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Solícito el Obispo en tener todo preparado para la fundación, compró unas casas magníficamente situadas en la plaza mayor de la ciudad, en cuanto su propietario don Fernando de Vera y Flores se las ofreció en muy buenas condiciones. Las casas eran de Cristóbal Núñez de Bonilla, y constituyen el solar donde hoy se halla el Palacio Arzobispal139.

Los veinte mil pesos que por ellos pagó, los tomó de los sesenta y dos mil de la donación y así lo hizo constar en una declaración que, para descargo de su prima, formuló el 26 de febrero de 1650 ante el escribano Montesdoca. Doña María de Saravia quedó, por tanto, de depositaria de sólo cuarenta y dos mil pesos.

Diez meses después de expedida la Real Cédula con el permiso para la fundación del Convento carmelitano, el presidente don Martín de Arriola comenzó a tratar de cumplirla, y, de acuerdo con lo en ella ordenado como cuestión previa, mandó «se notifique a doña María de Saravia Prima, Albacea y tenedora de bienes del dho. señor Obispo y a don Juan Gómez Cornejo Escribano de Cámara de esta Real Audiencia anssimesmo albacea que la assiste, que luego den Razón de los sesenta y dos mil pesos q. el dho. Obispo Donó para la dha. fundación declarando donde están para que visto se probea lo que conbenga».

Inmediatamente, el mismo día de dictada esta providencia, 27 de enero de 1652, el escribano la notificó a doña María de Saravia y a don Juan Gómez Cornejo, «los quales dixeron que aviendo entregado el dicho señor Obispo a la dicha doña María de Saravia sinquenta y un mill y quinientos pesos de a ocho reales en caxones y talegos. Para efecto de la donassion que hizo para la fundassion del convento de monjas carmelitas como consta de la escritura de entrega que se otorgó ante Baltasar de Montesdoca escrivº., público y de cabildo en vida de dicho señor Obispo y con su consentimiento la dicha doña María de Sarabia enbio la dicha cantidad de pesos al convento de monjas de la limpia concepción desta ciudad, a doña Ana de loma, abadesa que era de el, para que los guardase y estubiesen seguros para su tiempo y algunos meses después de muerto el dho. señor Obispo, tratando de recoxer este dinero se hallo que la dicha abadesa de su propio motibo y sin consentimiento de la dicha doña María de Sarabia ni hacerselo saber abia dado a Manuel de Olibera mercader catorce mill patacones, y solo se hallaron treynta y siete mill ochocientos y sesenta y nuebe pesos de a ocho reales los quales por orden de la dicha doña María de Sarabia se entregaron a Antonio de la Chica   —185→   Cevallos y porque estubiesen con más seguridad se dieron a ganancia».

Como resultado de este abuso de confianza de la abadesa del Monasterio de la Concepción, doña María de Sarabia se vio obligada a reponer de sus bienes propios la cantidad que faltaba del depósito, mientras cobrar a Olivera los catorce mil patacones que debía a la fundación. Menos mal que doña María, interesada tanto como su tío en realizarla, estaba lista a gastar, de su peculio y hacienda cuanto fuese menester para llevar a cabo la obra del Obispo; en prueba de lo cual hizo presente que unos ocho mil y tantos pesos que los tenía en la Caja Real de Lima los traería la fundadora que de esa ciudad debía de venir para hacer la fundación140.

Como cuando Felipe IV expidió su Real Cédula concediendo licencia para la fundación del Convento de Carmelitas descalzas en Quito, había ya muerto el señor Ugarte y Saravia, el presidente Arriola, tan íntegro y celoso en el cumplimiento de sus deberes, tomó de su cuenta el dar cima a la fundación. No considerando adecuado para convento las casas compradas por el Obispo a don Fernando de Vera y Flores el 26 de febrero de 1650, fueron cedidas al Obispado y se compraron otras en el extremo setentrional de la ciudad, en la subida de la colina que se conoce ahora con el nombre de la Chilena y el Convento llegó a ser el último edificio de ese barrio.

Mucho entusiasmo desplegó en el arreglo de aquellas casas el presidente Arriola y, merced a ello, pronto quedaron acondicionadas para monasterio. Cuando los arreglos estaban a punto de concluirse, salieron del Convento de Carmelitas de Lima sor María de San Agustín, sobrina del obispo Ugarte y Saravia, sor Paula de Jesús María y Sor Bernardina María de Jesús; todas religiosas profesas, que llegaron a Quito el 4 de febrero de 1653, acompañadas por el licenciado don Francisco de la Torre y Angulo, cura vicario de Guayaquil, trayendo consigo para el nuevo convento dos ornamentos y tres campanas y, como encontraron terminada la clausura, procedieron a la fundación sin la presencia del presidente Arriola, que ya había muerto en julio de 1652.

El 28 de marzo de 1653, Juan Gómez Cornejo, como albacea testamentario del obispo Ugarte y Saravia y en conformidad a la orden que recibiera de doña María de Saravia, tenedora de los bienes dejados por él para el Convento, entregó a Sor María de San Agustín, sobrina del Obispo y fundadora de los conventos carmelitas de Lima y de Quito, «las escrituras de cantidades de dineros pertenecientes, así a los bienes de dho. Sr. Obispo, como a la dha. Sra. doña María de Saravia». Estas escrituras sumaban la cantidad de 53765 pesos de a ocho reales141.

