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Los grabados alemanes y flamencos venían por millares a América, principalmente en los siglos XVI y XVII, de todos los tamaños, hasta del tamaño de dos metros según vimos uno en la casa del señor Manuel de Guzmán. Los artistas mejicanos copian mucho a artistas alemanes. Don Diego Angulo Íñiguez ha dado a conocer muchas pinturas inspiradas en Durero y Shongaver. Lo mismo   —[Lámina XIV]→     —63→   pasa con los colombianos Vázquez y Holguín que se inspiraron en Rubens y los flamencos.

Pues lo mismo pasa con nuestro Goríbar. Para pintar algunos de los Profetas se valió, como Cano, de unos grabados en madera que ilustraban la Biblia del Pezzana: Abdías, Aggeo, Habacuc, Nahum, y Joel; sólo que en Abdías, en Aggeo, en Habacuc y en Joel se aprovecha del grabado para el detalle incidental de su cuadro, en Nahum, en cambio, se aprovecha para la creación misma del personaje.

Detalle del profeta Joel, por Goríbar

Detalle del profeta Joel, por Goríbar

Detalle del cuadro de Guápulo, por Goríbar

Detalle del cuadro de Guápulo, por Goríbar

[Lámina XIV]

Últimamente unos arquitectos bolivianos, los señores J. de Mesa y E. G. de Mesa, tuvieron la amabilidad de enviarme una copia de un trabajo de ellos, publicado en el n.º 93 del Archivo español de Arte y Arqueología, de Madrid, correspondiente a los meses de enero, febrero y marzo del año pasado, en el que con el título de «Influencia de un grabado italiano en la obra de Goríbar», nos revelan el original del profeta Sofonías. He aquí algunos párrafos de su feliz hallazgo:

Corroborando todo esto, aquí nos referimos a una obra del famoso pintor quiteño Nicolás Javier de Goríbar, que desarrolla su arte en la ciudad de Quito en el primer tercio del siglo XVIII. Era discípulo de Miguel de Santiago, y realizó pinturas para los dominicos, franciscanos, agustinos y jesuítas. Para la iglesia de esta última Orden, en Quito, pinta hacia 1718 la célebre serie de dieciséis profetas, que se le ha atribuído no sin fundamento, y que decoran las pilastras de dicho templo. Todos ellos son grandes cuadros, en que las figuras centrales están rodeadas por pequeñas historias, en que se narran sucesos particulares de la vida de dichos profetas o de sus visiones. Desde tiempo atrás llamó la atención de los historiadores y críticos de arte la figura del profeta Sofonías, que se ha considerado como la mejor de la serie.

El Dr. José Gabriel Navarro, que es quien mejor ha dado a conocer el arte de su país, dice de este cuadro39: «Sin duda alguna es ésta la figura más impresionante de la colección, obra verdaderamente hermosa, inspirada y feliz». Y en otra parte de la misma obra añade: «Las obras del pintor quiteño recuerdan a los italianos, más el influjo italiano que el español de los grandes maestros del siglo XVII nos dejaba perplejos [...] y menos alcanzábamos a explicarnos este carácter de italianismo de la obra de Goríbar».

En efecto, el historiador ecuatoriano intuyó bien, pues el antecedente de la obra maestra de Goríbar es un grabado de la escuela italiana. Un feliz hallazgo, nos dió la certeza de la inspiración del quiteño en el grabado que a continuación reseñamos.

El Permegianino, uno de los más importantes grabadores italianos del siglo XVI, cuenta entre sus grabados una serie de trece en que representa a los doce apóstoles y Cristo. Toda la serie, a la izquierda y al pie, lleva las iniciales F. P., que han permitido su   —64→   identificación. Son estampas de tamaño reducido, que no sobrepasan los once centímetros de altura.

Tenemos conocimiento de que Andrea Meldolla grabó una serie muy semejante sobre los mismos dibujos del pintor de Parma, de dimensiones muy similares, y otra de tamaño doble a las indicadas. Posteriormente se hizo de la serie del Parmegianino una copia de siete de los apóstoles, seis de ellos colocados tres a tres en dos planchas, y uno, el San Simón, suelto. En la que se copió incluso la firma F. P.

