablo. Colaboradores, agentes del demonio, impostores de algo extraño que no cabe en el plan de Dios. Por eso la Iglesia no se cansará de denunciar todo aquello que produce muerte. La muerte, aun la muerte natural, es producto y consecuencia del pecado (Homilía 1 de julio de 1979, VII pp. 41-42).



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ArribaAbajo210. El dios Moloc

Siguen matando maestros. Continúan apareciendo cadáveres no identificados en distintas partes del país. Son tantos los que han muerto así, que ya se hace difícil hasta mencionar sus nombres o la vertiente política a la que pertenecen. Pero todos denuncian una danza macabra de venganza, de una violencia institucionalizada, pues unos mueren así directamente víctimas de la represión y otros mueren precisamente por servir a esa represión. Podemos decir que nuestro sistema es como aquel dios Moloc, insaciable en cobrarse víctimas, ya sea los que están contra él, ya sea también los que le sirven. Así paga el diablo. Por eso, cuando se me dice que yo sólo me fijo en una clase de muertos y no en otros, yo digo: ¡la muerte me duele tanto en cualquier hombre que sea! Esta danza macabra de la muerte por venganza política, es el mejor índice, espantoso índice, de lo injusto de nuestro sistema (Homilía 1 de julio de 1979, VII p. 42).



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ArribaAbajo211. Opción preferencial por los pobres

Es un escándalo en nuestro ambiente, que refleja la realidad descrita por Puebla, que haya personas e instituciones en la Iglesia que se despreocupen del pobre y que viven a gusto. Es necesario, pues, un esfuerzo de conversión (Homilía 1 de julio de 1979, VII p. 47).



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ArribaAbajo212. Iglesia de los pobres

Hay una frase en el saludo de Puebla a los pueblos de América Latina que me parece que da la pauta para aquellos que creen que cuando la Iglesia se proclama Iglesia de los pobres, como que se parcializa y desprecia a los ricos. ¡De ninguna manera! El mensaje es universal. Dios quiere salvar a los ricos también, pero precisamente porque los quiere salvar, les dice que nos se pueden salvar mientras no se conviertan al Cristo que vive precisamente en los pobres; y entonces el mensaje de Puebla dice que en esto consiste el ser pobre: «aceptar y asumir la causa de los pobres, como si estuvieran aceptando y asumiendo su propia causa, la causa misma de Cristo» (Homilía 1 de julio de 1979, VII p. 49).



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ArribaAbajo213. Los ricos

Y a los ricos les quiero decir también que no basta una pobreza espiritual, una especie de deseo pero sin eficacia, a ellos les digo: mientras no encarnen esos deseos de pobreza evangélica en realizaciones que se interesen como en su propia causa por los pobres, como si se tratara de Cristo, seguirán siendo llamados los ricos: «los que Dios desprecia», porque ponen más confianza en su dinero (Homilía 1 de julio de 1979, VII p. 49).



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ArribaAbajo214. El pueblo es mi profeta

El Espíritu de Cristo nos ha ungido desde el día de nuestro bautismo y formamos entonces un pueblo que no se puede equivocar en creer. ¡Qué consuelo me da esto, hermanos! Ustedes no se equivocan cuando escuchan a su obispo y cuando acuden, con una constancia que a mí me emociona, a la catedral a escuchar mi pobre palabra. Y no hay un rechazo, sino al contrario, siento que se acrecienta más en el corazón del pueblo la credibilidad a la palabra de su obispo. Siento que el pueblo es mi profeta (Homilía 8 de julio de 1979, VII p. 61).



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ArribaAbajo215. Micrófonos de Dios

Cada uno de ustedes tiene que ser un micrófono de Dios. Cada uno de ustedes tiene que ser un mensajero, un profeta. Siempre existirá la Iglesia mientras haya un bautizado, y ése único bautizado que quede en el mundo, es el que tiene ante el mundo la responsabilidad de mantener en alto la bandera de la verdad del Señor y su justicia divina. Por eso da lástima pensar en la cobardía de tantos cristianos y en la traición de otros bautizados. ¿Pero qué están haciendo, bautizados, en los campos de la política? ¿Dónde está su bautismo? Bautizados en las profesiones, en los campos de los obreros, en el mercado. Dondequiera que hay un bautizado ahí hay Iglesia, ahí hay profeta, ahí hay que decir lago en nombre de la verdad que ilumina las mentiras de la tierra. No seamos cobardes. No escondamos el talento que Dios nos ha dado desde el día de nuestro bautismo y vivamos de verdad la belleza y la responsabilidad de ser un pueblo profético (Homilía 8 de julio de 1979, VII p. 62).



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ArribaAbajo216. Pueblo profético

Quienes se ríen de mí, como si yo fuera un loco creyéndome profeta, debían de reflexionar. Nunca me he creído profeta en el sentido de único en el pueblo, porque sé que ustedes y yo, el pueblo de Dios, formamos el pueblo profético. Y mi papel es únicamente excitar en ese pueblo su sentido profético, que no lo puedo dar yo, sino que lo ha dado el Espíritu. Y cada uno de ustedes puede decir con toda verdad: «El Espíritu entró en mí desde el día del bautismo y me envió a la sociedad salvadoreña, al pueblo de El Salvador», que si hoy anda tan mal es porque la misión profética ha fracasado en muchos bautizados. Pero, gracias a Dios, yo quiero decir también que hay en nuestra arquidiócesis un despertar profético en la comunidad eclesial de base, en el grupo que reflexiona la palabra de Dios, en esa conciencia crítica que se va formando en nuestro cristianismo que ya no quiere ser un   —231→   cristianismo de masa, sino un cristianismo consciente; que antes de recibir el bautismo, recibe una catequesis; que antes de casarse se instruye para saber a qué se compromete y para ser en realidad honor de este pueblo de Dios. Yo me alegro, y quiero felicitar a la Iglesia de la arquidiócesis en estos esfuerzos por despertar el sentido profético de nuestros cristianos. Este carisma nunca faltará en nosotros (Homilía 8 de julio de 1979, VII p. 62).



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ArribaAbajo217. La religión necesita profetas

El profeta denuncia también los pecados internos de la Iglesia. ¿Y por qué no? Si obispos, Papa, sacerdotes, nuncios, religiosas, colegios católicos, estamos formados por hombres y los hombres somos pecadores y necesitamos que alguien nos sirva de profeta para que nos llame a conversión, para que no nos deje instalar una religión como si ya fuera intocable. La religión necesita profetas y gracias a Dios que los tenemos. Porque estaría muy triste una Iglesia que se sintiera tan dueña de la verdad que rechazara todo lo demás. Una Iglesia que sólo condena, una Iglesia que sólo mira pecado en los otros y no mira la viga que lleva en el suyo, no es la auténtica Iglesia de Cristo (Homilía 8 de julio de 1979, VII p. 63).



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ArribaAbajo218. El éxito del profeta

El éxito del profeta no es que se convierta la gente que oye su predicación; si eso sucede, bendito sea Dios. Dios ha logrado su fin por medio de su instrumento. Pero si el profeta no logra que esa gente testaruda se convierta, no importa. El éxito está en esto: en que ese pueblo testarudo, pecador, infiel, reconozca por lo menos que hubo un profeta que les habló en nombre de Dios (Homilía 8 de julio de 1979, VII p. 64).



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ArribaAbajo219. Perros mudos

Es terrible la misión del profeta; tiene que hablar aunque sepa que no le van a hacer caso. Si no le hacen caso, se perderán por su culpa, pero el profeta salvó su responsabilidad; hubo quien le dijera: «Esto dice el Señor». Y si, gracias a Dios, el malvado lo escuchó, se salvará él y también será gloria del profeta que le predicó. No podemos callar, queridos hermanos, como Iglesia profética en un mundo tan corrompido, tan injusto. Sería de veras la realización de aquella comparación tremenda: perros mudos. ¿De qué sirve un perro mudo que no cuida la heredad? (Homilía 8 de julio de 1979, VII p. 65).



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ArribaAbajo220. Iglesia profética

Muchas personas que pertenecen a altas categorías y que se sentían las dueñas de la Iglesia, sienten que la Iglesia las abandona y como que ha olvidado la Iglesia su misión espiritual: ya no predica espiritual, ya sólo predica política. No es eso, es que esta señalando el pecado y esa sociedad tiene que escuchar ese señalamiento y convertirse para ser como Dios quiere (Homilía 8 de julio de 1979, VII p. 66).



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ArribaAbajo221. Libertad esclavitud

Nadie es tan libre como el que no está subyugado al dios dinero. Y nadie es tan esclavo como el idólatra del dinero (Homilía 15 de julio de 1979, VII p. 76).

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ArribaAbajo222. Riqueza y progreso

La riqueza es necesaria para el progreso de los pueblos, no lo vamos a negar. Pero un progreso como el nuestro, condicionado a la explotación de tantos que no disfrutarán nunca los progresos de nuestra sociedad, no es pobreza evangélica. ¿De qué sirven hermosas carreteras y aeropuerto, hermosos edificios de grandes pisos si no están más que amasados con sangre de pobres que no los van a disfrutar? (Homilía 15 de julio de 1979, VII p. 78).



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ArribaAbajo223. Espiritualidad de pobre

Nadie comprende tanto al pobre como el que es pobre evangélico. Sabe lo que significa el hambre de la madre, del niño, del tugurio, porque él también vive, tal vez no en las condiciones físicas iguales, pero sí en una espiritualidad de pobre que lo hace comprender y compartir. No da como de arriba a abajo; ya no es tiempo de paternalismos; es tiempo de fraternidad, de sentir que es hermano, que me interesa el interés del pobre, del campesino, del que no tiene (Homilía 15 de julio de 1979, VII p. 78).



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ArribaAbajo224. Iglesia perseguida

Y me alegro, hermanos, de que nuestra Iglesia sea perseguida precisamente por su opción preferencial por los pobres y por tratar de encarnarse en el interés de los pobres y decir a todo el pueblo, gobernantes, ricos y poderosos: si no se hacen pobres, si no se interesan por la pobreza de nuestro pueblo como si fuera su propia familia, no podrán salvar a la sociedad (Homilía 15 de julio de 1979, VII p. 79).



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ArribaAbajo225. Víctimas de la sociedad de consumo

Si hay una enfermedad en el pobre y en la clase media para abajo, esta es la enfermedad más terrible: ser víctima de la sociedad de consumo. Querer tener ya su televisor, querer tener ya también sus recepciones como las tienen los de más arriba, querer disfrutar la vida aun sin tener lo necesario para subsistir. El espíritu de pobreza es la mejor manera de conjurar esas tentaciones que aniquilan a la familia y la felicidad del hombre (Homilía 15 de julio de 1979, VII p. 79).



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ArribaAbajo226. Iglesia pobre

¡Qué sabio es el Señor Jesucristo al decirle a los apóstoles que vayan a evangelizar con la figura de un peregrino pobre! Y la Iglesia de hoy tiene que convertirse a ese mandato de Cristo. Ya no es tiempo de los grandes atuendos, de los grandes edificios inútiles, de las grandes pompas de nuestra Iglesia. Todo eso tal vez en otro tiempo tuvo su función y hay que seguírsela dando en función de la evangelización, servicio. Pero ahora, más que todo, la Iglesia quiere presentarse pobre entre los pobres y pobre entre los ricos, para evangelizar a pobres y ricos (Homilía 15 de julio de 1979, VII p. 79).



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ArribaAbajo227. Una devoción liberadora

Si mañana, día de la Virgen del Carmen, las muchedumbres corren a su imagen y a vestirse el escapulario, no olviden que María es, ante todo, una mensajera profética de Cristo y que en su canto del Magnificat se acordó de los pobres, de los hambrientos y también dijo que Dios les pediría cuentas a los soberbios y a los orgullosos, a los ricos del mundo y los despediría vacíos si no se convierten a la pobreza de Dios... Una gran devoción a la Virgen, pero así, hermanos, una devoción liberadora, una devoción que nos haga aprender de María la libertad con que ella hablaba. Una devoción a la Virgen que nos haga sentir frente a Dios no para implantar nuestro modo de pensar o nuestra falsa prudencia, sino que sepa dar su cara por Cristo, cuando por la injusticia del mundo queda clavado en la cruz, y cuando todos huyen, ella se queda allí junto a Él (Homilía 15 de julio de 1979, VII p. 80).



