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Reliquias e imágenes sueltas. «Una cruz de madera que es un relicario de la cual han desaparecido algunas reliquias, según se echa de ver por los huecos vacíos. Tiene de alto cerca de dos tercias. En el crucero tiene un Lignum Crucis y arriba un óvalo dentro de él una efigie de S. Blas. Están las reliquias de Sta. Inés, S. Egidio, S. Contín, San Félix, uno ilegible, S. Calisto, S. Felipe, Sta. Priscila, S. Blas, Al brazo izquierdo de Sta. Lucía, S. Cipriano, S. Cleto, S. Felipe, S. Cenón, S. Acasio, S. Cornelio y S. Sixto. Del crucero para abajo, S. Dionisio, S. Fabián, S. Félix, S. Blas, S. Sebastián, S. Calixto, S. Sixto y S. Felipe, S. Marcos y tres más cuyos letreros están ilegibles. Hay multitud de ilegibles. Una de S. Eugenio; Mr. de Agreda; Diez que se ignoran de qué santos sean por faltar rótulos; Un puñado de huesos que se ignoran; S. Pío, Nundinato, Elías de Jerusalén, S. Bonifacio, Sangre de S. Valero; Sta. Cilaria; S. Donato, S. Lorenzo, S. Celestino, S. Justino, S. Félix, S. Dedrocio, S. Egidio y siete que se ignoran de qué santos sean.

Una lámina con un cristal de tercia de alto y cuarta de ancho. Al medio un Agnus, grabada la imagen de Sta. Anastasia, Sta. Ventulia, de San Honorio, S. Fulgencio, S. Valentín, S. Clemente y S. Nicodemus y otras que faltan los rótulos.

Otra con un hueso de San Marcelino.

Catorce reliquias que se hallan sujetas con un alambre amarillo que son de los siguientes mártires: S. Hipólito, Sta. Justina, S. Fausto, Sta. Peregrina, S. Feliciano, otra de S. Feliciano, S. Fortunato, Sta. Cristina, Sta. Colomba, de las 11.000 vírgenes, Sta. Demetria, el Cráneo casi entero de S. Dionisio, Sta. Valina, su cráneo en su mayor parte.

S. Valentín, Sta. Eufemia y S. Eugenio; S. Vicente y Abundancio, dos niños y S. Clemente; Justo y Benito, S. Inocencio y S. Bonifacio; S. Feliciano y Sta. Liberata; S. Inocencio y S. Alejandro; S. Victoriano y Sta. Venturina.

Las imágenes son: S. Pedro, S. Pablo de una vara 7/8; S. Juan Evangelista 1 2/3; S. María Magdalena 1 2/3; S. Francisco Xavier de 2 varas; S. José de 1¾; S. Francisco de Paula 1 1/8; Señor de la Columna de 1 7/8; S. Francisco de Asís de 1 3/4; S. Lázaro de 1 1/3; S. Miguel 1¼; Los Santos Reyes Magos de cerca de vara; Nuestra Señora de Belén; S. Gerónimo 1½; Sta. Lucía 1 1/2; Nuestra Señora de Dolores; Un Ecce Homo 1 1/2; S. Justo y S. Pastor de más de vara; Un Ecce Homo 1 2/3; Una Cruz y en ella pintado Jesucristo, de 2 varas 1/6; S. Antonio Abad 1 7/8; Nuestra Señora del Pilar ½ vara; S. Patrocinio de 2/3 con un Niño Jesús; Santos Justo y Pastor y, arrodillado, el Ilmo. Sr. Argandoña Arzobispo de Charcas y Canónigo de esta iglesia (de jaspe); Sta. María la Mayor en jaspe ½ de alto; Ntra. Sra. de la Alegría 2/3; La Beata Mariana de Jesús; la Inmaculada Concepción de dos tercias y un lienzo de 2 varas y media por 2 de ancho con el retrato del Barón de Carondelet».

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Decíamos que la Catedral de Quito era rica en obras de orfebrería, de las que apenas quedan unas pocas cosas para servicio del culto público. Siempre la caridad del pueblo devoto ha sido grande.

Corría el año de 1821. Apurado se hallaba el Gobierno de dinero y no teniendo a quien recurrir, eran las catedrales las víctimas de los empréstitos forzosos que debían hacer, recibiendo, en cambio, una constancia de lo que daban para ser reintegrados tarde, mal y nunca. Porque, como le decía el general don Juan de la Cruz Mourgeon al ilustrísimo señor Obispo en oficio del 10 de marzo de 1822 «ni V. S. Ilma, ni el Cabildo, ni el Ejército tendrán de que subsistir, si no se toma esta medida».

Mal debió sentirse el general Mourgeon cuando recurrió al obispo Santander en demanda de auxilio el 7 de mayo de 1821, al principio como quien pide un favor, pero luego, con las exigencias de un salteador. Copiemos toda la correspondencia que es interesante; porque da una idea perfecta del modo de actuar el poder militar de aquellos tiempos.

Al Iltre. y V. Sor.

No ocultándoseme la falta de arbitrios y recursos en qe. se halla el Sr. Jefe Militar y Político de esta Capital y su Provincia pa. sustentar el cresido número de Tropas qe, la defienden de qualquier invasion qe, pudiesen inventar contra ella los Enemigos del REY, sin ser requerido, ni imbitado me anticipé asubministrarle adho. Sor. tres días antes de esta fecha la cantidad de mil ps. por vía de Donativo voluntario, la que agregada a otros mil y setecientos que apronté pa. el mismo objeto, y en los mismos términos en el mes de Julio del año próximo pasado compone el total de dos mil setecientos ps. qe. hé franqueado gustosamte. en tan corto intervalo de tiempo, pa. un fin tan importante y tan de primera necesidad sin embargo de los varios empeños indispensables qe. contraje en el Reyno Mexicano hasta ingresar a esta ciudad y de qe. aun no hé podido satisfacer todavía un resto vastante cresido.

Pero no siendo suficientes mis donativos pa. sufragar alas gravisimas urgencias qe. en el día cercan por todas partes adho. S. Jefe Militar y Político, me ha invitado a fin de qe. convoque y exorte a mi Clero y con especialidad a V. S. M. Y. y V. que compone la porcion mas selecta y respetable del mismo, pa. qe. haciendo un generoso esfuerso en favor de la justa causa qe. con tantas fatigas y sacrificios sobstenemos, se sirvan contribuir con aquellas cantidades, auxilios y socorros de qualquier especie que sean segun el alcanse de sus facultades, y amedida de su lealtad al mejor de los Reyes, cuyos soldados qe. estan exponiendo continuamte. sus vidas p. a conservarnos general y particularmte. en tranquilidad y quietud, y que en las actuales circunstancias no tienen qe. comer, ni qe, vestirse son los mas acreedores a las beneficencias de los sacerdotes fieles y caritativos.