Inmediatamente, sor María de San Agustín, ya perita en la tarea, comenzó a hacer obras definitivas en su flamante convento,   —186→   como Superiora que fue nombrada en el acta de su fundación, para lo cual vio al arquitecto Ruales, de fama entonces, para que dirigiera los trabajos, y solicitó al Ordinario la respectiva licencia para que entren a la clausura, tanto don Luis Gómez Cornejo, que había intervenido en la obra del Convento, desde que el presidente Arriola principió a realizarla, como el arquitecto Ruales y los peones que iban en esos momentos a ejecutar los nuevos trabajos. El Deán y el Cabildo eclesiástico dieron inmediatamente esa licencia, según se ve por el siguiente documento:

Nos el Dean y Cabildo Sede vacante de la Cathedral desta Ciudad de quito. Por qto. en la nueba fundación del convento de carmelitas descalzas de Sancta Theresa de Jhs. desta dha. Ciud. es necessario se vaya prosiguiendo su edificio y obra con el cuydado y asistencia q. ymporta. Por la presente damos y concedemos licencia para que puedan entrar a su clausura las vezes que para este effecto conbenga y fuera necessario don Luis Gómez Cornejo Sno. Camª. desta Real Audiª. Por cuya quenta, disposicion e yntervencion a estado y esta la obra y edificio del dho. Convento -con el architeto Maestro Ruales y peones así españoles como ynds.-, que fuesen menester y ofreciendose entrar o sacar cargas o cossas de algun pesso del servicio y sustento de dhas. Religiosas entren para ello yndios o yndias como se acostumbra. Dada en Quito a Diez y ocho de febrº. año de mil y seiscientos y cinqta. y tres. Dr. D. Alvaro de Cevallos Bohorques. Dr. Joan de la Billota Paladines. Dr. Don Ferndo. de Loma Portocarrero. Ldo. Don Christoval Berdo. de Quiros. El Dr. Don franco. de Mera Ramirez y Arellano. Don franco. de Cabrera. El Dr. Xyval Matheo Zambrano.

Por Mandato de los Señores Dean y Cabildo sede vacante. Dr. Don Pº. de Garniz. ssº.



Y de puño y letra del Deán se halla esta añadidura:

Señalamos en particular para que usen de esta licencia para entrar con las cargas de peso y otras coças aque no puedan acudir los religiosos a Gaspar negro del dicho combento y a Augn. Sacristan o al que adelante lo fuera en quito a cinco de mayo 1653

El Dean D. Alvaro de Cevallos Bohorques.



Con todo, las religiosas no pudieron darse las comodidades más indispensables para la vida, ni prevalerse del frío y de la humedad que se sentía en esa sección de la ciudad. Pocos días después, ya las monjitas decidieron abandonar el convento y buscar habitación más cómoda, cuando se presentó al locutorio del convento Juan de Salazar a ofrecerles en donación las casas que fueron de la beata Mariana de Jesús, para que allá trasladaran su convento, por haberlo así querido la santa quiteña, que era nada menos que tía de la mujer del donante. Aceptaron la graciosa donación las religiosas y el 9 de mayo de 1653 se celebraba en ese mismo locutorio la siguiente escritura:

En la ciudad de San Francisco del quito en nueve días del mes de Mayo de mill y seiscientos y cinquenta y tres años. estando en el aposento del locutorio de las religiosas deste monasterio de San Josep de nuestra señora del carmen del ynstituto de la madre santa tereza de Jesús. El señor doctor don Juan de Morales   —187→   Aramburu del consejo de su magestad oydor mas antigo de la real audiencia desta dha. ciudad que hace officio de presidente en ella por ffalta de propietario y el Doctor don alvaro de sevallos bohorques dean de la sancta Ygleçia desta dicha ciudad y el licenciado don Xpoval bernardo de quiros chantre della provisor y Vicario general deste obispado. diputados ambos nombrados por el venerable dean y cavildo de dha. sancta Ygleçia para hallarse pressentes a esta escriptura y aviendo dado licençia como la dan a la madre maria de san augustin ffundadora y priora deste dho. monasterio para poder asetar esta escriptura que en ffavor del dho. monasterio a de otorgar Juan de Salazar el qual estando presente dixo que en la mejor modo y forma que de derecho aya lugar hase graçia y donasion perffecta e yrrevocable de las que el derecho llama ffecha entre vivos y partes pressentes con las ffuerças y ffirmezas en derecho necesarias a la dha. madre priora y religiosas deste dho. monasterio que al pressente son y adelante lo ffueren de unascasas de altos y bajos cubiertas de teja con lo a ellas anejo y pertheneciente que tiene en esta dha. ciudad en ffrente del hospital real calle en medio por ffrente y por el alto lindan con un solar y casas de luis de reyna pared en medio y por la parte de avajo con casas de Barcia montalba yndio maestro sastre pared en medio y por la parte alta de los corrales con casas de doña maría de cabrera viuda de don francisco garçia ati alcalde mayor que fue de los naturales desta provincia las quales ubo y compro este otorgante en almoneda publica donde se le remataron en seis mill y seiscientos pesos de a ocho reales por deuda de cosme de casso suegro del dho. Joan de Salazar y por debocion y afficion que tiene a este dho. monasterio y religiosas del y aver refferido en differentes ocaçiones Mariana de Jesús tía carnal de doña Joana de casso y paredes diffunta muger que ffue deste otorgante que eran muy buenas las dhas. casas para un monasterio de beinte y una monxas descalças y que si uviera de ser en su vida fuera la primera que entrara en el viviendo entonces la dha. Mariana de Jesus en las dhas. casas donde naçio y murio y le pidio a este otorgante con encaresimiento que comprase las dhas. casas porque se abian de vender y así por lo refferido como por la yncomodidad con que este otorgante a visto estan las dhas. religiosas en este sitio como asi mesmo se lo an dho. por la grande umedad y lo retirado del hase esta dha donacion de las dhas casas y su valor con cargo de tres mill y cien pesos de a ocho reales que tienen de censo principal en favor del convento de san ffrancisco desta dha. ciudad los un mill y los otros mill al monasterio de monjas de nuestra señora de la limpia concepçion desta dha. ciudad y los mill y cien pesos restantes en favor de la capellania que dejo ynstituida y ffundada Joan rodrigues de ocampo y conffiesa que lo restante del valor de las dhas. casas y mucho mas en el quinto de los vienes del dho. Joan de salazar. con declaración que esta dha. donasion hase con tal calidad y condiçion que ayan de mudarse las religiosas deste dho. sitio donde al pressente estan quando tuviesen comodidad a las dhas. casas a donde se a de ffundar el monasterio que a de permanecer de dhas. religiosas y si no se mudasen y fundasen en dhas. casas sea en si ninguna y de ningun valor ni efecto esta dha. donaçion mediante que la hace con tal calidad referida a cuyo cumplimiento y de lo demas desuso expressado en esta escriptura obligo su persona y todos sus vienes muebles y raizes derechos y acciones avidos y por aver y no poder cumplido a todas y qualesquier justiçias y juezes del rey nuestro señor de qualesquier partes que sean en especial a las desta   —188→   dha. ciudad y señores oydores alcaldes de corthe juezes de provincia desta real audiencia corregidor y su lugartheniente a cuyo fuero y jurisdiçion se sometio y renuncio el suyo propio y el privilegio del y la ley si convenerit de jurisdictione omnium judicium para que a lo que dho. es le apremien como si ffuese por sentencia diffinitiva de jues competente passada en cosa jusgada y renuncio todas y cualesquier leyes ffueros y derechos de su ffavor y la general que las prohive.= En esta forma mediante la dha. licencia de los dhos. diputados las dichas religiosas acetaron esta escriptura y los dhos. diputados por ser en ffavor deste dho. monasterio acetan assimismo en nombre del dicho venerable Dean y Cavildo esta dicha Donacion y para mayor validaçión y autoridad della lo ffirmaron juntamente con el dicho señor oydor por lo tocante al real patronazgo que exerçe con las dhas. priora y monxas a los quales y dichos otorgantes yo el presente escrivano doy fe conosco y que se hallaren pressentes por testigos desta escriptura alonso sanches de espinosa y luna y el licenciado don Thomas de seballos y ffelipe de villaseñor: doctor don Joan de morales aramburu =doctor don alvaro de ceballos bohorques = licenciado don xpoval vernardo de quiros, Joan de Salazar = María de san agustín = paula de Jesús Maria = Vernardina maria de Jesús = Ante mi Pedro Pacheco escrivano de su magestad142



