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ArribaAbajo La Periódico-manía y la prensa madrileña en el Trienio Liberal (I)

Enrique Rubio Cremades


Universidad de Alicante


La Periódico-manía, publicación madrileña de los años 1820 y 1821, nace a raíz del decreto que sobre libertad de imprenta llevó a cabo el gobierno de Fernando VII. El nueve de marzo de 1820 el monarca juraba la Constitución y un día más tarde publicó un Manifiesto en el que no sólo indicaba su respeto y acatamiento a la Constitución, sino que también instaba al pueblo español a que se comportara con sabiduría, orden y moderación, a fin de ser ejemplo de la Europa civilizada. Propósitos no cumplidos, pues si el período constitucional nace de un río de revueltas y sublevaciones, el efímero Trienio Liberal dará paso a uno de los más tristes y luctuosos episodios de nuestro siglo XIX: la ominosa década.

Bajo este telón de fondo, La Periódico-manía irrumpe en los albores del citado Trienio Liberal con un fin primordial: analizar todos los folletos, papeles y periódicos de los años 1820 y 1821. Es, pues, este periódico de gran importancia para conocer los vaivenes de la prensa de la época, de tal suerte que sirve como pieza fundamental para el estudio de las sucesivas apariciones y desapariciones de los periódicos del momento, su duración, ideología,   —430→   formato y disposición, así como el motivo esencial que impulsó a políticos y escritores en general a editar su respectivo periódico.

La relación de publicaciones que ofrece La Periódico-manía es copiosísima y puntual, de ahí que fuera consultada en el siglo pasado por don Eugenio Hartzenbusch en su conocido trabajo Apuntes para un catálogo de periódicos madrileños desde el año 1661 al 1870702. Dicho crítico utiliza como fuente bibliográfica el citado periódico ya que se trata de un documento imprescindible para el estudio de la prensa del Trienio Liberal; sin embargo, al realizar nosotros el escrutinio de La Periódico-manía echamos en falta más de una publicación en la obra de Hartzenbusch. Las fuentes por él utilizadas, además de La Periódico-manía, permiten una visión en verdad detallada y muy minuciosa de la prensa madrileña, desde su aparición hasta el año 1870; sin embargo, como ya hemos indicado, existen ausencias a tenor de lo consultado en La Periódico-manía. La bibliografía utilizada por E. Hartzenbusch703 así como la relación de personas704 que contribuyeron   —431→   con noticias verbales o manuscritas en la elaboración del citado catálogo periodístico han hecho posible la realización de una obra que nos permite estudiar con toda suerte de detalles el periodismo madrileño desde sus orígenes. El cotejo entre el trabajo de Hartzenbusch y la relación de periódicos analizados por La Periódico-manía es indispensable en la elaboración de estas páginas, ya que el primero sirve de guía para nuestros propósitos. Existen también otros catálogos y obras705 de gran utilidad y valor, como el estudio de A. Asenjo706 y el titulado Catálogo de las publicaciones periódicas madrileñas existentes en la Hemeroteca Municipal de Madrid, 1661-1930. De igual manera la obra de Mesonero Romanos, en especial la titulada Memorias de un setentón707, es también imprescindible para el análisis de la prensa decimonónica. Gracias al Curioso Parlante sabemos, por ejemplo, que el abogado D. Francisco Camborda era el redactor de La Periódico-manía, desvelándose de esta manera el anonimato del principal colaborador del periódico.