Lo que participo a V. S. M. Y. y V. esperando qe, por su parte   —133→   se esmere en facilitar lo qe. le diere su buen deseo y afecto pa. un destino tan interesante como piadoso.

Dios gue: a V. S. M. Y. y V. m. an.
Quito y Mayo 4 de 1821.

M. I. S.
Leonardo, Obispo de Quito.



M. Y. y V. Sor.
Arcedno. y Cavdo.

Al Ilte. y Ve. Sr.

El Exmo. Sr. Capitan General Jefe Superior del Reyno con esta fecha me dice lo siguiente:

«Ilustrísimo Señor: Quando adopté la medida de recurrir a Vue Señoría Ilustrísima, y demás Prelados de las Comunidades Religiosas con el fin de quese entregase la plata labrada de las Iglesias eseptuando solo los vasos sagrados, pedrería y la puramente precisa para el culto, tuve por obgeto el menor gravamen de los pueblos y la necesidad de hacer fondos con que ocurrir a la subsistencia y organización del Exército. Vue Señoría Ilustrísima se convenció de la importancia de este asunto y trató de estimular con su exemplo a dichos Prelados, encargándose de hacerlo a su Cabildo; pero en el día que se ha presentado en Tesorería el Comisionado para entregar la plata con una pequeñísima parte, o más bien con la que estaba ya retirada o inservible, no puedo menos de manifestar a Vue Señoría Ilustrísima para que así se sirva hacerlo entender a ese Ilustre Cabildo, que he determinado le sea devuelta dicha plata con el fin de que bien enterados del acta celebrada, procedan a la entrega total que en la misma se acordó. Persuádase Vue Señoría Ilustrísima y demás prelados del interés de este servicio, y de lo sensible que me será tener que adoptar medidas estrepitosas para hacer efectivas mis providencias, cuyo objeto está cifrado en la salud del Estado. Dios guarde a Vue Señoría Ilustrísima muchos años. Quito y Enero ocho de mil ochocientos veinte y dos.- Juan de la Cruz Mourgeon».

Y lo transcribo a S. S. M. Y. Ne. y Ve. para que inteligenciado de él, se sirva contestarme lo que acordase para hacerlo presente al Exmo. Sr. Capitán Gral.

Dios gue a V. S. M. Illma. y Ve. m. a.

Quito y Eno. 8 de 1822.

Leonardo, Obispo de Quito.



Illmo. Sr.

A este Cabildo no se ha pasado copia del acta que se cita, ni de cédula o providencia superior relativo, de la ocupación de los bienes de la Iglesia V. S. Y. sabe muy bien lo que se dispone en los sagrados cánones para la enagenación destas cosas, y que en el acuerdo sobre esa materia, fue necesaria e indispensable la intervención del Cabildo concurriendo los demás requisitos de dro. como la Auda. del Ministerio fiscal. Sin embargo se franquearon los trescientos diez marcos de plata labrada no inservible, sino de actual, y buen uso en una Iglesia que no abunda de lo superfluo. Esa instrucción, y comprobantes,   —134→   de que nos hallamos desnudos debió preceder para cubrir nuestra responsabilidad en el fuero interno y externo. Las Leyes del Reyno concordantes con los sagrados cánones exigen estas formalidades, y no está en ntro. arbitrio su inobservancia.

Parece difícil de conciliar el oficio de S. E. de primero de este mes, que se insertó en ntra. Acta Capitular, con el de ayer que V. S. Y. nos transcribe. En el primero se exige la plata sobrante, y en el segundo una entrega total. En este conflicto, y para precaver providencias estrepitosas, ha resuelto el Cabildo pasar a V. S. Y. el expedte. original del Inventario en lo relativo a plata labrada, para qe. se nos designen las especies que se han de dar en empréstito con cargo de reintegro, como lo dispone la Ley.

Dios gue. a V. S. I. muchos añ. Sala Capitular de Quito, Enero 9 de 1822.- Ilustrísimo señor Don Maximiliano Coronel - Doctor Nicolás de Arteta - Doctor Joaquín Anda - Mariano Batallas - Doctor José Camacho - Bruno Lorenzo de Neyra - Doctor Francisco León de Aguirre - Doctor Carlos Ponce - Doctor José Loza, Secretario.- Enmendado, relativo, a -el expediente original.



Al Iltre. y V. Sor.

Es fiel copia de la respuesta dirigida al Iltmo. Sr. Obispo, en contestación del oficio dirigido a este Ve. Cuerpo capitular. Quito, Enero nueve de mil ochocientos veinte y dos.

Devuelvo a V. S. Y. y V. el inventario original de las alhajas de esa Santa Iglesia e igualmte. le transcribo el oficio del Excmo. Sr. Capitán Gral. del Reyno que, recibí ayer, cuyo contenido es como se sigue:

«Ilmo. Sr. Devuelvo a Vsia. Iltma. el inventario original de las alhajas de plata de esta Sta. Iglesia qe. se sirvió acompañarme a su oficio de ayer; porque ni me es propio registrarle, ni mis ocupaciones me permiten entretenerme a designar las que indica, el Cavildo debe entregar. Su escrupulosa y delicada conciencia dará cumplimiento a lo dispuesto en la Junta a qe. V. S. Y. asistió como única cabeza o autoridad Eclesiástica con quien debo entenderme directamente. No es la primera vez que se han tomado iguales medidas pa. proporcionar recursos con qe. salvar un Reyno. En el día, este interesante objeto, es la suprema ley, y baxo de ese concepto podrá V. S. Y. ordenar a su Iltre. Cavildo tenga efecto la entrega de la plata con las escepciones qe. contiene mi oficio de antes de ayer; y condiciones pactadas; en la inteligencia de qe. mejoradas las circunstancias volverá esta Sta. Iglesia a la poceción del valor de lo qe. ahora entrega en interino, pudiendo entre tanto sustituir a dichas alhajas otras de cristal tan desentes y aseptas a los ojos del Altísimo como las de plata; y no olvidando tampoco qe. es necesario evitar caygan en poder de los enemigos hasta los vasos sagrados, por efecto de una invacion que aunque no espero podria sobrevenir; y cuya pérdida haría a V. S. Y. en parte responsable. Dios guarde a V. S. Y. muchos años. Quito Enero dos de mil ochocientos veinte y dos. Ilmo. Sr. Obpo. de esta Diócesis».