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ArribaAbajo228. Falsos profetas

¡Qué terrible es cuando la misión sacerdotal o profética se subordina al interés económico, cuando se ejerce el ministerio profético y sacerdotal subordinado a esos intereses sociales, económicos! Cuántas veces, queridos hermanos, -y estoy hablando de ustedes los laicos que son pueblo profético de Dios-, logrando escalar un puesto en política ya no son los mismos que antes. ¡Cuántas traiciones tenemos que lamentar! (Homilía 15 de julio de 1979, VII p. 81).



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ArribaAbajo229. Iglesia profética

No podemos trabajar por quedar bien con los de arriba. Nuestra palabra en nombre de Dios tenemos que decirla denunciando tantas injusticias. ¡Hay tantas maneras de hacerse cómplice con las manos criminales! La Iglesia no puede complicarse con todo esto; tiene que decir su palabra aun cuando caiga mal a aquellos que, como en el caso de Amasías, tenían que hacer respetar más la voz de su rey que el mensaje de su Dios (Homilía 15 de julio de 1979, VII p. 80).



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ArribaAbajo230. Pecado personal y social

Querer hablar únicamente de confesarse para no tener pecados uno, pero luego no luchar también contra la injusticia del ambiente, no es ser verdadero pueblo de Dios. Es necesario que, junto con el esfuerzo por no tener yo pecados personales, trabaje también para arrancar los pecados sociales y de raíz, contra el poder del infierno y del demonio (Homilía 15 de julio de 1979, VII p. 82).



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ArribaAbajo231. La oración

Orar y esperarlo todo de Dios y no hacer nada, no es orar. Eso es pereza, eso es alienación. Eso es pasivismo, conformismo. Ya no es tiempo, queridos hermanos, de decir: es voluntad de Dios. Muchas cosas que suceden no son voluntad de Dios. Cuando el hombre puede poner de su parte algo por mejorar las circunstancias y le pide a Dios el valor para realizarlo, entonces hay oración (Homilía 20 de julio de 1979, VII p. 95).



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ArribaAbajo232. Ser la voz de los que no tienen voz

Un periodista o dice la verdad o no es periodista. Quiero agradecer por esto a la Agencia Periodística Independiente, API, que ha tenido la amabilidad de recoger mi homilía de la semana pasada y darle amplio lugar. Creo que son cuatro páginas enteras, cosa extraordinaria, ya que podemos decir aquí nadie es profeta en su tierra. Mientras veo mis pobres homilías publicadas hasta en inglés, en francés, fuera del país, y me las mandan, yo en el país no encuentro eco en nuestra prensa de lo que decíamos anteriormente, que debía dar testimonio de la verdad. Es que estas homilías quieren ser la voz de este pueblo, quieren ser la voz de los que no tienen voz. Y por eso, sin duda, caen mal a aquellos que tienen demasiada voz. Esta pobre voz que encontrará eco en aquellos que, como dije antes, amen la verdad y amen de verdad a nuestro querido pueblo (Homilía 29 de julio de 1979, VII p. 118).



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ArribaAbajo233. Dios no quiere la dispersión

Dios también se cuidará de amparar la justicia de las reivindicaciones de las organizaciones que tienen derecho a organizarse para defenderse mutuamente en sus derechos. Dios también aprueba el sindicalismo. Dios quiere al hombre unido. Dios no quiere la dispersión. Dios quiere -como ha dicho el Papa- que también al campesino se le facilite el acuerparse con otros campesinos y no disgregarlo para que sea masa explotable fácilmente (Homilía 5 de agosto de 1979, VII pp. 139-140).



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ArribaAbajo234. Absolutización de la riqueza

Yo denuncio sobre todo la absolutización de la riqueza. Este es el gran mal de El Salvador: la riqueza, la propiedad privada como un absoluto intocable y ¡ay del que toque ese alambre de alta tensión, se quema! No es justo que unos pocos tengan todo y lo absoluticen de tal manera que nadie lo pueda tocar, y la mayoría marginada se está muriendo de hambre (Homilía 12 de agosto de 1979, VII p. 165).



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ArribaAbajo235. Ustedes son el templo

Sin Cristo de nada sirven todos templos por más hermosos que sean... Uno de nuestros compositores populares, cantando a la muerte del Padre Rafael Palacios, dice esta preciosa frase: «Dios no está en el templo sino en la comunidad». ¡Ustedes son el templo! De qué sirve tener iglesias bonitas de las cuales podría decir Cristo lo que dice hoy a los fariseos: «¡Vuestro culto es vacío!». Así resultan muchos cultos lujosos, de muchas flores, de muchas cosas, invitados y demás, ¿pero dónde está la adoración en espíritu y verdad? (Homilía 2 de septiembre de 1979, VII p. 214).



  —251→  

ArribaAbajo236. Hemos comercializado

Tal vez, con mis hermanos sacerdotes, hemos hecho consistir el culto en arreglar bien bonito el altar y, tal vez, cobrar tarifas más altas porque se adorna mejor. ¡Hemos comercializado! Por eso, Dios como entrando a Jesusalén con el látigo, nos está diciendo: «Habéis hecho mi casa de oración una cueva de ladrones» (Homilía 2 de septiembre de 1979, VII p. 214).



  —252→  

ArribaAbajo237.Verdadera y falsa religión

¡Mucho cuidado! No hagan consistir su religión sólo en cosas teóricas. Si una religión está vacía de obras, no entrará en el Reino de los cielos. Ya lo dijo el Señor: No es el que dice Señor, Señor, el que reza mucho y bonito, el que entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, Esto es la verdadera religión: no sólo conservarse limpio, sino visitar viudas y huérfanos. Es una expresión bíblica que quiere decir: ocuparse del necesitado (Homilía 2 de septiembre de 1979, VII p. 218).



  —253→  

ArribaAbajo238.Paternalismo

No sirvamos al pobre con paternalismo: de arriba a abajo, socorrerlo. No es eso lo que Dios quiere, sino de hermano a hermano. Es mi hermano, es Cristo; y a Cristo no le voy yo de arriba a abajo, sino de abajo a arriba, a servirle (Homilía 2 de septiembre de 1979, VII p. 219).

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  —254→  

ArribaAbajo239. ¿Qué me puede hacer la muerte?

De mi parte, queridos hermanos, no quisiera tener vida como la tienen muchos poderosos de hoy, cuando no viven de verdad, viven custodiados, viven con la conciencia intranquila, viven en zozobra. ¡Eso no es vida! «Si cumplís la ley de Dios, viviréis». Aunque me maten, no tengo necesidad... Si morimos con la conciencia tranquila, con el corazón limpio de haber producido sólo obras de bondad, ¿qué me puede hacer la muerte? Gracias a Dios que tenemos esos ejemplares de nuestros queridos agentes de pastoral, que compartieron los peligros de nuestra pastoral hasta el riesgo de ser matados. Yo, cuando celebro la eucaristía con ustedes, los siento presentes. Cada sacerdote muerto es para mí un nuevo concelebrante en la eucaristía de nuestra arquidiócesis. Sé que están aquí dándonos el estímulo de haber sabido morir sin miedo, porque llevaban su conciencia comprometida con la ley del Señor: la opción preferencial por los pobres (Homilía 2 de septiembre de 1979, VII pp. 225-226).



  —255→  

ArribaAbajo240. La opción preferencial por los pobres

Es inconcebible que se diga a alguien «cristiano» y no tome como Cristo una opción preferencial por los pobres. Es un escándalo que los cristianos de hoy critiquen a la Iglesia porque piensa por los pobres (Homilía 9 de septiembre de 1979, VII p. 236).



  —256→  

ArribaAbajo241. Educación individualista

Lamentablemente, queridos hermanos, somos el producto de una educación espiritualista, individualista, donde se nos enseñaba: «procura salvar tu alma y no te importe lo demás». Cómo decíamos al que sufría: «paciencia, que ya vendrá el cielo, aguanta». ¡No! No puede ser eso. Eso no es salvar, no es la salvación que Cristo trajo. La salvación que Cristo trae es la salvación de todas las esclavitudes que oprimen al hombre... Es necesario que el hombre de hoy, que vive bajo el signo de tantas opresiones y esclavitudes -el miedo que esclaviza los corazones, la enfermedad que oprime los cuerpos, la tristeza, la preocupación, el terror que oprime nuestra libertad y nuestra vida- rompa todas esas cadenas. ¡Por ahí hay que comenzar! (Homilía 9 de septiembre de 1979, VII p. 237).



  —257→  

ArribaAbajo242. El obispo siempre tiene mucho que aprender de su pueblo

En esto se conoce a un auténtico católico: en que está con su obispo. Si no está con su obispo, no puede decirse buen católico. Esto no quiere decir que el obispo va a tener un despotismo: «hagan lo que yo digo». Porque precisamente el servicio que el obispo da, está en servicio del pueblo. Precisamente en esta reunión que yo menciono de Cursillos de Cristiandad, hicimos una reflexión tan profunda, que yo creo que el obispo siempre tiene mucho que aprender de su pueblo, y precisamente en los carismas que el Espíritu da al pueblo, el obispo encuentra la piedra de toque de su humildad y de su autenticidad. Yo quiero agradecer a todos aquellos que, cuando no estén de acuerdo con el obispo, tengan la valentía de dialogar con él y de convencerlo de su error o de convencerse de su error (Homilía 9 de septiembre de 1979, VII pp. 245-246).



  —258→  

ArribaAbajo243. La organización

Yo quisiera hacer aquí un llamamiento a los queridos cristianos: no les está prohibido organizarse, es un derecho, y en ciertos momentos, como hoy, es también un deber, porque las reivindicaciones sociales, políticas, tienen que ser no de hombres aislados, sino la fuerza de un pueblo que clama unido por sus justos derechos. El pecado no es organizarse; el pecado es, para un cristiano, perder la perspectiva de Dios (Homilía 16 de septiembre de 1979, VII p. 261).



  —259→  

ArribaAbajo244. Ya no es cristiano

Un cristiano que se solidariza con la parte opresora no es verdadero cristiano. Un cristiano que defiende posiciones injustas que no se pueden defender, sólo por mantener su puesto, ya no es cristiano (Homilía 16 de septiembre de 1979, VII p. 262).



  —260→  

ArribaAbajo245. La sonrisa de un niño

Una sonrisa de un niño equivale a millones. ¡Cuánto vale más para mí que un niño me tenga la confianza de sonreírme, de abrazarme y hasta de darme un beso a la salida de la iglesia, que si tuviera millones y fuera espantable a los niños! (Homilía 23 de septiembre de 1979, VII p. 285).



  —261→  

ArribaAbajo246. La trascendencia

La trascendencia que la Iglesia predica no es una alienación, no es irse al celo a pensar en la vida eterna y olvidarse de los problemas de la tierra. Es una trascendencia desde el corazón del hombre. Es meterse en el niño, meterse en el pobre, meterse en el andrajoso, en el enfermo, en la cabaña, en la choza, es ir a compartir con él. Y desde la entraña misma de la miseria, de su situación, trascenderlo, elevarlo, promoverlo, decirle: Tú no eres basura, tú no eres un marginado. Es decirle cabalmente lo contrario: Tú vales mucho (Homilía 23 de septiembre de 1979, VII p. 286).



  —262→  

ArribaAbajo247. Tenemos que respetar su memoria

¿Por qué se mata? Se mata porque se estorba. Para mí que son verdaderos mártires en el sentido popular. Naturalmente, yo no me estoy metiendo en el sentido canónico, donde ser mártir supone un proceso de la suprema autoridad de la Iglesia, que lo proclame mártir ante la Iglesia universal. Yo respeto esa ley y jamás diré que nuestros sacerdotes asesinados han sido mártires todavía canonizados. Pero sí son mártires en el sentido popular, son hombres que han predicado precisamente esa incardinación con la pobreza, son verdaderos hombres que han ido a los límites peligrosos donde la UGB amenaza, donde se puede señalar a alguien y se termina matándolo como mataron a Cristo, Estos son los que yo llamo verdaderamente justos. Y si tuvieron sus manchas, ¿quién nos las tiene hermanos?   —263→   ¿qué hombre no tiene algo de qué arrepentirse? Los sacerdotes que han sido matados también han sido hombres y tuvieron sus manchas. Pero el hecho de haber dejado que les quitaran la vida y no haberse huido, no haber sido cobardes y haberlos situado en esa situación de tortura, de sufrimiento, de asesinato, para mí es tan valioso como un bautismo de sangre y se han purificado. ¡Tenemos que respetar su memoria! (Homilía 23 de septiembre de 1979, VII p. 287).



