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Cartas gauchas

Descripción de las Fiestas del Centenario por el gaucho argentino Martín Oro en seis cartas, en versos gauchos dedicados a su mujer Benita Chaparro

Nicolás Granada



[Nota preliminar: Obra cedida por la Biblioteca de la Academia Argentina de las Letras.

Digitalización realizada por Verónica Zumárraga.]



portada





  —3→  

ArribaAbajoCarta primera

  —5→  
En la que el paisano Martín Oro da cuenta a su mujer Benita Chaparro de su viaje en ferrocarril hasta la Capital Federal, su llegada a la estación Constitución, su encuentro con el pueblero D. Nicanor, el cual lo conduce hasta el Almacén-posada de Rebollo, en donde lo instala, saliendo de allí para el centro con el objeto de admirar la Iluminación de la Plaza del Congreso, Avenida de Mayo, etc., que él describe. -Observaciones sobre las mujeres, sus trajes y maneras, así como las de los jóvenes hig-liffe. -Asistencia a un teatro popular.




Mi muy querida Benita
aunque bichoco y despiao,
de tanto haber caminao
en esta ciudá bendita,
le pego una cuerpiadita  5
al cansancio que me aplasta,
y haciendo honor a la casta
de criollo guapo y curtido,
a escrebirte me decido
Tuito el día, si me basta.  10
    ¡Que ha de bastar! Ni en un año
creo podría escrebirte,
cuanto tengo que decirte,
de embarrullao y de extraño,
como entre un susto tamaño,  15
he visto en esta ciudá,
que como borracha está,
gritona y embanderada,
florida e iluminada,
¡ques una barbaridá!  20
—6→
   Después de andar en prisión
un día en fierro carril,
llegué como un perejil
a la mentada estación
que llaman Custitución,  25
y ques un galpón grandote,
ande dentramos al trote,
echando un humo jediondo,
y metiendo un batifondo
que daba al diablo un cerote.  30
   Yo bajé medio entumido,
y ansina como almariao;
de la vista encandilao,
y del mate dolorido,
cuando un mozo que me vido,  35
y se hizo cuenta, dejuro,
de que estaba en un apuro
en aquel corral ajeno,
vino a refalarme el freno,
y a ayudarme comedido.  40
   -Veo que usté es pajuerano
-me dijo con güenos modos.
Mirá Benita: no a todos
les cai del cielo un hermano,
que venga a darle la mano  45
en un trance como el mío,
pues me encontraba en un lío
¡mesmamente soberano!
   -¡Ha adivinao, amigazo!
-le dije al mozo pueblero;  50
¡Estoy como un hormiguero
a que le han dao un humazo!
Había sido fierazo
hallarse de sopetón,
en medio a una población  55
ansina, deste tamaño...
Mesmo que en un pago extraño,
suele hallarse un mancarrón.
—7→

-¿Y trai quipaje?
-Ese lío
que son mis pilchas camperas;  60
unas maletas fuleras,
y pa fumar el avío...
¿De qué se rai?
-Pues me río
de verlo a usté tan confiao,
largarse así, sin cuidao,  65
con su talero en la mano...
-¿Y no sabe quel paisano
nació para ser soldao?
¿No sabe que esta nación,
hoy tan grande y tan ufana,  70
nació de un toque de diana,
y un disparo de cañón?
¿Que un valiente pelotón
de paisanos argentinos,
más valientes que ladinos,  75
más patriotas que valientes,
levantaron imponentes,
esos colores divinos?
   ¿Ya no se acuerda, paisano,
   de los Patricios mentaos,  80
de los bravos Coloraos,
de los Blandengues, del llano
en que con el sable en mano
y garabina terciada,
bajaba a la disparada  85
con su guachaje atrevido,
aquel Güemes tan temido,
el de la fama mentada?

   ¿Y no saben los puebleros,
que fueron gauchos al fin,  90
los bravos de San Martín,
los heroicos Granaderos,
los audaces, los primeros
—8→
que al cóndor de la montaña,
asustaron con la hazaña  95
de llegar hasta sus nidos,
y allí lanzar atrevidos,
su protesta contra España?

