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ArribaAbajo- II -

Al hablar de la edificación del Convento mercedario dijimos ya las razones que tuvieron los religiosos para no emprender en la obra definitiva de la casa. No hay, pues, ahora, sino que recordarlas para justificar, no fuera sino en parte, la tardanza de los religiosos en comenzar la obra de la segunda iglesia que, sustituyendo a la primitiva, provisional y, por ende, incómoda y pequeña, debía corresponder a los otros templos que las otras comunidades religiosas establecidas en Quito, habían comenzado a levantar o se preparaban a hacerlo.

En el mismo capítulo dijimos que por el año de 1586 parece que los religiosos se preocuparon un tanto de los materiales de su casa de habitación y de su iglesia, parecer que lo fundábamos en el contexto del contrato de censo celebrado por el Convento con el sastre Francisco de Alarcón, a quien le cedieron por dos vidas el tejar de la Merced con sus mitayos, bajo la condición expresa en la escritura, de suministrar para las obras de la casa... 20000 piezas de teja y ladrillo, anualmente, y además todo lo demás de esta especie de material que el Convento necesitare, al precio que se cotizare en el mercado de la ciudad. Sin embargo vimos que fue muy poco lo que se hizo en aquella época. Aún no parece que el contrato aquel dio escasos resultados, porque diez años mas tarde, estaba el tejar en completa ruina, tanto que el padre fray Benito Campos, procurador del Convento, pidió en 1596 a la Audiencia, indios mitayos «para restaurar el tejar que la Orden posee desde la conquista, por estar el Convento muy pobre y por haberse determinado el padre comendador a hacer y fabricar una iglesia de la cual tenernos mucha necesidad y no poder conseguir el intento sin primero volver a levantar, y reedificar el dicho tejar convino la audiencia con la solicitud del padre Campos y la despachó favorablemente el 29 de noviembre de 159665.

Restauraron los padres el tejar, probablemente de su cuenta, pues es de suponer que el contrato de censo con Alarcón debió haber dejado de existir antes, recuperando el Convento dicho tejar   —72→   y las tierras en Guanacauri, hoy la «loma de San Juan», que domina el norte de Quito. Y eso debió acontecer para que el 11 de julio de 1605 pudiesen los frailes dar a censo por dos vidas a Diego Serrano Montenegro, un lote de tierras de ese tejar, con estos linderos: «por las cabeçades por la calle real y de san blas sube al páramo y tierras de Ju.º Pardo y quadras de las monjas de Santa Clara»; y el 19 de setiembre de 1618, a Matheo Galárraga otro lote de esas mismas tierras «que esta detras del dicho convento a la vista a esta ciudad esta un tejar y junto a el un pedazo de tierra... un solar de tierra que cae hacia la parte de la guerta y tierras de pedro de valençuela tafur presvitero cura de la parroquia de santa barbara desta ciudad y con tierras de Joan de casargarai»66.

El año de 1597 transcurrió reuniéndose el material para la nueva iglesia, que no se la comenzó sino en 1598, con entusiasmo que muy pronto decayó por la pobreza. La obra continuó trabajándose lentamente y el mismo tejar no preparaba ya tejas y ladrillos sino en poca cantidad y muy de vez en cuando, cosa que preocupó mucho al provincial que visitaba la provincia, en el año de 1600.

Apenas fundado el Convento mercedario, los religiosos hicieron una choza de paja para tenerla como iglesia, mientras edificar un templo algo mejor en el lote de solares que el Cabildo de la ciudad dio al padre Hernando de Granada. El sitio que el primer templo ocupó es, como tenemos dicho, el que se halla atrás de la capilla de San Juan de Letrán y tenía su frente hacia la calle Chile. La iglesia seria, sin duda alguna, de adobe, muy pequeña y humilde. Basta leer la Descripción de la ciudad de Quito del licenciado Pedro Rodríguez de Aguayo, el primer Arcediano que fue de la Catedral de su Obispado, escrita para el Consejo de Indias, probablemente en 1570, cuando pasó a España, después de 20 años de residencia en Quito, para cerciorarse de la miseria y pobreza de la primera iglesia mercedaria. «Hay -dice- en la ciudad de Quito tres monasterios: Sant Francisco, bien labrado con buena iglesia de piedra y la casa comenzada: hay muchos frailes; Santo Domingo, mas humilde en edificios, pocos frailes; la Merced, pobre edificio, pocos frailes»67.