  —264→  

ArribaAbajo248. Saber escuchar

Si yo fuera un celoso, como los personajes del Evangelio y de la primera lectura, diría: «¡Prohíbasele! Que no hable, que no diga nada. Sólo yo, obispo, puedo hablar». No. Yo tengo que escuchar qué dice el Espíritu por medio de su pueblo y, entonces, sí, recibir del pueblo y analizarlo y junto con el pueblo hacerlo construcción de Iglesia (Homilía 30 de septiembre de 1979, VII p. 302).



  —265→  

ArribaAbajo249. La propiedad privada

Es necesaria una reestructuración de nuestro sistema económico y social, porque no puede ser esta absolutización, esa idolatría de la propiedad privada, que es francamente un paganismo. El cristianismo no puede admitir una propiedad privada absoluta (Homilía 30 de septiembre de 1979, VII p. 310).



  —266→  

ArribaAbajo250. Cristo presente en los pequeñitos

Y volvemos aquí a la opción preferencial por los pobres. No es demagogia, es Evangelio puro. Si no nos preocupamos de los intereses del pobrecito, del pequeñuelo, pero no de cualquier modo, sino porque representa a Jesús, por la fe que abre el humilde, el marginado, el pobre, el enfermo; mirar en él a Jesús, esa es la trascendencia. Cuando no se mira más que un rival, un imprudente, alguien que viene a aguarme mis fiestas, naturalmente, el pobre estorba. Pero cuando se abraza, como abrazó Cristo al leproso, y cuando levanta el buen samaritano al herido del camino, porque lo que haga a él, se lo hace a Cristo, esta es la trascendencia, sin la cual no es posible una perspectiva de justicia social, Cristo presente en los pequeñitos (Homilía 30 de septiembre de 1979, VII p. 314).



  —267→  

ArribaAbajo251. El matrimonio

Nadie se casa sólo para ser felices los dos. El matrimonio tiene una gran función social, tiene que ser antorcha que ilumina a su alrededor, a otros matrimonios, caminos de otras liberaciones. Tiene que salir del hogar el hombre, la mujer, capaz de promover después en la política, en la sociedad, en los caminos de la justicia, los cambios que son necesarios y que no se harán mientras los hogares se opongan. En cambio, será tan fácil cuando desde la intimidad de cada familia se vayan formando esos niños y niñas que no pongan su afán en tener esas más, sino en ser más, no en atraparlo todo sino en darse a manos llenas a los demás. Hay que educarse para el amor. No es otra cosa la familia que amar y amar es darse, amar es entregarse al bienestar de todos, es trabajar por la felicidad común (Homilía 7 de octubre de 1979, VII p. 324).



  —268→  

ArribaAbajo252. No basta ser bueno

Aquí hay un reto de Cristo a la bondad natural de los hombres. No basta ser bueno. No basta dejar de hacer el mal. Mi cristianismo es algo muy positivo, no es negación. Hay muchos que dicen: «Si yo no mato, yo no robo, yo no le hago mal a nadie». No basta. ¡Te falta mucho todavía! (Homilía 14 de octubre de 1979, VII p. 343).



  —269→  

ArribaAbajo253. Iglesia y gobierno

Si hay un conflicto entre el gobierno y la Iglesia no es porque la Iglesia sea opositora política del gobierno, sino porque el conflicto ya está establecido entre el gobierno y el pueblo, y la Iglesia defiende al pueblo (Homilía 21 de octubre de 1979, VII 364).



  —270→  

ArribaAbajo254. Iglesia y reino de Dios

Esto es mi afán principal como Pastor, que construyamos esa gran afirmación de la Iglesia que es el reino de Dios. De tal manera que ella no busca pelear con nadie ni halagar a nadie, sino ser ella misma. Estarán bien con ella los que, como ella, propugnen el reino de Dios en la tierra; y chocarán con ella los que se opongan al reino de Dios en la tierra (Homilía 28 de octubre de 1979, VII pp. 375-376).



  —271→  

ArribaAbajo255. La organización

Lo hemos dicho mil veces, que la Iglesia defiende este derecho del pueblo a organizarse. Pero que, naciendo con fines tan nobles, se puede prostituir también en una falsa adoración cuando se absolutiza, cuando se considera como valor supremo la organización y ya se subordina a ella todos los otros intereses, aunque sean del pueblo. Ya no interesa el pueblo, sino la organización (Homilía 4 de noviembre de 1979, VII p. 406).



  —272→  

ArribaAbajo256. Impunidad

El mal existe y es necesario que estos agentes de la seguridad tengan en cuenta que ellos muchas veces han sido mandados y que en un caso de depuración de los cuerpos de seguridad, a quienes hay que juzgar y castigar son a los altos jefes, que han podrido las mentes de esos hombres (Homilía 4 de noviembre de 1979, VII p. 410).



  —273→  

ArribaAbajo257. Los bienhechores

Se hacen fiestecitas muchas veces de Navidad, de cumpleaños, piñatas, y se cree que son grandes bienhechores aquellos que dan una fiestecita de esas, cuando no pagan lo justo a sus trabajadores. Quieren dar de caridad lo que ya se debe de justicia (Homilía 11 de noviembre de 1979, VII p. 423).



  —274→  

ArribaAbajo258. Los pobres

Los pobres son los forjadores de nuestra historia (Homilía 11 de noviembre de 1979, VII p. 424).

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  —275→  

ArribaAbajo259. El progreso

Solamente el que tiene espíritu de pobreza sabrá poner por encima de todo a Dios y al hombre que es la clave de toda civilización. No el tener grandes edificios, el tener grandes campos de aviación, grandes carreteras si por ellas no ha de pasar más que una minoría privilegiada y no el pueblo con cuya sangre se hacen todas esas cosas (Homilía 11 de noviembre de 1979, VII p. 425).



  —276→  

ArribaAbajo260. Cuando el pobre cree en el pobre

Nadie comprende al pobre tan bien como otro pobre (11 de noviembre de 1979, VII p. 425).

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  —277→  

ArribaAbajo261. Idolatría del dinero

Yo les repito, a los que todavía no se apartan de estar de rodillas ante su dinero, que se sepan desprender a tiempo por amor, antes que los arranquen por la violencia. Este es el peligro de la extrema derecha. Y no sólo de la extrema derecha, de todos. Mi visión es pastoral, palabra de Evangelio que estoy predicando, y desde Cristo digo que el gran peligro de la verdadera civilización es el amor desmesurado de los bienes de la tierra, y que el ejemplo de estas dos viudas y del profeta Elías son llamadas elocuentes de Dios en una hora bien oportuna para El Salvador: desprendimiento para tener la libertad, y sólo desde la libertad del corazón, trabajar la verdadera liberación de nuestro pueblo (Homilía 11 de noviembre de 1979, VII p. 426).



  —278→  

ArribaAbajo262. La iglesia y los ricos

El otro día, a uno de esos hombres que proclaman la liberación en el sentido político, le preguntábamos: ¿Qué significa para ustedes la Iglesia? Y dice esta palabra escandalosa: «Es que hay dos Iglesias: la Iglesia de los ricos y la Iglesia de los pobres. Creemos en la Iglesia de los pobres, pero no creemos en la Iglesia de los ricos». Naturalmente, es una frase demagógica y yo no admitiré nunca una división de la Iglesia. No hay más que una Iglesia, ésta que Cristo predica, la Iglesia que debe darse con todo el corazón; porque aquel que se llama católico y está adorando sus riquezas y no quiere desprenderse de ellas, no es cristiano, no ha comprendido el llamamiento del Señor, no es Iglesia. El rico que está de rodillas ante su dinero, aunque vaya a Misa y aunque haga actos piadosos, si no se ha desprendido en el corazón del ídolo dinero, es un idólatra, no es un cristiano. No hay más que una Iglesia, la que adora al verdadero Dios y la que le sabe dar a las cosas su valor relativo (Homilía 11 de noviembre de 1979, VII p. 426).



  —279→  

ArribaAbajo263. No hay escándalo más horroroso

¡Qué vergüenza cuando se convierte el servicio religioso en una manera de ganar dinero! No hay escándalo más horroroso. Y yo diría a mis queridos hermanos sacerdotes, y a las instituciones católicas, a las congregaciones y colegios, y a todo aquello que se llama y quiere ser Iglesia: mucho cuidado con caer en esta maldición de Jesucristo que fustigó severamente, ante el ejemplo de la devoción auténtica de la viuda, la actitud de los falsos religiosos que hacen consistir en ampulosidades y exterioridades sus malas intenciones que llevan por dentro (Homilía 11 de noviembre de 1979, VII p. 427).



  —280→  

ArribaAbajo264. La oración

Por eso insisto yo, mucha oración. Oremos, pero no con una oración que nos aliene, no con una oración que nos haga fugarnos de la realidad. Jamás vayamos a la iglesia huyendo de nuestros deberes de la tierra. Vayamos a la Iglesia a tomar fuerzas y claridad para retornar a cumplir mejor los deberes del hogar, los deberes de la política, los deberes de la organización, la orientación sana de estas cosas de la tierra. Estos son los verdaderos liberadores (Homilía 11 de noviembre de 1979, VII p. 428).



  —281→  

ArribaAbajo265. No abandonaré a mi pueblo

Quisiera aclarar un punto. Se ha hecho bastante eco a una noticia de amenazas de muerte a mi persona... Quiero asegurarles a ustedes, y les pido oraciones para ser fiel a esta promesa, que no abandonaré a mi pueblo, sino que correré con él todos los riesgos que mi ministerio me exige (Homilía 11 de noviembre de 1979, VII p. 432).



  —282→  

ArribaAbajo266. Con este pueblo no cuesta ser un buen pastor

Con este pueblo no cuesta ser un buen pastor. Es un pueblo que empuja a su servicio a quienes hemos sido llamados para defender sus derechos y para ser su voz (Homilía 18 de noviembre de 1979, VII p. 445).



  —283→  

ArribaAbajo267. La verdad

No le tengamos miedo a quedarnos solos si es en honor a la verdad. Tengamos miedo de ser demagogos y andar ambicionando las falsas adulaciones del pueblo. Si no le decimos la verdad, estamos cometiendo el peor pecado: traicionando la verdad y traicionando al pueblo (Homilía 25 de noviembre de 1979, VII p. 475).



  —284→  

ArribaAbajo268. La injusticia social

Y si de justicia se trata y de encontrar las causas de nuestros males, yo creo que el nuevo gobierno no debe parar hasta encontrar la última causa que está en la injusticia social. Siempre hemos pensado que todas las violencias que han hecho los cuerpos de seguridad, o que han padecido los cuerpos de seguridad, tienen una trasfondo más criminal: la injusticia social (Homilía 25 de noviembre de 1979, VII p. 486).



  —285→  

ArribaAbajo269. El progreso

¿Cuál es el fin del progreso? No que unos pocos lo tengan todo y otros no tengan nada, sino que el progreso es alcanzar todos la verdad de Cristo, la salvación. También el Papa nos ha dicho que el criterio en todas estas relaciones es el hombre. El criterio de justicia que ha de prevalecer no ha de ser el de garantizar la conservación de lo que se ha adquirido, sino velar para que las riquezas de la sociedad y la propiedad privada misma, cumplan su función social; que las propiedades permitan satisfacer las necesidades fundamentales de todos los salvadoreños (Homilía 9 de diciembre de 1979, VIII p. 29).