   ¿No saben que si hoy tenemos
patria, riqueza, fortuna,  100
se la debemos ¡Ahijuna!
al gaucho... ni más ni menos...
que ellos valientes y güenos
pa trabajar ande quiera,
custodiando la frontera,  105
en el rodeo o sembrado,
siempre se les vio formando,
al pie de nuestra bandera?
   Como en misa se quedó
aquel pueblero, Benita,  110
al oír esta licioncita
que ni en sueños esperó,
de que un gaucho como yo
se la diera de memoria,
pues ellos saben de historia,  115
como yo de hablar en gringo,
o como puede a mi pingo
montar cualquier sanagoria.
   -¡Había sido dotor!
-me dijo riyendo el mozo  120
-antes de salirme el bozo,
ya era en mi pago cantor,
y ya echaba un «¡De mi flor!»
a cualesquier atrevido,
aunque me dijera: «¡Envido!»  125
Con un bramido de toro,
porque el gaucho Martín Oro,
jamás se dio por vencido.
—9→
   -¡Ansina me gusta un criollo!
-me retrucó aquel mocito  130
-mire, vamos ligerito
al almacén de Rebollo...
-¿Y eso es lejos?
-¡Qué! Ni un rollo
de lazo habrá dende aquí...
¿Ve ese tranguay? pues allí  135
está ese almacén mentao,
ande venden un guindao
que está pidiendo maní.

   ¡Qué almacén! ¡Qué cosa rica
de almacén! ¡Virgen María!  140
¡Si aquello más parecía
que almacén, una botica!
Gente grande, gente chica,
mujeres... ¡Cuánto Dios crio!...
A mí, Benita, me dio  145
al entrar un almareo,
con tanta luz y voceo,
y aquel tufo... a ¡qué sé yo!...

   Tomamos nuestro guindao,
de un trago, a todo galope.  150
-¡Mozo! -grité.
-No me cope
la banca ansina, cuñao.
Yo he sido quien lo ha envitao,
y es justo que pague yo
dijo el mocito, y peló  155
un rollo e plata grandote,
llamó al patrón, y en un trote
mi alojamiento ajustó.
—10→

   -Deje las pilchas no más,
que se las lleven pa dentro,  160
y aura vámonos pal centro
(siguió el mozo lenguaraz)
En el asiento de atrás
de un coche con campanillas,
que un tostao, puro costillas,  165
tiraba a rigor de azote,
nos juimos a ver, al trote,
las mentadas maravillas.

   Mentadas, y con razón,
Benita, porque a mi ver,  170
son cosas para no creer
ni mesmo por soñación,
las que para esta ocasión,
ha inventao, con gran pacencia,
con habilidá, con cencia,  175
este pueblo extrordinario,
en honor del centenario
de la patria indipendencia.

   Después de andar a porfía,
por mil calles bullangueras,  180
tuitas llenas de banderas,
y alumbradas como el día,
en que una loca alegría,
en mil modos diferentes,
entusiasmaba a las gentes,  185
que raiban, y que cantaban,
daban vivas, palmotiaban,
como si juesen dementes.
—11→

   Juimos a desembocar
en un tremendo plazón...  190
Benita... ¡Mi corazón
se me agachó a corcobiar!...
Vos nunca has visto brillar,
en el cielo a los rastrojos,
tantas luces, a manojos,  195
como lucían allí,
que apenas medio las vi,
me hicieron cerrar los ojos.

   ¿Has visto el Altar Mayor
de nuestra iglesia campera,  200
cuando en ella se venera
nuestro santo protetor?
De velas ques un primor,
hay un por demás que asombra,
pues del techo hasta la alfombra,  205
tuito está bien alumbrao.
Pues ese altar adorao,
aquí sería una sombra.

   No te podés dar razón,
de si es verdá u mentira  210
lo que ves, pues si se mira,
ansina, de refilón,
ves como una quemazón,
como si ardieran las casas,
como si en calles y plazas  215
volaran en un momento,
a los soplidos del viento,
llamaradas, chispas, brazas.
—12→

   Hay un palacio grandote
que le llaman el colgreso,  220
que está entodavía preso
por un tablero almastrote.
Diai, un camino largote
te lleva hasta la otra plaza,
que cierra al fondo la casa  225
ande escribe el Presidente,
y ande va tuita la gente
que en el gobierno hace baza.

   Todo eso está luminao
como con rayos de sol,  230
y entre uno y otro farol,
ves un precioso tablao,
en los que han acomodao
mil bandas de musiqueros,
que hacen unos entreveros,  235
tocando milongas viejas,
que te aturden las orejas
como pelea de teros.

