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ArribaAbajoNazarín y Halma: Sentido y unidad

Ciriaco Morón Arroyo


Estas dos novelas fueron publicadas por Galdós en 1895. En 1897 publicó Misericordia. La trilogía se suele ver como la marcha progresiva de Galdós hacía la pintura de un Cristo ideal, de una figura digna de imitación por todos, que sería Benina, la protagonista de Misericordia.

Quizá Galdós tuviese esa intención, sin embargo, tal como están las obras ahora, no se las entiende miradas con ese criterio ya que no existe una gradación en los personajes, que permita considerar a Benina, por ejemplo, un tipo más perfecto de cristiano que a Nazarín; por otra parte, Misericordia, separada dos años de las otras dos novelas, está fuera del esquema de las anteriores. Anticipando demostraciones que he de aportar luego, propongo la tesis siguiente: Nazarín y Halma129 están íntimamente conexas y son una novelación de los dos primeros tomos de la Historia de los orígenes del cristianismo de Renan: Vida de Jesús y Los apóstoles. Misericordia se aparta de este esquema y presenta quizá lo que sería para Galdós la esencia del cristianismo.

La primera pregunta la plantea Nazarín como protagonista: ¿Es una personalidad equilibrada? ¿No se presenta a veces orgulloso, otras demasiado inocente, otras inactivo e indisciplinado? ¿Hasta qué punto ha logrado Galdós un «alter Christus» más o menos digno? Estas preguntas nos fuerzan a acercamos al Evangelio para catalogar los rasgos esenciales de Nuestro Señor Jesucristo y compararlos con el psicograma de Nazarín.


- I -

Jesucristo en el Evangelio


Cuando hombres no específicamente cristianos como M. Buber y K. Jaspers se han enfrentado con la figura de Cristo, han visto en ella el esfuerzo más alto y logrado de la Humanidad para acercarse a ser divinidad. Karl Rahner, el teólogo católico que merece hoy los adjetivos más altos del diccionario, ha visto en el dogma católico de la Encarnación del Verbo el punto de unión de dos historias que corrían a su encuentro mutuo para formar historia única, la Heilsgeschichte; la Encarnación es la humanación de Dios y divinización del hombre. De cualquier forma, para el creyente como para el no creyente, Jesucristo ha enriquecido a la humanidad con la fórmula del hombre perfecto. Los pocos detractores que ha tenido -Voltaire, Nietzsche- suelen hoy ser vistos como grandes resentidos.

Para pintar la figura de Cristo, no voy a acudir a tratados sobre «La esencia del cristianismo», que ya se nos presentan coloreados de teología. Voy a recorrer pasajes y situaciones de los cuatro Evangelios, acentuando expresamente los pasajes que más pueden extrañamos y que son «misteriosos» en nuestra imagen un tanto melodramática de la «figura evangélica». La edición que uso es Sagrada Biblia, traducida de los idiomas originales por E. Nácar y A. Colunga, 16 Ed. (Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1965), pp. 981-1115.

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1) Ideal evangélico de vida.

El primer lugar donde se presenta un programa de vida evangélica es el cap. 5 de San Mateo: Las bienaventuranzas; bienaventurados los pobres de espíritu (San Lucas dice los pobres sin más [Lc, 6, 20]), los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia (San Lucas, 6, 21 dice simplemente: bienaventurados los que ahora padecéis hambre), los misericordiosos, los limpios de corazón, los pacíficos, los que padecen persecución por la justicia. Se intima a los discípulos a cumplir la ley sin formalismos, no como los fariseos sino desde el corazón, se intima la positiva amistad entre los hombres, el equilibrio personal en el trato con las mujeres, la serenidad en la palabra, sin gesticulaciones ni juramentos y después de todos estos preceptos religiosos que son a la vez un tratado de formación de la personalidad vienen dos mensajes exclusivamente evangélicos: «No resistáis al mal, y si alguno te abofetea en la mejilla derecha, dale también la otra y al que quiera litigar contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto y si alguno te requisara para una milla, vete con él dos. Da a quien te pida y no vuelvas la espalda a quien te pida algo prestado» (Mt, 5, 38-42); los versículos 43-47 preceptúan el amor a los enemigos «dieses vornehmste und entlegenste Gefühl, das unter Menschen erreicht worden ist»; (Nietzsche), y termina: «sed pues perfectos como vuestro padre celestial es perfecto» (Mt., 5, 48). El precepto supremo del Evangelio es el amor: mirar al otro como persona y no como función para mí (Lc., 10, 25). De aquí se deriva la prudencia en el juicio sobre los demás (Mt., 7, 1), el perdón de las ofensas (Mt., 18, 21) y el apostolado: «la mies es mucha y los obreros, pocos» (Mt., 9, 37).

Junto a estos preceptos de engagement que presentan el cristianismo de la alegría, está el cristianismo de la soledad. Jesucristo se separa de las muchedumbres (Mt., 8, 4; 8, 18; Lc., 14, 26), no predicar a gentiles y samaritanos (Mt., 10, 5); necesidad de hacerse como los niños (Mt., 18, 3; Jo., 3, 4); pobreza (Mt., 19, 21; Lc., 12, 22; 14, 33), humildad (Mt., 23, 12), modestia (Lc., 14, 7), cruz y sufrimiento (Le., 9, 23).

El resultado de esta investigación nos lleva a una encrucijada. El problema de cada hombre es formarse una personalidad, tener unas convicciones de alguna seguridad y consecuencia, alguna plataforma donde esté definitivamente instalado, y el fin de la ética no es crear hombres felices sino hombres equilibrados. El Evangelio da un ideal de personalidad tendente a eso: evitar las extremosidades y guardar el ideal equilibrio personal: «sed, pues, sencillos como palomas y astutos como serpientes» (Mt., 16, 17).