Inmediatamente debieron las religiosas tomar posesión de las casas y comenzar a acondicionarlas para el nuevo convento y el mismo arquitecto maestro Ruales se trasladaría con sus operarios al lugar de la nueva fábrica; pues en marzo de 1654 albergaba ya a las religiosas, como se deduce del decreto del Cabildo eclesiástico expedido el 12 de ese mes al pie de la primera licencia que concedió para la entrada en la clausura de dicho arquitecto, extendiéndola a la del nuevo convento y que dice así:

«Entiendase esta licencia para el nuebo conbento» y lo firman el Deán, el Chantre, el Maestrescuela y dos canónigos mas y lo autoriza el Secretario doctor don Pedro de Gamoz en esta forma:

Proveyose el decreto de suso como se contiene por los Vbles. Dean y Cavildo desta Sta. Iglesia sede bacante que lo firmaron haziendo audiencia en la sala de su ayuntamiento de Quito en doze de março año de mil seiscientos dos».



Y al pie se encuentra una nueva extensión de la licencia expedida sencillamente y escrita de puño y letra del nuevo obispo de Quito, don Alonso de la Peña y Montenegro:

Use desta licencia qe. para ello le damos facultad. f.ª en Quito a diez y siete de ote. de mill y seis ssos. y cinquenta y quatro. Alonso Obpo. de Quito.



Doña María de Saravia gastó buena cantidad de dinero propio en el acondicionamiento de las casas de Joan de Salazar para convento. Así lo confiesa en el codicilo de su testamento, que otorgó el 30 de agosto de 1664:

Item declaro que quando se hizo la primera fundacion en   —189→   esta ciudad deste dho. Convento que fue tras de nuestra Señora de las Mercedes y la segunda que es en el que aora estan las religiosas de nra. Señora del Carmen en el adverso de las cassas de Joan de Salazar para quando se mudaron dhas. religiosas de la mrd. a ellas la otorgante gasto mucha cantidad de sus vienes que la que fue parecera por papeles que tiene en su poder.



Corría el año de 1646 y era entonces Priora del Convento carmelitano que en Quito sólo se le distinguía con el nombre de Santa Teresa, la madre Bernardina María de Jesús, una de las tres fundadoras, cuando éstas se propusieron agrandar el sitio que les había donado tan oportunamente Juan de Salazar, a fin de edificar un Convento lleno de las comodidades y servicios necesarios en un monasterio religioso; pues lo edificado por Ruales era pobre y poco acondicionado para la vida claustral de las monjas y la iglesia pequeña e insignificante.

Propusieron las religiosas a sus vecinos la compra de varios sitios; pero el precio que les pedían por ellos era tan excesivo, que juzgaron mas conveniente hacer intervenir en el negocio a la Real Audiencia, para que esta las expropiara mediante un precio de justa tasación.

La Priora dirigió en estos términos su petición al Presidente, el 27 de junio de 1656:

Al muy poderoso señor = Bernardina María de Jesús priora aunque indigna del monasterio de religiosas descalças de nuestra señora del carmen desta ciudad = Digo que el dicho monasterio necesita presisamente de citios competentes para poder edificar yglesia capaz mediante que la que tiene al presente no lo es antes muy corta y estrecha y no tienen abitacion bastante las religiosas, ni guerta y otras officinas nescesarias y los dueños de las cassas circunvecinas al dicho monasterio que son tres pretenden venderlas a precios exorvitantes conociendo la nescesidad que dellas se tiene y para que se compren en los precios que justamente valieren sin perjuizio de unas ni otras partes combienen se nombren tassadores por cada uno el suyo que tasen el valor justo de cada cassa y citio como se hizo por mandado de Vuestra alteza en los que se compraron para la primera fundación del dicho convento y con asistencia del doctor don Joan de la concha vuestro fiscal protector que era se tassaron y hizieron las escripturas de venta por los dueños de dichos citios y de don Joan gomez cornejo administrador del dicho monasterio = Suplico a Vuestra alteza se sirva mandar se nombren los dichos tassadores y que se pagan las tassaciones en presencia de uno de los ministros superiores desta real audiencia y otorguen las escripturas las partes en la misma forma y como se hizieron en las compras de los citios referidos que en ello se hara servicio a nuestro señor y mi convento recevira merced con justicia que pido &. Bernardina Maria de Jesús.