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Retablo mayor de la Basílica Mercedaria

El retablo mayor de la Basílica Mercedaria

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Y eso lo decía en 1570. Porque lo que es fray Reginaldo de Lizárraga, que vino con su padre a Quito diez y ocho años después de fundada la ciudad y vivió en ella algún tiempo, ni siquiera nombra la existencia del monasterio mercedario en su Descripción breve de toda la tierra del Perú, etc., que escribió para el Conde de Lemos, presidente del Consejo de Indias. Habla de los franciscanos, dominicanos, agustinos y hasta de los teatinos y no dice una palabra de los mercedarios. Habla sobre el convento franciscano donde conoció a fray Jodoco, a fray Francisco Morales y a fray Pedro Gosseal, a quien llama pintor, describe el monasterio y consagra recuerdos encomiásticos al Colegio franciscano de San Andrés. Del convento y de la iglesia de la Merced no dice nada. Lo que nos induce a creer en la pobreza en que vivían sus primeros religiosos.

Con todo, esa primera y pobre iglesia que edificaron no sabríamos decir la fecha, duró hasta 1627 en que se concluyó la segunda que se edificó de cal, piedra y ladrillo, mas capaz y decente, en el mismo sitio en que hoy se halla la actual Basílica que levantaron los frailes, de 1700 a 1736.

Ya hemos explicado suficientemente, al tratar del Convento, los motivos que tuvieron los religiosos para encerrarse a vivir en los límites de una extrema modestia.

La primitiva iglesia tenía cinco capillas: la mayor que ostentaba la histórica imagen en piedra de la Virgen de las Mercedes «en un tabernáculo con seis retablos pintados al oleo de los quatro Evangelistas y Santa Catalina y Sto. toribio y un frontispicio con la ymagen de dios» y los laterales con sus respectivos retablos «en lienço del descendimiento de la cruz» «de la redempçion en lienço del nascimiento guarnecido en madera en un lienço» y «de un crucifijo mediano» que estaba en un altar junto al mayor. Tenía, además, un púlpito de madera, cuatro escaños grandes y cinco pequeño, que completaban el arreglo de la iglesia para el servicio de los fieles; y para el de los religiosos, había en el coro otros cuatro escaños grandes, iguales a los antedichos, un enorme facistol con un cantoral, un dominical y un diurno, en pergamino, en los que cantaban los divinos oficios acompañados de «un órgano pequeño de media ala» fabricado tal vez por el mismo «organero». Tres alfombras de lana: dos grandes y una pequeña, fabricadas en alguno de los obrajes de los primeros encomenderos, recubrían el presbiterio en las grandes solemnidades y, desde un mal aparejado campanario, una campana grande convocaba a los fieles   —74→   a la iglesia o señalaba las horas del día a los vecinos de la naciente ciudad.

Pero en medio de esta aparente pobreza del templo, lucíanse algunas joyas que las limosnas de los quiteños y el noble empeño de los religiosos habían ido acumulando, poco a poco, para adorno de las imágenes o para comunicar a las ceremonias religiosas algo del fausto, teatral a veces, que fue después, en la colonia, timbre peculiar de la iglesia católica quiteña.

En la visita que el 16 de diciembre de 1592, hizo al Convento el padre visitador fray Antonio de Pesquera, en unión del comendador fray Francisco Fernández Mirón y de los presentados fray Alonso de Benavente, fray Alonso Téllez, fray Juan de Leiva, fray Pedro de Zabala y fray Gaspar de Torres, se formó el primer inventario de los objetos que pertenecían a la iglesia. Entre estos se distinguen, como obras ricas de arte:

Una custodia de plata, toda de una pieza, grande con su viril y un Xto. resucitado encima.

Una cruz de plata grande con las insignias de la pasión y Apóstoles y sanctos de la orden y otras curiosidades labradas con las insignias de Xto. y nra. S.a que pesa con su manzana treinta y dos marcos.

Una cruz portátil de evano con un Xto. y guarnición de plata que pesa dos onzas y media.

Un candelero grande con sus palos de plata guarnecidos que sirven de ciriales y en el altar que pesan cinquenta y dos marcos.

Una corona de oro de nra. S.a que pesa ciento y veinte martos con sus esmeraldas y tres rubies y tres perlas.

Otra corona de oro semejante del niño Jesús.