La Periódico-manía, publicación eminentemente satírica, surge en la conocida libertad de prensa decretada en el Trienio Liberal. Durante esta época el panorama periodístico alcanza cotas difícilmente imaginables, pues en los tres años que precedieron el inicio del período constitucional tan sólo se publicaron La   —432→   Crónica Científica y Literaria708, Continuación del almacén de frutos literarios o semanario de obras inéditas709 y Miscelánea de comercio, artes y literatura710. La época más interesante en cuanto al número de periódicos corresponde a los años 1813 y 1814. En el año 1813 se publicaron El amante de la libertad civil711, El ciudadano imparcial712, Faramalla intermitente713, El Duende de Madrid714, El Patriota715, Atalaya de la Mancha en Madrid716, El amigo de la Ley717, El Fiscal patriótico de España718, El azote de los afrancesados y zeloso de la libertad de la patria719, El Redactor   —433→   general de España720, El Amigo del pueblo721, El Publicista español722 y Quisicosa del Día723. En el año 1814 contabilizamos un total de quince periódicos, algunos de ellos de escasa duración. La relación es la siguiente: El Universal724, El Conciso725, La Abeja Madrileña726, El Procurador general de la Nación y del Rey727, El Tribuno del pueblo español728, La España libre729, El amante de la libertad civil730, El Reloxero Universal731, El Periódico ministerial intitulado Correo político y económico de las provincias de la Península732,   —434→   Mercurio español733, Correo General734, El Sol735, El filósofo de antaño en su gabinete736, Lucindo737 y Diario de las Cortes738.

La Periódico-manía empieza a publicarse en el año 1820, sin fecha ni período fijo de publicación. El número suelto costaba trece cuartos739. Cada número tenía alrededor de veinticuatro páginas; incluso, existen números que no sobrepasan el total de veinte, como el número 18, aunque la tónica general sea de veintitrés o veinticuatro páginas. Las medidas del mismo son de 0m,118 x 0m,066, imprimiéndose en las Imprentas de Collado, de la Viuda de Aznar a cargo de José Pío León, y de El Constitucional por Antonio Fernández. Al final de cada número aparece a pie de página la ciudad en la que se imprimió el periódico -Madrid-, la imprenta correspondiente y el año de impresión. Tan sólo se publicaron un total de cuarenta y tres números, sin especificarse día ni mes, únicamente el número correspondiente sirve de identificación al lector.

En las páginas de La Periódico-manía encontramos numerosas   —435→   alusiones a la venta del periódico. La cita más completa corresponde al número 18, pues no sólo se cita el impresor sino también las correspondientes librerías y puntos de venta en el Madrid de los años 1820 y 1821: «Se hallará en Madrid en las librerías de Collado, calle de la Montera; de Brun, frente a las Gradas de San Felipe el Real; de Sojo y de Sanz, calle de Carretas; de Cruz y Miyar, calle del Príncipe; de Villa, plazuela de Santo Domingo, y de Minutria, calle de Toledo»740.

En La Periódico-manía se hace alusión en sucesivas ocasiones a los autores de la publicación, autores que el lector desconoce, pues en ningún momento figuran los nombres de los mismos. Sí sabemos que la redacción del mismo la forman dos personas, como se nos informa en el número 2 con ocasión del reparto de ganancias que el número ha proporcionado a sus autores. Se nos dice que entre los dos redactores han conseguido la fabulosa suma de treinta duros, cifra que nos parece exagerada y que tal vez obedeciera a crear confusión entre la legión de periodistas que se veían obligados a poner punto final a su periódico por falta de recursos económicos.

En las páginas de La Periódico-manía el lector podrá encontrar información sobre el entorno, fines y propósitos del periodismo de la época. Noticias acerca de la precaria situación económica de los periodistas, hombres que no sólo viven en continua estrechez monetaria sino que también se ven aquejados de la penuria económica de que hacen gala los editores y libreros en general. La Periódico-manía presume de ser un periódico opulento, aunque la realidad, tal vez, sea otra; lo cierto es que en casi todos los números de la publicación encontramos alusiones al mal del periodismo de los años veinte: la perentoriedad del periodista. A tenor de lo leído en La Periódico-manía podemos afirmar que el comienzo del Trienio Liberal provoca una auténtica epidemia periodística, consecuencia lógica de la libertad de imprenta, pero desproporcionada en su calidad, en sus fines y en sus propósitos. De todo este mare mágnum periodístico La Periódico-manía afirmará con humor lo siguiente:

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¡Todo es confusión y trastorno en el reino periodístico...! ¡Tantos hermanos muertos y epitafiados...! ¡Endeble es la cortadura! El Enemigo de la Esclavitud se ha transformado en plebeyo. El Constitucional se ha hecho gaceta. El Publicista padece flatos histéricos. El Conservador ha mudado de nido: ya es chismógrafo y va a ser acusador. El Mudito da voces en valde. El Universal, que antes enfadaba por su pesadez, es ya tan ligero como el cojo de Málaga. La Miscelánea se desatacó desde que la atacaron. La Ley vende rabanitos tiernos en el rastro. La Frailomanía habita en el colegio trilinguae. La nueva Gaceta Ministerial impugna las ideas de la que acabó. El Pobrecito Holgazán se aplica a un oficio honrado. La Sociedad de Lorencini se ha mudado. El nuevo Gabinete de lectura se ocupa de borrar de su lista muchos platos indigestos. Dentro de poco tiempo sólo tendrá para dar de comer a los literatos el Diario caldosito, la Gaceta con más hueso que carne, el Universal aperdigado, y la Miscelánea de postre. Al que quiera café se le servirá con el Vigilante, que quita el sueño, y al que guste de licores se le darán las Minervas para que pueda relamerse741.



La Periódico-manía, publicación eminentemente satírica, suele iniciar los números con una cita, nota o epígrafe alusivo a la intención del número correspondiente. No es extraño este recurso entre los periodistas de la época, pues la casi totalidad de los escritores lo emplean no sólo para encabezar sus artículos periodísticos o de costumbres, sino también en los sucesivos capítulos de las novelas históricas. El mismo Larra lo utilizará indistintamente tanto en su novela El doncel de don Enrique el Doliente como en sus artículos periodísticos. Este recurso obedece, pues, a una moda imperante en la época, recurso que irá desapareciendo a mediados del siglo XIX. Tras esta nota introductoria La Periódico-manía suele insertar sutiles y mordaces digresiones sobre el panorama periodístico de la época, de los problemas de financiación y del lamentable estado de las publicaciones. Se trata de un panorama sombrío descrito con mordacidad e ironía en el que escasas publicaciones escapan a su sátira. No faltan tampoco los ataques contra los periodistas que vulneran los principios constitucionales742, proclamándose acérrimo defensor de la libertad de   —437→   imprenta743 y vituperando todo tipo de folletos y publicaciones que atentaran contra estas premisas imprescindibles e inherentes a la condición humana. En realidad La Periódico-manía no deja títere con cabeza, pues su mordacidad acosa a todas las publicaciones de la época y si en un principio puede parecer respetuoso con las publicaciones coetáneas, no demorará mucho tiempo sus furibundas diatribas contra la prensa de la época; e incluso, si en un momento se muestra respetuoso con el clero, no tardará en censurar a los representantes de la Iglesia. Tres son los principios respetados por La Periódico-manía: la Constitución, la libertad de imprenta y la Monarquía. La figura del monarca como guardián y defensor de la Constitución, tal como figura en el Manifiesto publicado el 10 de marzo de 1820 en el que, entre otras cosas, Fernando VII jura que será su más firme defensor, es la postura que defiende La Periódico-manía, publicación que al tener una existencia efímera no pudo analizar desde sus páginas el cambio de la monarquía constitucional que desembocó en una monarquía absolutista.