La Audiencia acogió la petición de la Priora y ordenó que el doctor don Juan de Morales Aramburu informara de visu sobre la necesidad de agrandar el monasterio y si el informe fuese favorable que las partes nombren los respectivos tasadores de los sitios y casas que se deben comprar.

El oidor Morales informó al día siguiente, 28 de junio, que había visitado el monasterio y visto la necesidad de extender su sitio «para edificar yglessia capaz guertas y vivienda competente»; y que así mismo había visitado y medido los sitios y casas que se debían comprar y que pertenecían al sastre Gerónimo García Montalvo,   —190→   con un frente en la calle del Hospital de 58 varas dos tercias, a doña Isabel Pérez de Ayala y doña María de los Ángeles viuda de don Luis Bautista de Reyna, con un frente de 49 varas la primera y 32 varas y media la segunda: aquella quedaba en la calle que de la capilla del convento va hacia la plazuela de Santa Clara y esta, en la misma plazuela.

El Oidor en su informe dice haber sido asistido en su visita por el padre maestro Silvestre Fausto y el hermano Marcos Guerra, religiosos de la Compañía de Jesús, como testigos peritos. No hay que olvidar que el hermano Marcos Guerra era distinguido arquitecto y el que hizo los planos y dirigió las obras y la fábrica del Monasterio y que la presencia del padre Fausto hace presumir que también podía ser experto en arquitectura, y uno de los que se entendían en la construcción del convento jesuítico que por esos tiempos se edificaba.

La Audiencia decretó, en vista del informe del doctor Morales, que fuesen notificadas las partes a fin de que, dentro de tres días, nombraran sus respectivos tasadores para el avalúo de las casas y sitios a expropiarse, y que el propio oidor Morales designara el suyo a que interviniera a dirimir en caso de discordia. En acatamiento al auto de la Audiencia, doña María de los Ángeles dijo que como no conocía alarife alguno y tenía «noticia que el Padre Fray Diego de escarça entiende de esa materia y en otras ocasiones a sido nombrado para dicho efecto por otras personas» lo designaba como su tasador. Don Gerónimo García Montalvo dijo que también nombraba «por tasador a fray Diego de escarça religioso sacerdote del orden de San augustin». Doña Isabel Pérez de Ayala nombró a fray Antonio Rodríguez, religioso lego del orden de san francisco pues «es persona que entiende de ese ministerio». Las religiosas nombraron al capitán Francisco de Fuentes.

Los peritos avaluadores prestaron juramento para entrar al desempeño de su cargo y los religiosos Escarza y Rodríguez, lo hicieron previa licencia otorgada por sus respectivos superiores. En la licencia otorgada por fray Alonso Crespo, Guardián de San Francisco, se dice que fray Antonio Rodríguez es sacristán mayor de su convento y arquitecto y persona que entiende, por lo cual le da «licencia para que juntamente con los demás arquitectos y personas entendidas» cumplan su cometido de avaluar los sitios y casas que se iban a comprar para el monasterio carmelitano143.

Concluidas todas las diligencias, el 20 de julio de 1656 se celebraron las respectivas escrituras ante Gaspar Rodríguez, escribano público, e inmediatamente se comenzó a planear la edificación del nuevo Monasterio. Mientras el hermano Marcos Guerra hacía los planos de la iglesia y del convento, se derribaron las casas adquiridas, la primitiva iglesia fue desbaratada y apenas se dejaron las habitaciones indispensables para las religiosas en el primer convento, hasta terminar el nuevo. Parece que los preparativos fueron rápidamente a juzgar por el contrato que el 27 de octubre celebró Alonso Sánchez de Espinosa y Luna, como administrador del convento del Carmen, con el padre provincial de San Francisco, por dos mil fanegas de cal «para la obra del convento de nra. Sª. del Carmen de las caleras que el dho. convento tiene en términos del pueblo de Calacalí a precio de quatro reales   —191→   fanega puestas en dhas. caleras y que a de entregar dentro de nuebe meses el capitan don Joan Fernandez Bustillos como sindico de la obra del convento del señor San Francisco desta dha. ciudad», como consta de la escritura firmada en la fecha indicada por este síndico y aquel administrador ante el escribano Antonio de Verçossa.

Pudiéramos aventurar, con estos antecedentes, la opinión de que la nueva fábrica se comenzó en los primeros días de 1657, si no en los últimos de 1656, ya que no es creíble que hubieren estado aguardando la cal de San Francisco para iniciarla, como si hubiese sido la única que se podía conseguir en la ciudad.

La planta de la iglesia fue trazada por el hermano Marcos Guerra en sentido completamente contrario a la de Ruales. Éste la construyó dándole entrada por la calle Rocafuerte y aquel, por la calle García Moreno, con frente al Hospital de la Santa Caridad y Misericordia de Nuestro Señor Jesucristo. Ruales tuvo que hacerlo así porque debía ceñirse al pequeño espacio de que disponía con sólo el sitio de las casas donadas por Juan de Salazar; pero adquirida la casa de doña Isabel Pérez de Ayala, que de la capilla del convento iba hacia la plazuela de Santa Clara, lo lógico era trazarla como la trazó el hermano Marcos Guerra, tan experimentado en achaques de arquitectura, como que en ese entonces se entendía en la construcción de la casa e iglesia jesuíticas. Lo curioso es que, veinte años antes, la dueña de casa, doña Mariana de Jesús Paredes y Flores había, no sólo aseverado que en ella se fundaría un monasterio de carmelitas, sino que había hecho la distribución de las diversas dependencias del convento con sorprendentes detalles, como aquel de que el aposento en que vivía había de ser el coro de la iglesia. La lógica del arquitecto correspondió exactamente a la idea de la Virgen quiteña.

Los claustros del convento son muy sencillos. El principal está organizado a base de arcos de medio punto con poso peraltados apeados sobre pilastras de planta cuadrada correspondiendo a un arco grande de la galería inferior, dos en la superior: y todo el conjunto alrededor de un patio con jardín con una fuente en su mitad. Los arcos de la galería inferior se hallan flanqueados por semipilastras que suben hasta encontrarse con una gran cornisa que se repite en la galería superior. Ambas arcadas se apoyan sobre un podio.