Un collar de plata a manera de dos culebras con unas esmeraldillas por ojos.

Una joya de oro dentro de la qual esta la imagen de nra. S.a del rrosario con algunos pasos de los misterios de nra. Redempcion labrada de labor mexicana con sus puertecitas que se cierran y un serafín y a las espaldas una cruz con seis esmeraldas y un collar de perlas que tiene quinientas perlas y nuebe granates68.

Un aogador de perlas con su poma de perlas y oro escarchado y granates tiene siete vueltas.



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Pero sobre toda esta riqueza estaba el famoso ornamento morado descrito así en el inventario

Un ornamento terno entero casulla capa almaticas y collares de tela de oro morada las almaticas los faldones bordados y las bocamangas con los quatro Evangelistas los collares bordados con sus escudos en medio. La capa tiene seys ymagenes de los Apostoles bordadas con algunas perlas con su pechera que tiene cinco esmeraldas y ocho perlas engastadas las esmeraldas en oro. La capilla de la capa tiene una ymagen de nra. S.a de la redempcion con su escapulario todo bordado de perlas de medio rrostrillo y un escudo de plata dorado y arriba una cruz de quatro esmeraldas y cuatro perlas la corona de esta ymagen tiene quatro esmeraldas y algunos granates es esta corona de perlas menudas el cerco de la imagen tiene treinta y quatro esmeraldas pequeñas en una cadena de perlas de rrostrillo que esta a la redonda todo bordado y la luna que esta a los pies de la ymagen es de perlería gruesa.



Además de estos primores tenía la iglesia dos coronas de plata de la Virgen, seis cálices, un incensario, tres cruces altas, vinajeras, candeleros, hostiarios; todo de plata labrada y una lámpara también de plata, de 33 marcos de peso, que se colgaba en la mitad del templo. En la sacristía se guardaban en un hermoso «cofre timbado bareteado de Flandes» dos mantos de oro de la Virgen, dos de damasco, tres de tafetán blanco, otro encarnado, uno negro, dos de raso y otro de tafetán de la China; y para el servicio del culto en grandes cómodas, se encontraban solícitamente cuidadas hasta diez y nueve casullas de raso, de damasco, terciopelo, tafetán y damasquillo, veinte albas de ruan con faldones de raso, tafetán, terciopelo o damasco de colores o de cualquiera otra telilla listada, seis capas pluviales de damasco o de raso, cuatro paños de atril, algún almaizal, veinte frontales y otros objetos en brocado, ejecutados por un cierto Ribera, insigne bordador de aquellos tiempos. Como un lujo especial exterior, pugnando con la pobreza del lugar, un gran espejo, azogado en Quito, adornaba una de las paredes de la sacristía.

En el año 1600, fray Antonio de Pesquera hizo un nuevo inventario en el que figuran ya en las paredes de la sacristía los lienzos de la Redención y del Nacimiento que formaban los retablos pintados de los altares colaterales de la iglesia. En su lugar habían colocado un lienzo de San Ramón Nonato y otro de un santo que no se lo nombra, y, como novedades sucedidas en la riqueza   —76→   de la iglesia: «una yjuela labrada de seda berde y carmesí con puntas de hilo de oro y perlas y argentería», «una toca raxada de plata y oro con puntas y encajes de pita», «otra toca de hilo de oro escarchado y perlas p.a diadema de la imagen» y «un belo de pita questa delante de la imagen labrado a la redonda de hilo blanco y puntas de pita».

Todas estas alhajas y prendas de arte se conservaron algún tiempo en el Convento con celo verdaderamente religioso; pero poco a poco fueron perdiéndose, principalmente el terno famoso de ornamentos morados que, en 1622, en el inventario levantado por orden del provincial fray Francisco de Cueva, apenas se reduce a las siguientes piezas, que se enumeran entre «una casulla de tabinacar de Plata del terno nuevo que se debe a Gabriel Milan» y «dos Almaticas de tabinacar de Plata de ese mismo terno»:

«Primeramente una capa de Brocado morado con su capilla de pedrería y la m.e de Dios con un escapulario de aljofar y un escudo de oro».

«Una casulla de Brocado morado como la Capa con Pedrería» y «Dos almaticas de brocado morado del terno rico».