Si estas digresiones nos proporcionan un informe general sobre los asuntos más importantes del momento, más tarde los redactores de La Periódico-manía analizarán las publicaciones de la época. Desde su singular óptica desfilan todos los periódicos editados durante los años 1820 y 1821, analizando su ideología, pertenencia política, autores e, incluso, la financiación de los mismos. Lanzará sus pronósticos a la manera de Torres Villarroel, vaticinando su fatal desenlace: la muerte del periódico. Los epitafios de La Periódico-manía son de lo más agudo y singular. Cada periódico de Madrid de la época que sucumbe por falta de suscriptores o por escasez de medios económicos suele tener su epitafio en las páginas de La Periódico-manía. Circunstancia que convierte al periódico en auténtico cementerio periodístico, como tendremos ocasión de ver.

Si todos estos factores son imprescindibles para conocer el alcance de la publicación, no menos importante es analizar su credo periodístico y el propósito que motivó a sus autores a editarla.   —438→   En el primer número del periódico se afirma que los redactores se proponen «en este papel dar una idea de todos los periódicos que se han publicado [...] que hablarán también de los que hasta ahora han muerto, de los que están con los frailes a la cabeza y de los que morirán»744, y a renglón seguido lo siguiente:

Se aplaudirá lo bueno; criticaráse lo malo; se omitirá lo indiferente; se despreciarán las paparruchadas, y, en una palabra, se adoptará lo caliente, lo templado y lo fresco, conforme a la estación y a los males de que adolezcan dichos periódicos. O han de ir derechos, esto es, constitucionalmente, o no habrá hora de paz, ni quedará títere sin cabeza. A lo Gallardo745.



A partir del primer número desfilan un sinfín de publicaciones, como El Despertador, Espejo de las Españas, La Ley, El Indio liberal, Verdad y patriotismo, El Enemigo de la esclavitud, La Colmena, El Mensajero, La Cotorrita, El Sol, etc. Si La Periódico-manía reseña y analiza todo el espectro periodístico de la época mordaz y concisamente, algunos periódicos merecen la especial atención del nuestro. La redacción de La Periódico-manía suele recoger el nacimiento y muerte del periódico, intercalando entre sus números algún comentario relativo a la ideología y propósito de la publicación; sin embargo, cuando la publicación adquiere importancia, tanto por su financiación como por el alcance editorial, La Periódico-manía suele analizarla en casi todos sus números. Esto, precisamente, ocurre con El Conservador o El Universal, periódicos que a tenor de lo analizado en La Periódico-manía son los más citados.

La Periódico-manía dedica el primer epitafio al periódico El Despertador, publicación que tuvo una breve existencia. El estilo festivo y zumbón de La Periódico-manía se deja sentir en los siguientes versos:

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Ya podéis dormilones
Dar tremendos ronquidos,
Que los despertadores
Se han quedado dormidos.
    Si del profundo sueño
En que están sumergidos
No vuelven, si no cobran
Otra vez sus sentidos,
    Enterradlos entonces,
Y en su sepulcro frío
Poned este epitafio
De su memoria digno
Epitafio
   Aquí yace sepultado
(¡Oh qué terrible dolor!)
Quien siendo despertador
A ninguno ha despertado.
   Muy breve fue su reinado,
Murió porque era mortal.
No hay que buscar a su mal
Achaques de indigestión
Si ya la anti-repleción
No le dio el golpe fatal.746



El Espejo de las Españas es otra rara curiosidad bibliográfica. Periódico del que sólo tenemos noticias gracias a La Periódico-manía, de ahí que sepamos que se vendía los domingos en la librería de Paz. En los cinco números ya publicados, incluso el del prospecto, que fue el primero, explica a los lectores que parte de las ganancias de la venta de la publicación van destinadas a socorrer a las víctimas de Cádiz. La Periódico-manía vaticina su muerte en muy corto plazo, a tenor de lo publicado en estos cinco números. El Espejo de las Españas tan sólo publicó un número más, circunstancia que provoca el regocijo entre los redactores de La Periódico-manía. El epitafio dice así:


   Aquí yace el Espejo, asesinado
por la feroz Periódico-manía,
que siendo de su misma cofradía
sus azarosos días ha abreviado.
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¡Bárbara hermana!, sanguinaria, ingrata,
ominosa, bastarda, fraticida [sic],
tenga el mismo fin trágico tu vida,
y a hierro muera quien a hierro mata747.