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Lo qe. participo a V. S. Y. y V. pa, su inteligencia y gobierno.

Dios gde. a V. S. M. Y. y V. m. an. Quito y Enero 22 de 1822.

Leonardo, Obispo de Quito.



Al I y Ve. Sr. Arcedno.
y Cavildo de esta Santa Igla. Catedral.

«Gefe Superior Político del Reyno.- Ilustrísimo Señor.- Apurado por las circunstancias, y convencido de las sanas ideas, y completa decicion, que tanto Vsia Ilustrísima, como su Venerable Cabildo demostraron en favor de la causa común, esperaba se presentarían con la franqueza y sinceridad de que es suceptible su sagrado ministerio a mis disposiciones relativas a la entrega, con calidad de reintegro de la plata de la Iglesia, sin dar lugar a contestaciones, y efugíos, que no hacen otra cosa que ocuparme el tiempo tan indispensable para atender, a los graves asuntos que me rodean. Me he dirigido a Vsía Ilustrísima para este negocio; como que es la autoridad primera Eclesiástica, no precisamente en el sentido de que infrinja las Leyes de la Iglesia, Decretales de Gregorio nono, ni quantas formas, o requisitos sean necesarios, y dicen la intervención de su muy Ilustre y Venerable Cabildo, para verificar dicha entrega (no enagenación en que Vsía Ilustrísima se funda), sino con el fin de que como le es propio, y peculiar arreglase este negocio en la forma que más convenga a llenar los deberes de Vsia Ilustrísima, cubrir su responsabilidad, y cumplir pronta, y terminantemente mi orden dictada con suficiente autoridad. Tengo bien consultada la medida indicada, y no estoy en el caso de dar lugar a la formación de expedientes que la entorpezcan. Los pueblos yacen en la mayor miseria, y sus recursos agotados dictan la necesidad de disponer de unos fondos que pueden cubrir esos apuros sin depreción de los derechos de la Iglesia, oposición a los sagrados cánones, ni desagrado de la Divinidad.- Una vez que Vsia Ilustrísima, condescendió por mera política o pasibilidad a mis ideas el día de la junta; vuelvo a repetirle que su responsabilidad está cubierta, y la de su Ilustre Cabildo, con mi orden, lo mismo que la opinión, y buena fama de Vsia Ilustrísima, que dice se halla vulnerada por la censura del público. El criterio que merezca la mía, no me infunde el menor disgusto porque descanso en la tranquilidad de mi conciencia y me dirigen los mejores deseos por la felicidad común. El que Vsía Ilustrísima se viese con el cuchillo a la garganta puesto por los enemigos, quando era canónigo de Yucatán, a causa de su adhesión, y fidelidad a la Nación a que pertenece, no impide que sus alhajas particulares, o de la Iglesia, hubieren sido presa de aquellos, ni las exortaciones de una persona sola sin adoptar más medidas de precaución, son suficientes a conservar las propiedades. Vsia Ilustrísima, cumplió en esta ocasión, y en la última invacion, como quien es, y yo trabajo lo posible por llevar mis deberes. Concluyo pues manifestando a Vsia Ilustrísima, que es indispensable la entrega de la plata para los fines indicados, que con arreglo a Decretales, y quanto esté prevenido sobre el particular,   —136→   se gobierne Vsia Ilustrísima, con su Muy Ilustre y Venerable Cabildo: en inteligencia de que la orden procede únicamente de mí, y a Vsia Ilustrísima toca poner los medios que estén a su alcance, con el fin de que se realice; y en el caso de negativa proponerme la medida que debe adoptarse para dictar la providencia necesaria.- Dios guarde a Vsia Ilustrísima muchos años. Quito, Enero doce de mil ochocientos veinte y dos.- Juan de la Cruz Mourgeon».

«Ilustrísimo Señor Obispo de esta Diócesis.- Ilustrísimo Señor.- No obstante que la subsistencia de la fuerza armada es la primera atención de la Provincia, sin la que nada puede conservarse; y a pesar de que podría disponer, según lo apurado de las circunstancias, la entrega de los contados de los remates del presente año, dispensando a Vsia Ilustrísima, toda la consideración que merecen sus repetidos sacrificios, y los de su Venerable Clero; convengo en que los señores claveros, de los primeros fondos, y a la mayor posible brevedad entreguen diez y ocho mil pesos en lugar de los catorce mil que se proponen en el oficio de Vsía Ilustrísima, que acabo de recibir.- Dios guarde a Vsia Ilustrísima muchos años. Quito, Enero catorce de mil ochocientos veinte y dos.- Juan de la Cruz Mourgeon».

«Ilustrísimo Señor Obispo, y venerable cabildo de esta Santa Iglesia.- Ilustrísimo señor. Quedo enterado de que el Venerable Cabildo ha acordado en la sesión de hoy, añadir a las alhajas anteriormente entregadas, la lámpara grande y dos pequeñas, con la misma calidad de reintegro, debiendo exigir bajo de esta condición el Documento competente de las Cajas Nacionales. Lo digo a Vsía Ilustrísima en contestación al que en unión con su Venerable Cabildo se sirve dirigirme en este día.- Dios guarde a Vsia Ilustrísima muchos años.- Quito, Enero catorce de mil ochocientos veinte y dos.- Juan de la Cruz Mourgeon.- Ilustrísimo señor Obispo y Venerable Cabildo de esta Santa Iglesia».

Está conforme a sus originales, los que después de fielmente corregidos, y concertados, se le devolvieron a su Señoría Ilustrísima, a los que me remito en caso necesario. Y para que obre, los efectos conveniente, doy el presente, de mandato verbal de los señores Venerable Deán y Cabildo, en la Sala capitular de San Francisco de Quito, a los veinte y ocho días del mes de Febrero, y año de mil ochocientos veinte y dos.

José Lavanda y Lizarazú,
Notar. Capitular y Pbco.