La portería es también muy sencilla, pero desde hace pocos años se halla decorada por Víctor Mideros, con grandes cuadros murales que recuerdan pasajes de la vida de la beata Mariana de Jesús, y el locutorio, con enormes cuadros simbólicos alusivos a la misma santa quiteña.

La iglesia, en cambio, tiene mayor interés artístico que el convento.

Se levanta esta iglesia de un gran atrio cuadrado con pretil de ladrillo y balaustres vidriados, al cual se asciende por una grada que, cubierta por un arco sencillo, queda frente a la imafronte de la iglesia. Este cerramiento tiene solamente dos lados, en las dos calles públicas que bordean el templo; pues al otro lado están ya las dependencias del convento cerrando el atrio. Precisamente en el ángulo de las dos calles, y sobre el atrio, se encuentran dos pilastrones que, con otros dos formados en el muro del Hospital, que está al frente, soportan el arco llamado de la Reina, edificado en 1682 para formar algo como un templete a los devotos de la Reina de los Ángeles que se veneraba en una capillita construida   —192→   en ese mismo año en los muros del Hospital de la Santa Caridad y Misericordia de Nuestro Señor Jesucristo que, en 1565, fundara el Presidente Santillán.

La iglesia tiene una fachada flanqueada por dos torres, a la manera española. La puerta es de medio punto, apeada sobre pilastras, y flanqueada por dos pares de columnas dóricas asentadas sobre altas basas decoradas a paneles; encima, un sencillo entablamento y dos querubines en sus enjutas. Las torres formadas por dos cuerpos macizos cada uno de ellos compuesto de cuatro pilastras y su correspondiente entablamento, con capitel dórico las del cuerpo bajo; con jónico, las del alto. Coronando este conjunto, el cuerpo de campanas: una torre de planta cuadrada, cuatro paños con cuatro huecos de arco apuntado y cuatro pilastras acoderadas oblicuamente a los ángulos de estas torres para suavizar las líneas de sus aristas. Corre una doble cornisa de menor longitud encima de este cuerpo, estrechándola, para terminar, graciosamente, en un remate piramidal, flanqueado por otros cuatro en los ángulos de la cornisa y cuatro tragaluces triangulares entre ellas. Los cuerpos inferiores de las torres tienen aquellas ventanas angostas llamadas flecheras. Entre las torres, la línea angular de la cubierta de la iglesia, acusada por una cornisa y, debajo, un gran espacio vacío, en el cual aparecen solamente dos ventanas abocinadas, que dan luz al coro de las monjas. Posteriormente y en nuestros tiempos, se ha decorado feamente aquel espacio con una ornamentación en estuco detestable. También los remates de las torres, dañados por un terremoto, no fueron como fácilmente pudieron ser, restituidas a su primitivo estado, sino desfiguradas torpemente.

El arco llamado de la Reina y que hasta cierto punto forma parte de todo este conjunto arquitectónico, es un arco triunfal de bóveda de crucería formado por el encuentro de cuatro arcos de medio punto, apeados sobre las impostas de cuatro pies derechos, y encerrados entre cuatro gruesos muros, en los cuales se han figurado pilastras que sostienen un entablamento, decorado con un mezquino frontón circular en cada uno de sus frentes principales. El conjunto se apoya sobre un estilobato de sillares de noble moldura. Debajo del arco, en la pared del Hospital hay una estrecha capilla cubierta con bóveda de crucería, que antes contenía un hermoso retablo dedicado a la Reina de los Ángeles: magnífica tela que hoy se encuentra colocada en el cuerpo superior del retablo mayor de la iglesia del Hospital. La puerta de la capilla es un ejemplar primoroso de decoración morisca. Frente a la capilla, en el atrio un humilladero; uno de los siete que existían a lo largo de la calle llamada hoy de Venezuela y antes, de las siete cruces. En el estilobato, al pie de la capilla, esta inscripción: «Acabose esta santa capilla de Nuestra Señora de los Ángeles a 14 de septiembre, año de 1682, siendo mayordomo Joseph de Luna y Diego Ruiz sus esclavos».

En el muro derecho de la iglesia hay otra puerta de piedra, de arco de medio punto apeado sobre las impostas de dos pies derechos y encerrado entre dos semipilastras jónicas de fuste acanalado y un entablamento. En las enjutas, dos cabecitas de querubines y en la clave, un adorno que se desarrolla hasta la cornisa del entablamento, prestando gracia a toda la composición, de gran sencillez y nobleza.

La planta de la iglesia es la de una sala rectangular con seis grandes arcos murales y cuatro perpiaños que dividen la cubierta de la única nave en seis bóvedas de crucería de las cuales una pertenece al presbiterio y otra al coro de las monjas, levantado   —193→   sobre una bóveda rebajada de cañón. Todos los arcos son abocinados, formados por tres porciones de círculo enlazados entre sí, a excepción del arco del coro que es de medio punto. Todos ellos se apoyan en gruesas pilastras de planta dentada, empotradas en los muros con magníficos capiteles del orden corintio. Pero hay un detalle muy curioso. En realidad los arcos no descansan directamente sobre un ábaco, una importa o un cimacio cualquiera, sino sobre un pedazo de pilastra con capitel dórico que se ha colocado sobrepuesto a la otra en lugar de cimacio: organización rara en la arquitectura clásica europea. Cada uno de los arcos murales tiene en su parte superior dos ventanas cuadrangulares con dobles derrames para dar luz a la iglesia y forma un gran nicho en el que se ha colocado un retablo, con excepción del nicho central del muro derecho, ocupado por la puerta lateral que describimos y un órgano.

Los retablos no son de los mejores que ha producido la escultura quiteña. Son pobres de decoración tallada, aunque bien trazados. Algunos, los más, son sólo pintados de amarillo en su armazón y, escasamente tienen uno que otro motivo decorativo adherido a la madera. Son buena obra de un tracista y ensamblador; pero no de un escultor; pues si se admira el trazo y el ensamble, se echa de menos la talla. A veces uno cree que son reconstruidos con restos de otros retablos dañados o perdidos.

