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50

Morón, págs. 94-96 y 102 n. 17.



 

51

«Las semblanzas que pinta Haedo de estos dos esclavos cristianos, que subieron, después de renegar de su fe, a ser reyes de Argel, no desdicen en absoluto de lo que cuenta de ellos Cervantes en la narración de El cautivo» (Camamis, pág. 88).



 

52

Véase Camamis, págs. 80-81 y pág. 81, n. 29. «En toda la literatura del Siglo de Oro, difícilmente se encontrarían dos autores que coincidan tanto en sus repetidas condenas de la sodomía de los turcos como Haedo y Cervantes» (pp. 80-81).



 

53

A Study of Don Quixote, Capítulo 2, nota 70 (pág. 69). Que este amor pedofílico fuera en principio censurable, a pesar de la felicidad de muchas parejas, se concluye de la manera en que se practicaba. No se usaba con muchachos musulmanes, los del vecino digamos, sino con jóvenes cristianos capturados. Muchas fuentes indican que los señores musulmanes preferían a amantes varones o hembras nacidos en tierras cristianas, y los niños eran a veces los más difíciles de rescatar. (Véase, por ejemplo, Bartolomé y Lucille Bennassar, Los cristianos de Alá. La fascinante aventura de los renegados, trad. José Luis Gil Aristu [Madrid: Nerea, 1989], págs. 309-16, 335 y 479-80 y Friedman, Spanish Captives in North Africa, págs. 154-55, quien menciona a Diego Galán como uno de los jóvenes esclavos cuyo amo no permitía que fuera rescatado.)



 

54

Capítulo XXIX: «De las lenguas que se hablan en Argel».



 

55

Mártires, ed. Sola y Parreño, pág. 118. Véase la introducción de Sola, págs. 32 y 35.



 

56

Los baños de Argel, pág. 21.



 

57

Pág. 240. Continúa Camamis (págs. 240-41): «Estas estrechas correspondencias, algunas muy específicas, indican claramente una íntima colaboración intelectual entre Cervantes y Antonio de Sosa durante su estancia en Argel; colaboración que, además, está corroborada por la autoridad de un documento notarial: la Información de Argel». Lo que dice la dicha «Información» es que, según testimonio de Sosa, «sé que se ocupaba [Cervantes] muchas vezes en componer versos en alabanza de nuestro señor y de su bendita madre y del santísimo sacramento y otras cosas santas y devotas, algunas de las quales comunicó particularmente conmigo, y me las enbió que las viese» (pág. 396).



 

58

Que Cervantes hubiera leído la Crónica de Juan II es una conclusión necesaria de los ejemplos ofrecidos por Don Quijote en su discusión con el Canónigo de Toledo, en el capítulo I, 49.



 

59

A Study of Don Quixote, pág. 55. Ya que no lo menciona, excluí el libro de Haedo de mi reconstrucción de «La biblioteca de Cervantes» en Studia in Honorem prof. Martí n de Riquer, II (Barcelona: Quaderns Crema, 1987), 271-328 (véase pág. 273). Pero sí incluí, pues su autor se menciona en el Viaje del Parnaso, De historia, para entenderla y escribirla, de Luis Cabrera de Córdoba (Madrid, 1611).



 
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