   El gentío anda en montones,
igual que langosta hambrienta,  240
y se estruja y se revienta,
a juerza de arrempujones,
codazos, y pisotones.
Naides por esto se enoja.
Las botas que truje en hoja,  245
me las han dejao peladas,
y ansina, medio ladiadas,
y con una suela floja.
—13→

   Las mozas... ¡Virgen bendita!
todas a cual más devina...  250
No te amostacés mi china
por esta resfaladita;
porque bien sabés, Benita,
lo mucho que te apreceo,
y queste es un escareo  255
al ñudo, de patrio viejo,
pues por ninguna te dejo
y hasta durmiendo te veo.

   Aura llevan unas gorras,
llenas de plumas y flecos,  260
como las de esos muñecos
para espantar las cotorras,
que las chacareras zorras
colocan en los sembraos.
Los vestidos ajustaos,  265
pa que uno la vista fije
en aquello que te dije,
que va todo señalao.

   Con agua blanca y de rosas
llevan el cutis pintao;  270
los labios, por de contao,
y los ojos, y otras cosas.
Hay morochas muy hermosas,
que usan trenza y peluquete
rubio, pa afrentarse al cuete,  275
y por seguir la modita,
hay quien se pone, Benita,
una pluma en el copete.
—14→

   Con una cincha ajustada
van toditas, por demás,  280
empujándose pa atrás
las tripas y riñonada.
Como una cabra asustada
caminan dando saltitos,
pues llevan los zapatitos  285
estrechos y puntiagudos,
los pieses medio desnudos,
y una cuarta de taquitos.

   De los mozos ¡no hay que hablar!
son unos desajeraos;  290
van toditos afaitaos
como bolas de billar.
Uno no sabe acertar
el ques hombre u es mujer,
pues vos no llegás a ver  295
un centenar con bigote,
y tomas por monigote,
al hombre de más valer.

   Cansao de tanto mirar
aquel mar de lucerío.  300
De sentir el griterío
y oír las bamdas rebuznar,
dije: -Vamos a cenar.
-¿Ande? -dijo él.
-A un fondín.
-Mire, amigo don Martín,  305
lo mejor y más barato,
es dirnos aura pa un treato,
y cenar después del fin.
—15→

   -Como guste -dije yo-,
anque me silban las tripas...  310
-Tomemos dos sonceritas
ahí enfrente -y me llevó
a un café, donde pidió
unos sangüiches de queso,
dos chopes, y ya con eso  315
medio medio nos aviamos,
y ansina que despachamos
laimos un papel impreso,

   en que todas las funciones
estaban de aquella noche...  320
¡Virgen Santa! ¡Qué derroche
de farras y diversiones!
Todas eran tentaciones
para mi amigo el pueblero,
pues yo, como hombre campero,  325
estaba, sin colegir
ande debíamos dir,
ni lo quera lindo o fiero.

   Al fin el hombre me dijo:
-Ésta es medio rigular.  330
Creo que le ha de gustar
más rair que llorar, de fijo.
-Ansina es...
-Pues ésta elijo.
Llamó al mozo, le pagó,
y al salir me preguntó:  335
¿Conoce a Parra?
-¡Qué cosa!
¡Si soy del lao de Mendoza!
¡Si habré visto parras yo!
—16→

   Perdoname, mi viejita
si aquí esta carta termino;  340
siento como un remolino
en mi cabeza, Benita.
Es una cosa infinita
   contar esta fiesta loca,
y la razón se me apoca,  345
almariao por esta trilla,
que esto es como pesadilla
de los que duermen de boca.



  —17→  

ArribaAbajoCarta segunda

  —19→  
El gaucho Martín Oro, elogia las prendas morales de su amigo Nicanor. -Describe los tranvías, los automóviles y los coches particulares y placeros. -Asiste a una función teatral. -A la salida, Nicanor lo invita para ir a una casa de juego. El gaucho se excusa. -Nicanor anda escaso de dinero, y, con rubor, se lo confiesa a Martín Oro. -Éste en un rasgo de caballeresca generosidad, se desprende el tirador y se lo ofrece al pueblero. -Nicanor, meticulosamente, acepta una pequeña cantidad, restituyendo el resto, entre el que hay un gran envoltorio, a los bolsillos del tirador. -Martín se retira cansado, y al dormirse, tiene recuerdos tiernos para su rancho.