El retablo mayor tiene tres cuerpos y tres calles y se desprende de un estilobato muy sencillo, interrumpido lateralmente por dos puertas: la una que conduce a la sacristía y la otra al comulgatorio de las monjas: ambas labradas y talladas con ornamentación de cuadrículos y círculos. Su primer cuerpo tiene tres nichos de medio punto, aconchados: uno central de planta convexa decorado con motivos de frutos, roleos y dos angelitos. El arco de la puerta apoyado sobre dos columnas delgadas salomónicas de seis vueltas muy estrechas, pero también muy cóncavas, llanas con decoración floral en la espiral cóncava.

Los nichos laterales sencillos, sin complicación alguna, pero con dos cabecitas de querubín en las enjutas. Estos tres nichos están flanqueados por grandes columnas salomónicas de traza interesante por la poca intensidad que se ha dado a su espiral, lo que ha hecho que esas columnas tengan apenas cuatro vueltas. Son estriadas en el sentido de la curva, menos en el tercio inferior que lo son en zigzag, y llevan fajas con decoración floral y palmetas en la espiral cóncava. Encima de este cuerpo va un entablamento, cuyo friso decoran querubines y cartelas. El cuerpo superior tiene una organización análoga. Al nicho central del sagrario corresponde un gran nicho con la estatua de la Virgen del Carmen; los nichos laterales son exactamente iguales a los inferiores y lo ocupan dos preciosas figuras de ángeles; y las seis columnas salomónicas distribuidas en análoga forma a las del primer cuerpo sólo se diferencian de estas en que las estrías del tercio inferior son ramas de helecho pero horizontales. Termina este segundo cuerpo con un entablamento cuyo friso está decorado como el primero. El tercer cuerpo forma un sólo conjunto con el frontón roto y hundido de su remate, dentro del cual se halla el símbolo del Espíritu Santo, acompañando desde lo alto al grupo de la Trinidad que se encuentra en la línea central; pero más bajo, entre dos nichos cuadrados que alojan dos cabezas de querubines con cuatro grandes alas. Todo este conjunto del último cuerpo está dividido por cuatro embutidos orantes.

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El retablo primero del lado del Evangelio tiene un alto estilobato y un cuerpo inferior con tres nichos flanqueados por columnas de capitel corintio con fuste ricamente adornado con decoración lineal mixtilínea en algo menos de sus dos tercios, luego con una faja con decoración floral y con unas flores, su tercio inferior. En el segundo cuerpo encontramos las columnas iguales a las anteriormente descritas, pero con menores proporciones. En el centro, un nicho con una Santa Carmelita dentro y a los cantos dos estatuillas de santos carmelitas en paneles decorados con unas molduras de línea ondulante, muy siglo XVIII.

Al frente de este retablo está el del Calvario, precioso grupo que ocupa un gran nicho central de planta saliente acantonado por dos columnas de fuste dividido idénticamente al de las columnas del anterior retablo, pero con decoración mucho más interesante; pues el tercio inferior la lleva a cuadros con sus ángulos perdidos por círculos que tienen perlas en su centro; la parte superior del fuste es estriada y tiene escamas como imbricaciones entre filetes perlados, y, entre las dos partes una faja con vástagos y serpeantes en espiral magníficamente combinados. Se rematan estas columnas con elegante capitel corintio pero con sola una hilera de hojas de acanto. A los lados de este nicho central, dos laterales con reja de vidrios entre columnas iguales a las ya descritas. Encima de este cuerpo va otro con tres nichos decorados en su contorno con molduras de cuadros y separados por hermosos estípites, sobre todo los del nicho central que llevan ángeles como cariátides en el medio del fuste. Termina el retablo con un frontón circular con estípites y remates y en los paneles dos bustos plateados que contienen reliquias. Por todo el retablo, hay regadas muchas cabezas de querubines.

El retablo frontero a la puerta lateral de la iglesia está consagrado a San José y es de hermoso trazo, y con planta convexa muy movida. Su composición es muy sencilla: un gran nicho con puertas lleno de decoración con espejos y dos columnas ligeramente ornamentadas en su fuste llano con adornos de ocasión pegados y superpuestos sin orden, entre un conjunto, que sirve de fondo, de planos y semipilastras, entrantes y salientes. Encima, otro nicho con una rejilla de madera, con candilejas con frontón curvilíneo adornado con un corazón, el símbolo del Espíritu Santo, querubines y dos repisas con preciosos angelitos.

Las dos últimos retablos, consagrados el uno a la beata Mariana de Jesús y el otro, a San Joaquín y Santa Ana, están intactos y nos dan idea de lo que debieron ser los otros laterales que dejamos descritos; pues son análogos en sus formas y manera de decoración. Están íntegramente dorados, hasta sus superficies planas que no llevan decoración.

El grupo de San Joaquín, Santa Ana y la Virgen, con vestidos de seda y brocado ocupa el nicho central del primer cuerpo, de copete saliente circular con flecadura de madera. A sus cantos hay dos columnas por lado y en los intercolumnios, dos paneles lisos ocupados con repisas sobre las cuales están dos Arcángeles. Las columnas son muy mal hechas y peor decoradas con un vástago desairado con hojas que recorre espiralmente el fuste. Una de esas columnas lleva en su tercio inferior estrías de ramas de helecho. En el segundo cuerpo hay otro nicho entre dos pilastras alargadas ocupado por una santa carmelita y las mismas columnas que las del cuerpo inferior, pero mejor decoradas y mejor trabajadas, sobre paneles de semilipilastras.

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Luego viene un entablamento y un frontón triangular de línea curvilínea muy elevado y en el centro de su tímpano, el triángulo simbólico del Padre Eterno. Sobre el remate del frontón un sol y enmedio una cruz. A los cantos de este cuerpo, otro Arcángel y el Ángel de la Guarda.