  —286→  

ArribaAbajo270. Estructuras de Justicia

Surge siempre la necesidad de unas estructuras de justicia, de distribución, mejores que las que nos dominan. Es urgente, y ojalá que en esto sean fuertes los hombres del gobierno para llevar adelante estos cambios a pesar de todos los sombrerazos y amenazas de la clase adinerada, que no se detengan como se detuvieron regímenes anteriores cuando vieron la necesidad del cambio de estructuras, pero no se atrevieron porque el poder del dinero era más fuerte que la voluntad del gobierno. Yo quisiera que la preocupación principal de ANEP y de todos los que defienden sus intereses no fuera mantener su posición, sino ver cómo la economía del país permita que todos los salvadoreños puedan sostener, con el fruto de su trabajo, dignamente a sus propias familias. Este es el ideal que tenemos que buscar entre todos (Homilía 9 de diciembre de 1979, VIII p. 30).



  —287→  

ArribaAbajo271. La participación de la mujer en la política

No se olviden lo que el Papa ha dicho: que la participación de la mujer en la política es válida pero tiene que ser una participación crítica. Que no se preste la mujer a instrumentalizarse en beneficio de unos intereses, sobre todo, si son egoístas. Que la mujer sea crítica para analizar en qué tiene que participar y en qué no. La mujer salvadoreña ha sido siempre una mujer muy digna. Ojalá que haga honor a su tradición y no se deje manipular, sobre todo cuando es contra su voluntad (Homilía 9 de diciembre de 1979, VIII p. 31).



  —288→  

ArribaAbajo272. Se pisoteó la Constitución

Urge que se agilicen los trámites para que en un plazo relativamente breve veamos frutos concretos en la solución de estos problemas tan sentidos por el pueblo. Yo creo que se están maneando mucho en los legalismos y legalidades. ¿Por qué antes no se hablaba de tanto respeto a la Constitución? Se pisoteó la Constitución como se quiso y ahora que se trata de restablecer, precisamente, el respeto a los derechos humanos no deben ser las leyes las que estorben a este proceso de la dignidad del hombre. Yo quiero recordar aquí la gran frase de Jesucristo cuando hablaba del sábado: «No es el hombre para la ley, sino la ley para el hombre». Y ojalá que un gobierno de hecho, dé pasos de hecho. Y no se deje enredar en tantos legalismos para volver pronto la paz al país (Homilía 9 de diciembre de 1979, VIII p. 32).



  —289→  

ArribaAbajo273. Doctor Honoris causa

Quiero terminar agradeciendo las felicitaciones que me han llegado con motivo del título Doctor Honoris Causa que me va a conferir la Universidad de Lovaina el próximo 2 de febrero. Como lo he dicho en repetidas ocasiones: todos estos honores no los siento míos, ni me inspiran vanidad, sino que me dan la alegría de compartir con ustedes, queridos hermanos, una línea pastoral de defensa evangélica de la dignidad humana y de los derechos del hombre. Y que es a ustedes a quien se condecora con todos estos honores. Y en nombre de ustedes, iré a recibirlo si Dios quiere (Homilía 9 de diciembre de 1979, VIII p. 33).



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ArribaAbajo274. Dios está en medio de nosotros

Ningún cristiano debe sentirse sólo en su caminar, ninguna familia tiene que sentirse desamparada, ningún pueblo debe ser pesimista aún en medio de las crisis que parecen insolubles, como la de nuestro país. Dios está en medio de nosotros. Tengamos fe en esta verdad central de la sagrada revelación. Dios está presente, no duerme, está activo, observa, ayuda y a su tiempo actúa oportunamente. Por eso la presencia de Dios despierta en el corazón la verdadera alegría: ¡Alegraos en el Señor! De nuevo os repito: ¡Alegraos porque Dios está cerca! (Homilía 16 de diciembre de 1979, VIII p. 38).



  —291→  

ArribaAbajo275. Dios es alegría

Dios es alegría, Dios no quiere la tristeza, Dios es optimista, Dios es posibilidad de todo lo bueno, Dios es omnipotencia para hacer el bien y el amor. ¿Quién puede estar triste con la presencia de un Dios que lo llena todo? (Homilía 16 de diciembre de 1979, VIII p. 39).



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ArribaAbajo276. Dios no quiere la injusticia social

La redención se ha hecho con cruz; el dolor del hombre es cruz y como cruz trae redención, y debe dar paz, alegría de pascua, esperanza de resurrección. No es conformismo porque el conformismo tampoco es alegría. El conformismo es un hombre pesimista, un hombre determinista que cree que todo le viene impuesto de arriba y que él no tiene acción alguna. Ese es un concepto falso, diría yo blasfemo, de la voluntad de Dios. El que no quiere salir de su situación de oprimido, de su situación de marginación creyendo que ésa es voluntad de Dios, está ofendiendo a Dios. ¡Dios no quiere la injusticia social! (Homilía 16 de diciembre de 1979, VIII pp. 38-39).



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ArribaAbajo277. La verdadera pobreza

La verdadera pobreza es preocuparse preferencialmente por los pobres como si fuera nuestra propia causa. Y por eso, también sentir que uno es pobre y que necesita de Dios la fuerza en todas las situaciones (Homilía 16 de diciembre de 1979, VIII p. 41).



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ArribaAbajo278. La iglesia no se vende a nadie

La Iglesia no se vende a nadie, la Iglesia está comprometida sólo con el reino de Dios y exige las exigencias del reino de Dios a todo aquél que se le acerca. No debe rechazar a nadie si la buscan con sincero corazón (Homilía 16 de diciembre de 1979, VIII p. 44).



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ArribaAbajo279. Una sociedad solidaria

El que tenga dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene que comer, participe aunque sea de lo poquito que tiene. Esto es una sociedad solidaria, es la que la Iglesia promueve preocupada por dar a todos lo necesario y no aceptar ciegamente la diferencia nacida del dinero o de la fuerza. «No abusen de la gente» -decía Juan Bautista- y la Iglesia repite: «No abusen». No hay hombres de dos categorías. No hay unos que han nacido para tenerlo todo y dejar sin nada a los demás; y una mayoría que no tiene nada y que no puede disfrutar la felicidad que Dios ha creado para todos. Esta es la sociedad cristiana que Dios quiere, en que compartamos el bien que Dios ha dado para todos (Homilía 16 de diciembre de 1979, VIII p. 45).



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ArribaAbajo280. Sentido crítico

Quiero insistir en esto, hermanos, porque yo creo que lo que hoy más necesita un salvadoreño maduro es sentido crítico. No estén esperando hacia dónde se inclina el obispo, o qué dicen otros, o qué dice la organización. Cada uno debe ser un hombre, una mujer crítica. «Por sus frutos se conoce el árbol». Miren qué produce y critiquen de acuerdo con las obras: al gobierno, a la organización política popular, al partido político, al grupo tal. No se dejen llevar, no se dejen manipular. Son ustedes, el pueblo, el que tiene que dar la sentencia de justicia a lo que el pueblo necesita (Homilía 16 de diciembre de 1979, VIII p. 45).



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ArribaAbajo281. Conversión de los ricos

El rico tiene que criticar a su propio ambiente de rico: el por qué de su riqueza, y por qué a su lado hay tanta gente pobre. Si es un rico cristiano ahí encontrará el principio de su conversión, en una crítica personal: ¿por qué yo rico y por qué a mi alrededor tantos hambrientos? (Homilía 16 de diciembre de 1979, VIII pp. 38-39).



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ArribaAbajo282. Machismo

El esposo infiel se convertirá y será un esposo modelo cuando tome conciencia de su machismo y por qué no es capaz de tener con su esposa unas relaciones de adulto, maduro, cristiano (Homilía 16 de diciembre de 1979, VIII p. 46).

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ArribaAbajo283. Yo les ofrezco aquí algunas reflexiones

Yo les ofrezco aquí unas reflexiones a la palabra de Dios con el fin de que cada uno de ustedes asimile y desde su propia personalidad actúe como cristiano, si de verdad quiere hacer honor a la fe que profesa y no ser víctima del manipuleo ni del ambiente (Homilía 16 de diciembre de 1979, VIII p. 46).



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ArribaAbajo284. Prostitución

No basta la conversión de un publicano, de un soldado, de un borracho. Hay que descubrir la red de complicidades que permite el hecho de la prostitución a gran escala. ¡Si es que ya se ha hecho un sistema! Y cuando se dice quiénes son los dueños de ciertos moteles y de ciertas casas de prostitución, se queda uno horrorizado. A veces, los mismos puritanos que condenan la inmoralidad del pueblo están formando parte de este sistema: de corromper al pueblo en borracheras y prostituciones (Homilía 16 de diciembre de 1979, VIII p. 46).



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ArribaAbajo285. La verdadera conversión

Una verdadera conversión cristiana hoy tiene que descubrir los mecanismos sociales que hace del obrero o del campesino personas marginadas. ¿Por qué sólo hay ingreso para el pobre campesino en la temporada del café y del algodón y de la caña? ¿Por qué esta sociedad necesita tener campesinos sin trabajo, obreros mal pagados, gente sin salario justo? Estos mecanismos se deben descubrir no como quien estudia sociología o economía, sino como cristianos, para no ser cómplices de esa maquinaria que está haciendo cada vez gente más pobre, marginados, indigentes (Homilía 16 de diciembre de 1979, VIII pp. 46-47).



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ArribaAbajo286. Organizaciones populares

Siento como Pastor que tengo un deber para con las organizaciones políticas populares. Aún cuando ellas desconfíen de mí, mi deber es defender su derecho de organización, apoyar todo lo justo de sus reivindicaciones. Pero así también, quiero mantener mi autonomía para criticar todos sus abusos de organización, para denunciar todo aquello que ya significa una idolatría de organización; y llamarlos, en cambio, a un diálogo de búsqueda entre todos. Las fuerzas organizadas son poderosas en una sociedad y lo pueden todo cuando son capaces de dialogar. Pero también disminuyen las fuerzas cuando son fanáticas y no quieren más que su propia voz. La palabra del arzobispo, pues, no es una oposición sistemática a las organizaciones (Homilía 16 de diciembre de 1979, VIII p. 49).



  —303→  

ArribaAbajo287. Reforma agraria

No es que la Junta tenga derecho a hacer una transformación agraria, ¡tiene la obligación de hacerla! La palabra de Juan Pablo II es todo un lema: que se les quiten a los campesinos y a los pobres las barreras de la explotación. También me parece importante que el actual gobierno realice las reformas no como un regalo que la junta da al pueblo para ganarse su apoyo. La reforma agraria es una conquista que el pueblo ha merecido con su sangre derramada... La reforma agraria no debe de hacerse con la intención de encontrar una salida al modelo económico capitalista, que permita continuar su desarrollo y seguir acumulando y concentrando las riquezas en pocas manos, ahora desde el sector industrial, comercial o financiero. Tampoco debe de hacerse para volver a adormecer al campesino e impedir que siga organizando y aumentando su participación política, económica y social. La reforma agraria   —304→   no debe hacer a los campesinos dependientes del Estado, sino que debe dejarlos libres frente al Estado... La reforma agraria salvadoreña debe tener una perspectiva amplia; no sólo orientarse a la redistribución de tierra, sino de los recursos sociales. Que haya para todos los campesinos y pobres: médicos, escuelas, hospitales, electricidad, agua, etc. En una palabra, tender al desarrollo integral humano (Homilía 16 de diciembre de 1979, VIII pp. 55-56).



  —305→  

ArribaAbajo288. Llamado a la oligarquía

También me quiero dirigir en este momento y en este asunto tan grave y delicado a los sectores económicamente poderosos que van a ser afectados por la reforma agraria. Quiero dirigirme a ustedes, queridos hermanos, no como juez ni como enemigo, sino como Pastor y como salvadoreño hermano de todos los salvadoreños. Me interesa invitarlos a que caigan en la cuenta de la responsabilidad tan grande que tienen en estos momentos, de colaborar a que la crisis económica, política y social del país sea superada sin acudir a la violencia. Esas demostraciones de tiroteos y, sobre todo, el temor que se tiene -si es que no es verdad- de que la derecha está ingresando armas al país y va a pagar mercenarios. No es así como se defiende un bienestar (Homilía 16 de diciembre de 1979, VIII p. 56).