Una de las planchas comprende a Santiago el Menor, San Pedro y San Matías. La figura que llama nuestra atención es la de Santiago el Menor, que aquí reproducimos, y que debió Goríbar de tener en sus manos al pintar su Sofonías. Es muy posible que la inspiración se haya hecho a través de la copia del grabado del Parmesano. La semejanza del profeta con el grabado signado F. P. es tan extraordinaria, que no cabe la menor duda que de ella procede el cuadro del maestro quiteño.

También es interesante anotar que el tratarse de una colección completa de apóstoles sugiere que Goríbar hubiese usado el resto de la serie para los demás profetas, pero no hemos hallado ninguna analogía entre los cuadros de Goríbar y las demás figuras del apostolado.

Es cierto que no hace falta hacer ver las analogías entre el grabado y el cuadro, pues basta contemplarlos juntos para ver la semejanza. El claroscuro general ha sido conservado, pero ha variado ligeramente la proporción de la figura. Algunos pormenores ha cambiado Goríbar: tal es el descubierto la mano derecha, que sostiene el letrero, que en la estampa está cubierta por el manto; ha puesto botas a los pies desnudos en la estampa, y ha puesto, un libro en la mano izquierda del profeta. Por lo demás, toda la figura, incluso el vestido, ha sido copiada en todas sus formas.

El fondo del cuadro ha sido creado seguramente por el pintor quiteño, o inspirado en otras estampas.

Este es un dato más que demuestra cómo a través del grabado los maestros del otro lado del Atlántico entroncan con las escuelas europeas.



Como Goríbar no copiaba sino simplemente aprovechaba de cuanto podía utilizar para sus cuadros, tuvo que recurrir al modelo vivo para sus grandes figuras. Basta ver los Profetas, los modelos que le brindaban los grabados y compararlos. ¡Qué diferencia! Aun en el Sofonías, que es una copia exacta del grabado del Parmesano, cuánto tuvo que poner de su parte para lograr interpretar un grabado de tamaño tan reducido: ¡once centímetros de altura! Y después, la obra de arte no vale por la originalidad del asunto, sino por lo que vale y representa la sensibilidad de su autor. Centenares y millones de Cristos crucificados se han hecho en escultura y en pintura desde que se consintió en que se venerara la Crucifixión y se seguirán haciendo sin que nadie tilde plagiario al que lo hace. «Nadie tenga como suya, dice Cánovas del Castillo, sino lo que ha dicho como nadie».

El profeta Abdías, en la Biblia de Pezzana

El profeta Abdías, en la Biblia de Pezzana

[Lámina XV]

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Cinco individuos le sirvieron de modelos para sus cuadros: uno para los profetas Jonás, Nahum, Zacharías, Osseas y Joel; otro para Jeremías, Amós y Micheas; otro para Daniel, Aggeo y Malachías; otro para Isaías y Abdías, y otro, en fin, para Sophonías y Habacuc. No es mayor la cantidad de ropaje que ha utilizado para sus diversas caracterizaciones. Así vemos el manto de Daniel sobre los hombros de Jeremías, la túnica interior de Abdías usándola Zacharías y las capas rojas, verdes y ocres llevándolas todos: unos arrastrándolas elegantemente por el suelo, como Jeremías y Joel, otros envueltos en ellas, como Aggeo y Abdías, otros llevándolas caprichosamente, como Habacuc y Sophonías.

Los cuadros de Goríbar están muy bien concebidos para la decoración. Grandes figuras de tamaño natural destacadas sobre un paisaje, no son, sin embargo, simples proyecciones coloreadas de la escultura, como la pintura de los primitivos, sino detalles arrancados momentáneamente de un gran cuadro decorativo a lo Mantegna, en el que todas esas figuras aparecieran en primer término.

En ellos se manifiesta Goríbar un gran maestro español: el ritmo de sus líneas, el estilo del ropaje y hasta las diminutas escenas que aparecen esporádicamente en el cielo y en el paisaje de sus cuadros -usadas por algunos pintores españoles de aquella época, como Valdés Leal, Zurbarán y Roelas- aludiendo a episodios de la vida de sus personajes representados, o a la sentencia o profecía que llevan escritas en sus rótulos o banderolas, reminiscencia de la época ojival, delatan al pintor de cepa española.