La escasa acogida de El Espejo de las Españas se debió, a juzgar por las páginas de La Periódico-manía, a la dudosa erudición y filantropía de sus promotores, así como a sus ideas barnizadas con el espíritu de la ilustración que lo hacían prácticamente inaccesible al lector de la época. Según La Periódico-manía llegó a provocar indigestiones y náuseas.

Otra publicación de suma rareza bibliográfica reseñada en La Periódico-manía es El Indio liberal, no citado por ningún catálogo sobre prensa, ni siquiera en el conocido Apuntes de un catálogo... de Hartzenbusch. Por nuestro periódico sabemos que empezó a editarse el 27 de abril de 1820. Cesa el 4 de mayo del mismo año, publicándose tan sólo cuatro números. Los temas políticos e históricos eran lo más acertado de la publicación. La Periódico-manía lo describe como periódico profundo, correcto en la sintaxis y de ideas nada vulgares, no explicándose su prematura muerte. El epitafio dedicado al Indio Liberal es de los más concisos que aparecen en La Periódico-manía:


   Murió el Indio liberal,
requiescat in pace, amén.
A nadie supo hacer mal;
pero tampoco hizo un bien748.



La Ley es otra de las publicaciones del Trienio Liberal de la que no se tienen noticias. La Periódico-manía le presta gran atención,   —441→   pues son varios los números en que aparece La Ley detenidamente analizada. Sabemos por nuestro periódico que llegó a publicar veintinueve números, editándose en la imprenta de Sancha. La Ley, a tenor de lo escrito en La Periódico-manía, es un periódico insolente que llegó a insultar no sólo a las más altas jerarquías de la época, sino también a los lectores más humildes. Ataca a la Constitución y a sus representantes, a la par que ofrece un panorama sombrío y desolador:

No es posible analizar las expresiones que vierte en descrédito de los mismos diputados; presenta la tranquila situación que disfrutamos bajo los más sombríos colores; insulta a los beneméritos hijos de la patria que han padecido por ella en los últimos seis años toda clase de males y calamidades; los pinta toscamente como ineptos y cuando hasta las demás naciones han reconocido sus virtudes y sus talentos749.



De igual forma La Ley vitupera al monarca -por aquel entonces- constitucional, circunstancia que provoca las iras de los redactores de La Periódico-manía. A tenor de lo escrito en este periódico creemos que La Ley fue una publicación antimonárquica y no anticonstitucional, que supo ver el turbio rumbo político de Fernando VII. Lo cierto es que los ataques al monarca provocaron su cese de inmediato, requisándose el último ejemplar -N.º 29- que censuraba, precisamente, la figura del rey y a los representantes parlamentarios. La Periódico-manía lo describe con duras y sarcásticas palabras. Cuando La Ley desaparece se pregunta lo siguiente:

¿Y dónde la colocaremos? En un muladar sería lo mejor, para que se la comieran los lobos; pero valga la caridad... Echémosla provisionalmente en un hoyo, que después no faltará quien saque sus huesos, los queme y esparza por el aire las cenizas. Entretanto recuerde su paradero el siguiente

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Epitafio

    Periódico fue nefando,
chabacano, escandaloso,
la Ley que hoy estás mirando
arrojada en este foso.
   Ha sido muy celebrada
su muerte (¡cruel destino!),
aplaudida y festejada
como muerte de cochino750.