  —306→  

ArribaAbajo289. Allí no esta Dios

Esta noche no busquemos a Cristo entre las opulencias del mundo, entre las idolatrías de la riqueza, entre los afanes del poder, entre las intrigas, de los grandes. Allí no está Dios. Busquemos a Dios con la señal de los ángeles: reclinado en un pesebre, envuelto en los pobres pañales que le pudo hacer una humilde campesina de Nazaret, unas mantillitas pobres y un poco de zacate como descanso del Dios que se ha hecho hombre, del Rey de los siglos que se hace a los hombres como un pobrecito accesible niño. Es hora de mirar hoy al Niño Jesús no en las imágenes bonitas de nuestros pesebres, hay que buscarlo entre los niños desnutridos que se han acostado esta noche sin tener que comer, entre los pobrecitos vendedores de periódicos que dormirán arropados de diarios allá en los portales, entre el pobrecito lustrador que tal vez se ha ganado lo necesario para llevar un regalito a su mamá,   —307→   o, quién sabe, del vendedor de periódicos que no logró vender los periódicos y recibirá una tremenda reprimenda de su padrastro o de su madrasta. ¡Qué triste es la historia de nuestros niños! Todo eso lo asume Jesús esta noche (Homilía 24 de diciembre de 1979, VIII p. 84).

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  —308→  

ArribaAbajo290. No hay redención sin cruz

No todo es alegría, hay mucho sufrimiento, hay muchos hogares destrozados, hay mucho dolor, hay mucha pobreza. Hermanos, todo eso no lo miremos con demagogia. El Dios de los pobres ha asumido todo eso y le está enseñando al dolor humano el valor redentor, el valor que tiene para redimir al mundo la pobreza, el sufrimiento, la cruz. No hay redención sin cruz. Pero esto, no quiere decir un pasivismo de nuestros pobres, a los que hemos mal adoctrinado cuando les decimos: «Es la voluntad de Dios que seas pobre, marginado y no tienes esperanza». ¡Eso no! Dios no quiere esa injusticia social; pero si una vez que existe se da como un tremendo pecado de los opresores, -y la violencia más grande está en ellos que privan de felicidad a tanto ser humano y que están matando de   —309→   hambre a tanto desnutrido-, Dios reclama justicia pero le está diciendo al pobre, como Cristo al oprimido, cargando con su cruz, salvarás al mundo si le das a tu dolor no un conformismo que Dios no quiere, sino una inquietud de salvación, si mueres en tu pobreza suspirando por tiempos mejores, haciendo de tu vida una oración y acuerpando todo aquello que trata de liberar al pueblo de esta situación (Homilía 24 de diciembre de 1979, VIII p. 84).



  —310→  

ArribaAbajo291. Pecado de omisión

¿Qué puedo hacer y no hice? ¿Qué hice mal? Porque soy el primero en reconocer como todo ser limitado, humano, que no todo lo que he hecho, es bueno. Que al decirle al Señor en la Misa que me perdone por pecados de omisión, estoy señalando el capítulo más misterioso de la maldad de cada corazón, lo que se pudo hacer y no se hizo. ¡Cuánto vacío en la vida, cuánto bien dejamos de hacer! (Homilía 31 de diciembre de 1979, VIII p. 110).



  —311→  

ArribaAbajo292. La fuerza que nos debe sostener

Queremos decirles a todos los salvadoreños que es cierto, vivimos una hora muy incierta. ¿Qué nos espera el 1980? ¿Será el año de la guerra civil? ¿Será el año de la destrucción total? ¿No habremos merecido de Dios la misericordia con tanta sangre derramada ya, porque tal vez se ha derramado con odio, con represión, con violencia? Que el Señor tenga, ante este porvenir incierto, misericordia de nosotros. Yo no quiero ser pesimista, porque les quiero decir a ustedes que la fuerza que nos debe de sostener es la oración (Homilía 31 de diciembre de 1979, VIII p. 110).



  —312→  

ArribaAbajo293. El proceso de liberación

Lo que hay que salvar ante todo es el proceso de liberación de nuestro pueblo. El pueblo ha emprendido un proceso que ya le ha costado mucha sangre y no se puede echar a perder. Que la crisis de este proceso hay que salvarla en un éxito del proceso, y eso es lo que tenemos que buscar (Homilía 6 de enero de 1980, VIII p. 130).



  —313→  

ArribaAbajo294. Los militares

Hay que tener en cuenta, queridos militares, que toda institución, incluida la institución castrense, está al servicio del pueblo. Es el bien del pueblo el que debe mandar para un cambio de infraestructura y reglamentaciones en toda institución. Toda institución debe ser susceptible de sufrir cambios según lo exija el bien del pueblo, y no que por absurdos cánones de jerarquía se ahoguen las aspiraciones de un pueblo (Homilía 6 de enero de 1980, VIII p. 132).



  —314→  

ArribaAbajo295. Los gobernantes

Yo creo que los que verdaderamente quieren gobernar al pueblo para un verdadero bien, tienen que contar con la sincera participación del pueblo noble de El Salvador y no usar ese nombre sólo como escalera para subir, y después no se le tiene en cuenta al verdadero pueblo, que es al que tienen que servir desde el gobierno (Homilía 6 de enero de 1980, VIII p. 134).



  —315→  

ArribaAbajo296. Llamamiento a la oligarquía

Finalmente, un llamamiento a la oligarquía. Les repito lo que dije la otra vez: no me consideren ni juez ni enemigo. Soy simplemente el Pastor, el hermano, el amigo de este pueblo que sabe de sus sufrimientos de sus hambres, de sus angustias; y en nombre de esas voces yo levanto mi voz para decir: no idolatren sus riquezas, no las salven de manera que dejen morir de hambre a los demás. Hay que compartir para ser felices. El cardenal Lorscheider me dijo una comparación muy pintoresca: «hay que saber quitarse los anillos para que no le quiten los dedos». Creo que es una expresión bien inteligible. El que no quiere soltar los anillos se expone a que le corten la mano; y al que no quiere dar por amor y por justicia social, se expone a que se lo arrebaten por la violencia (Homilía 6 de enero de 1980, VIII p. 134).



  —316→  

ArribaAbajo297. No fanatizarse

Todo salvadoreño bautizado que está trabajando en política en esta situación tan tremenda de El Salvador, tiene que mirar la amplitud del reino de Dios. No debe fanatizarse en pequeños grupitos, en partidos políticos. No tiene que fanatizarse sin mirar, por la rendija de su única organización, de su único proyecto, todo el panorama político del bien común de nuestro pueblo. Tiene que ser un ciudadano que desde la perspectiva de la esperanza cristiana comprenda al otro que tiene otro proyecto político y, entre todos, buscar el reino de Dios para que se encarne, se entronice en El Salvador (Homilía 13 de enero de 1980, VIII p. 144).



  —317→  

ArribaAbajo298. No levantes la voz, refuerza tus razones

Yo quisiera suplicar a los líderes políticos que hablan por micrófono, que no cometan la falta que yo cometo: de gritar demasiado cuando tenemos un micrófono por delante. ¡Si para algo estos inventos nos ayudan a que no nos gastemos tanto la garganta! Porque cuando uno oye gente con los micrófonos por delante gritando como un demagogo, dice: ¿Y para qué le sirve el micrófono a este hombre? Ojalá pudiéramos tener la serenidad con que Cristo debió hablar: «No gritará, ni clamará, ni voceará por las calles». Hay un dicho que dice: «No levantes la voz, refuerza tus razones». Muchas veces gritamos cuando no tenemos razones (Homilía 13 de enero de 1980, VIII p. 145).



  —318→  

ArribaAbajo299. El verdadero líder de la liberación

Él es el verdadero líder la liberación. Así nos lo presenta la primera lectura de hoy: «Te he formado y te he hecho alianza de mi pueblo para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de las mazmorras a los que habitan en las tinieblas». Es un lenguaje que lo podemos entender y que se traduce en lenguaje moderno: ¡los oprimidos! Cristo vino por los oprimidos de toda clase. Y todo aquél que quiera liberar al pueblo de la opresión, no puede encontrar otro líder más grande que Cristo, el único liberador (Homilía 13 de enero de 1980, VIII p. 146).



  —319→  

ArribaAbajo300. Vivir en comunión la realidad

Las comunidades eclesiales de base, el obispo, tenemos que vivir en comunión la realidad, porque no somos nosotros competentes como comunidad eclesial para tomar opciones concretas. En la actualidad se presentan, creo yo, tres opciones: la del gobierno, la de la oligarquía y la de las organizaciones populares. Cada uno es libre de tomar la opción que quiera. Pero como Iglesia sí tenemos que señalar, a cualquier opción, el criterio evangélico de orientarlo hacia el bien del pueblo. Que ninguna opción se haga buscando ventajas personales o de grupos, mucho menos queriendo mantener egoísmos que atropellan al pueblo; sino que desde esta tribuna de la comunidad cristiana, el Pastor y las comunidades cristianas tenemos la obligación de no parcializarnos, sino ser conciencia cristiana en medio de nuestro pueblo, precisamente para orientarlo todo a que este pueblo sea un reflejo del reino de Dios aquí en la tierra (Homilía 13 de enero de 1980, VIII p. 152).



  —320→  

ArribaAbajo301. Los que mantienen estas estructuras de injusticia social

Tenemos que condenar esta estructura de pecado en que vivimos, esta podredumbre que presiona, lastimosamente, a muchos hombres a tomar opciones radicales y violentas. Los culpables son, precisamente, los que mantienen estas estructuras de injusticia social, que hacen perder la esperanza de que se puedan arreglar de otro modo, más que por la violencia. Ellos tienen que considerar que si queremos evitar estos caminos hacia la clandestinidad, hacia la violencia, hacia tantos desórdenes, tienen que empezar por quitar el gran desorden de su egoísmo y de su injusticia social (Homilía 13 de enero de 1980, VIII p. 156).



  —321→  

ArribaAbajo302. Todavía es tiempo de quitarse los anillos

La oligarquía está tratando de organizar y ampliar sus fuerzas para defender sus intereses. Nuevamente, a nombre de nuestro pueblo y de nuestra Iglesia, les hago un nuevo llamado para que oigan la voz de Dios y compartan con todos gustosamente el poder y las riquezas, en vez de provocar una guerra civil que nos ahogue en sangre. Todavía es tiempo de quitarse los anillos para que no les vayan a quitar la mano (Homilía 13 de enero de 1980, VIII pp. 156-157).



  —322→  

ArribaAbajo303. Debería estar al servicio del pueblo

La Junta de Gobierno debe ordenar en forma eficaz el cese inmediato de tanta represión indiscriminada, porque la junta también es responsable de la sangre, del dolor de tanta gente. Las Fuerzas Armadas, sobre todo los Cuerpos de Seguridad, deben deponer esa saña y odio cuando persiguen al pueblo. Debe demostrar con hechos que están en favor de las mayorías y que el proceso que han iniciado es de carácter popular. Ustedes, o muchos de ustedes, son de extracción popular, por lo que la institución del Ejército debería estar al servicio del pueblo. No destruyan al pueblo, no sean ustedes los promotores de mayores y más dolorosos estallidos de violencia con los que justamente podría responder un pueblo reprimido (Homilía 20 de enero de 1980, VIII p. 177).



  —323→  

ArribaAbajo304. La Guerrilla

Estas organizaciones populares y, sobre todo, a las de carácter militar y guerrillero del signo que sean, les digo también: que cesen ya esos actos de violencia y terrorismo, muchas veces sin sentido, y que son provocadores de situaciones más violentas (Homilía 20 de enero de 1980, VIII p. 178).



  —324→  

ArribaAbajo305. Evitemos la guerra civil

Queridos hermanos, quiero hacer un llamamiento a todos los sectores del país para que evitemos tener que llegar a una guerra civil y de todos modos logremos en nuestro país una auténtica justicia. Para ello es indispensable que todos estemos dispuestos a compartir con los demás lo que somos y lo que tenemos, y participar, en la medida de nuestras posibilidades económicas, a crear esta estructura política que de acuerdo con el plan de Dios favorezca equitativamente a todos los salvadoreños (Homilía 20 de enero de 1980, VIII p. 181).