He aquí como se perdieron la mayor parte de las alhajas de plata. Después las revoluciones siguieron el ejemplo. Muchas joyas se perdieron de este modo, para defender la religión. Hoy no ha quedado casi nada de pintura y de escultura y de los vasos sagrados enjoyados solo conocemos dos cálices, uno de ellos con 268 esmeraldas. 380 la columna y 183 el pedestal y las dos custodias: la una, la más preciosa tiene 18 perlas; 80 diamantes, brillantes y chispas; 936 diamantes rosas y chispas; 2 zafiros; 10 rubíes; 365 esmeraldas; 168 amatistas y 111 perlas; y la otra, 16 perlas, 306 esmeraldas y 57   —137→   amatistas; y el primoroso retablo de plata que llena, guando se le arma todo el presbiterio. La iglesia tiene también, ornamentos muy ricos.

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En 1826 el templo se conservaba tal como se lo entregaron después de la restauración última a que se refiere el inventario de 1822. En el altar mayor había 14 estatuas de ángeles con alas de madera y cuatro de las virtudes. También se hallaban 12 espejos de cuerpo entero en cuyas molduras se hallan desprendidas varias piezas: en la puerta de entrada había una cortina de terciopelo viejo.

Tras el altar mayor el arco de la entrada al Sagrario con su San Miguel encima, todo bien tratado.

Al frente, el arco de plata que estaba ya puesto y dentro el Señor de la Columna. A su derecha un ángel con su cáliz de madera dorada. A la izquierda San Pedro arrodillado.

Los altares se conservaban los mismos y en idénticas condiciones que en 1822. Esto lo dice el inventario formado el 18 de enero de 1826. Se habían puesto 8 espejos sobre las columnas pegadas a la pared en las que se hallan los diez ángeles de madera, y sobre las pilastras de en medio de la iglesia diez espejos grandes de cuerpo entero, y en el altar mayor, un frontal de cristal con molduras doradas y 6 lunas con varios santos.

Pero el año de 1835 había quedado el altar mayor algo mejorado. El Sagrario con cuatro arcos sobre 8 pilastras de madera forrada toda de espejos y chapas de labores de plata: encima del arco principal se hallaba el Cordero inmaculado con sus rayos de plata y 4 angelitos con guirnaldas y alas de plata y dos lamparitas pendientes de plata de regular tamaño. Los dos ángeles grandes de los costados del Sagrario con guirnaldas y alas de plata e incensarios de lata dorada. La gradería dorada y sobre ella sus labores de chapas de plata. El trono forrado todo de espejos de cuerpo entero: el pedestal de la ara de filigrana de plata: dos azucenas de plata delante del Santísimo e igualmente 4 angelitos de más de cuarta vestidos de velillo azul con sus guirnaldas, alas e incensarios de plata: el velo de moer blanco de seda con bordadura italiana de hilo de oro y esmaltes de colores. La puerta corrediza de dicho Sagrario toda dorada y forrada de labores de chapas de plata. De forma que todas las piezas de plata que guarnecían el sagrario estaban completas.

En 27 de octubre de 1835 dijeron que el domingo 25 del que rige a las 11 de la noche se prendió fuego en el trono de plata del Señor de la Columna y parte de su altar colocado tras la nave del altar mayor desta santa iglesia, cuya efigie se incendió en parte quedando consumido el trono y prendiéndose también alguna parte de la plata labrada por haberse liquidado, que por milagro no se comunicó el fuego por las piezas de madera que se hallan contiguas a todo el edificio de dicha iglesia que habría sido la más horrenda y aparatosa catástrofe, proveniente de la negligencia y descuido de los sacristanes en dejar velas de cebo encendidas en candeleros de   —138→   madera junto a la Sagrada Imagen. Para evitar en lo sucesivo tan fatales consecuencias resolvieron sus señorías que el sacristán mayor reponga inmediatamente y a su costa la imagen, trono, altar y cuanto se hubiere averiado, o ahumado con el incendio haciéndosele saber el contenido de esta acta.

Mariano Batallas. Francisco Guerrero. Fray Joaquín Chiriboga105.

Pero vino el año 1851 en el cual el altar mayor continúa el mismo con ligeras variantes, aunque algo decaído.

Éste se hallaba dorado y dado de barniz blanco, cuya bóveda estaba pintada: los bastidores de las ventanas pequeñas sin vidrieras; las ventanillas chicas de la cúpula de la media naranja con vidrieras. En todo el tabernáculo había 14 ángeles entre chicos y grandes y 4 estatuas de las virtudes. Al medio de ésta un lienzo grande con la pintura de la Asunción de María Santísima. El Sagrario con 4 arcos sobre pilastras de madera con su gradería dorada. El trono forrado de espejos de cuerpo entero con tres rotos; en su interior hay 4 cañitas de mullos y 4 angelitos de más de cuarenta vestidos de velillo y azul; la puerta corrediza de este Sagrario tiene armellas de hierro y candado con llave corriente. A los costados hay dos ángeles grandes con incensarios de lata dorados. Encima del arco principal hay 4 ángeles pequeños y al medio un cordero inmaculado. También hay 8 espejos de cuerpo entero. Al medio del altar hay un crucifijo de madera con su corona de espinas. En la mesa 6 blandones. Tras el altar mayor el arco de la entrada al Sagrario todo dorado con San Miguel encima muy bien tratado con su broquel plateado, su espada de fuego y morrión también plateado; la cúpula de una media naranja sobre tres arcos con pilares de madera todo pintado y dado de oro, y las gradas redondas de piedra.

En el cuerpo de la iglesia 10 espejos de cuerpo entero con sus molduras doradas, cordones y borlas de hilo carmesí sobre cornucopias de madera dadas de color y labores de oro y en sus esquinas 14 candelejas de madera dorada en cada espejo106.

Desde este año hasta 1897 comienza el decaimiento de la Catedral en que se desarman sus altares, entra el gótico que no penetró jamás en nuestra arquitectura religiosa, a hacer las delicias de los sacerdotes, educados por alemanes, se sustituyó el retablo del altar mayor por un altar gótico de pega, se elimina el coro en vez de mejorarlo, se descompone el artesonado mudéjar, y se lo imita de manera que todos crean que es verdadero; en fin, se hacen los horrores más grandes hasta que no contentos con lo que han quitado, rematan la torre como hoy se ve y consuman la ruina del que estaba llamado a ser el primer templo de Quito y es hoy la Catedral, la Cenicienta de las catedrales de América, como en frase lapidaria la bautizó Ernesto La Orden Miracla.