Artistas italianos como Sartorio, que han visitado y conocido los cuadros de Goríbar: tanto los Profetas de la Compañía como los Reyes de Judá de Santo Domingo, han visto en él un acentuado italianismo. «Parece un Tintoreto», nos decía uno de ellos, que fue durante algún tiempo profesor en nuestra Escuela de Bellas Artes, al ver por primera vez los Profetas de la Compañía. Y sugestionados por la palabra de estas autoridades, lo habíamos siempre calificado a este artista como italianizante, hasta nuestra venida a España, en donde el contacto con las obras de los grandes maestros españoles contemporáneos de Goríbar, por una parte, y la opinión de reputados críticos e historiadores de arte, por otra, nos han demostrado lo contrario, obligándonos a rectificar nuestro primitivo criterio. El que las obras del pintor quiteño recuerden a los italianos más el influjo italiano que el español de los grandes maestros del siglo XVII, nos dejaba perplejos. Y menos alcanzábamos a explicarnos este carácter de italianismo de la obra de Goríbar, cuando nos lo figurábamos, siguiendo la tradición, como discípulo de Miguel de Santiago, tan español como el Greco, Velázquez, Murillo y Goya, a quienes, aunque parezca extraordinario, los recuerda en sus composiciones. Ya el ilustre pintor español, José María López Mezquita, cuando vio los cuadros de Miguel de Santiago de la sacristía de Guápulo, exclamó: «Si éstos son Goyas». Y así lo son en efecto: Goyas por color, Goyas por factura, Goyas por asunto. Y Miguel de Santiago los pintaba en Quito cien años antes que naciera   —66→   el maestro de Fuendetodos. Pues de un pintor tan español como Miguel de Santiago, decíamos, ¿cómo pudo salir alumno de tan marcado italianismo como Goríbar? Mirar el acento italiano de las obras de Goríbar, para hacer de su autor un artista italiano, sería lo mismo que desvirtuar al Greco de su formidable españolismo, tan sólo porque en sus cuadros se nota toda la gama fría del Tintoreto y algunos de ellos recuerdan mucho al gran maestro veneciano.

Varias veces, al recorrer las salas de los museos del Prado, de Sevilla, de Cádiz y de Valencia, nos hemos quedado contemplando los cuadros de Ribalta, Ribera y Zurbarán, los pintores españoles con quienes encontramos muchos puntos de contacto a Goríbar. Pero, aparte de todo esto, Goríbar es un gran pintor, un verdadero valor absoluto que en los Profetas de la Compañía dejó buena muestra de su talento y de su ingenio, encumbrados más tarde en los Reyes de Judá que decoran la capilla del Comulgatorio de la iglesia dominicana de Quito. Goríbar se manifiesta en los Profetas un artista de gran sentido decorativo, conocedor profundo de la forma y dominador de su arte. Su dibujo es firme; su línea elegante, el claroscuro perfectamente resuelto por las bien entendidas relaciones de la luz y del color y la distribución bien complementada de colores en la composición del ropaje, manifestándose en todo como artista de rara distinción. Aunque su colorido es por lo regular caliente, a base de sienas (tan en boga en el barroco de aquella época), se deja llevar a veces por la gama amarilla del Tintoreto, pero sin llegar nunca a las palideces del Greco.

Como compositor, Goríbar realiza en los Profetas una gran labor. Ha llegado, dentro de la unidad necesaria a todo conjunto decorativo, a crear dieciséis tipos fuera de todo convencionalismo iconográfico y algunos de ellos bellísimos, como los de Sophonías y Habacuc verdaderamente miguelangelescos. Y todo ello con gracia, finura y elegancia de formas y de líneas, y arte fuerte y profundo.

Éste es el pintor. Ojalá que esta primera presentación que nos ha tocado en suerte hacerla ante el mundo erudito, sirva para darle el puesto que merece en la Historia del Arte, principalmente en la Historia del Arte español, de la cual es parte integrante el quiteño con todos sus valores representativos.