  —325→  

ArribaAbajo306. Un llamado a los que no participan

Hago un llamado al sector no organizado, que hasta ahora se ha mantenido al margen de los acontecimientos políticos, pero que está padeciendo sus consecuencias, para que como recomienda Medellín, actúen en favor de la justicia con los medios que disponen y no sigan pasivos por temor a los sacrificios y a los riesgos personales que implica toda acción audaz y verdaderamente eficaz. De lo contrario, serán también responsables de la injusticia y sus funestas consecuencias (Homilía 20 de enero de 1980, VIII pp. 181-182).



  —326→  

ArribaAbajo307. Como pastor y como ciudadano...

Como Pastor y como ciudadano salvadoreño me apena profundamente que se siga masacrando el sector organizado de nuestro pueblo sólo por el hecho de salir ordenadamente a la calle para pedir justicia y libertad (Homilía 27 de enero de 1980, VIII p. 202).



  —327→  

ArribaAbajo308. Tanta sangre derramada no será en vano

Estoy seguro que tanta sangre derramada y tanto dolor causado a los familiares de tantas víctimas no será en vano. Es sangre y dolor que regará y fecundará nuevas y cada vez más numerosas semillas de salvadoreños que tomarán conciencia de la responsabilidad que tienen de construir una sociedad más justa y humana, y que fructificará en la realización de las reformas estructurales audaces, urgentes y radicales que necesita nuestra patria (Homilía 27 de enero de 1980, VIII p. 202).



  —328→  

ArribaAbajo309. El grito de liberación

El grito de liberación de nuestro pueblo es un clamor que sube hasta Dios y que ya nada ni nadie lo puede detener (Homilía 27 de enero de 1980, VIII p. 202).

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  —329→  

ArribaAbajo310. A quienes caen en la lucha

A quienes caen en la lucha, con tal que sea con sincero amor al pueblo y en busca de una verdadera liberación, debemos considerarlos siempre entre nosotros (Homilía 27 de enero de 1980, VIII p. 202).



  —330→  

ArribaAbajo311. Soluciones de diálogo

Ante el horroroso saldo de sangre y violencia que nos deja esta semana, quiero hacer, en nombre del Evangelio, un nuevo llamamiento a todos los sectores de los salvadoreños: a dejar los caminos de la violencia y a buscar con mayor empeño soluciones de diálogo, que siempre son posibles mientras los hombres no renuncien a su propia racionalidad y a su buena voluntad (Homilía 27 de enero de 1980, VIII p. 203).



  —331→  

ArribaAbajo312. La violencia de la derecha

Se ha comprobado una vez más que la violencia no construye, sobre todo la violencia de una derecha recalcitrante que instrumentaliza la violencia represiva de la Fuerza Armada para violar, en su favor, los sagrados derechos humanos de la expresión y la organización que el pueblo ya sabe defender. A la violencia de la Fuerza Armada debo recordar su deber de estar al servicio del pueblo y no de los privilegios de unos pocos. Quisiéramos ver que reprimen con igual furia la subversión de la derecha, y que puede ser mejor controlada por las fuerzas de seguridad. A esta violencia intransigente de la derecha vuelvo a repetir la severa admonición de la Iglesia cuando le hace culpable de la cólera y de la desesperación del pueblo. Ellos son el verdadero germen y el verdadero peligro del comunismo que hipócritamente denuncian (Homilía 27 de enero de 1980, VIII p. 203).



  —332→  

ArribaAbajo313. Las organizaciones populares

Esta misma Iglesia, que defiende el derecho de organización y apoya todo lo justo de sus reivindicaciones, no puede estar de acuerdo con las violencias desproporcionadas de las fuerzas de la organización ni con sus estrategias de destrucción y de crueldad, que las hace igualmente represivas que sus fuerzas antagónicas, ni son su ideología cuando ellas atentan contra la fe y los sentimientos de nuestro pueblo. Y, en cambio, espera de ustedes, los organizados, que sean fuerzas racionales de política para el bien común del pueblo. Hacer la revolución no es matar a uno que otro hombre, porque sólo Dios es dueño de la vida. Hacer la revolución no es hacer pintas en las paredes ni gritar desaforados en las calles. Hacer la revolución es reflexionar proyectos políticos que estructuren mejor un pueblo justo y de hermanos (Homilía 27 de enero de 1980, VIII p. 204).



  —333→  

ArribaAbajo314. Audiencia con Dios

Esta es una invitación a todos, hermanos, nadie está excluido, todos tenemos ese santuario íntimo de la conciencia donde Dios está esperando la hora en que tú bajes a hablar con Él y decidas, a la luz de su mirada, tu propio destino. ¡Qué hermoso es pensar que a la hora que yo quiera tengo audiencia con Dios! Que en cualquier momento que yo quiera recogerme en oración, Dios me está esperando y me está escuchando (Homilía lo de febrero de 1980, VIII p. 213).



  —334→  

ArribaAbajo315. Encontrarse con Dios

Ningún hombre se conoce mientras no se haya encontrado con Dios. Por eso tenemos tantos ególatras, tantos orgullosos, tantos hombres apegados de sí mismos, adoradores de los falsos dioses. No se han encontrado con el verdadero Dios y por eso no han encontrado su verdadera grandeza. Y qué desgraciada es la vida cuando en vez de encontrar al Dios verdadero se está adorando al falso dios: dios dinero, dios orgullo, dios placer. Todo eso, ¡falsos dioses! (Homilía 10 de febrero de 1980, VIII p. 214).



  —335→  

ArribaAbajo316. El comentario de la YSAX

Quiero recordar el comentario de la YSAX, y muchos vieron por televisión a qué se refiere: Queremos señalar la intervención del señor D'Aubuisson por lo que tiene de falaz, de mentirosa, de deformadora. Esperamos que la Fuerza Armada haya podido medir la falsedad de este señor que quiere nombrar héroe nacional a un torturador, que no se hace cargo ni de los desaparecidos ni de los asesinados ni de los torturados, que confunde la letra de los estatutos de ORDEN con su práctica inveterada de amedrentamiento y de muerte, y que aporta testimonios falsos que no engañan ni al más tonto, como del que se decía nicaragüense y confundía el Caribe con el golfo de Fonseca, o con el otro sujeto que apenas podía expresarse. Un proyecto que tiene necesidad de echar mano de gente de esta categoría, ya puede verse qué clase de bien puede traer para el pueblo (Homilía 10 de febrero de 1980, VIII pp. 224-225).



  —336→  

ArribaAbajo317. Organizaciones populares

Queridos hermanos, yo aprovecho para decirles, sobre todo, a los queridos hermanos de las organizaciones populares políticas: que las reivindicaciones del pueblo son muy justas y que hay que seguir defendiendo la justicia social y el amor a los pobres. Pero por eso, si de verdad amamos al pueblo y tratamos de defenderlo, no le vayamos a quitar lo más valioso: su fe en Dios, su amor a Jesucristo, sus sentimientos cristianos (Homilía 10 de febrero de 1980, VIII p. 226).



  —337→  

ArribaAbajo318. La pobreza es una denuncia

Bajando se puso a dirigirles la palabra y es así como se inicia el Evangelio: «Dichosos los pobres porque vuestro es el Reino de los cielos». Y en contraposición a estas cuatro bienaventuranzas denuncia por qué hay pobres, por qué hay gente que tiene hambre, por qué hay gente que sufre. Esos, que son bienaventurados porque sufren, porque lloran, porque tienen hambre, ¿por qué existen? Es tremendo el Evangelio de hoy cuando señala las causas de esas carencias: «¡Ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!». Resuena en la voz de Cristo el acento de todos los profetas del Viejo Testamento. ¡Qué tremendos son los profetas cuando denuncian a los que juntan casa con casa y a los que juntan terrenos y terrenos y se hacen dueños de todo el país!   —338→   La existencia, pues, de la pobreza como carencia de lo necesario, es una denuncia. Hermanos, quienes dicen que el obispo, la Iglesia, los sacerdotes, hemos causado el malestar del país, quieren echar polvo sobre la realidad. Los que han hecho el gran mal son los que han hecho posible tan horrorosa injusticia social en que vive nuestro pueblo (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII p. 233).

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  —339→  

ArribaAbajo319. Los pobres y la Iglesia

Los pobres han marcado el verdadero caminar de la Iglesia. Una Iglesia que no se une a los pobres para denunciar desde los pobres las injusticias que con ellos se cometen, no es verdadera Iglesia de Jesucristo (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII p. 233).



  —340→  

ArribaAbajo320. Una Iglesia codo a codo con el pobre

Queremos una Iglesia que de veras esté codo a codo con el pobre pueblo de El Salvador y así notamos que cada vez, en este acercarse al pobre, descubrimos el verdadero rostro del Siervo sufriente de Yahvé. Es allí donde nosotros conocemos más cerca el misterio del Cristo que se hace hombre y se hace pobre por nosotros (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII p. 234).



  —341→  

ArribaAbajo321. Anunciar la buena nueva

¿Qué otra cosa hace la Iglesia? Anunciar la buena nueva a los pobres. Pero no con un sentido demagógico, como excluyendo a los demás, sino al contrario. Aquéllos que secularmente han escuchado malas noticias y han vivido peores realidades, están escuchando a través de la Iglesia la palabra de Jesús: ¡El reino de Dios se acerca! Es nuestro. ¡Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios! Y desde allí tiene también una buena nueva para anunciar a los ricos: que se conviertan al pobre para compartir con él los bienes del reino de Dios, que son de los pobres (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII p. 234).



  —342→  

ArribaAbajo322. Las denuncias de los profetas

Las mayorías pobres de nuestro país encuentran en la Iglesia la voz de los profetas de Israel. Existen entre nosotros los que venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias, -como decían los profetas-, los que amontonan violencia y despojo en sus palacios, los que aplastan a los pobres, los que hacen que se acerque un reino de violencia acostados en camas de marfil, los que juntan casa con casa y anexionan campo a campo para ocupar todo el sitio y quedarse solos en el país. Estos textos de los profetas no son lejanas voces que leemos reverentes en nuestra liturgia, son realidades cotidianas cuya crueldad e intensidad vivimos a diario (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII pp. 234-235).



  —343→  

ArribaAbajo323. La Iglesia sufre el destino de los pobres

Y por eso, la Iglesia sufre el destino de los pobres: la persecución. Se gloría nuestra Iglesia de haber mezclado su sangre de sacerdotes, de catequistas y de comunidades, con las masacres del pueblo y haber llevado siempre la marca de la persecución. Precisamente porque estorba, se la calumnia y no se quisiera escuchar en ella la voz que reclama contra la injusticia (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII p. 235).



  —344→  

ArribaAbajo324. El pecado

Pecado es aquello que dio muerte al Hijo de Dios y pecado sigue siendo aquello que da muerte a los hijos de Dios. Esa verdad fundamental de la fe, la vemos a diario en situaciones de nuestro país. No se puede ofender a Dios sin ofender al hermano. No es, por ello, pura rutina que repitamos una vez más la existencia de una estructura de pecado en nuestro país. Son pecado porque producen los frutos del pecado: la muerte de los salvadoreños, la muerte rápida de la represión o la muerte lenta de la opresión estructural. Por ello, hemos denunciado el pecado de la injusticia (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII p. 235).



  —345→  

ArribaAbajo325. El que denuncia debe estar dispuesto a ser denunciado

El que denuncia debe estar dispuesto a ser denunciado. Y si la Iglesia denuncia las injusticias, está dispuesta también a escuchar que se la denuncie y está obligada a convertirse. Y los pobres son el grito constante que denuncia, no sólo la injusticia social, sino también la poca generosidad de nuestra propia Iglesia (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII p. 236).