2) Testimonio y orgullo.

La principal acusación contra el carácter evangélico de Nazarín podría ser cierto narcisismo que a veces exterioriza el personaje galdosiano, llamando la atención sobre su modo de vida. Para la razón no es posible encontrar la línea espectral en que termina la conciencia lícita del propio valor y el orgullo ilícito comienza. En esto además hay secretos tremendos: se siente vanidad al confesar las propias faltas porque un mártir nos está oyendo hablar de nuestro pequeño   —69→   yo. Un gran porcentaje de la dirección espiritual se alimenta de la vanidad que sentimos al hablar de nosotros confesando nuestros pecados. Nazarín es consciente de este demonio de la psicología y en su afán de despojarse de ese yo llega a una antievangélica desidia para el apostolado: «yo no soy apóstol, señor mío, ni tengo tales pretensiones» (Nazarín, V, 1687 b). Ahora bien, apostolado y mesianismo son esenciales a una religión que se funda en la caridad y por consiguiente ha de desear que todos los hombres participen de la felicidad que esa religión promete. Quizá en este predominio de la pasividad o mejor, de inacción apostólica de Nazarín radique el punto más débil de Galdós al darnos su figura evangélica. Por lo demás, el Evangelio presenta a Jesucristo dando humildemente testimonio de su vida y proponiendola como ejemplo. «Vosotros sois la luz del mundo» (Mt., 5, 14-16; Mc., 4, 21; Lc., 8, 16); «Las raposas tienen cuevas y las aves del cielo, nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Mt., 8, 20); «Para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados» (Mt., 9, 6); cuando le piden un milagro, Cristo exige fe en él (Mt., 9, 8), da testimonio de sí mismo ante los discípulos de Juan (Jc., 5, 31), afirma ser rey de los judíos (Lc., 23, 3) y su testimonio culmina en la frase: «Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón» (Mt., 11, 29).

3) Santa ira.

Conviene recordar que la figura de Cristo en el Evangelio no es la figura cursi que podemos imaginar en momentos de cursi sentimentalismo. Hay en el Evangelio tres actitudes de Cristo en relación con sus familiares y su Santísima Madre, que los predicadores de Novenas hubieran querido ver borradas: su permanencia en el templo cuando era niño (Lc., 2, 40); su respuesta cuando la Virgen le pide en Caná que convierta el agua en vino: «Mujer, qué nos va a ti y a mi?» (Jo., 2, 4). Quizá en esta frase ancla Nazarín para no beber más vino que el del cáliz de la misa; finalmente, cuando las gentes dicen a Cristo: «ahí están tu madre y tus hermanos» y él pregunta «¿Quienes son mi madre y mis hermanos?» (Mt., 12, 46; Mc., 3, 31-35; Lc., 8, 19). Estas frases no han cuadrado nunca al sentimentalismo mariano de los países mediterráneos.

Momentos específicos de ira aparecen en las maldiciones a las ciudades de Palestina (Mt., 11, 21; Lc., 10, 13), cuando increpa a su generación (Mt., 17, 17; Lc., 9, 41); en la expulsión de los mercaderes del templo (Mt., 21, 12; Jo., 2, 13) y finalmente en las diatribas personales de Jesucristo con los fariseos (Mt., 23, 13), llegando a llamarles «sepulcros blanqueados», «raza de víboras» (Mt., 12, 34; 23, 33).

El Evangelio se presenta, pues, tendido sobre dos extremos: precepto del amor sin límites y guerra sin cuartel a la hipocresía. La iconografía española ha tendido a mirar a Cristo más en el aspecto trágico y airado que en el aspecto sentimental. Un texto interesante de Juan Ramón Jiménez puede servir como resumen de la actitud española ante la figura de Cristo: «Como soy español siempre he estado acostumbrado a ver Cristos atroces: no Cristos franceses o alemanes, sino Cristos como el de las monjas de Moguer, tan anatómico y rudo que se le notan las tripas. El romanticismo alemán impuso la idea equivocada de un Cristo dulcísimo. Yo quisiera ver un Cristo directo, limpio, sin lo que   —70→   unos y otros le añadieron al hablar de él. Pienso que Jesús fue hombre de gran entereza; más bien un poco violento; un hombre que se indignaba contra las cosas malas de la vida» (Cf. R. Gullón, Conversaciones con J. R. Jiménez, Madrid, Taurus, 1958, p. 123).

4) Misterio, casi tragedia.

Los que dicen que el cristianismo imposibilita la tragedia porque promete una salvación, llevan razón a medias. El esquema sufrimiento-salvación se da en el cristianismo como doctrina objetiva, abstraída de la persona que lo vive. Lo trágico empieza al intentar vivir ese cristianismo y consiste en que el cristiano en cada situación determinada, está inseguro de cuál ha de ser la reacción cristiana. Según el Evangelio, el cristiano en sus relaciones con los hombres ha de preferir pasarse de tonto a pasarse de listo, ma non troppo. ¿Dónde está ese medio perfecto? Este es el problema unamuniano de la personalidad. Junto a este primer conflicto existencial, el Evangelio presenta situaciones claramente trágicas. Cristo nace causando la muerte de los inocentes (Mt., 2, 13), la del Bautista (Mt., 3, 12), y llamando amorosamente a Judas para que éste cumpla su eterna misión de convertirse en símbolo del mal (Mt., 26, 14; Lc., 22, 3-6).