¡Qué noche! ¡Si no he podido
dormir un solo momento!
¡Si no sé lo que te escribo
ni tampoco lo que pienso!
Ese pueblero ladino  5
me ha hecho daño a sigún creo.
El hombre se ha aquerenciao
con mi persona, lo mesmo
quesos perros extraviaos,
con el primer pasajero;  10
pero yo también, Benita,
siento por él un afeto,
como si lo conociera
quién sabe dende qué tiempo.
Anoche, como te dije,  15
juimos al triato... ¡Yo creo
que si no reventé anoche,
ya ni de chocho reviento!
—20→

   Pero esperá que te diga
aquí una cosa primero,  20
que no sé cómo olvidada
se quedó en mi pensamiento.
Pa andar en esta ciudá,
ques mil veces nuestro pueblo,
hay pa todas diresiones  25
unos cochazos inmensos,
que aquí los llaman tranguáys
en un idioma extranjero.
Esos cochazos que llevan
en su respetivo asiento,  30
o parao en poteformas,
un mundo de pasajeros,
no los tira ningún bicho
como guay, caballo, u perro;
van solitos, disparando  35
sobre unas barras de acero,
igual quel fierro-carril
que vos y yo conocemos,
pero sin locometiva,
ni agua caliente, ni fuego.  40
Aquí pa los dos... (mirá:
antes rezá un pagre nuestro)
Aquí pa los dos, Benita,
que anda ahí el diablo, sospecho,
porque ansina que se ponen,  45
en rigular movimiento,
echan pua arriba y abajo
un chisperío de fuego,
y hacen un quejido largo
y triste como un lamento,  50
mientras suena una campana
cual si tocaran a muerto.
Van a la juria, eso sí,
y si algún cristiano lerdo
se atraviesa por delante,  55
mientras viene como el viento,
—21→
no le queda para muestra
de la osamenta ni un güeso.
Otra cosa muy extraña...
(¡Invención de los porteños!)  60
Es el tomóvil, un coche
pa la familia, por cierto,
que corre como una gama
perseguida por los perros,
sin que naides lo arrempuje  65
ni lo tire, por supuesto.
Lo que sí, que es jediondazo
a más no poder, lo mesmo
que un zorrino enamorao,
cuando en las noches de invierno,  70
en los campos escarchaos
lo acosan los ovejeros.
   Hay otros coches también,
unos viejos, otros nuevos,
cerraos como cajoncitos  75
con vigrios, otros abiertos,
con mozos que los manejan
con unos futraques nuevos,
todos llenos de botones
relumbrosos, y sombreros  80
como faroles, grandotes,
y aforraos en cierto-pelo
lustroso y más renegrido,
que lomo de gato negro.
Los que les llaman de plaza,  85
son fierazos por extremo,
y van manejaos por tanos
que da risa al solo verlos,
pues tanto como son limpios
los de la gente de pesos,  90
son estos de desasiaos,
lo mesmo que pordioseros.
Ésos sí, llevan caballos,
y ansina el caso es lo mesmo:
—22→
Los de los ricos... ¡qué pingos!  95
Los de plaza... ¡puros güesos!

   Aura te hablaré del triato
que dejé por un momento:
¡Qué función tan cosa papa!
Pa la risa, por supuesto.  100
Figúrate un tano sonso,
que se ha casao medio viejo
con una china bonita,
y sin canas en el pelo,
a la que le arrastra el ala  105
un compadrito orillero,
desos que viven de arriba,
haraganes y sin medio,
confiao en otros como él,
u en la pobre «pior es menos,  110
a la que le hace el amor,
para vivir de sus pesos.
La casa es un hospital
de esos que llaman «loqueros»,
pues allí vive un mamao,  115
que dice que fue gobierno,
una vieja y su hija loca,
de las que es guay pertiguero,
otro viejo más borracho
que un barril con caña adentro.  120
Pero lo mejor de todo,
es otro tano muy fiero,
aficionao a las farras,
que ha formao como un rodeo
de locos de todas layas,  125
tocadores de estrumentos,
ansina como la banda
ésa que toca en el pueblo,
que ni Dios mesmo la entiende,
puro bombo y puro viento.  130
—23→
   Aura verás lo mejor:
es carnaval. Un estruendo
se siente por tuitas partes
de cantos y de titeos.
La china del tano sonso  135
se escapa con su muñeco,
dejando al marido bruto
que de todo tiene miedo,
mirando el humo de un pito
cargao con tabaco fiero.  140
   El mamao, medio dotor,
anda armao con un espejo
pa que toditos se miren,
a ver si son ellos mesmos.
Las otras mozas del patio,  145
se han disfrazao, y lo mesmo
hace el tano de la banda,
que se presienta muy fresco,
vestido de ray de bastos
con un garrote u talero,  150
haciendo tocar un tango
a su comparsa de perros.
Dentra la china traidora,
trenzada a su compañero;
el marido la repriende,  155
ella lo manda a paseo,
el carcamán ruempe el pito
la mujer larga un ¡Me muero!
El compadre le hace frente,
pela el gringo un facón viejo;  160
la hacienda se hace un ovillo,
y pone el grito en el cielo;
todos corren asustaos,
y en medio del entrevero,
el tano caza al compadre,  165
y de un puntazo tremendo,
lo despacha al otro mundo,
despanzurrao como un perro.
—24→
   Cai una cortina grande,
tapando todito aquello,  170
tal vez por la autoridá
que ya la cosa anda oliendo,
pero la gente gritona,
sin ver quel asunto es serio,
palmotea, patalea,  175
y grita ques un contento.
   Se levanta la cortina.
¿Y qué te pensas que veo?
¡Pues riyendo y saludando,
Benita, al compadre muerto!  180
¡Me da una rabia!... Te juro
que si más cerca lo tengo,
le hago bajar los calzones,
y le doy un vapuleo,
pa que tenga más vergüenza,  185
y no se haga el zorro viejo,
y no nos robe la plata,
con farsas y fingimientos.