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Varias veces se habían quejado los canónigos de la pésima   —139→   cubierta de la Iglesia Catedral, pues eran continuas las goteras y el poco abrigo que prestaban las 4 ventanas o troneras de la media naranja que cae sobre el altar mayor principalmente en la celebración de la misa, que hubo que poner vidrios en las ventanas y recorrer la cubierta, por sí misma débil y mal construida y ordenar que se reúna el material para la cubierta de la iglesia. En efecto el 1.º de junio de 1858 comenzó la adecuación de ese material y el 27 de Julio de aquel mismo año quedó tan bien reparada que después de la investigación prolija hecha por dos oficiales carpinteros y un albañil, bajo la dirección del ciudadano José Antonio Borja, no se encontró nada de rotura en la cubierta.

Se vivía en continuo sobresalto y varias veces el Mayordomo de fábrica hizo presente que con tiempo se recopilara material para atender a los reparos que había de hacerse en la iglesia y que el Venerable Cabildo comisionara a alguien que se encargase de hacer los aprestos necesarios al efecto107.

Entonces no había arquitecto que corriese con la iglesia, pero como el palacio arzobispal tenía un arquitecto oficial que era el señor Felipe Lereut, es de suponer que a éste se le consultaba108.

La consagración de la República al Sagrado Corazón de Jesús puso en conmoción a los canónigos. Quisieron despojar a San Pedro de su capilla propia y que siempre había tenido desde la fundación de la catedral. Felizmente no se hizo. Pasaron 5 años cuando el 26 de noviembre de 1880 se dijo en Cabildo, que la casa que con ese objeto había dejado el señor Vicente Daniel Pastor se venda y que se coloque el dinero a interés hasta que comience la obra del altar y la capilla del Corazón de Jesús. San Ildefonso era el despojado. Se dañó la capilla consagrada al santo y que el ilustrísimo señor De la Peña y Montenegro había comprado al Cabildo durante su gobierno dando 3.000 pesos de a ocho reales y dotando su fiesta con 800 pesos. Hoy no existe ni la estatua. Como tantas imágenes ha desaparecido sin dejar rastro de sí. El señor Arcediano doctor don Federico González Suárez salvó a Santa Rosa, San Jerónimo y San Bernardo, que les hizo componer el 14 de julio de 1897 y los niños San Justo y San Pastor: estatuas antiquísimas y dignas de conservarse. Sin duda alguna se las cedió al convento del Carmen Antiguo a quien se regaló, el 29 de noviembre de 1870, el retablo de Dolores, porque iba a hacerse otro nuevo y además para ayudar al monasterio víctima del fuego. Las monjitas pidieron todas las piezas que no se hubieran de emplear en la construcción del nuevo. Otro tanto, al cura de Alangasí se le obsequió también uno de los dos altares que estaban en la capilla de la Virgen de Dolores el 29 de mayo de 1885.

El 7 de enero de 1881 se dio a conocer el plano del arquitecto Jacobo Elbert. Como según ese plano el coro debía colocarse en el altar mayor el Cabildo, al aprobarlo, como lo aprobó, puso la condición de que, aun cuando se quite el Sagrario, no se toque en nada lo demás de dicho altar y que por lo mismo se reformen los planos   —140→   en la parte en que aparecen ciertas modificaciones que se han hecho en el retablo, pero de madera en las naves y de ladrillo en el resto, pues el Cabildo dispuso que todo el templo vaya con madera.

El altar del Sagrado Corazón de Jesús fue colocado definitivamente en el del Señor de la Columna y el Capítulo autorizó al Magistral para que inmediatamente quitasen las chapas de plata del sagrario del altar mayor y se las consigne en manos del Tesorero.

En 13 de marzo de 1882 se ordenó que el señor Arquitecto de la obra haga un diseño por cuanto era irregular y de mala forma la torre en el estado en que se encontraba. El señor Elbert presentó el plano y el 14 de abril se discutió. Se ordenó que el Arquitecto presente un nuevo plano haciendo las modificaciones necesarias. El 5 de mayo se tomó en consideración el plano. ¡Se aprobó, pero sin el voto del Magistral! ¡Qué bien sabía corresponder al nombre que llevaba! He aquí un presupuesto, de lo que costó el desacato.

Presupuesto del valor de la Iglesia Catedral
700 mts. de pintura de tumbado solo la superficie menos los huecos
labrados todo de tres manos de pintura y realizado con líneas color
de oro y bermellón todo
$ 500
29 metros 60 centímetros de friso dorado, diez i nueve piñones
molduras y adornos dorados 142 estrellas 128 metros de moldura
y 6 escudos todo dorado
200
6 madres vigas y 12 estatuas que están bajo30
Los muros tienen 72 mts. de largo y 9½ de alto pintado de tres manos,
20 columnas, 19 arcos, 17 medias columnas, 4 altares con sus frontales,
4 puertas de las capillas, el púlpito y la reja, las dos pulpiteras y ambones, todo esto
400
Por la pintura del Moysés y el arco y la reforma de catorce cuadros de
los arcos barnizarlos y acotejarlos y los cuatro cuadros bajos: todo
70
Suman1.200

Diciembre 22 de 1883.

Camilo Nolivos



El órgano pequeño que en 1874 lo vendió Lorenzo Verniscony; el 6 de junio de 1889 no se lo vendió sino que se lo colocó donde hoy está a pesar de la oposición de algunos capitulares; pero sí se autorizó la venta de dos cálices de oro y una patena con los que se compraron unos candelabros.

El coro bajo que era a pesar de la pobreza de la Iglesia Catedral de poco valor artístico, era sin embargo un adorno de la iglesia. Contra él se dispararon los tiros últimos de la vida de esta iglesia.

Desde 1889 habían pensado sacar el coro del lugar en que tradicionalmente estaba colocado y llevarlo al sitio que hoy está. Claro es que la iglesia crecía inmensamente, se convertía en iglesia   —141→   de predicación; pero no se ganaba nada: la iglesia quedaba desnuda.

En 19 de julio de 1897 se pone de manifiesto un oficio en que se trata de la reforma que requiere el altar mayor y el coro bajo. No se creyó oportuno cambio alguno y se ordenó únicamente, por de pronto, se procure conseguir la piedra que debe formar la mesa del altar.

En 6 de agosto de 1897 con el fin de dar resolución definitiva a una exposición presentada por el Maestro de ceremonias acerca del cambio de coro y del trono pontifical, constituyose en el coro y presbiterio el Venerable Capítulo para estudiar la necesidad, posibilidad y conveniencia de la reforma, y discutieron que no ha lugar y que el altar con y trono permanezca en sus mismos lugares.