Jesucristo llama imperiosamente a los apóstoles (Mt., 9, 9), propone el abandono de todo y la guerra de hermano contra hermano (Mt., 10, 21), el resumen de su misión es: «No penséis que he venido a poner paz en la tierra; no vine a poner paz, sino espada» (Mt., 10, 34). Su figura suscita escándalo y problema hasta el punto de que las gentes de Gerasa le piden que se marche de sus confines (Mt., 8, 34).

El resultado que podemos inducir de nuestro recorrido es: Jesucristo se presenta como modelo de hombre. Aprovecha y usa todos los impulsos de la vitalidad, del alma y el espíritu en un justo medio que es la perfección: la «coincidentia oppositorum» entre los cuales nos debatimos los hombres. Por eso es tan difícil su imitación y es tan difícil que no fracase su presentación literaria. Veamos Como se logra en Nazarín.




- II -

Nazarín protagonista


1) Ideal de vida.

Nazarín es semita como Cristo, hijo de Abraham y de su esclava, Cristo español, nacido en Berbería. Vive entre pecadores y publicanos que le insultan parodiando el Evangelio:

Nazarín Evangelio
«Maldita sea la leche que mamó» (V, 1683 a). «Levantó la voz una mujer de entre la muchedumbre y dijo: Dichoso el seno que te llevó y los pechos que mamaste» (Lc., 11, 27).
«Si es usted pájaro váyase al campo a comer lo que encuentre» (1683 a). «Mirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en graneros, y Vuestro Padre Celestial las alimenta» (Mt., 6, 26).
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es hombre de luces (1686 a), es austero (1686 a; 1725 a); sus ideas son típicamente cristiano-franciscanas: fusión con la naturaleza, desprecio de la gloria y de la ciencia que hincha, obediencia a la Iglesia a pesar de ser un rebelde dentro de ella, lo cual le crea la situación equívoca, como se le creo a Cristo dentro de su pueblo. Por eso Nazarín pone siempre de relieve que él no es hereje. Esto no es orgullo, sino un recuerdo de las palabras de Cristo: «No penséis que he venido a abrogar la ley o los profetas: no he venido a abrogarla, sino a consumarla» (Mt., 5, 17), la pobreza es su aspiración suprema (1686-1687).

2) Orgullo y testimonio.

La acusación de exhibicionismo a Nazarín es injusta. Galdós podrá errar en el matiz de alguna palabra, pero su intención aparece siempre clara, cuando apostilla: «No, señor, respondió con sencillez que revelaba su sinceridad» (1685 b); líneas más abajo: «dijo esto con tan sencilla ingenuidad...» (1685 b); Nazarín es el primero que formula su preferencia por el confesionario en vez del púlpito (1685 b), idea que tanto gustara a Unamuno. En Halma confiesa don Remigio, el cura que aspira a la parroquia pingüe porque, según el Evangelio, no debemos enterrar nuestros talentos: «Con mil artificios trate yo en mis primeras visitas a Pedralba, de despertar en él la soberbia, y no lo pude conseguir, no señor» (1836 a).

Lo único que nos puede extrañar en Nazarín es su indolencia para el apostolado positivo. Sin embargo, no esta éste ausente, pues el intento de imitar a Cristo es ya apostolado; en Nazarín existen ya varias conversiones; en Halma termina Nazarín siendo puro apóstol y explícitamente declara sus sentimientos ante el Señor de la Coreja: «No me contento con salvarme yo solo; quiero que todos se salven y que desaparezcan del mundo el odio, la tiranía, el hambre, la injusticia; que no haya amos ni siervos, que se acaben las disputas, las guerras, la política» (1727 a).

Si en algún momento la figura se presenta vacilante, debe atribuirse más que al fracaso de Galdós a la dificultad intrínseca de la tarea. El cristiano debe dar humildemente testimonio de su cristianismo. A un milímetro de la humildad están la timidez y la gazmoñería; a un milímetro del testimonio, el alarde ultramontano. Pues bien, hay que reconocer, que Galdós, por medio de las apostillas sobre la humildad de Nazarín, que purifican alguna frase menos feliz, consigue presentarnos el tipo evangélico, dando sencillamente testimonio sin caer en ninguno de sus extremos.

3) Santa ira.

No insistamos mucho en este punto. Los enfados de Nazarín con Ándara, recuerdan la prueba que Cristo hizo de sus discípulos, la conminación a Pedro: «Apártate de mí Satanás», cuando Pedro quería disuadirle de someterse a la pasión, etc. Nunca las manifestaciones airadas de Nazarín son más airadas que las que aduce el Evangelio en la persona de Nuestro Señor Jesucristo.

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4) Tragedia.

a) Tragedia personal.

Desde la primera escena Nazarín es piedra de escándalo para los que le encuentran. El narrador y su amigo el periodista se disputan si es un cínico sinvergüenza o un santo. La señora Chanfaina reconoce en él un santo, pero aún le anula más con la pregunta «¿Para qué sirve un Santo?» (1690 a). Cuando Nazarín recoge a Ándara en su casa entra en insoluble conflicto entre el Evangelio que manda ayudar al necesitado y la ley de una sociedad organizada. Este conflicto le arroja a su vida pública, no sin antes verse acusado de relaciones ilícitas con su protegida (1703 b).

Cuando en el capítulo VII de la parte IV, Nazarín va al tribunal del alcalde, aparece de nuevo el carácter trágico, insoluble del destino de Nazarín: «¡Señor cura de mi alma! Allá supongo que su abogado le defenderá por loco, porque por cuerdo no hay cristiano que le defienda, ni ley que no le condene» (1749 a).