Algunas alhajas de plata y oro se habían perdido; otras fueron refundidas en la hechura de nuevos objetos artísticos para el culto, como la custodia primitiva destruida en tiempo del padre maestro fray Andrés de Sola para hacer la nueva, dos veces más pesada que aquella, aunque no sabemos si con el peso habían también aumentado las calidades artísticas de la primera. La descripción que sobre la firma del padre Francisco de Cueva, existe de ella en los inventarios de 1622, no da detalle alguno interesante que nos indique si la segunda custodia era superior en mérito a la primera: «Deshizose la custodia vieja, dice, tenia vy.te seis marcos y hizose una nueva que pesa setenta y tres marcos y tres onzas con su viril dorado costo la hechura quinientos p.es de ocho reales». Compárese esta descripción con la que de la custodia primitiva hace el inventario de 1592: «Una custodia de plata toda de una pieza grande con su viril y un Xto. de plata resucitado encima» y se verá que, a pesar de la brevedad de la noticia, no podemos imaginarnos a la segunda como digna sucesora, en arte, de la primera.

Para evitar las frecuentes pérdidas de los objetos de arte pertenecientes a la iglesia, el padre maestro, fray Diego de Santa Gadea, vicario de todas las provincias del Perú, Chile y Tucumán, en la visita que hizo a la iglesia de Quito, el 30 de abril de 1646, prohibió   —77→   el préstamo de ornamentos, alhajas, y otros objetos religiosos de la iglesia mercedaria, porque -dice- «se han perdido algunas alhajas curiosas por haberlas prestado»69.

Junto a la primera iglesia, un rico y noble vecino de la ciudad, el capitán don Diego de Sandoval, fundó y edificó a su costa, la Capilla de San Juan de Letrán, en 1559. ¿Quién era ese capitán?

Era don Diego de Sandoval un rico español de noble alcurnia y toledano de sangre, que vino con Hernán Cortés a la conquista de México, fue a la de Guatemala con el adelantado don Pedro de Alvarado, vino con este en la expedición que armó, con licencia de Carlos V, a la conquista del Reino de Quito y después de las capitulaciones de Riobamba entre Alvarado y Almagro, pasó con Benalcázar a la fundación de Quito, en donde se avecindó, edificando a una cuadra de la plaza mayor, la casa, cuyo solar se ha perpetuado en el dominio de sus descendientes, hasta hoy, que lo sigue poseyendo la familia Lasso de la Vega y Chiriboga, como herencia recibida junto con la sangre y el blasón de aquel noble conquistador.

El capitán Sandoval, después de las intranquilidades de la vida aventurera en la conquista, en la cual desempeñó brillantísimo papel, y por cuyos servicios y fidelidad al Rey, aún en medio de las terribles guerras civiles entre los conquistadores del Perú, recibió las encomiendas de Cañar Mulahaló y Pomasqui: estas dos últimas dadas por el presidente La Garca, después de la pacificación de estos reinos, se dedicó a vivir la vida pacífica de un buen ciudadano: fue regidor perpetuo del Cabildo, justicia y regimiento de la ciudad de Quito, y uno de sus más honrados, laboriosos y ricos vecinos.

Muy devoto de los mercedarios y cercana como estaba su vivienda al Convento de aquellos religiosos, propúsoles un buen día del año de 1559, en su propio nombre y en el de su mujer, doña Catalina Calderón, que le den junto a la iglesia, sitio y lugar en donde pueda hacer y edificar a su costa, una capilla para su enterramiento y el de sus sucesores.

Gobernaban el Convento los padres fray Luis de Ovalle, en calidad de vicario provincial, y fray Alejo Daza, en la de Comendador, quienes, encantados con la propuesta de tan noble caballero, reunieron el 13 de setiembre de 1559 a sus frailes en Capítulo   —78→   conventual, para deliberar, aceptar la propuesta y celebrar el primer tratado, como en efecto lo celebraron ese mismo día ante Antón de Sevilla, escribano público y de cabildo, en las siguientes condiciones: concedieron los religiosos al capitán un espacio para la capilla y otro para asiento y sepultura de él, de su mujer, de todos sus descendientes y de quien más ellos quisieren, y se obligaron a levantar otra capilla en su lugar, si alguna vez se mudare a otro sitio la iglesia de ese monasterio, a decir siempre tres misas rezadas semanales y una cantada al año en el altar de dicha capilla por las almas del capitán y su mujer, de sus padres e hijos y demás difuntos que en ella reposaren. Por su parte, don Diego de Sandoval se obligó a levantar la capilla, adornarla con un gran retablo y a dotarla de un ornamento, un frontal con sus manteles un cáliz de plata con su patena y unas vinajeras, también de plata; y a dar una renta en oro sobre 1500 pesos de oro de veinte quilates, colocados, a censo sobre las casas del capitán Alonso de Bastidas, situadas en la plaza de San Francisco y sobre otros bienes raíces de este mismo capitán.