Hicieron bien los cabildantes en aplazar la obra. Pero al fin, se vieron obligados a capitular. Admitieron el presupuesto de 1889 en 1897 y no obstante la repugnancia de hacer algo contra la corriente de muchos siglos, se comenzó a deshacer el coro.

He aquí el Presupuesto presentado el 9 de julio de 1889:

Para la construcción del coro

Se desarmó la parte del Sagrario y los lados que estaban en forma triangular para dar forma circular a la sillería, solo quedo la parte del cuadro que es el medio sin tocarla y a esta ensanchada se agregó con piezas necesarias como demuestra, en la parte agregada llevan sus tallados y medias pilastras con sus cosas para dar igualdad a la cornisa de la primera Base que se compone de molduras y tallados. El un lado lleva diez sillas y el otro nueve con el reclinatorio a un andar a cada lado con sus puertas y otra tapa de levantar a las sillas con sus calados y molduras de relieve y remata con un copete, un busto y una concha. Adelante lleva el asiento de los SS. Capellanes que lleva sus molduras, pilastras y medallones tallados todo con armazón.- Obra de mano $ 600.

Trabajó de la Iglesia. La cubierta contiene 154 tijeras por cada lado, la parte exterior con cantoneras y forrada de tabla cepillada hasta el crucero, las tijeras también cepilladas las 3 caras, llevan tres tornillos, dos en el crucero y otro encima. El interior hecho, la decoración toda de tabla recortada y para esto he aserrado una parte de las tijeras antiguas. Tiene 6 madres vigas con sus cruces también forradas las cuatro caras y la una hecha sus recortes; de una viga a la otra llevan tablas talladas que es friso, de estas he repuesto 30 que se hacen 17 metros y medio de largo y 90 de ancho encima lleva una media estrella también tallada al pie de friso lleva una moldura y otra encima está repuesta toda la parte del órgano sólo tabla lisa.

La armazón que contiene el zinc tiene 70 alfajías por lado, cada tira tiene de largo 12 metros 30 centímetros, sobre esta pieza lleva otra llamada caballetera del mismo largo para contener el zinc, esta armazón sostiene sobre travesaños, tentemozos, soleras que lleva una al pie y otra en el muro de la nave, la parte de arriba   —142→   descansa sobre una tabla para dar principio al carrizo, lleva otra tabla de esta está forrada de tabla con tres clavos en lugar del carrizo y colocada del zinc. Llevan 7 claraboyas por lado todas con sus marcos de estas seis forradas todas con tabla y colocadas las tejas de vidrio en el cumbrero lleva otra pieza para contener la galería.

Las naves. La que pertenece a la Capilla Mayor nueve corrientes nuevas y las 5 de las madres vigas antiguas nueve claros forrados con tabla cepillada y listones conforme a lo demás, tres ventanas claraboyas antiguas que se cerraron también forradas de tabla y listones. En la nave de la plaza solo un clavo se forró y algunas refacciones. Obra de mano, $ 2.500.



El ilustrísimo señor don Manuel M. Pólit, fue el más entusiasta por la modernización de la Iglesia Catedral. Ya el 20 de octubre de 1919 (apenas llegado de arzobispo de Quito), hizo ver la necesidad de refaccionar la Catedral. Y aconsejó pedir a los arquitectos Brunning, Espinosa y Donoso Barba, informen al respecto; y en la alocución que pronunció en su visita a la iglesia el 6 de agosto de 1927 volvió a decir que necesitaba serias reparaciones la iglesia.

Se hizo cargo de las obras el padre Brunning.

En 3 de febrero de 1931 se votó la cantidad de 8.000 sucres para la conclusión de la torre y en la sesión del 30 de diciembre se premió al padre Brunning con una casulla y un donativo en dinero: 200 para lo primero y 300 para lo segundo.

El pueblo de Quito supo apreciar la obra en su verdadero valor. Con ese espíritu anecdótico, que es su distintivo, le puso un nombre a la torre de la Catedral.

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Concluyamos con la descripción del templo actual. Es de planta basilical con girola. Las tres naves están separadas por catorce arcos agudos sobre pilastras sencillas; y un arco triunfal, también agudo, da entrada al presbiterio elevado sobre un entarimado de madera, al que se asciende por cinco gradas. Al medio está el altar exento, moderno, gótico; y, al fondo, la cátedra episcopal y el coro con su sillería en semicírculo, a pesar de que el ábside es rectangular. Cuatro altares están apoyados al muro oriental y cuatro capillas abiertas en el occidental. La cubierta es una armadura de madera a dos vertientes con artesonado de lazo morisco en la nave central, y de casetones rectangulares en las laterales; menos la del coro que es una cúpula sobre pechinas, sin tambor, sobre un friso con cornisa denticulada, con cinco ventanas abiertas en la bóveda y una linterna como remate. Detrás del coro y ya en la girola, hay otra cúpula octogonal, ovalada, sobre pechinas, sin tambor y con linterna. La nave central se halla iluminada por ventanas abiertas en el muro oriental y claraboyas en la cubierta.

El coro ha sido revestido, pero con demasiada economía de arte y de dinero. La silla aparatosa del Obispo se halla bajo un dosel de concha sostenido por dos graciosas medias columnas aprovechadas   —143→   y colocadas sobre bases inmensamente altas. El tercio inferior de esas columnas lleva decoración de óvalos y rombos alternados, y el resto del fuste, de fajas espirales angostas ornamentadas con recuadros. Dentro del nicho, una estatua de María Inmaculada entre angelitos y querubines. Formando un gran retablo y llenando todo el testero del coro, está el cuadro de la Asunción de la Virgen, obra del pintor quiteño Samaniego, bajo grueso moldurón flanqueado por dos columnas de fuste liso y capitel corintio, excesivamente alargado, y seis semipilastras corintias, sobre el cual corre un entablamento, que sostiene un frontón interrumpido para dar cabida a un grupo de cuatro ángeles al rededor de la cruz, con que corona el retablo. Encima del entablamento y decorando sus secciones laterales hay cuatro ángeles; dos de pies y dos sentados; y abajo, sobre el estilóbato, las estatuas de la Fe, Esperanza, Caridad y Fortaleza: obras de Caspicara. Al pie del cuadro, en las esquinas del gran moldurón, hay otros dos angelotes que suplen a los adornos inconexos y mezquinos de que se halla cubierto ese retablo. Todas las enjutas de los arcos de la nave central se han ornamentado con telas que representan escenas diversas de la vida de Jesús, obra de Samaniego.