La misma tragedia insoluble entre Evangelio puro y sociedad organizada y convencional aparece en la figura de D. Manuel Flórez, el sacerdote bueno y simpático, apóstol de los ricos que un día toma conciencia de que el cristianismo exige más redaños de los que se necesitan para adoctrinar tertulias aristocráticas. D. Manuel siente el dolor de un choque entre su mundo usual, el mundo de los buenos y el mundo auténticamente cristiano, y este dolor es su enfermedad de muerte. En un momento exclama: «Señor, Señor, llevar a la práctica la doctrina en todo su rigor y pureza no puede ser, no puede ser. Para ello sería precisa la destrucción de todo lo existente. Pues qué, Jesús mío, ¿tu Santa Iglesia no vive en la civilización? ¿Adónde vamos a parar si...? No, no, no hay que pensarlo... Digo que no puede ser... Señor, ¿Verdad que no puede ser?» (Halma, 1815 b).130

Trágicos resultan por un momento los personajes de Halma y José Antonio de Urrea. Los dos, porque son víctimas de la calumnia e incomprensión y Halma especialmente en los procesos psicológicos que preceden a la decisión última de casarse con Urrea. Una falsa interpretación de lo que es perfección cristiana, la movía a negar sus impulsos femeninos y se sentía áspera y seca como aquellas vírgenes que describe Andreas Capellanus, insensibles a las delicias del fin' amor. Cuando logra plena luz sobre su auténtica misión tiene espasmos nerviosos como San Pablo en el camino de Damasco.

b) Tragedia institucional.

Pedralba es la primitiva Iglesia cristiana. En torno a ella un día se reúnen tres fuerzas que se disputan su gobierno: D. Remigio es la jerarquía, el dogma, el derecho canónico; Laínez es la mundanización de lo sagrado al incorporarse la ciencia pagana; Amador es la administración de bienes terrenos. Con estos tres personajes tenemos simbolizados los tres lados negativos pero necesarios de la Iglesia: organización, adaptación histórica y administración de riquezas. Pretender una Iglesia puramente espiritual es un error de razón histórica. Si en cuanto nos reunimos tres para cualquier cosa, necesitamos una organización y un secretario, es supremamente peregrino pretender que la religión, lo más importante para el creyente, haya de practicarse anárquicamente. Ubi homo,   —73→   ibi societas; ubi societas, ibi jus. Sin embargo, la Iglesia vive en la continua dialéctica: viviendo en la materia, ha de realizar sus valores esenciales, que son los del espíritu; siendo Iglesia para todos -elites y masa- ha de mantener su ideal de perfección que sólo algunos elegidos pueden realizar. Materialización y masificación, he aquí las entrañas heridas pero constitutivas de la Iglesia.

La solución de Nazarín a este conflicto no puede ser más deletérea desde el punto de vista católico. Él protesta que quiere recuperar las licencias para volver a decir misa, pero su tesis a la condesa de Halma es: «Lo mismo que usted intenta hacer aquí en servicio de Dios..., puede hacerlo y lo hará mejor, estableciéndose en una forma de absoluta libertad, de modo que ni la Iglesia ni el Estado... puedan intervenir en sus asuntos» (Halma, 1868 a).

Cabe una interpretación distinta y católica. Nazarín aconseja a Halma que se case, reconociendo que se puede llegar a la perfección en los distintos estados. Nazarín estaría siguiendo el precepto de San Pablo, «mejor casarse que quemarse». Estas dos posibilidades de interpretación nos plantean la pregunta de hasta qué punto Nazarín es un imitador de Cristo que ha leído la Vie de Jésus de Renan.




- III -

Jesucristo, Nazarín y Don Benito


Aunque se desprecia un poco Nazarín por su carácter de adaptación del Evangelio y El Quijote, hay que reconocer la inmensa transformación que Galdós ha dado a las fuentes. Olvido ahora El Quijote, cuyas escenas en Nazarín son más desdibujadas y accidentales que las escenas del Evangelio. Lo primero que se nota es la asimilación que Galdós había hecho del Nuevo Testamento, por la cual es capaz de escribir en su auténtico estilo español, en frases genuinas que, sin embargo, son alusiones a frases evangélicas; la destreza con que ha resumido en las discípulas, Marta y María, Juan y Pedro; en Don Pedro de Belmonte nos ha presentado un Herodes (Lc., 13, 31), el rico que se niega a abandonar sus riquezas (Lc., 18, 18) y Nicodemo el fariseo (Jo., 3, 1 ss). Y en Nazarín personaje, nos ha dado a Jesucristo en persona, un hipotético imitador de Cristo en el siglo XIX y a D. Benito Pérez Galdós sobre un púlpito. La superposición de personajes hace a la novela altamente complicada. En el comedor del Señor de la Coreja (1725 ss), Galdós da su cuarto a espadas sobre los problemas pendientes del orden social y religioso. Galdós reitera su frecuente tesis de que el trato social es la mejor cátedra del mundo y pasa a una discusión sobre el estado del catolicismo en su tiempo. Se hacen notar los progresos del catolicismo y el renacimiento religioso que se encarna en 1a sabiduría, la bondad angélica, el tacto exquisito de S. S. León XIII» (1725 b). En este momento la novela tiene valor documental. León XIII, elegido en 1778, después de Pío IX el Papa del Syllabus, debió de ser visto por los liberales como el Papa del aggiornamento. Decía Bismarck que en la Iglesia se sucedían invariablemente a un Papa político un Papa evangélico. A León XIII le tocaba ser evangélico, según esta concepción.