Frontero a este retablo está el de la beata Mariana de Jesús: el mejor de todos los de esta iglesia. Tiene delante una gran mesa de altar de línea elegante y sobre un estilobato eleva sus dos cuerpos completamente iguales: el primero o inferior constante de un grande y movido basamento, ligeramente decorado con guirnaldas un nicho de planta convexa con guardamalletas en su arco, flanqueado por dos paneles y dos columnas lisas, anilladas en algo más encima del tercio inferior, y capitel corintio. Termina este cuerpo con un friso y cornisa que siguen los resaltos del retablo y comienza sobre la cornisa el segundo cuerpo idéntico al anterior, sin más diferencia que una mayor riqueza en su basamento y en su friso. Termina el retablo con un original remate consistente en un gran panel convexo, decorado con la misma parsimonia que los otros paneles del retablo, coronado por una cornisa, y con dos elementos di raccordo a sus cantos. Encima del altar, e interrumpiendo el basamento del primer cuerpo, hay un sagrario. En el nicho superior, la estatua de Santa Teresa.

Penétrase al Convento por una portería decorada en el año 1926 por Víctor Mideros.

Al trasponer el dintel de la puerta de clausura se encuentra un gran zaguán y al frente un hermoso retablo compuesto de tres cuerpos: uno central con un nicho que aloja la figura de Cristo con la Cruz a cuestas, magnífica estatua cuya túnica es de paño endurecido, un tiempo primorosamente decorado con labores florales delicadas de color violado, que ha desaparecido casi en su totalidad, dejando al descubierto en fondo de oro, en el cual aparece la figura de una riqueza formidable; los dos cuerpos laterales con nichos flanqueados de columnas de fuste acanalado y su tercio inferior estriado son del siglo XVII y en ellos se han colocado una estatua de Santa Teresa y otra de San José, muy hermosas.

El claustro principal se desarrolla alrededor de un patio pequeño y tiene dos galerías superpuestas: la baja es de arcos de medio punto sencillo y la superior del mismo estilo pero con dos arcos pequeños que corresponden a uno del inferior. Los arcos de la galería baja están separados con semipilastras que se levantan hasta el arquitrabe. En el centro hay una fuente, y en uno los rincones, aislado con una verja de hierro un pequeño jardín, que la tradición señala como el en que jugaba la beata Mariana de Jesús. Sobre éstas galerías se ha añadido posteriormente un tercer piso, que no tiene importancia.

En el descanso de la escalera principal hay un hermoso retablo abierto en el muro, decorado en madera tallada y en él un cuadro de la Virgen del Carmen cobijando con el manto a sus monjas; al lado derecho un hermoso cuadro y al izquierdo una pintura simbólica pintada sobre el mismo muro. Las paredes del claustro superior conservan mucho de los frescos que las decoraban representando pasos de la vida de Santa Teresa de Jesús. Tanto estas como las galerías inferiores están llenas de preciosas telas representando algunas escenas de la vida de la Santa.

El archivo del convento guarda secreto absoluto de lo que costó la edificación del monasterio y de donde se obtuvieron los fondos para cubrir su valor. No hay constancia alguna ni de las limosnas que se debieron colectar para la fábrica. Ni el Rey dio   —196→   un centavo con ese objeto, ni las monjas se lo pidieron, correo se ve en los otros conventos de religiosas. Parece que Felipe IV se satisfizo con los 62000 pesos que donó el obispo Ugarte y Saravia, y creyó que los 20000 que de ellos destinaba a la obra del convento y de la iglesia eran más que suficientes, tanto más cuanto que jamás recibió una sola insinuación de las religiosas, ni del gobierno de la Audiencia que le moviera su generosidad. Crece la curiosidad cuando se ve por los documentos del archivo conventual que aún los 42000 pesos que sobraron de la donación del Obispo una vez que 20000 se emplearon en la compra de las casas sobre las cuales se estableció el primer convento, fueron colocados por las religiosas a censo, como lo fueron también sus dotes, en las Cajas Reales al cinco por ciento. Es verdad que doña María de Saravia dejó casi toda su fortuna al Convento, según se ve por el testamento que otorgó el 19 de enero de 1663. Parece también por este mismo documento que buena parte de los bienes de su tío, el obispo de Quito, que administró como Albacea, los distrajo de su objeto y los entregó al Convento para los gastos de su edificación. En una de las cláusulas de su testamento confiesa ingenuamente que el señor Ugarte y Saravia le ordenó mandas y fundar capellanías creyendo que el Rey no le iba a conceder la licencia para fundar el convento; por lo cual, cuando después de su muerte, llegó dicha licencia, doña María suspendió muchas mandas para entregar más dinero al monasterio, interpretando la voluntad del Obispo de dar hasta cien mil pesos, como expresó a ella muchas veces, y lo ofreció al presidente Arriola y al mismo Rey Felipe IV.

Según esto, bien podríamos asegurar que la edificación del monasterio fue costeada por el obispo Ugarte y Saravia, por doña María, su prima y por las limosnas que dieron los vecinos de la ciudad.

No sin razón los huesos del ilustre obispo de Quito, lo mismo que el cadáver de doña María reposan en el Monasterio que ellos levantaron en vida144.

La presencia en la fundación material del monasterio del Carmen, de cinco arquitectos, de los cuales sólo dos, fray Antonio Rodríguez, franciscano, y el hermano Marcos Guerra, jesuita, nos eran conocidos, y los otros tres, fray Diego de Escarza, agustino, el maestro padre Silvestre Fausto, jesuita, y el maestro Ruales, desconocidos, nos ayudan a despejar muchas incógnitas en nuestra historia del arte.

En primer lugar había tal vez que añadir el nombre del padre Silvestre Fausto, en los trabajos de edificación de la iglesia de la Compañía, atribuir a fray Diego de Escarza, las obras de la fachada de la Iglesia y del claustro del convento de San Agustín y sumar el nombre del maestro Ruales a la lista de nuestros arquitectos del siglo XVII, el más interesante de la historia artística quiteña.