Así concebida la escritura, los frailes la aceptaron unánimemente, después de madura deliberación, considerando que la «casa y convento esta pobre y necesitado e porque prinzipie en tener alguna Renta para su sustentaçion» y porque «el dho. capitán di.º de sandoval es persona de calidad y cantidad y de los primeros descobridores, conquistadores e pobladores desta zbdad. e provincias y demas desto es enparentado en esta zbdad. e rregidor perpetuo en ella y del y de la dha. doña catalina calderon su muger y de sus deudor e parientes y suscesores dellos esta dha. casa y monastr.º podrá Rezibir e rrezibira ayuda e limosnas».

Pocos días después de concluido este tratado, el 20 de setiembre del mismo año de 1559, una vez señalado el lugar en que había de comenzarse a edificar la capilla, el capitán Sandoval amplió el contenido de su contrato con los religiosos estipulando otro adicional en virtud del cual exigía que la capilla que se había comprometido a fundar y a edificar junto a la iglesia, se llamaría de San Juan de Letrán y habría de tener todas las gracias e indulgencias que tiene la de dicha advocación en Roma, para lo cual se comprometía a enviar a la Ciudad Eterna al padre Juan de Valencia, a fin de que cuanto antes obtenga de Su Santidad la concesión de esa gracia y la confirmación de esa fundación. En efecto, el padre Valencia fue a Roma y trajo las bulas respectivas por las cuales el Papa aprobaba la erección en Quito de la Capilla de San   —79→   Juan de Letrán y concedía todas las indulgencias y las mismas que tiene la del mismo nombre en Roma. Las bulas auténticas conserva la familia Lasso Chiriboga en su archivo particular.

Por un acuerdo especial estipulado en ambos tratados, así como por obligación disciplinaria de los religiosos, se mandaron los contratos a la aprobación del provincial y vicario general de la Orden en el Perú, de cuya provincia formaba entonces parte el Convento de Quito. Gobernaba esa provincia el padre fray Juan de Vargas, célebre fraile que murió mártir y en olor de santidad en las misiones del Perú. A él le tocó aprobar los tratados celebrados entre los padres mercedarios de Quito y el capitán Diego de Sandoval para la erección de la Capilla de San Juan de Letrán, y así lo hizo por escritura pública celebrada en el Cuzco, ante Gregorio de Bitorero, escribano público y de cabildo, el 20 de febrero de 1560, según consta de la copia autenticada que, junto con todas las demás piezas relacionadas con esta capellanía, se conserva con gran cuidado y religiosidad en el riquísimo Archivo del Convento70.

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El capitán Diego de Sandoval no esperó la ratificación del provincial para dar comienzo a la obra; antes bien, apenas firmados los contratos, inició los trabajos con tanto entusiasmo que antes de llegar la ratificación del Cuzco, estaba ya concluida la capilla y a medio hacerse su retablo.