León XIII ejerció gran influencia sobre los políticos de Europa y entró en activas relaciones unionistas con los cristianos disidentes. Ahora bien, en este   —74→   momento (1726 b) Galdós vuelve al marco evangélico, con lo cual ya no sabemos si son ideas suyas lo que expone o simplemente adapta las ajenas. En este marco se habla de una futura edad de oro católica, que es parodia del «reino de los cielos» predicado por Cristo o de la nueva edad del Espíritu Santo predicada por los joaquinistas del siglo XIII. Esta edad ha de ser introducida por un nuevo Cristo y el diálogo prosigue así: Nazarín: «O mucho, me engaño, o ese extraordinario Salvador sera un Papa. -D. Pedro: ¿Lo cree usted? -Sí señor... Es una corazonada, una idea de filosofía de la historia.» (1726 b). ¿Es esto serio o es una broma de Galdós?131

«En la Humanidad se notan la fatiga y el desengaño de las especulaciones científicas, y una feliz reversión hacia lo espiritual» (1725 b). Esta opinión de Nazarín-Galdós merece comentario especial. Como es sabido Ortega dice que la generación que florecía hacia 1900 ha sido la más optimista del mundo. Eran los días en que se recogían las ventajas técnicas de la física sin las grandes desventajas experimentadas unos años después. Efectivamente por aquel entonces imperaba en Europa la doctrina del «optimismo científico». Un hombre fin de siglo, Ramón y Cajal escribió en 1925 El mundo visto a los ochenta años. En este libro se dice que la superación de la muerte por la ciencia es posible aunque todavía no se haya logrado. Es curioso que por aquellos días se escribía otro libro Ser y Tiempo (1927) en que se mostraba cómo la muerte es la vocación esencial del hombre. Ortega dirá que a su generación le ha tocado descubrir el vivir desilusionado del hombre que no cree en Dios ni en la ciencia; en la necrología de Unamuno, declara a Unamuno precursor de estas ideas corrientes en Europa en 1937. Unamos nosotros a Galdós y veremos en mejor perspectiva la tradición hispánica del sentimiento trágico de la vida.

En cuanto a ideas económicas y sociales, Galdós parece tener presente la encíclica Rerum Novarum de León XIII y estar de acuerdo con ella.

Galdós León XIII
«Después de los progresos de la mecánica la Humanidad es más desgraciada; el número de pobres y hambrientos, mayor; los desequilibrios del bienestar más crueles» (Nazarín, 1725 b). «Si aggiunga il monopolio della produzione e del commercio, tantochè un psicolissimo numero di straricchi hanno imposto all'infinita moltitudine dei proletari un giogo poco men che servile» (Rerum Novarum, cap. ii. Ed. I. Giordani, Roma, 1946, p. 156).

Otra entrada de la ironía galdosiana en Nazarín es la descripción del «cristianismo por buen parecer» que simboliza el alcalde ante el cual es presentado preso el protagonista. Al principio de la novela Galdós plantea la misteriosa pregunta ¿para qué sirve un santo? (pp. 1689-1690). En la parte IV, capítulo 7 (p. 1750 b) da una respuesta: «No quiero santos padres, sino abonos químicos.» Galdós irónicamente ha opuesto quietismo y progresismo: dos falsos extremos. Exactamente por aquellos años intentaba Unamuno con mas claridad lograr la síntesis de trabajo productivo y contemplación espiritual, como cuenta en su   —75→   página final de Paz en la guerra (1897). Nazarín dos años antes, exponía la misma tesis.

Las inmiscuiciones personales de Galdós son mucho más numerosas en Halma.




- IV -

Nazarín, mimo


Tras recorrer algunos puntos parciales en que se manifestaba una ironía galdosiana, un tipo de parodia, llegamos ahora a un punto en que la novela en su totalidad se presenta como parodia.

Se plantea la pregunta de en qué medida no está abocado al fracaso todo intento artístico de resucitar arquetipos anteriores ya consagrados. ¿Cómo puede resucitarse a Don Quijote? Don Quijote presenta la situación paradójica de que es único y máximo, pero a la vez ha de estar presente en toda buena novela; de manera que don Quijote se ha entregado y ha resucitado en todos los grandes artistas literarios que nos hayan dado un carácter original, encarnación de algún aspecto de la esencia humana. Don Quijote se niega a los que pretendan resucitarle servilmente en la carne y sangre que tomó en el libro de Miguel de Cervantes. Estos resucitadores son los imitadores o los comentaristas con pretensión de originales. Por eso la Vida de don Quijote y Sancho de Unamuno aparece tan pobre y desmedrada cuando se compara al original.

La figura de Jesucristo no es artística. Cristo no resucita más que en sus imitadores. Por eso, su figura puede ser tratada por todos y nunca desmerece cuando se la trata con respeto. Para resucitar a Cristo dignamente no hace falta escribir nada digno de Cervantes, nada profundo, basta la actitud del respeto.

Aunque en la obra de arte suele señalarse la forma como esencial, ya que con el mismo tema se puede hacer obra buena y obra mala, sin embargo el hecho de que en la poesía lírica puedan señalarse grandes obras a torrentes y en cambio no pueda señalarse apenas un poema satírico que sea una gran obra de arte, indica que el tema juega un papel de primer orden en el arte. La religión, el amor o los problemas de la personalidad; todas aquellas realidades que conducen al hombre a un compromiso absoluto, a un darse o interesarse pleno, producen obra de valor aunque la realización no sea genial; en cambio cuando el tema es menos importante, el valor de la obra radica puramente en su realización. En este segundo sentido es posible guardar distancia respecto del tema y ocuparse en una realización de virtuoso, conscientemente artística. Por eso la parodia, la sátira, el preciosismo exigirán a veces un ingenio rayano en la genialidad; pero, como obras de arte, les falta algo esencial: la seriedad, el compromiso, la fe. Cuando ante una obra de arte percibimos que a su autor le ha faltado la fe en su tema, sentimos la impresión de farsa, de parodia.