   Mi amigo don Nicanor,
(que así se llama el pueblero)  190
quería correr la farra
por el barrio de Palermo,
llevándome a visitar
a un dotor, que en el gobierno
tiene yo no sé que mando,  195
u negocio, ansina desos
que plumean todo el día,
y por la noche lo mesmo.
Dice que en aquella casa,
naides jamás tiene sueño,  200
y hay bailoteo y jarana,
música, chupis, y juego.
Que hay mozas rigularotas,
(mejorando tu recuerdo)
—25→
muy ladinas y educadas,  205
y mansitas para el freno.
Yo que soy tu amante fiel,
incapaz de hacerte un feo...
porque el que nació güen mozo,
no puede hacer nada de eso,  210
a don Nicanor le digo:
-En ese trato no dentro.
Yo tengo mi mujercita,
a la que adoro y respeto.
-Pero ésa no está presiente.  215
-¿Qué me importa que esté lejos,
si con los ojos del alma
a todas horas la veo?
Vaya amigazo usté solo,
y si precisa dinero...  220
   El hombre andaba cortao
con el gasto que había hecho,
y colorao como un pavo,
me dijo, medio riyendo:
-¡Había sido adivino  225
este don Martín, lo mesmo
que el médico Penadés,
que cura a cualquier enfermo,
con nada más que mirar
el retrato de su agüelo!  230
-¿Por qué lo dice, cuñao?...
-Porque me ha dao en el mesmo
centro de la matadura...
¡Si deso estoy padeciendo!...
Vea mi porta-moneda...  235
Con esto tan solo cuento:
dos nales y algunos niques...
Calculé mal, aparcero,
y no saqué de mi bolsa,
ni pa hacer cantar un ciego.  240
Mañana...
-¡Cierre la boca
—26→
y no me siga ofendiendo!
¡Que mañana, ni mañana!
¿Cree que soy un pordiosero?
¿O piensa que Martín Oro,  245
se largó del campo al pueblo,
pa que lo mantenga naides,
y andar la leche escondiendo?
Y ya el tirador di güelta,
y ya lo abrí todo entero,  250
y ya eché sobre la mesa
todito el rollo de pesos.
-¡Tome, amigazo! -le dije,
arrenpujando el dinero-
¡Tome lo que le haga falta,  255
igual que si de usté mesmo
fueran estos pesos sucios
y todo cuanto yo tengo!
¡Tome, y vaya a divertirse,
si tienes ganas de hacerlo,  260
y dele al alma lo suyo,
y al cuerpo, lo ques del cuerpo!

   Se le saltaron las lágrimas
al pobre mozo, y un beso
me quizo dar en la mano,  265
que yo retiré corriendo.
Después, con mucha vergüenza
y como agarrando fuego,
colorao como un tomate,
y mil disculpas pidiendo,  270
agarró... quién sabe cuanto,
que yo para no ofenderlo,
me hice ansina el que miraba
por las vigrieras, el tiempo,
mientras él, todo cortao  275
al tirador me echó el resto,
—27→
Diciéndome: -Güeno, amigo,
por obedecerle aceto;
pero mañana...
-¡Otra vez!
¡Punto en boca, o lo peleo!  280
Aura lo que sí le pido,
es que me llame un cochero
y me mande pa la casa
de don Rebollo. Estoy muerto
de cansao, tengo los pieses  285
hinchaos como dos escuerzos,
y la cabeza aturdida,
y como mamao de sueño.