El púlpito no es de los mejores de la tradición artística quiteña. Sobre una base octogonal característica se levanta un fuste con cuatro cabecitas de querubines que sostiene la tribuna, redondeada en su base y adornada con seis pequeñas estatuas que, entre repisas, ocupan entrepaños formados por columnas salomónicas y figuras de embutidos de muy escaso relieve entre la decoración floral estilizada. El tornavoz se halla coronado por la estatua de San Pablo.

La pared del fondo de la girola, atrás del coro, tiene tres retablos: uno de San José, otro de la Dolorosa y otro de la Inmaculada Concepción: poco interesantes; pero con una preciosa y artística imaginería. En el primero hay un San José de los mejores de la estatuaria quiteña; en el segundo, la Dolorosa y la Sábana Santa de Caspicara; y en el tercero, una Inmaculada alada, de la iconografía quiteña y un San Francisco, hermosísimos. Y frente al segundo retablo, llenando gran parte del muro del trascoro, un inmenso cuadro de la muerte de la Virgen, magníficamente pintado.

Hay también otras telas en esta iglesia: una colección de cuadros pequeños, que representan diversos apóstoles y profetas, traídos de Sevilla por el obispo don Alonso de Santillán a principios del siglo XVII, dos inmensos cuadros de la vida de San Pedro y dos de la vida de San Pablo, copias de Bernardo Rodríguez, un Buen Pastor de Nicolás Cortés, un Señor de la Columna, de Antonio Salas, un Calvario, una muerte de San José y una preciosa Inmaculada, con San Luis y San Estanislao colocados en los muros de la iglesia; una Sagrada Familia, de Samaniego; la Navidad, el Martirio de los Santos Justo y Pastor y la Adoración de los Pastores de Rodríguez y Samaniego, en los retablos de la nave lateral izquierda.

Examinemos, ahora, las capillas. Son estas cinco. La llamada del Santísimo está cubierta con dos cúpulas elípticas, que se las   —144→   ha ochavado haciendo su casquete con esqueleto de madera forrado de caña. Tiene linterna y dos ventanas abiertas en los extremos del eje mayor. La siguiente está dedicada a la tumba del Mariscal de Ayacucho y se la arregló hace pocos años, revistiéndola íntegramente de piedra y decorándola el pintor Mideros. Las otras son dedicadas a Santa Ana, a San Pedro y a las Almas y son las más interesantes.

La capilla de Santa Ana que está cubierta con cúpula elíptica sin tambor sobre pechinas, tiene un retablo hermoso del siglo XVII, con gran imaginería. El retablo tiene dos cuerpos con tres calles y un remate. En el nicho central del primer cuerpo, coronado por un busto del Padre Eterno, se ostenta un grupo de Santa Ana, la Virgen y el Niño y, en los laterales. Las estatuas de San José y San Joaquín, y en los correspondientes del segundo cuerpo: un grupo de la Virgen y San José, y las estatuas de San Juan Bautista y San Juan Evangelista. Los nichos están flanqueados y divididos por columnas corintias muy originales y de módulo excesivamente reducido sobre todo las del cuerpo superior: sus fustes llevan, en el tercio inferior bien acusado, una decoración de cabezas de querubines y hojarasca estilizada, y en el resto, cabezas de querubines, uvas y decoración floral abundante, exageradamente pronunciada en las columnas del cuerpo superior. El remate, tanto de los nichos laterales como del central está formado por la interrupción de la misma cornisa del entablamento que sube formando un óvalo roto, en el que se ha colocado un querubín, sobre los primeros, y figurando una moldura mixtilínea característica para alojar una cruz antes de formar el óvalo, sobre el segundo. En el estilóbato, encuéntranse tres figuras en bajo relieve: la de la Magdalena, y la de dos santos Obispos. El sagrario estaba adornado, interiormente con medallones esculpidos en cera, de los cuales ha quedado sólo uno.

La capilla de San Pedro es semejante a la anterior, con su bóveda elíptica sobre pechinas y linterna, pues su retablo es de un solo nicho muy decorado con figuras serpeantes, en el que se halla la magnífica estatua de San Pedro, sentado en su silla gestatoria, y que es impresionante por su excesivo realismo. Flanquean al nicho, columnas salomónicas pareadas de fuste cilíndrico y termina el retablo en sus cantos por dos paneles con imágenes de media talla entre decoración floral. La mesa del altar tiene un hermoso antipendium con tres medallones de San Pedro, San Pablo y San Juan. Dos preciosísimas estatuas de San Justo y San Pastor se hallan colocados, ocasionalmente, en los intercolumnios; pues no forman parte de la profusa y unida decoración de este retablo consagrado a San Pedro, y que lleva, por tanto, como motivo obligado de ella, la tiara pontificia y las llaves simbólicas, distribuidas por todas partes.

Y vengamos a la capilla de Ánimas, que es la más interesante de todas.

La capilla de Ánimas, que antes se llamaba del Santo Crucifijo, es una larga sala dividida en tres secciones por dos arcos algo rebajados sobre semipilastras dóricas, y cubierta con tres bóvedas   —145→   diversas: la de la sección en la que se encuentra el retablo mayor es vaída con nervadura gótica; la de la central es elíptica y con dos ventanas en su eje mayor y la del pie, circular con tres anillos: todas han sido desarrolladas sobre pechinas y tienen linternas. La sección central es la más grande. El retablo principal es de dos cuerpos y tres calles con columnas salomónicas de capitel corintio y con el tercio inferior del fuste liso con adornos florales. En el nicho central está la hermosa estatua del padre Carlos, la Negación de San Pedro, y en los tres nichos del cuerpo superior: un Señor de la Caña, en el centro San Joaquín y Santa Ana en el de la derecha y San José y la Virgen en el de la izquierda. Bajo la bóveda elíptica de la segunda sección hay un nicho cavado en el muro y adornado por fuera con dos pares de columnas estriadas en zigzag y, con ángeles y mascarones, en el tercio inferior. Estas columnas apean un entablamento sobre el cual reposa el remate de la ornamentación del nicho: un escudo con corona de marqués, flanqueada por dos niños. Entre las columnas se han colocado las estatuas de San Francisco Javier y Santa Rosa de Lima. En el nicho se aloja un Calvario compuesto del Cristo crucificado, la Virgen, la Magdalena y San Juan.