La cultura europea en una de sus facetas esenciales es la vida del cristianismo, caminando con el mensaje recibido de su Fundador y los Apóstoles, reflexionando sobre ese mensaje, definiendo sus doctrinas en forma de dogmas e idealizando en música, poesía y artes plásticas la figura de Nuestro Señor Jesucristo.

El nacimiento en un pesebre se ha venido purificando, y en Durero la cueva   —76→   son las ruinas de un palacio; las andanzas más o menos sacrificadas y anárquicas por los campos de Palestina se han ido purificando en la imagen del sembrador, del buen pastor, de las Sagradas Cenas. La muerte sangrienta y dolorida del Hijo del hombre ha sido sometida a artística purificación en la Misa católica.

Pues bien, cuando Galdós nos pinta en 1895 a un Cristo con capote por las afueras de Madrid, acompañado de dos pobres mujeres sin nada que perder y a cuya pasión contribuyen el Parricida, el Sacrílego y un alcalde de pueblo, progresista típico a lo siglo XIX, está destruyendo no la imagen tradicional, sino la mentalidad con que estábamos acostumbrados a mirar al Cristo del Evangelio. Está destruyendo XIX siglos de historia cultural y artística.

Dice Ortega que un cuadro o una obra literaria debe ser una encrucijada donde confluyan los cien senderos de la vida universal; pues bien, en el sorbo de vino de un cáliz católico, confluyen Dios y el hombre y en el hombre todo su mundo. La novela de Galdós, tomando a la hipotética realidad de la vida de Jesús, destruye esa unidad. Por eso la obra, a pesar de todo el talento de Galdós, resulta una parodia, un mimo en el sentido de Ortega y Gasset (OC, I, 388).

Si se pregunta en qué consiste esa última sensación de farsa en Nazarín diríamos: en que toda amputación de veinte siglos a la historia ha de ser necesariamente insincera y en que Galdós además no se acerca al Cristo primitivo en actitud de entrega. Precisamente porque Dostoyevsky se acerca al Cristo primitivo en actitud seria de entrega, adquiere grandeza su crítica a la Iglesia. Galdós no parece haber trabajado su novela desde íntimas necesidades artísticas o religiosas, sino desde unos libros, siguiendo una tradición literaria, con todo lo que esto supone de indiferencia ante el tema.

Don Quijote puede dar origen a una parodia artística, aunque la parodia será siempre arte inferior; pero la figura de Jesucristo significa tanto en la historia humana de Europa, que toda ironía o falta de sublimidad en su tratamiento, da la sensación de mal gusto. Por eso nos hacen poca gracia el lenguaje de la tía Chanfaina o el progresismo del alcalde-Pilato que juzga a Nazarín. En este sentido orteguiano, veo yo el fracaso de Nazarín como novela, aún reconociendo a Nazarín como un tipo evangélico bastante bien delineado.




- V -

Galdós y Renan


En el tratamiento galdosiano de la figura evangélica aparecen una serie de constantes muy semejantes a las constantes de la Vie de Jésus de Renan (1863). Hay que advertir que la semejanza de ideas y expresiones en teología prueba menos la mutua interdependencia que en otras materias. La religión es algo individual y puede tomar infinitas formas, conforme a la constitución de los individuos; pero la teología es una ciencia constituida en torno a dos preguntas: ¿Quién es Dios? ¿Quién es Jesucristo?

Ante estas preguntas no cabe mas que una respuesta: Dios es la plenitud de todas las aspiraciones humanas, el lugar ideal de todos nuestros proyectos;   —77→   Cristo, el ensayo más perfecto de hombre que ha hecho la historia. Dios y Cristo, son siempre algo real, porque han sido fuerzas históricas y porque son fuerzas actuantes que provocan reacciones de los individuos. Hasta aquí conviene el creyente con el no creyente; sólo que para el creyente todo eso además posee una existencia fáctica y material, mientras para el no creyente, es pura fuerza histórica, como la quimera que puede producirnos miedo, pura metáfora. Por eso, cabe hablar del reino de Dios, desear que venga, llamarle reino de justicia y perfección, creer en el, amarle, como dice Renan, pero sin creer en su objetividad trasmundana. Esta reflexión nos enseña que las mismas palabras teológicas pueden significar una actitud religiosa y una actitud diabólicamente atea.

De aquí se deduce que la coincidencia de ideas entre Renan y Galdós no debe sin más confundirse con la influencia del francés. Sin embargo, la edad de oro religiosa, el interés por estos temas recibió un fuerte impulso con la obra de Renan, inmensamente difundida y por otra parte, el tratamiento galdosiano del Evangelio, supone una sistematización intermedia, donde se acentúen unas cosas y se olviden otras que están contenidas, aunque con menos orden en los textos sagrados. Vamos a dividir nuestro tratamiento del tema en dos partes: analítica y sintética. La edición de Renan es: Oeuvres Complètes. Ed. Henriette Psichari (Paris, 1949), tomo IV, que contiene, Vie de Jésus, Les Apotres, Saint Paul, L'Antéchríst.

1. Aspecto analítico. Llamo aspecto analítico a la comparación de textos y situaciones concretas; aspecto sintético a la contraposición de lo que me parece ser el leit-motiv de Renan con lo que me parece ser el leit-motiv de Galdós.