Ya por supuesto a estas horas,
estarás prendiendo fuego,  290
y el gallo giró, en el tala,
su diana habrá echao al viento.
Ya ves que te recordé
en medio de aquel infierno
de bullas y tentaciones,  295
que con mi amor no pudieron;
y te tengo tan presiente,
Benita, en este momento,
que apenas me he levantao,
mando esta carta al correo.  300



  —29→  

ArribaAbajoCarta tercera

  —31→  
Nicanor ha desaparecido. -El paisano está intranquilo, pues piensa que puede haberle sucedido algo grave a su amigo. -Lee en un diario el anuncio de la revista naval, y se decide a asistir. -Se embarca en el Golondrina. -Incidentes cómicos a bordo. -Principio de mareo. -Hace amistad con un italiano que lo tonifica con su vino. -Empieza la revista. -La describe con entusiasmo aunque trabucando muchas cosas. -Los torpederos. -Las gaviotas. -Las señales. -Bautismo naval del gaucho. -Gran cansancio.




Cuanto más cavilo yo
en las cosas que han pasao,
más el mate, embarullao,
se me güelve un pororó.
No sé ni puande empezar,  5
pa seguir mi referencia
que ni de un dotor la sencia
alcanzaría a explicar.
   ¡Y aura que a Don Nicanor
no veo, vivo ni muerto,  10
que con su ayuda, de cierto,
podría hacerlo mejor!...
Yo no sé lo que será
de ese mozo tan cumplido,
que se ha desaparecido  15
sin que se sepa ande está.
Al patrón del almacén,
le pregunté, y se riyó.
-No se aflija -contestó-
que lo ha de pasar muy bien.  20
-¿Y ande vive?
-No lo sé,
—32→
y aquí ninguno lo sabe.
Ése vive como esa ave,
que canta y naides la ve.
-A la cuenta será brujo.  25
-¡Y no más puede que fuera!
-¡Dejarme de esta manera
después que él fue quien me trujo!
-¡No se queje, don Martín,
de su amigo el resertor.  30
Tal vez que sea mejor
que lo haiga dejao al fin!

   Mucho me ha hecho cavilar
esta razón del pulpero,
porque mi amigo el pueblero,  35
a mí no me ha dao que hablar,
él me sacó de un tirón,
cuando yo andaba perdido,
entre el bullicio y el ruido
dese infierno de Estación.  40
Él me trujo a este almacén,
él me llevó pal poblao,
pal treato... pa todo lao,
siempre portándose bien.
¿Quién sabe, si allá, en Palermo,  45
pande llevarme quería,
en alguna tropelía
se metió u estará enfermo...?
En fin, yo tengo pa mí,
quel hombre debe volver;  50
él no se puede perder,
siendo tan vaquiano aquí.

   Vos pensarás, mi Benita,
que yo ando aquí voraciando,
como Anchorena gastando...  55
pues no he tocao la platita
—33→
que truje de capital
en el prencipal bolsillo
del tirador, pa un padrillo
ver si compro en la Rural.  60
   La noche quel tirador
puse a la desposición,
(con todo mi corazón)
del amigo Nicanor,
este mozo fue tan fino,  65
que apenas un papel chico,
acetó de mi bolsico
ande guardo el macuquino;
pues, lo ques el rollo aquel,
está como lo pusiste  70
vos, cuando lo envolviste
con cuidao en un papel.
   Aura, pues, con atención,
lee, china, lo que te digo,
porque a mi modo, prosigo  75
esta larga relaición.
En un dario que aquí leo,
de los muchos que han largao,
vi, lindamente pintao,
de barquerío un rodeo.  80
Cada buque parecía,
por sus señores cañones,
(que han de ser como frisones)
en custión de artillería)
un fortín en flotación,  85
como pa hacer le patancha,
a quien dentrara en la cancha
con soberbias de matón.