  —346→  

ArribaAbajo326. La pobreza es una espiritualidad

La pobreza es una espiritualidad, es una actitud del cristiano, es una disponibilidad del alma abierta a Dios. Por eso decía Puebla que los pobres son una esperanza en América Latina, porque son los más disponibles para recibir los dones de Dios. Por eso Cristo dice con tanta emoción: ¡Dichosos ustedes los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios! Ustedes son los más capacitados para comprender lo que no comprenden quienes están de rodillas ante los falsos ídolos y confían en ellos. Ustedes, que no tienen esos ídolos, ustedes que no confían porque no tienen el dinero o el poder, ustedes desvalidos de todo, cuanto más pobres más dueños del reino de Dios, con tal que vivan de verdad esta espiritualidad. Porque la pobreza que aquí dignifica Jesucristo no es una pobreza simplemente   —347→   material, no tener nada, y eso es malo. Es una pobreza que toma conciencia, es una pobreza que acepta la cruz y el sacrificio no con conformismo porque sabe que no es voluntad de Dios. Pero sabe también que en la medida en que hace de su pobreza una conciencia, una espiritualidad, una entrega, una disponibilidad al Señor, se está haciendo santo y desde una santidad sabrá ser el mejor liberador de su propio pueblo. La Iglesia está forjando estos liberadores del pueblo. Ustedes cristianos, en la medida en que su pobreza se convierta en espiritualidad, en esa medida también ustedes son liberadores de nuestro pueblo (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII pp. 236-237).



  —348→  

ArribaAbajo327. Bienaventurados los pobres de espíritu

«Bienaventurados los pobres de espíritu». Y muchos han tergiversado esta frase hasta el modo de querer decir que todos son pobres, hasta el que está oprimiendo a los demás. No es cierto. En el contexto del Evangelio «pobre de espíritu», -y como Lucas dice simplemente «pobres»-, es el que carece, el que está sufriendo una opresión, el que necesita de Dios para salir de esta situación (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII p. 238).



  —349→  

ArribaAbajo328. La dimensión política de nuestra fe

María también llega a decir una palabra que diríamos hoy insurreccional: Derriba del trono a los poderosos cuando éstos ya son un estorbo para la tranquilidad del pueblo. Esta es la dimensión política de nuestra fe: la vivió María, la vivió Jesús. Era auténticamente un patriota de un pueblo que estaba bajo una dominación extranjera y que Él, sin duda, la soñaba libre. Pero, mientras tanto, tuvo que pagar el tributo al César: Dad al César lo que es el del César, pero no deis al César lo que es de Dios. A Dios lo que es de Dios (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII p. 238).



  —350→  

ArribaAbajo329. El prestigio de la Iglesia

No es un prestigio para la Iglesia estar bien con los poderosos. Este es el prestigio de la Iglesia: sentir que los pobres la sienten como suya, sentir que la Iglesia vive una dimensión en la tierra llamando a todos, también a los ricos, a convertirse y salvarse desde el mundo de los pobres, porque ellos son únicamente los bienaventurados (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII p. 239).



  —351→  

ArribaAbajo330. La pobreza es un compromiso

Este es el compromiso de ser cristiano: seguir a Cristo en su encarnación. Y si Cristo es Dios majestuoso que se hace hombre humilde hasta la muerte de los esclavos en una cruz y vive con los pobres, así debe ser nuestra fe cristiana. El cristiano que no quiere vivir ese compromiso de solidaridad con el pobre, no es digno de llamarse cristiano (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII p. 240).



  —352→  

ArribaAbajo331. Correr el mismo destino de los pobres

Cristo nos invita a no tener miedo a la persecución, porque, créanlo hermanos, el que se compromete con los pobres tiene que correr el mismo destino de los pobres. Y en El Salvador ya sabemos lo que significa el destino de los pobres: ser desaparecidos, ser torturados, ser capturados, aparecer cadáveres (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII P. 240).



  —353→  

ArribaAbajo332. Mientras huyen los cobardes

Quiero felicitar con inmensa alegría y gratitud a los sacerdotes, precisamente cuanto más están comprometidos con los pobres, son más difamados; precisamente cuanto más comprometidos con la miseria de nuestro pueblo, más calumniados. Quiero alegrarme con los religiosos y las religiosas comprometidos con este pueblo hasta el heroísmo de sufrir con él, con las comunidades cristianas, con los catequistas, que mientras huyen los cobardes, se quedan en el puesto (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII p. 240).



  —354→  

ArribaAbajo333. Bienaventuranza

Dichosos los que trabajan las liberaciones políticas de la tierra teniendo en cuenta la redención de aquél que salva del pecado y salva de la muerte (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII p. 241).

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  —355→  

ArribaAbajo334. Iglesia de los pobres

En el afán de hacer una Iglesia así, como la que nos ha presentado Cristo hoy: una Iglesia de los pobres, pero no por clase social, sino porque salva a través de los pobres a todo el que quiere salvarse. Tratemos de hacerla, hermanos, así, nuestra arquidiócesis (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII p. 242).



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ArribaAbajo335. Lo que interesa es el pueblo pobre

Lo que marca para nuestra Iglesia los límites de esta dimensión política de la fe, es precisamente el mundo de los pobres. En las diversas coyunturas políticas lo que interesa es el pueblo pobre. No quiero detallarles todos los vaivenes de la política en mi país, he preferido explicarles las raíces profundas de la actuación de la Iglesia en este mundo explosivo de lo socio-político salvadoreño y he pretendido esclarecerles el último criterio, que es teológico e histórico, para la actuación de la Iglesia en este campo: el mundo de los pobres. Según les vaya a ellos, al pueblo pobre, la Iglesia irá apoyando desde su especificidad de Iglesia, uno u otro proyecto político. O sea, que la Iglesia así es como mira en este momento de la homilía: apoyar aquello que beneficie al pobre; así como también denunciar todo aquello que sea un mal para el pueblo (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII pp. 245-246).



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ArribaAbajo336. Carta al presidente de los Estados Unidos

Movido por esta inquietud es que me he atrevido a hacer una carta para el mismo presidente Carter y que la voy a mandar después de que ustedes me digan su opinión. Señor Presidente: Me preocupa bastante la noticia de que el gobierno de los Estados Unidos está estudiando la manera de favorecer la carrera armamentista de El Salvador enviando equipos militares y asesores para entrenar a tres batallones salvadoreños en logística, comunicaciones e inteligencia. En caso de ser cierta esta información periodística, la contribución de su gobierno en lugar de favorecer una mayor justicia y paz en El Salvador, agudiza sin duda la injusticia y la represión en contra del   —358→   pueblo organizado, que muchas veces ha estado luchando porque se respeten sus derechos humanos más fundamentales... Como salvadoreño y arzobispo de la arquidiócesis de San Salvador tengo la obligación de velar porque reine la fe y la justicia en mi país, le pido que si en verdad quiere defender los derechos humanos: prohíba se dé esta ayuda militar al gobierno salvadoreño. Garantice que su gobierno no intervenga directa o indirectamente con presiones militares, económicas, diplomáticas, etc., en determinar el destino del pueblo salvadoreño. En estos momentos estamos viviendo una grave crisis económico-política en nuestro país, pero es indudable que cada vez más el pueblo es el que se ha ido concientizando y organizando y con ello ha empezado a capacitarse para ser el gestor y responsable del futuro de El Salvador y el único capaz de superar la crisis. Sería injusto y deplorable que por la intromisión de potencias extranjeras se frustrara el pueblo salvadoreño, se le reprimiera e impidiera decidir con autonomía sobre la trayectoria económica y política que debe seguir nuestra patria (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII pp. 247-248).



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ArribaAbajo337. Llamado a la oligarquía

Lo más lógico es que los poderosos de la oligarquía reflexionen con serenidad humana o cristiana, si es posible, el llamamiento que Cristo les hace hoy desde el Evangelio: ¡Ay de ustedes porque mañana llorarán! Es mejor, repitiendo la imagen ya conocida, quitarse a tiempo los anillos antes que les puedan cortar la mano. Sean lógicos con sus convicciones humanas y cristianas, y den un chance al pueblo a organizarse con un sentido de justicia y no quieran defender lo indefendible (Homilía 17 de febrero de 1980, VIII p. 251).



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ArribaAbajo338. Organicemos la conversión de los corazones

No busquemos soluciones inmediatas, no queramos organizar de un golpe una sociedad tan injustamente organizada durante tanto tiempo; organicemos, sí, la conversión de los corazones. Que sepan unos y otros vivir la austeridad del desierto, que sepan saborear la redención fuerte de la cruz; que no hay alegría más grande que ganarse el pan con el sudor de la frente y que no hay, tampoco, pecado más diabólico que quitarle el pan al que tiene hambre (Homilía 24 de febrero de 1980, VIII p. 262).



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ArribaAbajo339. ¡Ay de los poderosos!

¡Ay de los poderosos cuando no tienen en cuenta el poder de Dios, el único poderoso, cuando se trata de torturar, de matar, de masacrar para que se subyuguen los hombres al poder! ¡Qué tremenda idolatría que le está ofreciendo al dios poder, al dios dinero! Tantas vidas, tantas sangres que Dios, el verdadero Dios, el autor de la vida de los hombres, se lo va a cobrar bien caro a esos idólatras del poder (Homilía 24 de febrero de 1980, VIII p. 263).



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ArribaAbajo340. El Dios de todos los pueblos

Y el Dios de todos los pueblos, también el Dios de El Salvador, tiene que ser un Dios así: que va iluminando también la política. Él es el que nos da nuestros campos; Él es el que quiere la transformación agraria; Él es el que quiere un reparto más justo de los bienes que El Salvador produce. No es justo que unos amalgamen en sus arcas y el pueblo se quede sin esos dones de Dios que ha dado para el pueblo (Homilía 24 de febrero de 1980, VIII p. 265).



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ArribaAbajo341. Antesala del Reino de Dios

Tengamos fe, creamos de verdad y desde nuestra fe, iluminemos nuestra política, trabajemos nuestra historia, seamos artífices del destino de nuestro pueblo pero no haciendo un proyecto únicamente humano y, mucho menos, inspirado por el diablo. Un proyecto que lo inspire Dios y que me lleva a creer en Cristo y que haga sentir la historia de mi patria como una historia de salvación, porque Cristo está bien entramado en mi familia, en las leyes de mi tierra, en mi gobierno, en todo aquello que es mi patria; Cristo sea luz que ilumine todo. Es así como la patria se convierte en antesala de aquel Reino de Dios (Homilía 24 de febrero de 1980, VIII p. 269).



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ArribaAbajo342. La oligarquía

Este hecho de haber dinamitado la YSAX es todo un símbolo. ¿Qué significa? La oligarquía, al ver que existe el peligro de que pierda el completo dominio que tiene sobre el control de la inversión, de la agro-exportación y sobre el casi monopolio de la tierra, está defendiendo sus egoístas intereses, no con razones, no con apoyo popular, sino con lo único que tiene: dinero, que le permite comprar armas y pagar mercenarios que están masacrando al pueblo y ahogando toda legítima expresión que clama justicia y libertad (Homilía 24 de febrero de 1980, VIII p. 272).



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ArribaAbajo343. La voz de la justicia nadie la puede matar ya

La justicia social no es tanto una ley que ordene distribuir; vista cristianamente es una actitud interna como la de Cristo, que siendo rico, se hace pobre para poder compartir con los pobres su amor. Espero que este llamado de la Iglesia no endurezca aún más el corazón de los oligarcas sino que los mueva a la conversión. Compartan lo que son y tienen. No sigan callando con la violencia a los que les estamos haciendo esta invitación, ni mucho menos, continúen matando a los que estamos tratando de lograr haya una más justa distribución del poder y de las riquezas de nuestro país. Y hablo en primera persona, porque esta semana me llegó un aviso de que estoy yo en la lista de los que van a ser eliminados la próxima semana. Pero que quede constancia de que la voz de la justicia nadie la puede matar ya (Homilía 24 de febrero de 1980, VIII p. 275).



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ArribaAbajo344. Llamamiento a las organizaciones populares

No sería completo mi llamamiento de cuaresma para la conversión de los diversos sectores salvadoreños, si no dijera también una palabra cariñosa de Pastor a las fuerzas populares. Urge que las organizaciones populares vayan madurando para que cumplan su misión de llegar a ser intérprete de la voluntad del pueblo. La alta dignidad de nuestro pueblo merece que no se tergiverse su sufrimiento, su opresión, sino que se encauce por verdadera espiritualidad de pobreza, como recordamos el domingo pasado: que la pobreza es una denuncia de las injusticias del país, pero que también es una espiritualidad que los pobres tienen en sus manos, un gran instrumento para ser santos y agradar a Dios; y significa también, la pobreza, un compromiso, nada menos que el de Cristo que siendo rico se compromete a vivir con los pobres para salvarlos, precisamente por su pobreza (Homilía 24 de febrero de 1980, VIII p. 276).