Nazarín es semita, porque a esta raza, según Renan, cabe la gloria de haber producido la religión de la humanidad. Cuando Renan describe a Cristo nos lo presenta como hombre de fe, corazón, voluntad y acción en contra del contemplativo y el científico. Jesús no tuvo un concepto de Dios, sino la experiencia profunda de que Dios es padre (Renan, p. 133). Nazarín no se interesa por la ciencia (Galdós, 1725 b); la salvación del mundo no la encuentra en la filosofía, en la política ni en la fuerza, sino en la religión. «Ningún libro me interesa, porque de ellos sacan el alma y la inteligencia poca sustancia. Lo tocante a la fe lo tengo bien remachado en mi espíritu... Todo lo que sé, bien sabido lo tengo, y en mis convicciones hay una firmeza inquebrantable, como que son sentimientos que tienen su raíz en la conciencia» (1686 b).

Páginas después, cuando le dice al Señor de la Coreja que el Salvador del mundo sera un Papa, Nazarín añade: «Esto es una corazonada, una idea de filosofía de la historia; líbreme Dios de querer darle autoridad de cosa dogmática» (1726 b).

La oposición cabeza-corazón vuelve repetidamente en Halma (1780 a -1781 b) y hablando de Nazarín se dice: «Apostoliza con la voluntad, no con la inteligencia, y dejará, no se rían ustedes de lo que afirmo, un profundo surco en nuestro siglo» (1729 b).

Compárese la semblanza galdosiana con el siguiente texto de Renan: «Jesús n'eut ni dogmes ni système; il eut une résolution personelle fixe, qui, ayant   —78→   dépassé en intensité toute autre volonté crée, dirige encore a l'heure qu'il est les destinées de l'humanité» (Renan, p. 114).

La profecía sobre la edad de oro religiosa, filosofía de la historia entrevista como corazonada, es también idea de Renan: «Avant l'époque romaine, on chercherait vainement dans les littératures classiques un système général de philosophie de l'histoire, embrassant toute l'humanité. Le juif, au contraire, grâce à une espèce de sens prophétique qui rend par moments le Sémite merveilleusement apte à voir les grandes lignes de l'avenir...» (lb., pp. 114-115. Cf. p. 90).

Rasgo fundamental de Nazarín es su individualismo; su desprecio a la justicia del mundo y de la Iglesia. «Todo el Santo Oficio del mundo lo llevaba en su propia conciencia. Satisfecho de ésta no vacilaba en su resolución» (1707 b). Otros textos sobre lo mismo, que no podemos citar explícitamente hay en pp. 1687 a b. 1707 a, 1779 b, 1797, 1803 b, 1805 a, 1823 a.

«Le caractère qui distingue essentiellement Israël entre les peuples théocratiques, c'est que le sacerdoce y a toujours été subordonné a l'inspiration individuelle» (p. 88).

Una tesis fundamental de Nazarín es la pobreza con todos los problemas que la sociedad media le plantea: Galdós, 1707, 1780, 1816 b. «El no poseer es mi suprema aspiración» (1687 b). «Il veut anéantir la richesse et le pouvoir, non s'en emparer» (Renan, p. 164). Cf. 194, 199-200, 254.

La otra virtud que Nazarín predica con insistencia es la paciencia en forma un poco estoica. Lograr mediante la indiferencia a todo, absoluta libertad del alma. Esa indolencia que muestra Nazarín ante el mismo apostolado se explica muy bien con el siguiente texto de Renan: «Il, Cristo, fondait cette grande doctrine du dédain transcendant» (p. 160).

En el proceso de condensación a que somete Galdós los personajes evangélicos, resulta típico el que reduzca a dos mujeres todos los discípulos de Jesús y que éstas presenten trazos de Marta y María, Pedro y Juan respectivamente. La identificación entre estos dos pares de discípulos la había hecho Renan. «Pierre, peu mystique, communiquait au maître ses douts naïfs, ses répugnances... Quant à Jean, sa jeunesse, son ardeur et son imagination vive devaient avoir beaucoup de charme» (Renan, p. 183). La pasión con que Beatriz y Ándara aman a Nazarín y el expreso contraste entre la conducta de Jesús y su compañía con las mujeres de mala vida, también habían sido muy puestos de relieve por Renan, hasta el punto de hacer responsables a las mujeres, concretamente a la Magdalena, de la fe en la resurrección. «Ses relations intimes et libres, d'un ordre tout moral, avec des femmes dune conduite équivoque s'expliquent de même par le passion qui l'attachait à la gloire de son Pére et lui inspirait une sorte de jalousie pour toutes les belles créatures qui pouvaient y servir» (ib., 131). Cf. 165, 180, 200, 298. Los lugares paralelos de Galdós pueden verse en Nazarín y Halma, pp. 1719 b, 1749, 1811 a, 1814 a.

2. Aspecto sintético. Los dos rasgos esenciales de la imagen renaniana de Cristo frente a la imagen católica son la destrucción de los elementos sobrenaturales y el antijerarquismo: «Les miracles sont de ces choses qui n'arrivent jamais» (Renan, p. 16). «Jamais on n'a été moins prêtre que ne le fut Jésus» (ib., p. 141).

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a) El milagro de Móstoles.

Ándara pide con fe a Nazarín que cure a la niña. Nazarín le responde seco: «Mujer, ¿que dices? ¿Soy yo médico?» Ándara cree que es más que médico. Nazarín va a casa de la Fabiana «pero solamente por dar a esas pobres mujeres un consuelo de palabras piadosas... Mis facultades no alcanzan a más» (1712 ss); Nazarín se encuentra en un ambiente de superstición; la gente sencilla de Móstoles cree en el médico, en el curandero y en el milagro. Nazarín reza por la niña; la niña sana. Nazarín les dice: «Milagro no es. Dios se apiada de esa infeliz madre. Habríalo hecho quizá sin nuestras oraciones» (1716 b).