   En el ato colegí,
que esos barcasos, por cierto,  90
eran los mesmos que al puerto
atracaos más antes vi.
—34→
Y ya, como es natural,
fui a preguntarle al pulpero
-¿Qué es esto?
-¿No ve el letrero?
 95
«La gran revista naval»
-¿Y eso, ande fue?
-No, no ha sido;
hoy mesmo debe de ser.
-¿Y cómo han podido ver?...
-Lo soñó alguno dormido.  100
   -Por dir a verla, cuñao,
yo no sé lo que daría.
¡Yo creo que empeñaría
hasta mi mesmo chapiao!
Yo nunca vide estos barcos  105
tan raros y tan grandotes;
solo he visto camalotes,
que boyaban en los charcos.
-¿Y por qué no se arremanga,
y se larga pa aquel lado?  110
-¿Y cómo me voy? ¿A nado?
-Si hay de lanchas una manga,
que por unos pocos pesos,
lo llevan en un bolido,
bien cuidao y mantenido,  115
ande están los buques esos.
-Su noticia no me alegra;
   me asusta el agua...
-¡Pavada!
Si usté cai al agua, nada.
-¿Yo nadar? ¡Cimo una piegra!  120
Mire amigazo: contento
debe estar uno en lo suyo,
pues dende Dios, hasta el yuyo,
todo tiene su elemento.
Para vestirse, los trapos,  125
para el gallo las gallinas,
el hombre para las chinas,
—35→
y para el agua, los zapos.
¡No importa! En esta ocasión
voy a ver si me resfalo,  130
y ansina, agarrao de un palo,
puedo ver esa función.

   Mesmamente me largué
pal puerto, sin pensar más,
y aura Benita, verás  135
las cosas que allí pasé.
En un buque larguirucho
que le llaman «Golondrina»,
y que no es de largo, ansina,
como el galpón, ni con mucho,  140
dentro al igual de carneros
amontonáos en el brete,
un gentío... ¡La gran siete!...
De purititos puebleros.
Yo era el solo pajuerano  145
que me hallaba en la runión,
y ya la mulmuración
empezó sobre el paisano.
   -¡Che! -decía un cajetilla,
a otro bisojo y flacucho-  150
¡Te vas a divertir mucho
en cuanto empiece la trilla!
Mirálo a aquel que te dije,
como al palo se ha agarrao...
Creo que ya está almariao...  155
¿No lo ves como se aflige?
Decile que los botines
se saque, y el tirador:
ansina estará mejor
pa largar los chinchulines.  160
   -¿A qué vendrá entre la gente
-decía otro- este pollino?
—36→
Y otro decía: -Éste vino
como vendría Vicente,
¿qué experencia, o que leición  165
de este ato para él saldrá?
-Ninguna, pues sacará,
lo que el negro del sermón.

   Que todito aquel responso
era pa mí, lo sabía,  170
pero yo, china, me hacía
a sus malicias el sonso.
Era inútil retrucar,
ni andar allí con custiones,
y más, cuando a trompezones,  175
comenzó el buque a bailar.
¡Dios mío! ¡Qué desconsuelo!
¡Qué ascos y descomposturas,
te dentran en las achuras,
cuando se te mueve el suelo!  180
Los pieses los sentís flojos,
las manos, por decontao,
el cuerpo como apaliao,
y medio bizcos los ojos;
frío, sentís, y calor,  185
sin razón ni fundamento,
y en ese mesmo momento
sos yelo y chorriás sudor.
En la forma más extraña,
un trompo se te hace todo,  190
y te echás, del mesmo modo
que perdiz cazada a caña.
Yo miré a mi alrededor,
coñaque u caña buscando,
cuando media res colgando  195
en el cerco del vapor,
a los mozos infelices
—37→
que endenantes me chuliaban,
vi, que las tripas echaban
por la boca y las narices.  200
¡Velay! Lo que me pasó
paradentro, yo no sé
pero me parece que
verlos así, me curó.
Y a un tano que allí pasaba,  205
muy alegre y muy ladino,
y que a un botellón de vino
de cuando en cuando besaba,
le dije: -Vea amigazo,
que todos semos hermanos,  210
igual cuando la empinamos,
u revoliamos el lazo.
Aura está usté en su elemento,
metiendo el cuerpo en calor,
y pasa, muy sí señor,  215
feliz, alegre y contento,
mientras yo, desesperao,
forcejeo una cinchada,
pa no largar la mascada
conque me he desayunao.  220
El gringo aquel, bonachón,
me alargó su vino seco,
y en su edioma me dijo: -¡Ecco!
E pegalé in chopetón.
Dejuro que no le hice asco,  225
y a la viuda me prendí,
de modo que me bebí
de in chopetón, medio frasco.
-¡Dispense si me he pasao
-dije, al volverle su prenda  230
al nápoles -¡No se ofienda,
pero estaba trasijao!
Miró el hombre despacito
el frasco, y tirando un pucho,
—38→
dijo: -Ma... sá dun gabacho,  235
¿Qui había sido in mosquito?
Después, alegres los dos,
nos raimos de buena gana,
y seguimos la jarana
como dos almas de Dios.  240