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ArribaAbajo345. Que Cristo esté en medio de nuestro proceso popular

Procuremos, hermanos, que Cristo esté en medio de nuestro proceso popular. Procuremos que Cristo no se aleje de nuestra historia. Esto es lo que más interesa en este momento de la patria: que Cristo sea gloria de Dios, poder de Dios; y que el escándalo de la cruz y el dolor no nos haga huir de Cristo, borrar el sufrimiento, sino abrazarlo (Homilía 2 de marzo de 1980, VIII p. 291).



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ArribaAbajo346. El pecado es muerte

Así es el pecado, es muerte. Por eso, donde quiera que hay muerte, hay pecado. La muerte es la señal evidente de que el pecado reina. Espanta pensar que en la patria haya tantos muertos y que los caminos sagrados de nuestro suelo se empapan cada vez más de sangre humana. El pecado reina en El Salvador y los liberadores de El Salvador tienen que comenzar por allí: cómo arrancar el pecado de nuestro suelo (Homilía 2 de marzo de 1980, VIII pp. 292-293).



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ArribaAbajo347. Sin Dios no puede haber liberación

Querer mantener la injusticia social, es querer mantener entronizado el pecado y echar aparte a Dios. Sin Dios no puede haber liberación; y donde hay pecado, no puede estar Dios. Los proyectos que solamente se montan para mantener privilegios escandalosos, no pueden ser de Dios (Homilía 2 de marzo de 1980, VIII p. 293).



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ArribaAbajo348. Están más presentes que antes

No pensemos, hermanos, que nuestros muertos se han apartado de nosotros; su cielo, su recompensa eterna, los perfecciona en el amor, siguen amando las mismas causas por las cuales murieron. Lo cual quiere decir que en El Salvador esta fuerza liberadora no sólo cuenta con los que van quedando vivos, sino que cuenta con todos aquéllos que les han querido matar y que están más presentes que antes en este proceso del pueblo (Homilía 2 de marzo de 1980, VIII p. 295).



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ArribaAbajo349. Unidos con Dios

Ayer cuando un periodista me preguntaba dónde encontraba yo mi inspiración para mi trabajo y mi predicación, le decía: «Es bien oportuna su pregunta porque cabalmente vengo saliendo de mis ejercicios espirituales». Si no fuera por esta oración y esta reflexión con que trato de mantenerme unido con Dios, no sería yo más que lo que dice san Pablo: «una lata que suena» (Homilía 2 de marzo de 1980, VIII p. 297).



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ArribaAbajo350. La pedrada de la verdad

La verdad físicamente puede ser muy débil como el pequeño David; pero por más grande, por más armada que se ponga la mentira, no es más que un fantástico Goliat que caerá por tierra bajo la pedrada de la verdad (Homilía 2 de marzo de 1980, VIII p. 298).



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ArribaAbajo351. El diálogo cristianismo marxismo

También es interesante la noticia de que en Roma, el próximo octubre, va a haber un diálogo entre filósofos cristianos y marxistas. Para aquellos que se espantan del marxismo tan fácilmente, no por motivos cristianos sino por intereses egoístas; porque jamás habíamos visto tanto celo anticomunista como cuando ven en peligro sus intereses egoístas. Pero sí puede haber un diálogo, no para claudicar en los principios de la fe, sino para comprender qué se entiende hoy por comunismo, por marxismo. Y muchas veces, quienes se espantan más de los grandes males del comunismo, no se quieren fijar en los grandes males del capitalismo que está sacrificando a nuestro pueblo (Homilía 2 de marzo de 1980, VIII p. 300).



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ArribaAbajo352. Es un pueblo que se hace respetar

Se destruyen las organizaciones populares, ya se sabe con qué ideas. Porque un pueblo desorganizado es una masa con la que se puede jugar, pero un pueblo que se organiza y defiende sus valores, su justicia, es un pueblo que se hace respetar (Homilía 2 de marzo de 1980, VIII p. 301).



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ArribaAbajo353. El grito de liberación

La tierra tiene mucho de Dios, y por eso gime cuando los injustos la acaparan y no dejan tierra para los demás. Las reformas agrarias son una necesidad teológica. No puede estar la tierra de un país en unas pocas manos, tiene que darse a todos y que todos participen de las bendiciones de Dios en esa tierra. Cada país tiene su tierra prometida en el territorio que la geografía le señala. Pero debíamos de ver siempre, -y no olvidarlo nunca- esta realidad teológica: que la tierra es un signo de justicia, de la reconciliación. No habrá verdadera reconciliación de nuestro pueblo con Dios mientras no haya un justo reparto, mientras los bienes de la tierra de El Salvador no lleguen a beneficiar y hacer felices a todos los salvadoreños (Homilía 16 de marzo de 1980, VIII pp. 333-334).



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ArribaAbajo354. El orgullo

No hay cosa más opuesta a la reconciliación que el orgullo. Los que se sienten puros y limpios, los que creen tener el derecho de señalar a los otros como causa de todas las injusticias y no son capaces de mirarse hacia adentro; que ellos también han puesto una parte en el desorden del país (Homilía 16 de marzo de 1980, VIII p. 338).



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ArribaAbajo355. El Cristo botado

¡Qué terror se ha sembrado en nuestro pueblo que hasta los amigos traicionan al amigo cuando lo ven en desgracia! Si viéramos que es Cristo el hombre necesitado, el hombre torturado, el hombre prisionero, el asesinado; y en cada figura de hombre, botadas tan indignamente por nuestros caminos, descubriéramos a ese Cristo botado, medalla de oro que recogeríamos con ternura y la besaríamos y no nos avergonzaríamos de Él (Homilía 16 de marzo de 1980, VIII p. 339).



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ArribaAbajo356. De nada sirven los millones

Cuánto falta para despertar en los hombres de hoy, sobre todo en aquéllos que torturan y matan y que prefieren sus capitales al hombre, tener en cuenta que de nada sirven los millones de la tierra, nada valen por encima del hombre. El hombre es Cristo y en el hombre visto con fe y tratado con fe, miramos a Cristo el Señor (Homilía 16 de marzo de 1980, VIII p. 339).



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ArribaAbajo357. Tocan el corazón mismo de Dios

Una vez más el Señor pregunta a Caín: ¿Dónde está Abel, tu hermano? Y aunque Caín le responde al Señor que no es el guardián de su hermano, el Señor replica: «La sangre de tu hermano me está gritando desde la tierra. Por eso te maldice esta tierra, que ha abierto sus fauces para recibir de tus manos la sangre de tu hermano. Aunque cultives la tierra, no te pagará con su fecundidad, andarás errante y perdido en el mundo». Palabras del Génesis en el capítulo 4. Y esta sigue siendo la preocupación principal de la Iglesia, esto es lo que la obliga a levantar incesantemente, incansablemente, semana tras semana, su voz como si fuera voz que clama en el desierto. Nada hay tan importante para la Iglesia como la vida humana, como la persona humana. Sobre todo, la persona de los pobres y oprimidos,   —380→   que además de seres humanos son seres divinos, por cuanto, dijo Jesús, que todo lo que con ellos se hace, Él lo recibe como hecho a Él. Y esa sangre, la sangre, la muerte, están más allá de toda política, tocan el corazón mismo de Dios, hace que ni la reforma agraria, ni la nacionalización de la banca, ni otras prometidas medidas puedan ser fecundas si hay sangre (Homilía 16 de marzo de 1980, VIII p. 348).

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ArribaAbajo358. Nada me importa como la vida humana

Este es el pensamiento fundamental de mi predicación: nada me importa tanto como la vida humana. Es algo tan serio y tan profundo, más que la violación de cualquier otro derecho humano, porque es vida de los hijos de Dios y porque esa sangre no hace sino negar el amor, despertar nuevos odios, hacer imposible la reconciliación y la paz. ¡Lo que más se necesita hoy aquí es un alto a la represión! (Homilía 16 de marzo de 1980, VIII pp. 348-349).



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ArribaAbajo359. Nada violento puede ser duradero

Alguien me criticó como si yo quisiera unir en un solo sector las fuerzas populares con los grupos guerrilleros. Siempre mi mente está muy clara sobre la diferencia. A ellos, pues, y a quienes abogan por soluciones violentas, quiero llamarlos a la comprensión. Saber que nada violento puede ser duradero. Que hay perspectivas aún humanas de soluciones racionales y por encima de todo está la palabra de Dios que nos ha gritado hoy: ¡reconciliación! (Homilía 16 de marzo de 1980, VIII p. 356).



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ArribaAbajo360. Mientras voy recogiendo el clamor del pueblo

Ya sé que hay muchos que se escandalizan de estas palabras y quieren acusarla de que ha dejado la predicación del Evangelio para meterse en política. Pero no acepto yo esta acusación, sino que hago un esfuerzo para que todo lo que nos ha querido impulsar el Concilio Vaticano II, la reunión de Medellín y de Puebla, no sólo lo tengamos en las páginas y lo estudiemos teóricamente sino que lo vivamos y lo traduzcamos en esta conflictiva realidad de predicar como se debe el Evangelio para nuestro pueblo. Por eso pido al Señor durante toda la semana, mientras voy recogiendo el clamor del pueblo y el dolor de tanto crimen, la ignominia de tanta violencia, que me dé la palabra oportuna para consolar, para denunciar, para llamar al arrepentimiento, y aunque siga siendo una voz que clama en el desierto, sé que la Iglesia está haciendo el esfuerzo por cumplir con su misión (Homilía 23 de marzo de 1980, VIII p. 359).



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ArribaAbajo361. Trascendencia

¿Qué es la trascendencia? Yo creo que hasta repito demasiado esta idea, pero no me cansaré de hacerlo. Porque corremos mucho el peligro de querer salir de las situaciones inmediatas y nos olvidamos que los inmediatismos pueden ser parches, pero no soluciones verdaderas. La solución verdadera tiene que encajar en el proyecto definitivo de Dios. Toda la solución que queramos dar a una mejor distribución de la tierra, a una mejor administración del dinero en El Salvador, a una organización política acomodada al bien común de los salvadoreños, tendrá que buscarse siempre en el conjunto de la liberación definitiva (Homilía 23 de marzo de 1980, VIII p. 367).



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ArribaAbajo362. La línea del arzobispo

No me gusta cuando dicen la línea del señor arzobispo. Yo no tengo una línea personal, estoy tratando de seguir la línea de estos grandes acontecimientos de la Iglesia, y me alegro que la Comisión de Pastoral estudia como un proyecto de la diócesis, que yo recibí ya como preciosa herencia de Monseñor Chávez y que estamos tratando de poner en práctica con grandes éxitos en las comunidades donde lo toman en serio (Homilía 23 de marzo de 1980, VIII p. 373).



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ArribaAbajo363. Himno al Divino Salvador del Mundo

Y nota simpática, también de nuestra vida diocesana, que un compositor y poeta nos ha hecho un bonito himno para nuestro Divino Salvador. Próximamente lo iremos dando a conocer: «Vibran los cantos explosivos de alegría, voy a reunirme con mi pueblo en catedral, miles de voces nos unimos este día, para cantar en nuestra fiesta patronal. Y así siguen estrofas muy sentidas por el pueblo. La última es muy bonita: «Pero los dioses del poder y del dinero, se oponen a que haya transfiguración, por eso, ahora, vos sos Señor, el primero en levantar el brazo contra la opresión.» (Homilía 23 de marzo de 1980, VIII pp. 375-376).



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ArribaAbajo364. ¡Cese la represión!

Yo quisiera hacer un llamamiento muy especial a los hombres del ejército, y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles. Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: no matar. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno, en nombre de Dios: ¡cese la represión! (Homilía 23 de marzo de 1980, VIII p. 382).



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Arriba365. Las últimas palabras

Que este Cuerpo inmolado y esta Sangre sacrificada por los hombres, nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo, no para sí, sino para dar conceptos de Justicia y de paz a nuestro pueblo. Unámonos, pues, íntimamente en fe y esperanza a este momento de oración por doña Sarita y por nosotros... -en este momento sonó el disparo- (Homilía 24 de marzo de 1980, VIII p. 384).