He aquí el texto de Renan con la misma idea: «La médecine scientifique... etait, á l'époque de Jésus, á peu pres inconnue aux juifs de Palestine. Dans un tel état de connaissances, la présence d'un homme superieur, traitant le malade avec douceur et lui donnant par quelques signes sensibles l'assurance de son retablissement, est souvent un remède décisif. Qui oserait dire que, dans beaucoup de cases, et en dehors des lésions tout à fait caractérisées, le contact d'une personne exquise ne vaut pas les ressources de la pharmacie? Le plaisir de la voir guérit. Elle donne ce qu'elle peut, un sourire, une espérance, et cela n'est pas vain» (Renan, p. 246).

b) Los demonios de Beatriz.

A la taumaturgia asocia Renan siempre los exorcismos. Según él, Jesús no pensó nunca en ninguna de las dos cosas, pero fue cayendo en ellas a medida que en su evolución iba pasando del moralista al milenarista. También en Nazarín surge el tema inmediatamente después del milagro, cuando se habla de la enfermedad nerviosa de Beatriz, la Magdalena de la cual dice el Evangelio habían salido siete demonios. Renan interpreta los demonios como desequilibrios nerviosos (p. 180); Nazarín dice: «Pues eso no es brujería ni nada de demonios; es una enfermedad muy común y muy bien estudiada, que se llama histerismo» (1716 a).

c) Antijerarquismo.

Nazarín, santo sacerdote, siente por un momento odio a la sotana (p. 1705 b); manda el sombrero de teja para algún espantajo (1706 a); su primera aparición en la ventana de la tía Chanfaina dio la impresión de que se trataba de una mujer; cuando se despoja de sus atributos clericales, «libre ya de aquella máscara, su tipo arábico resaltaba en toda su gallarda pureza» (1719 b). En Halma, dice Urrea a Feramor: «Tu hermana es una santa... Todo lo contrario de ti que eres el Sumo Pontífice del egoísmo» (1802 a). Esta alusión al Sumo Pontífice, cuando se habla de santidad, contraponiéndole precisamente, parece ser intencionada. La oposición entre Iglesia o clero y auténtico cristianismo es la idea más constante de la Vie de Jésus de Renan. No hace falta citar textos concretos.

d) Milenarismo y moral.

Renan ve en la vida de Cristo un proceso evolutivo. El primer año de su vida publica, Jesús expuso su doctrina moral, libre de dogmas, milagros o promesas.   —80→   Poco a poco, a medida que su ideal chocaba con la indiferencia en Galilea y con la oposición en Jerusalem, Jesús se fue exaltando y sucumbiendo a su propia leyenda y a su propia misión. Todos los productos de la exaltación, dice el escritor francés, han caído, mientras el reformador religioso, vivirá eternamente (p. 251).

Nazarín representa la misma evolución en sentido inverso. Nazarín pasa del milenarismo y la exaltación a la reforma religiosa y moral. Esta función de consejero de un cristianismo practicable, es la que asume en Halma.

Halma personaje, es en algunos momentos la Virgen Santísima -que en Galdós, como en Renan, no es Virgen-. Aparece en escena al principio de la fundación de la Iglesia, no durante la vida de Jesús -tesis renaniana- y es adorada como el eterno femenino por Urrea, un vago, capaz de matar por ella. Quizá estos dos detalles: lo femenino y el fanatismo, tengan cierto valor simbólico, ya que se considera que la devoción a la Virgen nació en el siglo XII, como un paralelo divino del amor cortés, y el fanatismo mariano es proverbial del sur de España.

Beatriz, siendo el lazo de unión entre Nazarín y Halma, asume la responsabilidad de la fundación de la Iglesia, que es el papel atribuido por Renan a la Magdalena, pues ella creó, según él, la fe en la resurrección.

Halma funda la Iglesia primitiva, Pedralba, donde todos viven como hermanos, procuran la absoluta igualdad y practican comunismo absoluto. Ahora bien, llega el momento en que se nota la necesidad de organización: la organización consiste en división del trabajo y creación del clero, acomodación al mundo o dedicación a la ciencia; finalmente, administración. Nazarín aconseja un matrimonio, para que la caridad se practique en familia sin organización ninguna. Esta tesis, retrotraída 20 siglos, significaría: recojamos el mensaje del Jesús muerto, vayamos cada uno a nuestra casa, y procuremos cumplirlo sin más compromisos. Sin embargo, aquí radica la contradicción de Renan y de cuantos pretenden una religión anárquica. ¿Cuánto hubiera durado el mensaje de Jesús, si no hubiera sido por el celo de Roma en mantener y difundir el depósito de la fe en toda su pureza? Esa Roma, que a veces ha podido convertirse en Babilonia de los gentiles, es la razón histórica de la pervivencia del mensaje evangélico.

Conclusión.

Como su propio Fundador, la Iglesia sufre la tentación del pan, la tentación del poder y la tentación de la gloria; a veces parece sucumbir y, sin embargo, a pesar de todas las apariencias, la Iglesia ha mantenido puro el mensaje: no sólo de pan vive el hombre; no tentarás al Señor tu Dios; al Señor tu Dios adorarás y a él sólo servirás. Creyente o no creyente, para hacer una gran obra de arte con cualquier aspecto del cristianismo, habrá que poner siempre de relieve su colosal peso histórico. Este sentido trascendente no aparece claro en las dos novelas galdosianas.

University of Pennsylvania





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