   En la fregata «Sarmiento»,
que ha dao güelta al mundo entero,
llevando de pasajero
al muchachaje contento,
que a manejar el timón,  245
ques en los barcos la rienda,
ha puesto allí, pa que aprienda
el jefe de la nación,
entre una porción de gente,
rica, copetuda, ¡amacho!...  250
Puro bordao y plumacho,
estaba allí el Presidente.
Y ansina, como una santa,
por los manates rodiada,
atendida y festejada,  255
se vía también la Infanta.
Con una cara de bueno,
anque tristón y callao,
estaba dellos al lao,
el Presidente Chileno.  260
—39→
   Nos puso en nuestro lugar
una lanchita a vapor,
y ya comenzó el furor
del cañoneo a tronar.
Por delante de la lista  265
del buquerío presente,
el buque del Presidente,
comenzó a pasar revista.
Las orejas me tapé,
porque era aquello tremendo;  270
¡Qué cañoneo! ¡Qué estruendo!
¡Mesmo sordo, me quedé!
Las bandas, por decontao,
ya extrañas u nacionales.
Dele, dele, al ¡Oi mortales!  275
¡Nuestro ino, tan adorao!
Igual que monos, arriba
trepaos, los marinos todos,
gritaban de varios modos
unos ¡burra! y otros ¡viva!  280
Tal vez algo se te ocurra
de ese modo de gritar,
pues yo he entrao a cavilar
¿por qué gritarían ¡burra!?
   Una vez en posesión  285
los buques de su lugar,
dieron orden de largar,
y empezó la procesión.
Lo mesmo que parejeros,
a rigor de rebencazos,  290
echando fuego y humazos,
pasaron los torpederos.
No encuentro palabra alguna
pa decir lo que sentí,
cuando a aquellos buques vi,  295
pasar cubiertos de espuma,
y haciéndose chiquititos,
entre el agua que cortaban,
—40→
mientras las olas que alzaban
nos hacían dar brinquitos.  300
El fin de aquel entrevero
mesmamente no lo vi;
porque hambriento me prendí
a una juente de puchero,
quel tano, mi compañero,  305
pal uñate como luz,
le había hecho repeluz
a su amigo el cocinero.
Ya con el noque relleno
y con un taco de vino,  310
subimos... Un remolino
de barcos, dentro de un trueno
de músicas, cañonazos,
¡Vivas! ¡Burras! ¡Griterío!
Palmoteos del gentío,  315
y hasta besos, y hasta abrazos.
Muy patente me hizo ver,
aunque no soy adivino,
quel patriotismo y el vino
se daban a conocer.  320
Vi en ese mesmo momento...
(Lo que parece una broma)
¡Aquí nada la paloma
como en su propio elemento!
Estaba llena la mar,  325
mesmo como una nevada,
de una nube, una bandada,
que no hay ningún palomar
que pueda tenerla así.
Todas blancas, de un color,  330
con el piquito rosao
y todas, por decontao,
como charlando entre sí.
   ¡Ma mirra cuanto gaviano!
Dijo el tano alegremente,  335
gaviano, seguramente,
—41→
es paloma, en italiano.
Dentro el buque a caminar
como con rumbo pal puerto,
y yo de cansancio muerto,  340
recién dentré a respirar.
Allá en los barcos grandotes,
la gente se amontonaba,
y por escalas bajaba
y se metía en los botes,  345
mientras que en un redondel,
u mangrullo de soguitas,
un mozo con banderitas,
señas hacía en tropel:
y dentro del entrevero  350
salía un canto finito,
ansí como el golgorito
que hace en un tala un silguero.
El tano, ques un pillastre,
y da bromas a su agüelo,  355
me dijo: Mirra, esso uchello,
Si le yama contramastre.
En eso... El diablo Benita
no duerme... Un mozo al pasar,
quizo tirar agua al mar  360
y me la zampó todita...
Iba a darle... pero al fin
dijo el tano... ¡Per sa mama!...
Ésa e la sorte, e se yama,
Battesimo, don Martín.  365
   Al oscurecer llegamos
al puerto: estaba molido
estropiao y dolorido,
y ahí mesmo desembarcamos.
Ansina, a lo de Rebollo  370
caí esa noche cansao,
tuavía medio almariao,
y hecho sopa como un pollo.



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