  —[Lámina VIII]→  

Galería inferior del primer claustro

Detalle de la galería inferior del primer claustro

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No cumplió sólo el capitán con lo estipulado en las capitulaciones. Cristiano, noble y generoso, como verdadero hidalgo español, convirtió la capilla en un joyero o relicario de arte religioso, y el Convento de la Merced, su depósito de sus muchas limosnas.   —82→   Cuando en 1566 partió a España a arreglar sus intereses, no olvidó de su Capilla de San Juan de Letrán, a la que trajo, entre otras cosas, una estatua del Santo que allí la colocó junto con algunos irle los siete reposteros que, bordados con sus armas y las de sus   —83→   padres, trajo de Castilla, mandados a hacer -como dice en su testamento- con los dineros que cobró al licenciado Vaca de Castro, gobernador que era del Perú. Y cuando ya se preparaba para morir, ordenó colocar en la citada Capilla, después de sus días, un estandarte   —84→   de damasco carmesí con sus columnas de plata para que «esté allí perpetuamente con su atambor» y que una multitud de reliquias que trajo de Castilla, de Santa María de Nieva, junto con un pedazo de la mano y otro del pie de unos santos, se pongan,   —85→   dentro de un relicario, en la misma Capilla. Mandó también a traer de España la cabeza de un mártir «o lo que su santidad sea servido de acerme merced para la dicha capilla», por lo cual ordenó que de sus bienes pagasen a quien la trajese, con otras cosas que   —86→   también mandó a pedir, doscientos pesos de plata. «Mas declaro -añade en su testamento el capitán Sandoval- que yo inbie a la nueva españa por dos campanas y chirimias y un sacabuche para el servicio de la capilla de señor san juan de letran todo Lo qual   —87→   tengo, en el desembarcadero pagado costas y gastos que se an echo con ello hasta allí. Lo qual tiene a cargo toribio de castro mando que en asiendo buen tiempo porque no se quiebren las traigan con sus lenguas y que el patron aga la torre a donde se ponga La mejor y la mayor y si le pareciere bender la otra la puede bender para ornamentos a la capilla de senor san juan y si le pareciere que pueden estar ambas se pongan en la dha. torre y las chirimias y sacabuche se pongan en la dha. capilla en la sacristia don de estan los ornamentos y una casulla de damasco blanco que tienen los frayles en que pusieron una cenefa dorada mando que se pida a los frailes porque es mia y se ponga con los demas ornamentos del senor S.n Juan de letran y mando queste depositado en la dha. Sacristía».

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Pero el capitán Diego de Sandoval no se contentó con sólo esto. Hombre de conciencia delicada, que dejó las rentas de su encomienda de Mulahaló a sus propios indios, restándolas de la herencia de sus hijos, había fundado la capellanía de San Juan de Letrán «en descargo de su conciencia» como lo confiesa en su testamento, sin duda por no considerar regularmente adquirido toda lo que le proporcionó el derecho de conquista. En consideración a este antecedente y ante el temor de que la renta de los mil quinientos pesos que dejó a censo sobre la casa y tierras de Alonso de Bastidas, por el servicio de la capellanía prestado por los religiosos mercedarios, dejó en su testamento un hato de cien vacas para que, señaladas con un hierro especial, se entreguen al patrono de la capilla, a fin de que con las crías de esas vacas, que excedieren de ese número, se atienda al mejor servicio de la capilla y a un mayor aumento de misas. Como esta cláusula testamentaria es interesante, tanto por la forma en que se halla concebida esta nueva donación, cuanto porque en ella se establece el patronazgo perpetuo de la Capilla de San Juan de Letrán, la trasladamos íntegramente. Dice así:

Item digo y declaro que yo y doña Catalina calderón mi muger ycimos y fundamos una capellania en el monasterio de nuestra señora de las mercedes desta ciudad y que los frailes del dho. convento nos dijesen en cada Una semana de Las del año perpetuamente tres missas con y segun se contiene en la escritura de fundacion que sobre ello otorgamos Por ante Anton de Sevilla escrivano publico y del cabildo que fue desta ciudad a que me Remito y sin embargo de lo que alli se dice fue principalm.te un descargo de mi conciencia y de la dha mi muger La qual por estar tambien obligada otorgo y vino en la dha. escritura de su libre y espontanea voluntad y Porque me parece que en aquello la tenia y limosna que mandamos dar en cada un año no se satisfacen las obligaciones que yo y la dha. mi mujer tenemos y porque los años benideros podria ser que se pagase mas de limosna Por cada una missa de la quentonces señalamos y se disminuyesen en cantidad y numero Las dhas. missas y cesarían Por ello el beneficio que enteramente yo pretendo ques cumplir con lo que debo a mi conciencia satisfacción y Restitución della y para este efecto demas de la dha Renta quiero y es mi voluntad quede mi ato de bacas se tomen cien bacas hembras de todas edades y con un yerro se les yerren y señalen y se entreguen y den al patron ques o fuere y yo Nombrare en la dha. capellanía las quales dhas. bacas y multiplicos   —[Lámina IX]→     —89→   dellas siempre esten por bienes conocidos obligados a Reaserse al mayor aumento que tuviere la limosna de Las dhas. missas y en caso que crezca de los multiplicos machos y bacas biexas se Reaga y Pague y lo que sobrare sea para Reparos de la dha. capellania y como fuese creciendo el balor de los dhos. multiplicos bacas biexas y machos ansi se bayan aumentando La cantidad de missas que tubiere lugar dandose la limosna por cada una que fuere costumbre darse a missas de capellania perpetua Reaciendose primero como esta dicho La limosna de las misas que asta agora en la dha. escritura esta dispuesto teniendo también consideracion a la nueva donacion que yo y la dha. mi muger con consentimiento de diego calderon ycimos de dos pares de tiendas en la plaga desta ciudad linde con tiendas de la una parte y por otra con tiendas del dho. convento como parecera por la escritura que passo ante (en blanco) escribano y desta manera quiero y es mi boluntad que la dha. capellania se perpetue y aga efeto La cual en todo tiempo se guarde y cumpla y se afirme la dha. escriptura para quentodo tpo. por la bia y forma que de derecho mejor obiere lugar prefiriendose lo dispuesto en esta clausula y dotacion de la dha. capellania a otras cualesquiera mandas y legados que yo aya fecho e yciere Por contrato entre bibos o en ultima boluntad y fueren declaradas en este mi testamento o cobdicilios que otorgue agora en tiempo alguno. Por questo quiero que balga como esta dicho Por contrato o donacion entre bivos y quiero y es mi boluntad que las dhas. bacas e multiplicos dellas quiero que no fueren en las limitaciones y para el efeto questa dho. no se puedan vender ni enagenar en manera alguna porque para este efeto siendo necesario declaro los dhos. bienes por sujetos a la dha. Restitucion y para efeto de donacion fecha a caussa pia o en fabor del dho. monasterio y nombro y señalo por patrones de la dha. capellania a los señores capitanes don Ju.º de londoño y miguel sandobal becinos desta ciudad que ambos a dos y no el uno sin el otro juntamente tengan y ussen el dho. oficio y cargo y de las preeminencias quel derecho concede a los tales patrones y estos tales tengan en administracion las dhas. bacas y multiplicos dellas y esto se entienda durante la bida de doña ana de sandobal y doña juana calderon mis yjas sus mujeres y faltando alguno dellos passe la administracion en el otro mi yerno marido de la dha. mi yja que bibiere y faltando ambas passe el dho. officio y cargo en uno de mis nietos que siempre se nombre de mi nombre y apellido y faltando aquel otro siguiente y despues dellos Perpetuamente se   —90→   guarde este orden en mis descendientes prefiriendo el baron a la enbra y a falta de baron lo tenga y suceda en el dho. oficio y cargo la enbra Prefiriendo la mayor a la menor y a falta de los tales erederos Legitimos el ultimo que lo fuere lo pueda nombrar en su testamento y balga la tal nominacion e ynstitucion como si yo de ciencia cierta Lo dejara nombrado y llamado en este mi testamento.



La escalera principal del Convento

La escalera principal del Convento

[Lámina IX]

La capilla de San Juan Letrán, que don Diego de Sandoval edificó con «madera y tablas» de su propia hacienda Pisingallí, es, sin duda alguna, el santuario religioso mas antiguo de la ciudad de Quito. Fundado y edificado en 1560 y resistiendo a todas las vicisitudes del tiempo, llegó hasta nuestros días, intacto, apenas sin la torre o espadaña que debió tener para las campanas que hizo traer desde México su piadoso fundador. Desgraciadamente por el descuido de los actuales descendientes del capitán don Diego de Sandoval, cuya casa solariega poseen; hace pocos años, dos religiosos que gobernaban el Convento, llevados de un mal entendido celo, echaron abajo el retablo levantado por uno de los sucesores de don Diego, en el primer tercio del siglo XVII, durante la administración del padre Andrés de Sola, para sustituirlo con el que actualmente ocupa el testero de la capilla, en el cual se ha eliminado la estatua de San Juan, traída desde España por dicho capitán, para reemplazarla con un lienzo de la «Peregrina de Quito», mandado a trabajar por empeños del padre Joel L. Monroy, y a sus expensas71.

Incrustada en la pared medianera con la basílica, se halla hoy en la Capilla, una lápida, cuya epigrafía dice:

CAPILLA CA
PELLANIA BOBEDA
I ENTIERRO DE PEDRO
LOPEZ TEIXERO EDI
FICOSELA EL DDON AN
TONIO RODRIGES DE S. Y
SIDRO MANRIQVE OIDO (R)
DESTA AVDIENCIA RE
AL DE QVITO PATRON   —91→  
QVE ES DE ELLA
ANNO 1645