El periódico La verdad y Patriotismo constitucional, analizado también por La Periódico-manía, es un curioso ejemplar no citado en los catálogos sobre publicaciones periódicas madrileñas. A juzgar por lo recogido en nuestro periódico llegó a publicar un total de veinte números -el último el 16 de mayo de 1820-. La impresión corrió a cargo del editor Cano y la venta del mismo se llevaba a cabo en el establecimiento del librero Matute. Grandes debieron de ser las deudas contraídas por los redactores del periódico a juzgar por el tono irónico de La Periódico-manía, pues por lo visto tan sólo «la pluma y el tintero, únicos bienes que le restan, no pueden ser embargados con arreglo a la ley»751.

En el último número de la publicación arremete contra los impresores, prensistas, cajistas y libreros por las deudas contraídas. El mismo epitafio se referirá a la penuria económica del periódico:


   La Verdad murió atrampada
y el Patriotismo empeñado,
ella yace aquí enterrada,
y él yace aquí sepultado.
    Aunque indignos pecadores
nunca fueron petardistas,
díganlo los impresores,
los libreros y cajistas.
—443→
   Lo que es con trampas morir
viene a ser moda en el día,
y esta moda ha de seguir
la Periódico-manía752.



Si hemos hecho alusión a la falta de medios económicos para la financiación del periódico en el Trienio Constitucional, es, sencillamente, porque toda la prensa de esta época vive agobiada por la falta de medios. Cabe pensar que la empresa más ruinosa era el periódico, por supuesto hacemos alusión directa a los redactores del mismo, más que a los editores o libreros. Un ejemplo más sería el periódico titulado El Enemigo de la esclavitud. Gracias a La Periódico-manía sabemos que empezó su carrera periodística con el título de Reforma que debe adoptar la Junta Provisional de Madrid para asegurar la libertad del ciudadano. Se vendía, al igual que el anterior periódico, en el establecimiento del librero Matute, publicándose tan sólo ocho números. Murió, según La Periódico-manía, «de magro, por ser afecto a los viernes» y endeudado hasta límites insospechados. El estilo grandilocuente de El Enemigo de la esclavitud aparece destacado por La Periódico-manía, ya que no sólo se complace en afirmarlo, sino que transcribe un párrafo del periódico como si de un acta notarial se tratara para demostrarlo así a sus lectores. Las «expresiones felices» que transcribe La Periódico-manía del periódico El Enemigo de la esclavitud nos recuerdan aquellos textos sacros tan sutilmente censurados por Isla en su Fray Gerundio Campazas:

Ominosos siglos; ominosa contemporización; ominoso letargo; el bramido de las preocupaciones; la libertad del pensamiento perdida y recobrada; el plantío del honor; la miserable tranquilla de circunstancias actuales; la fuerza majestuosa de los rayos; las hachas benéficas; la discreción de los hados; la sombra de la nulidad753.



El periódico La Colmena no se escapa tampoco de los ataques de La Periódico-manía. Esta publicación se imprimió primero   —444→   en la imprenta de Repullés y después en la de la Viuda de Aznar. La Colmena constaba de ocho páginas de 0m,157 x 0m,094 «en papel de a folio y tiesecilla en forma de gaceta» según La Periódico-manía. Empezó a publicarse el 17 de marzo de 1820. El 8 de mayo se hizo diario, dejándose de publicar el 14 de junio de 1820. Esta publicación liberal fue redactada por don Félix Mejía, escritor que se uniría a don Benigno Morales para la redacción del conocido periódico El Zurriago, de insolente procacidad. El lema de esta publicación es bastante elocuente:


   No entendemos de razones,
moderación ni embelecos;
a todo el que se deslice
zurriagazo y tente tieso.