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No es nada aventurado atribuir a fray Diego de Escarza las dos obras maestras del Monasterio agustiniano, si se tienen presente las fechas de su ejecución. La fachada de la iglesia fue comenzada el año de 1659 y concluida en 1665, según reza la epigrafía de la lápida colocada encima de la portada. El claustro principal se estaba haciendo por el año de 1650 en el que Diego Rodríguez Docampo se refiere a él en su Descripción y relación del estado eclesiástico del obispado de San Francisco de Quito que hizo por mandato de Felipe IV en cédula dirigida a don Agustín Ugarte y Saravia, Obispo de esa diócesis.

El padre maestro fray Francisco de la Fuente y Chaves -dice Rodríguez Docampo-, que ha sido Provincial muchas veces y reelecto otras, mediante a su gran gobierno y celo, así en acrecentamiento espiritual y trabajo, estancias de pan llevar, ganado vacuno y ovejuno, con las haciendas en Callo, de un obraje de paños y ganado mayor y menor, Capellanías en su Convento, canteras y tejar y las cuotas de los estipendios de indios por sus doctrinas en esta religion, mas de cuatrocientos mil pesos, con que esta ilustrado y acrecentado este Convento, el cual se está acabando de reedificar por él, con claustro bajo de cal y canto, arquería y pilares curiosamente labrados, sacristía, enfermería, refectorio y demás oficinas, que después de todo acabado será de los edificios mas supremos que haya en todos estos reinos145.



Si comparamos estas fechas con la del año de 1656 en que aparece fray Diego como perito avaluador de las casas y solares que se debían comprar para ensanchar el monasterio del Carmen, muy entendido en arquitectura y que en otras ocasiones había servido en otros parecidos peritazgos, es natural suponer que era el que dirigía los trabajos arquitectónicos que entonces se hacían en su convento agustiniano.

Fray Diego de Escarza era natural de Tunja, Colombia, y había profesado en nuestro Convento de San Agustín, el 5 de marzo de 1610146.

En cuanto a los dos jesuitas padre Silvestre Fausto y hermano Marcos Guerra que figuran en los documentos relativos a la compra de esas mismas casas y solares, tentados estamos en creer que el primero era también arquitecto o entendido en la materia; pues de otra manera difícil se nos hace que hubiese concurrido como perito en compañía del hermano Marcos Guerra reconocido como arquitecto, en la visita que hizo el oidor Morales Aramburu a esas casas para el efecto de su expropiación y del ensanchamiento del monasterio.

La fecha de estos documentos nos da también la de la participación del hermano Guerra en los trabajos de la Iglesia y del Convento jesuíticos. Y para fijar un tanto aquellos en los cuales pudo tomar parte, tenemos que recurrir nuevamente a lo que nos cuenta Rodríguez Docampo en su relación ya citada:

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Ha ido creciendo -dice - así en la Iglesia de cal y canto de tres naves, con artesones de madera dorados, retablo grande, costoso, Capillas por el espacio de las naves con retablos dorados, como la Sacristía, en lo material, de las buenas que hay en este reino y la cima de bóveda.

Tiene tres claustros, el primero alto y bajo de arquería, donde hay en el las aulas de teología, artes, retórica y gramática..., y en los altos, de celdas y en medio del patio una fuente de agua admirable..., otro segundo claustro alto y bajo, donde está el refectorio y demás oficinas de la casa, y arriba otras más celdas. El tercer claustro es el del Noviciado y enfermería que se va acabando de formar a semejanza de los demás y en medio del segundo claustro otra fuente de la misma agua con pilas, curiosamente ambas labradas.

En la entrada de la portería está un espacio grande de bóveda y a mano izquierda como se entra, está la Sacristía, donde hay una antesala, y mirando rectamente, está el teatro de la Universidad de San Gregorio.



Sabemos por los datos del padre Bernardo Recio en su Compendiosa relación de la cristiandad en el reino de Quito y por el padre Juan de Velasco en su Historia Moderna del reino de Quito y Crónica de la Provincia de la Compañía de Jesús del mismo Reino que nos hizo conocer el padre Vásconez en artículos que sobre la Iglesia de la Compañía escribió en la Revista La República del Sagrado Corazón de Jesús y de la Dolorosa del Colegio en 1939, que la construcción de la iglesia comenzó en enero de 1605, que en 1613 estaban terminadas las naves central y las laterales, que en 1634 se concluyó el crucero y se comenzó a levantar las paredes del presbiterio y que en 1689 se finalizó la obra material de la iglesia, menos la fachada.

Por la lápida que se halla empotrada a un lado de la fachada, conocemos que ésta se comenzó en 1722, se la suspendió en 1725, se la continuó en 1760 y se la concluyó en 1765.

Los historiadores citados no nombran sino al hermano Francisco Argudo como arquitecto de la obra de la iglesia en su penúltima etapa, que finalizó en 1689; puesta fachada corrió por cuenta y dirección del hermano Venancio Gandolfo, arquitecto mantuano. Ni una palabra dicen del hermano Marcos Guerra que figuraba ya con fama en 1656, al lado del franciscano hermano Antonio Rodríguez y del agustino Diego de Escarza. Ni Rodríguez Docampo lo trae a colación en su lista de religiosos y legos coadjutores jesuitas distinguidos de su época.

Por estos antecedentes se puede aventurar con bastante fundamento que él trabajó en las obras del convento primitivo descrito por Rodríguez Docampo, y tal vez en la fábrica del presbiterio de la iglesia, que son las que corresponden a los mediados del siglo XVII en que floreció ese arquitecto.

Lo curioso es que en el Catalogus generalis Viceprovinciae Quitensis ab anno 1604 ad annum 1696 ex Libro Admisorum aliisque documentis confectus no figura para nada el hermano Marcos Guerra, ni el escultor Jorge Vinterer. Sólo aparecen los nombres del hermano Francisco Argudo como arquitecto, del hermano Hernando de la Cruz, como pintor y del hermano Bartolomé Ferrer, como escultor.

Convento del Carmen Antiguo. El jardín de la beata Mariana de Jesús

Convento del Carmen Antiguo. El jardín de la beata Mariana de Jesús

[Lámina LV]

Interior del Convento del Carmen Mayor

Interior del Convento del Carmen Mayor

[Lámina LIV]