Al pie de la iglesia, encima de la clave del retablo de la Sagrada Familia hay un Padre Eterno entre nubes y con un mundo en la mano, y en la puerta de entrada al coro alto, una estatua del obispo de Nola.

La iglesia tiene tres puertas y, propiamente, no tiene fachada. La puerta principal tiene una disposición sencilla pero llena de elegancia clásica. Se compone de un gran arco semicircular de once dovelas decoradas con querubines y apoyado sobre dos pilastras sin molduraje alguno, pero sí ornamentados con ocho florones. Bajo la imposta, dos figuras grotescas, decoran, a la manera gótica sus ángulos. La puerta está flanqueada por dos columnas corintias sobre bases cuadradas que sostienen un severo entablamento, apenas adornado, en sus extremos, con dos remates, simulando búcaros de flores. En las albanegas, sencillos motivos ornamentales de dos círculos concéntricos. Apenas puede darse mayor sencillez en la composición; pero pocas veces puede haberse logrado comunicar con ello mayor monumentalidad. Y si cada uno de los elementos de este bello trozo arquitectónico es perfecto, su decoración acusa un virtuosismo escultórico no superado en la labor artística sobre la tosca piedra de los Andes ecuatorianos.

La misma delicadeza e idéntica sencillez tiene la puerta lateral del centro, cuya decoración, aunque menos rica en su arquivolta, es más admirable en sus jambas, en las que se ha esculpido una calavera en medio de una guirnalda de flores y de frutas. No menos interesante es el despiezo del arco, pues las dovelas de los ángulos que, con la moldura del arquitrabe, forman las albanegas, son inmensas y llenas de cortes angulares para ayudar a la trabazón, recordando este sistema al incaico de los muros cuzqueños, con sus piedras de muchos ángulos.

La puerta lateral del extremo tiene una composición interesante   —146→   pero, bajo el punto de vista arquitectónico, aparece como un simple revestimiento de piedra labrada colocado sobre el muro. No hay nada constructivo, todo elemento es puramente decorativo. Está formada por un gran arco semicircular moldurado con tres baquetones en su extradós, apoyado sobre pilastras. En su clave, un querubín. A los flancos del vano se hallan dos semicolumnas entre dos semipilastras colocadas de canto, lo que les hace aparecer prismáticas, y, junto a ellas, tres inmensas semicolumnas (si podemos llamarlas así) decoradas con cuatro paneles longitudinales. Todo este cuerpo que tiene su moldura corrida en su base y en su terminación que se mueven siguiendo los resaltos de los elementos descritos, descansa sobre un estilóbato, de una organización idéntica al cuerpo que soporta. El friso lleva gruesas estrías verticales y gotas bajo su moldura. En las albanegas, dos niños. Encima, un frontón con un semicírculo como remate, en cuya parte superior está la palma simbólica del Espíritu Santo y, a sus lados, dos cabecitas de ángeles. Decorando el frontón se halla una Virgen en medio relieve sobre una descomunal media luna, debajo de la cual cuelgan las gotas del orden dórico. En las rampas del frontón, dos ángeles recostados: el uno que lleva en una de sus manos una espada y en la otra, un espejo; y el otro, una columna y un vaso. Toda esta parte superior, del frontón para arriba, se halla encerrada en un gran moldurón rectangular de hojas de acanto con dos querubines en los ángulos superiores y uno en el centro de la misma línea. Dentro y a un lado, un relieve de San Jerónimo, un sol y una tarjeta o cartel decorado con esta frase latina: «[...]» y al otro, San Miguel Arcángel, un círculo de rayos y otra tarjeta con esta inscripción: «Quis sicut Deus».

La iglesia descansa sobre un gran atrio con pretil, en cuyo centro se levanta un hermoso templete de planta cuadrada y remate cupular sobre pechinas, y tan airoso como sus arcos de triunfo, cuatro arcos de medio punto apeados sobre dos parejas de semicolumnas gemelas de capitel jónico e inscritos en un gran alfiz, descargan su fuerza hacia cuatro gruesas pilastras decoradas con columnas jónicas sobre adecuadas y altas basas. Encima de todo este conjunto corre un entablamento muy sencillo y severo, coronado por la misma balaustrada, que, a manera de ático, decora todo aquel frente de la iglesia, balaustrada enriquecida con grandes estatuas de santos sobre adecuados basamentos. La cúpula «lo mismo que el domo» tiene acusadas sus nervaturas, y éstas decoradas con flores y estrellas en la cúpula, lo mismo que las molduras de su arranque sobre las pechinas y las del tambor. El domo está forrado con azulejos verdes y dominado por una linterna de ocho luces que son las únicas que iluminan la cúpula. Aquella linterna con arbotantes muy decorativos tiene como remate otra pequeña cúpula ciega sobre una cornisa de exagerada importancia.

Al templete y al atrio dan acceso una hermosa escalera de planta de medio cuadrilóbulo. El pretil descansa sobre un muro de cantería llano, apenas adornado con columnas dóricas alojadas en unos nichos abiertos precisamente bajo las anchas basas con remates   —147→   de bolas que separan en secciones al pretil. Cuatro grandes remates piramidales completan su decoración, que es muy rica en la talla de las bolas, de los paneles de las bases y de la superficie de su muro en las que se han simulado balaustres de forma característica. La parte baja sobre que descansa el atrio está adornada con columnas embutidas en huecos o concavidades formadas en el muro motivo que nacido en San Francisco, tuvo gran auge en la arquitectura civil de Santiago de Chile.

La portada de la Sacristía es un bello trozo arquitectónico. Es de piedra con una rica ornamentación renacentista. Recuerda un poco a la puerta de la capilla del Condestable en la Catedral de Burgos. Pero la originalidad de esta portada está en la Trinidad representada por tres personas, que se apoyan en unas ménsulas y se coronan de un doselete en forma de concha. Las tres personas son iguales y se diferencian por llevar cada una el atributo que le toca: el sol, el cordero y la paloma. En un frontón trapezoidal está la Virgen. Las cuatro figuras están bien tratadas. Es obra del mismo autor que hizo las dos puertas de la Catedral.

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Detalle de la iglesia de la Catedral

Detalle de la iglesia de la Catedral

[Lámina XXIII]