Don Félix Mejía, a tenor de lo descrito en La Periódico-manía, tuvo serias dificultades para publicar La Colmena. En especial, la económica fue la causa de su cese. Nació el periódico con escasez de medios y murió endeudado. Según La Periódico-manía «acabó de dar la causa del general Porlier en el día 14 del corriente, y sin decir oste ni moste se quedó muerto754. Esta publicación tuvo escasa acogida entre el público de la época, pues según nuestro periódico «los ejemplares de La Colmena no salen de la librería, donde pueden verse en paquetes de resma casi completa, en tanta copia, que si se colocasen perpendicularmente, sacarían la cresta por encima del pico de Tenerife»755. Más tarde La Periódico-manía en su número 8, en una sección titulada Noticias, nos dice que el ciudadano Antonio Baldaracete, «comisionado del confitero de Villatobas», escribe a los editores de La Colmena comunicándoles la compra de todos los ejemplares sobrantes a   —445→   veinte reales resma. Una vez más La Periódico-manía dedicará su epitafio al periódico recién fallecido:


   Murieron (porque todos son mortales),
¡qué angustia! ¡qué dolor! ¡qué dura pena!,
los zánganos, abejas y panales,
los cerones, la miel y la Colmena.
       Sus editores pelmazos
   se derritieron los sesos,
    ya lanzando picotazos,
    ya publicando procesos.
      Todo esto vino a parar
    en humo, polvo y gusanos,
    y así tienen que finar
   los periódicos hermanos756.



El Mensajero es la siguiente publicación analizada por La Periódico-manía. Este periódico llevaba el ambicioso subtítulo de Diario universal de política, literatura y artes, empezó a publicarse el 15 de mayo de 1820 y cesó el 30 de junio del mismo año. Creemos que el director de la misma sería don Pedro M.ª de Olive. La Periódico-manía no cita a ningún autor por su nombre y apellidos, sin embargo, sí nos dice que «este caro hermano por el año de 1805 ya redactaba la Minerva Española y lo lucía. Son infinitas las novelas que ha traducido, regularmente saldrán a la luz muy en breve, porque ahora le sobra tiempo para corregirlas»757. La Minerva Española empezó a publicarse el primero de octubre de 1805 en la imprenta de Vega; más tarde en la de Núñez y, por último, en la de Ibarra. Constaba de ocho páginas de 0m,140 x 0m,080. En un principio salía dos veces por semana, más tarde se convirtió en semanario y, finalmente, se publicó una vez al mes. El último número corresponde al mes de octubre de 1818. Tanto en los medios periodísticos como editoriales de la época sabían que tras esta publicación se encontraba el escritor don Pedro M.ª de Olive.

El Mensajero, que se vendía a ocho cuartos, según La Periódico-manía,   —446→   está herido de muerte y por mucho que intente sobrevivir y convocar a sus suscriptores para remediar el fatal desenlace, su muerte está próxima. La sátira zumbona, sarcástica e hiriente surge de nuevo en las páginas de La Periódico-manía, al afirmar que El Mensajero «come de toda clase de viandas literarias, pero la flaqueza de su estómago no le permite digerirlas, y antes de hacer cocción, las vomita avinagradas»758.

A tenor de lo leído en La Periódico-manía, El Mensajero se endeudó de tal manera que la dueña de la imprenta, Viuda de López, «ha tenido que tomar el partido de dedicarse a imprimir los romances de Pedro Cadenas y algunas cancioncillas de ciegos»759. La implacable mordacidad de La Periódico-manía se dejará sentir una vez más en sus conocidos epitafios. El dedicado a El Mensajero pondrá de manifiesto la precariedad económica de la prensa del Trienio Liberal:


   Desde el número primero
se dejaba discurrir
que iba bien pronto a morir
el infeliz Mensajero.
   Que la falta de dinero
le mató, es muy evidente:
¡Válgame Dios, cuánta gente
del gremio periodical
va a sucumbir a este mal...!
No queda ningún viviente760.



Juzgar el Trienio Liberal sin el testimonio de La Periódico-manía sería empresa harto difícil, aun siendo conscientes del peculiar subjetivismo de que hacen gala sus redactores. Una vez desbrozada su insidia y también su procacidad obtendremos datos de gran importancia para el análisis de la prensa madrileña en este conocido período constitucional.